FEMÉRIDES
DE
UNA
HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL, DÉCADA 162I-1630
CAPÍTULO
XVII-II
En
1789 estaba artillado con diez cañones de a 24, ocho de a 16 y cuatro de a 8,
además de dos morteros de calibre 12. Su guarnición está constituida por 1
Oficial, 1 Sargento, 2 cabos y 17 soldados, estando previsto que en tiempo de
guerra deberían guarnecerlo 9 oficiales, 9 sargentos, 9 cabos y 280 soldados.
Según
Núñez de la Peña, donde dicen Paso-Alto estaba un Castillo pequeño de San
Cristóbal y en 1670 «se reedificó é hizo nuevo con mucha artillería», pero ello no
parece ser cierto, pues en 1625 y por mediaciones del Comandante general D.
Francisco de Andía, se señalaron parajes para construir nuevas fortificaciones
y entre ellas la de Paso-Alto, y si hubiese existido otra allí, no hubieran
dicho «nuevas fortificaciones» .
En
1641, con motivo de la rebelión de Portugal, se municionó el Castillo
Principal de San Cristóbal y se atrincheró el de Paso-Alto, siendo Comandante
general D. Luis Fernández de Córdoba; este castillo se municionaba por cuenta
de S.M. «...y era la fuerza que más
sujeta al puerto...» Fue al principio un pequeño fortín y en el ataque de
Blake del 30 de Abril de 1657, «...la
fortaleza de Paso-Alto recibió el mayor daño y lo hizo á la guarnición, por
que las balas que daban en el risco desencajaban muchas piedras por estar
emplazado en las faldas del elevado risco que llaman La Altura...»,
En
1670 se ensanchó y por los años
Era
este Castillo el segundo en importancia del puerto y su primitiva traza era de
forma irregular, penetrándose en él por una rampa que conducía a la puerta de
comunicación con la plaza de armas
que se hallaba limpia de edificaciones en la parte que miraba al mar. La espalda
de la fortificación era de dos plantas; una superior a la plaza de armas y otra
inferior, repartiéndose entre ambas las distintas dependencias del Castillo. En
la inferior estaba la capilla, los alojamientos para la tropa, calabozo, almacén
de pólvoras y pertrechos, caballerizas, pajera, pozo, etc., y en la superior el
alojamiento del Castellano y oficiales, cocina y despensa, unos tinglados y
flanqueando la puerta el cuarto del Sargento, el Cuerpo de Guardia y el almacén
de pertrechos de Artillería. La fachada exterior era de sillares en la base y
de mampostería en el resto, estando coronada por un amplio pretil de piedra en
el que se abrían algunas almenas con varias garitas voladas.
En
la noche del 18 al 19 de Diciembre de 1774, un violento temporal causó grandes
destrozos que determinó una importante reparación que alteró su primitiva fábrica.
En
el mismo documento se transcribe un inventario de 11 de Marzo de 1782 y otro de
2 de Septiembre de 1841 y 21 de Agosto de 1853 que permiten, en unión de los
planos, formarse una perfecta idea de esta fortaleza, que hasta hace pocos años
estuvo dedicada a Prisiones Militares.
Como
documento curioso damos a conocer oficio que el Comandante General de Canarias
dirigió al de Ingenieros D. Luís Marqueli y que dice: « Yncluio á v:s. la
adjunta copia del parte que me ha dado el Gobernador del Castillo de Paso-Alto,
sobre el daño causado en él por nuestro fuego y el del enemigo, á fin de que
se reconozca y proceda á su composición.- Dios guarde á V:S. muchos años.-
Sta Cruz 28 de Julio de 1797 D. Antonio Gutiérrez. Rubricado.- Al pié.- Sr Dn
Luís Marqueli.
Excmo.
