FEMÉRIDES DE  LA NACIÓN CANARIA

 

UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS

PERÍODO COLONIAL, DÉCADA 1621-1630

CAPÍTULO XXV (III)  

Guayre Adarguma *  

1627 noviembre 8. Notas en torno al asentamiento colonial europeo en el Valle Sagrado de Aguere ( La Laguna ) después de la invasión y conquista de la isla Chinech (Tenerife).

 

Los Técnicos municipales coloniales: cañeros y maestres de agua.

“Las dificultades para encaminar el problema del agua no se ce­ñían a las económicas, con ser éstas ya un considerable escollo. Uno de los problemas a los que tuvo enfrentarse esta sociedad emergente, aún no consolidada demográfica ni económicamente, fue el de la ca­rencia de personal especializado para diversas tareas específicas, una de las cuales era la de maestro cañero. No había, por otra parte, mu­chos lugares a los que recurrir para demandar peritos. Lógicamente, en primer lugar las miradas se dirigían a las islas realengas, sobre todo a Gran Canaria, la isla del azúcar y con más tiempo de colonización. De ahí que en 1514 se determine buscar cañeros en esa isla para acometer el acarreo de aguas a la capital.

 

El Ayuntamiento diferenciaba claramente entre labores de mante­nimiento, rutinarias o de dificultad mediana, para la que podían ser vá­lidos los cañeros que ejercían en la ciudad, de aquéllas más delicadas y que requerían en virtud de la técnica elegida una cualificación con­creta. Por eso no es de extrañar que aunque en 1521 se requiriese para pesar el agua y asesorar sobre el itinerario que había de recorrer a Diego de León y Juan de Torres, al año siguiente se mande llamar a Gran Canaria a Diego de Toro, de origen andaluz, técnico en sacar agua por atanoresJ. Las ordenanzas disponían, en fecha que ignora­mos, que el maestre se debía tener por vía de salario o concierto, sin recurrir a almonedas ni pregones.

 

En 1527 era encargado del mantenimiento del agua un tal Alejo Velázquez, que debía adobar la caja y depósito principal donde se reu­nían las aguas, pero tampoco debía poseer una alta preparación cuando se recaba la presencia nuevamente de otro maestro de fuera, Cristóbal Díaz, para disponer la conducción por atanores a la Concep ­ción, y ante la amenaza de su marcha se acuerda ofrecerle salario de 2 doblas anuales, aparte de 3 rs. viejos cuando trabajase en la obra.

En los años cuarenta es cuando se comienza a tener a un maestre asalariado. También es cuando más concretas parecen ser sus obliga­ciones. En 1546 se dispone que en tanto llueva, el maestre del agua tenga cuidado de echar cada día desde que anochezca hasta que ama­nezca la mitad del agua que venía a la plaza en el pilar de la dehesa de la laguna para que allí pudiesen beber los ganados, mientras durante el día toda el agua llegaría a la plaza, labores todas que se remuneran con 2 fas. de trigo. Al año siguiente se paga 100 doblas al maestre, al que se tenía como oro en paño, pues cuando enferma se piensa lo peor, o sea, que pueda morir y no se halle sustituto144. En los años cincuenta el salario habitual del maestre seguía siendo el mismo, y esa cantidad es la que se abona en 1555 a Cristóbal Díaz.

 

En la década posterior, como el Ayuntamiento daba por segura la provisión de aguas desde el valle de Marco Verde, en 1564 hasta con­trata a una persona que debía encargarse de las canales del agua de esa procedencia, de alguna otra agua que también se tenía en mente traer y de las que fluían a partir de la caja de S. Sebastián. Por su trabajo en visitar y limpiar esas canales se le ofrecieron 40 doblas.

 

A principios de los años setenta comenzamos a percibir quejas motivadas por la incuria de estos trabajadores del agua. Así, en 1572 se formulan contra Alonso de Luna, que no se molestaba en cumplir con sus mínimas obligaciones, pues no inspeccionaba las canales ni, por tanto, las aderezaba, ocasionándose así fugas de agua. Por ese motivo había cantidad de puercos en los nacimientos de las aguas, que venían inficionadas y originaban enfermedades, por lo que de paso se pide —moción apoyada por los jurados— que los puercos no anduviesen por esa montaña. Al final se encomienda la labor de ins­pección y represión a dos regidores, que deberían matar o traer a la carnicería a todos los puercos, ovejas y cabras que encontrasen en esa zona. Pero el margen de maniobra municipal ante este tipo de situacio­nes era muy escaso. Por esa época había dos cañeros: el mentado Luna y Cristóbal Díaz, ganando éste 60 doblas, 20 fas. de trigo y 3 a . de aceite como maestro de agua, y Luna 40 doblas. Este último fue des­pojado de su sueldo, y el segundo hizo dejación del suyo. Como el abasto de agua fallaba por ese motivo y no se hallaba otro maestre de agua, el Ayuntamiento se ve forzado a asalariar conjuntamente a Luna y Díaz durante cuatro años por 112 ducs., 20 fas. de trigo y 3 a . de aceite, a cambio de responsabilizarse de los caños, canales, cajas, pilas, etc., poniendo el agua en las pilas y tanques a su costa, de modo que si faltaba agua se les descontaría una dobla diaria.

