FEMÉRIDES
DE
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL, DÉCADA 1621-1630
CAPÍTULO
XXV (III)
Guayre
Adarguma *
Los Técnicos
municipales coloniales: cañeros y maestres de agua.
“Las
dificultades para encaminar el problema del agua no se ceñían a las económicas,
con ser éstas ya un considerable escollo. Uno de
los problemas a los que tuvo enfrentarse esta sociedad emergente, aún
no consolidada demográfica ni económicamente, fue el de la carencia
de personal especializado para diversas tareas específicas, una de las cuales
era la de maestro cañero. No había, por otra parte, muchos
lugares a los que recurrir para demandar peritos. Lógicamente, en primer lugar las miradas se dirigían a las islas realengas, sobre todo
a Gran Canaria, la isla del azúcar y con más tiempo de colonización. De ahí
que en 1514 se determine buscar cañeros en esa isla para acometer el
acarreo de aguas a la capital.
El Ayuntamiento diferenciaba claramente entre labores
de mantenimiento, rutinarias o de dificultad mediana, para la que podían ser
válidos los cañeros que ejercían
en la ciudad, de aquéllas más delicadas y que requerían en virtud de la técnica elegida una cualificación
concreta. Por eso no es de extrañar que aunque en 1521 se requiriese para pesar el agua y asesorar sobre el itinerario que había
de recorrer a Diego de León y
Juan de Torres, al año siguiente se mande llamar a Gran
Canaria a Diego de Toro, de origen andaluz, técnico en sacar agua por atanoresJ. Las ordenanzas disponían, en fecha que
ignoramos, que el maestre se debía
tener por vía de salario o concierto, sin recurrir a almonedas ni pregones.
En 1527 era encargado del mantenimiento del agua un
tal Alejo Velázquez, que debía adobar la
caja y depósito principal donde se reunían las aguas, pero tampoco debía poseer una alta preparación cuando se recaba la presencia nuevamente de otro
maestro de fuera, Cristóbal Díaz, para disponer
la conducción por atanores a
En los años cuarenta es cuando se comienza a tener a
un maestre asalariado. También es cuando más concretas parecen ser sus obligaciones. En 1546 se dispone que en tanto llueva, el
maestre del agua tenga cuidado de echar cada día
desde que anochezca hasta que amanezca la mitad del agua que venía a la plaza
en el pilar de la dehesa de la laguna para que
allí pudiesen beber los ganados, mientras durante el día toda el agua llegaría
a la plaza, labores todas que se remuneran con 2 fas. de trigo. Al año siguiente se paga 100 doblas al maestre, al que se tenía como oro en paño, pues cuando enferma
se piensa lo peor, o sea, que pueda
morir y no se halle sustituto144. En los años cincuenta el salario habitual del maestre seguía siendo el
mismo, y esa cantidad es la que se abona
en
En la década posterior, como el Ayuntamiento daba
por segura la provisión de aguas desde el valle de Marco Verde, en 1564 hasta
contrata a una persona que debía encargarse de
las canales del agua de esa procedencia, de
alguna otra agua que también se tenía en mente traer y de las que fluían a
partir de la caja de S. Sebastián. Por su trabajo en visitar y limpiar esas canales se le ofrecieron 40 doblas.
A principios de los años setenta comenzamos a
percibir quejas motivadas por la incuria de estos trabajadores del agua. Así,
en 1572 se formulan contra Alonso de Luna, que no se molestaba en cumplir con
sus mínimas obligaciones, pues no inspeccionaba las canales ni, por tanto, las aderezaba, ocasionándose así fugas
de agua. Por ese motivo había cantidad de puercos
en los nacimientos de las aguas, que venían inficionadas
y originaban enfermedades, por lo que de paso se pide —moción apoyada por los jurados— que los puercos no
anduviesen por esa montaña. Al final se encomienda la labor de inspección y represión a dos regidores, que deberían
matar o traer a la carnicería a todos los puercos, ovejas y cabras que
encontrasen en esa zona. Pero el margen de maniobra municipal ante este tipo de
situaciones era muy escaso. Por esa época había dos cañeros: el mentado
Luna y
Cristóbal Díaz, ganando éste 60 doblas, 20 fas. de trigo y
Se fue imponiendo la costumbre de formalizar
contratos notariales con los cañeros, como el
efectuado por el regidor diputado Miguel Guerra en 1583 con el cañero Gaspar Hernández por tiempo de un año, durante el cual debía reparar las aguas del
Concejo que venían desde las huertas
del Obispo a la ciudad, así como las pilas y repartimientos, metiendo las aguas en las canales, encaminándolas a ellas por las bías y caminos por donde an de yr y en las
caxas canales y tanques, linpiándolas
e sulacando las caxas canales donde fuere nesesario e conbyniente para el beneficio de la dicha
agua que venga a las pylas e
repartimientos, en tal manera que no falte.
En 1593 se dice que el cañero y maestre percibía
100 ducs., 2 cahíces de trigo y 3 arrobas de
aceite, ya que tenía a su cargo las aguas que venían de las montañas del Obispo a las pilas y fuentes de la ciudad, aderezaba los caños y limpiaba las fuentes y
canales 13°. El rey autorizaba ese sueldo, aunque matizando que si
había contradicción se debía practicar
información. Por lo demás, igual que sucedía con cualquier
otro asalariado concejil, la corporación tenía las manos libres para
despedir al maestre si apreciaba ineptitud o negligencia, como en 1615'".
Los maestres municipales no actúan solos, y a veces
ellos mismos subcontratan a un ayudante para
que les auxilie en su cometido. Por ejemplo, en 1617 Juan Domínguez se concertaba por 3 años con el maestro de mampuesto Juan González para que éste le
ayudase a administrar el agua de
El mentado Juan González debió entablar una buena
relación con la corporación, pues —aun
teniendo en cuenta que no tenemos toda la información sobre el particular—
lo hallamos empleado en los años cincuenta hasta
1655, en que abandona su función para entrar en religión
Mientras se busca a un cañero se encarga a los
bataneros Domingo Cabrera y a Pedro González,
vecinos de
En general, no hay mucho contento con estos profesionales, pero sí que existe demanda por el puesto. Por ejemplo,
cuando en 1671 se quiere despedir a los cañeros,
para cubrir la plaza se presentan Manuel Paria y Domingo Cabrera, ambos maestros de cantería. Se opta por el
primero, que ganaría lo acostumbrado (2.100 rs.). Como era ya habitual en esa
centuria, se formaliza el contrato ante escribano, obligándose
el cañero a cumplir con su deber y procurar que nunca falte el agua,
pues si esto ocurría por responsabilidad suya, se pondría a su costa.
Otras condiciones establecían que el cañero no percibiría remuneración
extra si era precisa una obra complementaria y, como en otras ocasiones, sus
ayudantes serían a costa de su salario. Pocos meses
duró Paria, pues el corregidor, sin consultar con la corporación, le quita las llaves al cañero porque no cuidaba bien el agua de la
pila, y provisionalmente se las había
dado a Tomás Rodríguez. El Ayuntamiento
se limita a ratificar esa decisión y otorgarle nombramiento de cañero
a éste, con el mismo salario de 2.100 rs.” (Miguel
Rodríguez Yánez.
Febrero de 2013.