Sr.- Ha bien do reconocido por menor en el Castillo de mi cargo el estrago que
pudo haber ocasionado el desembarco del día 22 y el bombardeo que executó la
noche del 24 del corriente la Esquadra Ynglesa del cargo del Almirante Horacio
Nelson en que verificó el segundo, y sin embargo de haber dirigido más de 41
bombas al referido Castillo, sólo he hallado que por una de ellas rebentada en
el ayre, cayó un casco en la Cocina rompiendo algunas texas, tablas y un pedazo
de tabique de una Alacena contigua á un quarto donde había paja para bestias
sin que esta se hubiera incendiado.- Que el estrépito de los Morteros y Cañones
con que se le hacía fuego á los Enemigos, ha causado mucho quebranto en las
habitaciones del referido Castillo.-
Que
para entrar uno de los dos Morteros por la Puerta principal inmediata al Cuerpo
de Guardia, rompió el barón de una hoja echando fuera la quicialera de suerte
que no se puede cerra:
Que
la esplanada sobre la que se disparaban los dos Morteros que dirigían las
Bombas á los enemigos, por no estar embaldosada han levantado alguna cal."
Todo lo que necesita sea reconocido por un Ingeniero para su pronto remedio.-
Santa Cruz Julio 29 de 1797.- Pedro de Higueras».
Según
otros documentos que se custodian en el archivo de la Comandancia de Ingenieros,
«...fueron arrojados á este Castillo por una fragata y la obusera en la noche
del 24 de Julio de 1797, cuarenta y una bombas, habiendo hecho explosión una de
ellas dentro de la Capilla en que había un crucifijo, sin que causara el más
leve daño, conservándose mucho tiempo después en la citada Capilla, los seis
cascos en que se abrió aquella y un proyectil sólido...».
En
1951, la superficie cubierta de este Castillo dedicada a almacenes del Parque de
Artillería y viviendas es la siguiente:
Cuerpo
de Guardia
Habitaciones
de los Plantones
Calabozo
Prisiones
de Oficiales
Oficial
de Guardia
Pabellón
del Oficial y Oficinas
Antigua
cocina
Depósitos
de material
Habitaciones
bajo el pabellón
Repuestos
Suma
La
Junta de Obras del Puerto solicitó del Excmo. Sr. Capitán General de Canarias
las construcciones de la gola del Castillo para demolerlas a objeto de construir
la nueva carretera que ha de unir los diques Sur, Norte y Este, continuando
luego hacia San Andrés. El Capitán General, teniendo en cuenta que estas
construcciones de la gola no forman en realidad parte del Castillo propiamente
dicho, designó una Comisión para que valorase la obra y ésta redactó la
siguiente acta: «En Santa Cruz de Tenerife á diez de Octubre de mil
novecientos cincuenta, se reúnen el Comandante de Intendencia, Jefe de
Propiedades Militares, D. Ángel Vidal García, el Comandante de Ingenieros de
Armamento y Construcción D. Rafael Aznar Ortiz, y el Comandante de Artillería
D. Francisco Ucelay Cambreleng, designados por la Capitanía General de Canarias
en representación del Ministerio del Ejército, para formar la comisión que
tiene por finalidad estudiar las condiciones en que pueda realizarse el traspaso
del Castillo de Paso-Alto al ramo de Obras Públicas, y los Señores Iltmo. Sr.
D. Cándido García Sanjuán, Vice-presidente de la Junta de Obras del Puerto de
Santa Cruz de Tenerife, D. Carlos Pérez Martín y D. Angel Guimerá del
Castillo Valero, Ingeniero y Ayudante respectivamente de dicha Junta que forman
la comisión que representa al ramo de Obras Públicas por acuerdo de
La
representación del ramo de Obras Públicas presenta una valoración de la obra
a expropiar, incluida la ocupación del terreno, por valor de
La Comisión del ramo de Obras Públicas hace constar que como
consecuencia de dicho traspaso a
Este
acta ha sido aprobada por ambos Ministerios y se está pendiente de hacer la
entrega ordenada. (José María Pinto de la Rosa, 1996)
1612.
Felipe III ordenó que los navíos de canarios, con
destino a Nueva España, se pusiesen “a la colla” el 1º de
mayo. De no aparecer la flota, podrían hacerse a la mar, del 20 al 30 de
julio. Los de Tierra Firme, lo harían "en las primeras aguas de
agosto", emprendiendo el viaje, de no asomar las flotas, entre el 20 y
30 de diciembre. Oneroso regresar a Sevilla, para registrar las mercancías en
la Casa de Contratación, al ser cada vez más raro que los canarios
coincidiesen con las flotas.
1626.
Se agregó barco de Canarias a la de Nueva España,
que tomaba la ruta del norte. Atestada la mar de corsarios, mercaderes fondeados
en Sanlúcar, con intención de ir a Canarias, hubieron de navegar en flota,
prestándose mutuamente protección, hasta llegar a las islas.
1626.
Por estos años, deseoso don Nicolás
de Cala, clérigo presbítero (que antes había sido casado y tenía hijas), de
fundar en la villa de La Orotava un monasterio de monjas dominicas, donde
pudiesen profesar, solicitó pasasen a aquel pueblo algunas religiosas de La
Laguna, a quienes daba vivienda en sus propias casas. Pero aconteció la
desgracia de que apenas se habían apeado las fundadoras, cuando el devoto presbítero
murió de repente y, no queriendo sus herederos continuar las piadosas ideas del
difunto, padecieron las religiosas notables incomodidades, pues sólo libraban
su subsistencia y los adelantamientos del edificio en las limosnas de los
fieles, de modo que éste no tuvo su complemento hasta que, habiéndose
conferido el patronato, en
Desde
entonces este célebre monasterio de San Nicolás obispo y su digna comunidad
lograron toda suerte de conveniencias, estando bajo la dirección y obediencia
de los religiosos dominicos. Pero llegó a principios de nuestro siglo una época
memorable, en que mudaron de semblante las cosas. Hablo del tiempo en que,
habiendo declinado las monjas de esta sujeción a aquellos padres, se entregaron
a la ordinaria del obispo, suceso famoso en que sin duda mediarían grandes
divisiones, grandes revueltas y recursos. A mí no me toca escribir esta parte
de nuestra historia eclesiástica, aun en caso de que yo tuviese para ello las
memorias seguras; pero, en equivalente, no dejaré de aprovecharme de la relación
que dejó inédita, de la primera quema de este mismo convento, sucedida en 31
de agosto de 1717, un escritor recomendable.
Hallábase
cerca del monasterio, con cuya iglesia comunicaba por una tribuna, la casa de
los marqueses de Celada, sus patronos, edificio el más bello y suntuoso de la
Villa, y se había esparcido en varias ocasiones el rumor popular de que por allí
se les había de quemar a las monjas el convento. Este pronóstico, que unos
despreciaban y otros temían, asegurando que por las noches se so lía observar
en el cielo el fenómeno de no sé qué llama sobre la casa del marqués, se
verificó en la referida del 31 de agosto, entre doce y una, incendiándose súbitamente,
con increíble voracidad, y en cuatro horas, a tiempo que todos dormían. Por más
priesa que se dio el pueblo, nada perezoso en tales casos, ya el fuego se había
apoderado del monasterio, de donde apenas pudieron escapar las religiosas,
quemada alguna y casi todas chamuscadas.
El
vicario don Juan Delgado Temudó las recogió en una casa inmediata al colegio
de los jesuitas, en cuya iglesia colocó las especies sacramentales.
Estuvieron
allí las monjas algunos meses, excepto unas cuantas de la antigua parcialidad
de los frailes que, con beneplácito del obispo y del provincial, pasaron a
albergarse al. monasterio del puerto de La Orotava, que es de la misma orden.
Pero como las otras no habían encontrado en la casa que habían ocupado ni la
comodidad ni la seguridad precisa, resolvieron echarse sobre el inmediato
colegio de los jesuitas, desalojarlos y apoderarse de él, hasta que se
reedificase su convento.
Una
mañana (dice nuestro escritor), después de haber el coadjutor Tabares tocado
la campana a levantar y las avemarías, se vinieron 40 en procesión, trayendo
levantados ciriales y cruz tres mocetonas y quedando al resguardo de aquella
mujeril acometida no sé qué caballeros con el vicario. Plantáronse en
silencio a la puerta de la iglesia, y lo mismo fue abrirla Tabares, que colarse
dentro el hermoso escuadrón. Pasmóse el valiente portugués con tal espectáculo
y subió apresurado a dar cuenta a su superior, mientras las monjas se pusieron
a dar devotamente gracias a Dios sacramentado, arrodilladas todas en su
presencia, por haberlas dejado lograr felizmente aquel primer avance. Luego que
el rector pudo enterarse de lo que le expresaba con medias cláusulas su
coadjutor, conoció que los venían a echar de su casa. Supo que aún no estaba
abierta la puerta del costado, sino la de la sacristía. Ordenóle que bajase al
instante y procurase persuadir las monjas a que se volviesen por donde habían
venido, antes que esta novedad se divulgase con escándalo. ¡Para escrúpulos
estaban las monjitas! y como receló también el rector Dávila que, sin querer
hacerse cargo de la razón, ellas intentarían pasar adelante y apoderarse de
todo, hasta de su aposento, dejándolo bien asegurado, bajó tras del hermano
aceleradamente.
Aquél
había pasado por la sacristía a la iglesia, y el padre Dávila cerró la
puertecilla, dejando al portugués reñir la pendencia. Antes de empezar a
hablar Tabares, soltaron ellas la sin hueso, y unas con razones concertadas,
otras con dichetillos prevenidos, muchas con prontitudes no estudiadas, y todas
hablando aun tiempo, como suelen en sus gradas, decían: -Padre Andrés, ésta
es mucha jaula para tan pocos pájaros; el hábito no hace al monje, ni a la
monja; todas somos jesuitas. Una entonaba en vez de salmo: -Si te atino, no te
atino. Las más juiciosas añadían que, en nombre de aquella comunidad
desamparada y afligida, sin convento ni régimen regular, suplicase al padre
superior las disculpase aquella que parecía osadía y era pura necesidad, pues
los padres hallarían su acomodo con más facilidad en otra parte, y no podían
creer de su piadoso corazón arrojase de la casa de Jesús a sus esposas, que
buscaban en ella asilo.
Entre
éstas y esotras se entraron muchas a la sacristía, para hacerse paso a lo
interior; pero, hallando cerradas todas las puertas, empezaron a clamar: -Abra,
padre rector El hermano, para salir de entre ellas no lo arañasen, quiso ganar
la puerta de la calle; pero las monjas, más advertidas, le asieron para
conservar con él una prenda con que obligar al rector a pactar condiciones de
paz, y entre el bullicio de tantas voces salía de cuando en cuando la del padre
Dávila desde adentro: -Paciencia, hermano, y despréndase de esas señoras; sálgase
de ahí, y véngase por la portería de las bestias.
Durante
estas altercaciones, habiéndose divulgado el caso por toda la Villa, acudieron
varias cuadrillas de caballeros, a quienes rogaban las monjas intercediesen por
ellas para con el rector. Éste no sabía qué partido tomar.
Era
tarde, y se pasaba la hora de comer, por lo que empezaron a entrar ollas y
pucheros en la iglesia. Así el padre Dávila se vio en la necesidad de
rendirles la fortaleza, en que tuvo gran parte un sinnúmero de billetes que
desde la calle le echaban, aconsejándole que saliese luego, en tono de amenaza.
Entraron, en fin, ya muy tarde, a capitular varios artículos, y entregaron las
llaves del colegio a la madre priora San Bartolomé de Llarena.
Subió,
pues, el monjío con los jesuitas y toda la nobleza a tomar posesión de la
casa, donde se acomodaron del mejor modo que pudieron, y permanecieron en ella más
de un año. El marqués de Celada, el obispo don Lucas Conejero y varios
caballeros deudos de las monjas contribuyeron para la pronta reedificación del
convento; de modo que antes de un año de la quema pudieron volver a habitarle,
bien que se quedaron las otras en el del Puerto.
Tardó
algunos años en perfeccionarse el edificio, especialmente la iglesia, que por
último se dedicó con memorables regocijos en 1737. Pero tuvo muy corta duración
este segundo monasterio, pues aquellas vírgenes religiosas, que parece que se
dormían con las lámparas encendidas, despertaron otra vez atónitas en medio
de las llamas, la noche del 27 de julio de 1761, saliendo apresuradamente de
entre ellas. Ardió todo el convento, y después de haber andado errantes, se
retiraron a las casas del coronel don Juan Bautista de Franchi. Era vicario don
Domingo Delgado, sobrino del otro vicario de la quema anterior.
Estuvieron
allí alojadas, hasta que a solicitud del coronel don Juan de Franchi Grimaldi,
su inmortal bienhechor, se reedificó el tercer monasterio que tienen ahora, del
cual tomaron posesión el día 8 de junio de 1769, habiendo vuelto de aquel
retiro en procesión solemne, a tiempo que su iglesia, ya reparada, servía
interinamente de parroquial, con motivo de estarse fabricando el nuevo templo de
la Concepción de aquella villa. [...] (Viera y Clavijo, 1991)
1626
Febrero 21. Carta de S.M. D. Felipe IV
dando las gracias á la Isla de Tenerifepor haber atendido á sus
fortificaciones hasta ponerla en estado de defensa, y por su cuidado en ejecutar
lo comprendido en la comisión dada al General Andia; en Barbastro á 2I de
Febrero de I626, folio I7I.
1626
Marzo 21. Nace quien andando el tiempo
sería el Santo de la secta católica Hermano Pedro de San José de Betancur en
el municipio de Vilaflor de Chasna, en e sur de Chinech (Tenerife.) Hijo de
Amador de la Rosa y de Ana García, toma no obstante su apellido, muy,
probablemente de su tatarabuelo, Juan de Betancur, o de su padrino de bautismo
práctica muy habitual en aquellos años. Es el primer santo católico en la
iglesia de esta confesión en Guatemala.
El
joven Pedro era un hombre creyente y de intenso fervor religioso. Es posible que
aprendiese a leer y escribir con los agustinos del convento de Vilaflor. De los
primeros testigos de su causa, conocemos que padeció una gravísima enfermedad
en su infancia, y que encomendándose a San Amaro, de quien era muy devoto,
terminó por curarse y recobrar la salud.
No
era hombre ilustrado, la tradición lo pinta como afable, dulce en el trato,
tendente al bien, de mucha de fe y amor a Dios. Los años que transcurren hasta
1649, año en que se embarca para América, discurren en esta zona sur de la
isla, desde la cumbre hasta la costa, y viceversa, cuidando las cabras del
Mayorazgo de la familia Soler. Esta
familia era propietaria de unas cuevas en el barranco de Los Saltaderos (próximo
al actual Aeropuerto Reina Sofia).
Con
la edad de 23 años emigró a -América, y se estableció primero en Cuba y
luego se trasladó a Guatemala.
Apenas desembarcado en
el Nuevo Mundo, una grave enfermedad lo puso en contacto directo con los más
pobres y desheredados. Recuperada inesperadamente la salud, quiso consagrar su
vida a Dios realizando los estudios eclesiásticos pero, al no poder hacerlo,
profesó como terciario en el Convento de San Francisco, en la actual La Antigua
Guatemala, con un bien determinado programa de revivir la experiencia de Jesús
de Nazaret en la humildad, la pobreza, la penitencia y el servicio a los pobres.
En un primer momento
realizó su programa como custodio y sacristán de la Ermita del Santo Calvario,
cercana al convento franciscano, que se convierte en el centro irradiador de su
caridad. Visitó hospitales, cárceles, las casas de los pobres; los emigrantes
sin trabajo, los adolescentes descarriados, sin instrucción y ya entregados a
los vicios, para quienes logró realizar una primera fundación para acoger a
los pequeños vagabundos blancos, mestizos y negros. Atendió la instrucción
religiosa y civil con criterios todavía hoy calificados como modernos.
Construyó un oratorio,
una escuela, una enfermería, una posada para sacerdotes que se encontraban de
paso por la ciudad y para estudiantes universitarios, necesitados de alojamiento
seguro y económico. Recordando la pobreza de la primera posada de Jesús en la
tierra, llamó a su obra «Belén».
Otros terciarios lo
imitaron, compartiendo con el Beato penitencia, oración y actividad caritativa:
la vida comunitaria tomó forma cuando el Beato escribió un reglamento, que fue
adoptado también por las mujeres que atendían a la educación de los niños;
estaba surgiendo aquello que más tarde debería tener su desarrollo natural: la
Orden de los Bethlemitas y de las Bethlemitas, aún cuando éstas sólo
obtuvieron el reconocimiento de la Santa Sede más tarde.
El Beato Hermano Pedro
se adelantó a los tiempos con métodos pedagógicos nuevos y estableció
servicios sociales no imaginables en su época, como el hospital para
convalecientes. Sus escritos espirituales son de una agudeza y profundidad
inigualables.
Tomó
los hábitos de la orden terciaria de los franciscanos.
Recorría
las calles de Santiago de Los Caballeros, provisto de una campanilla al
encuentro de los pobres, enfermos y necesitados. Su casita de Belén fue el
primer establecimiento hospitalario para convalecientes, allí permanecían
hasta su total recuperación. También servía de oratorio y escuela.
Fundó
en 1653 la orden Betlehemita.
Allí
murió con fama de santo en el año
Ya
en año 1771, 1a secta de la iglesia católica reconoció las virtudes del
pastor chasnero.
El
Papa Juan pablo II lo beatificó el 22 de junio de 1980, y lo canonizó el 30 de
julio de 2002 en Guatemala. Su fiesta católica se celebra el 24 de abril.
El
culto al Hermano Pedro en Tenerife.
En
cuanto al culto al Hermano Pedro en Tenerife no se sabe si fue simultáneo o
posterior a Guatemala. Los primeros datos se refieren al año 1700,
aproximadamente 20 años después de su muerte cuando se inició el proceso de
canonización y varios testigos de la isla declararon en la causa.
La
primera cita la encontramos en Viera y Clavijo, hacia el año 1712 donde por
decreto del 8 de abril. el Cabildo General de acuerdo con el obispo Don Juan
Ruiz Simón, solicita al prefecto general de los Betlehemitas dos religiosos
para atender el Hospital de San Sebastián de La Laguna. Religiosos que que en número
de tres llegaron a las isla en 1722 y terminaron marchándose en el año 1724
por desacuerdos con las autoridades.
Muere apenas a los 41 años
el que en vida era llamado «Madre de Guatemala». A más de tres siglos de
distancia, la memoria del «hombre que fue caridad» es sentida grandemente,
viva y concreta, en su nativa Tenerife, en Guatemala y en todos los lugares
donde se conoce su obra. El Hermano Pedro fue Beatificado solemnemente por
Vuestra Santidad el 22 de junio de 1980, en un acontecimiento de incalculable
valor pastoral y eclesial para Guatemala y para toda América.
La cueva.
A lo largo de los
siglos la cueva del Hermano Pedro ha sido visitada por muchas personas como
lugar de culto y devoción al frailecito de los pobres, en ella los pastores y
visitantes acostumbraban a dejar cajetillas de cigarrillos velas y otras cosas
de las cuales se servían los traseuntes, los cuales a su vez a la menor
oportunidad reponían con creces los artículos tomados. Esto fue así hasta que
la iglesia de la secta católica tomó cartas en el asunto a raíz de la
canonización de Pedro Bentacurt. A partir de entonces la cueva la han
convertido en un santuario con cura fijo, y aquellos objetos que los visitantes
aportaban espontáneamente, hoy están controlados por el clero católico el
cual fiel a sus tradiciones mercantilistas ha puesto precio a lo que antes era
gratuito.
En
la costa del término municipal de Granadilla de Abona, entre lo que hoy es San
Isidro y El Médano, a unos
Se
trata de dos cuevas anexas, una pequeña que cumplía las funciones de cueva
habitación y la otra, más grande, que era el corral. En la actualidad el
corral se dedica a las ofrendas, y en la habitación hay una imagen del Hermano
Pedro y algunos cuadros de su iconografía. Próximo a éstas hay un eres.
Después
de años de abandono y olvido el lugar donde se halla la cueva ha sido objeto de
muchas mejoras siempre acordes al entorno. Últimamente con la colaboración de
AENA.
Asimismo
se han acondicionado las carreteras de acceso.
La primera mención que encontramos respecto a la cueva se refiere a su biógrafo San José de la Concepción en su obra: Historia Betlemítica. Vida exemplar y admirable del Venerable Siervo de Dios Pedro de San Joseph de Betancur, fundador del regular instituto de Bethlehen, Sevilla (1723) (De la rosa Olivera, Leopoldo).
---» Continuará