Se fue imponiendo la costumbre de formalizar contratos notaria­les con los cañeros, como el efectuado por el regidor diputado Miguel Guerra en 1583 con el cañero Gaspar Hernández por tiempo de un año, durante el cual debía reparar las aguas del Concejo que venían desde las huertas del Obispo a la ciudad, así como las pilas y reparti­mientos, metiendo las aguas en las canales, encaminándolas a ellas por las bías y caminos por donde an de yr y en las caxas canales y tanques, linpiándolas e sulacando las caxas canales donde fuere nesesario e conbyniente para el beneficio de la dicha agua que venga a las pylas e repartimientos, en tal manera que no falte.

 

En 1593 se dice que el cañero y maestre percibía 100 ducs., 2 ca­híces de trigo y 3 arrobas de aceite, ya que tenía a su cargo las aguas que venían de las montañas del Obispo a las pilas y fuentes de la ciu­dad, aderezaba los caños y limpiaba las fuentes y canales 13°. El rey autorizaba ese sueldo, aunque matizando que si había contradicción se debía practicar información. Por lo demás, igual que sucedía con cual­quier otro asalariado concejil, la corporación tenía las manos libres para despedir al maestre si apreciaba ineptitud o negligencia, como en 1615'".

Los maestres municipales no actúan solos, y a veces ellos mismos subcontratan a un ayudante para que les auxilie en su cometido. Por ejemplo, en 1617 Juan Domínguez se concertaba por 3 años con el maestro de mampuesto Juan González para que éste le ayudase a ad­ministrar el agua de La Laguna y acudir a su reparo, pagándole 550 rs. y 2 fas. de trigo al año, prácticamente la mitad de su sueldo, pero si González faltaba al trabajo, le descontaba 2 ds. por día. En 1624 se halla el Ayuntamiento sin cañero, mientras tres años después se es­tablece una dura competencia entre dos cañeros por adjudicarse el transporte de agua desde Las Mercedes hasta las pilas, y desde la Madre del agua hasta el tanque situado junto al convento franciscano. Juan Hernández y Juan González de Sosa son los dos artesanos que pugnan rebajando una y otra vez sobre la oferta del otro el precio de la obra, incluyendo hasta una cláusula por la que se les penalizaba con 1 duc. cada día que faltase el agua. El salario, esta vez en forma de puja, será el mismo en metálico (100 ducs.), pero ha desaparecido el acom­pañamiento en especie. El sistema debió resultar, porque en 1627 nuevamente se dispone el pregón para los que quisiesen pujar por la traída de aguas, con las condiciones de que el Cabildo no aportaría ningún material y la penalización de 2 ducs. por cada día que por ne­gligencia fallase el abasto de agua.

 

El mentado Juan González debió entablar una buena relación con la corporación, pues —aun teniendo en cuenta que no tenemos toda la in­formación sobre el particular— lo hallamos empleado en los años cin­cuenta hasta 1655, en que abandona su función para entrar en religión

 

Mientras se busca a un cañero se encarga a los bataneros Domingo Cabrera y a Pedro González, vecinos de La Rúa , que se repartieron entre sí el salario del cañero. Esta vez no tuvo tanta suerte el Ayuntamiento en dar con el técnico que convenía, pues en 1657 se despide a los casi re­cién contratados 15T Lázaro González, y Gaspar Hernández, a los que achaca desidia e impericia, pues no sabían componer zulaque ni acerta­ban con el sitio en que el agua se quebraba. El resultado es que La La ­guna había estado sin agua, ya que los cañeros no habían sido capaces de reparar la pila, que se había roto, hasta que las autoridades deciden llamar a un ex-cañero, Diego González, que logra adobarla correcta­mente. Como se confía más en éste, porque a fin de cuentas se había criado toda su vida con su padre y su hermano, que habían trabajado en lo mismo, le confían a él la soldada y el encargo de guiar el agua.

 

En general, no hay mucho contento con estos profesionales, pero sí que existe demanda por el puesto. Por ejemplo, cuando en 1671 se quiere despedir a los cañeros, para cubrir la plaza se presentan Manuel Paria y Domingo Cabrera, ambos maestros de cantería. Se opta por el primero, que ganaría lo acostumbrado (2.100 rs.). Como era ya ha­bitual en esa centuria, se formaliza el contrato ante escribano, obligán­dose el cañero a cumplir con su deber y procurar que nunca falte el agua, pues si esto ocurría por responsabilidad suya, se pondría a su costa. Otras condiciones establecían que el cañero no percibiría remu­neración extra si era precisa una obra complementaria y, como en otras ocasiones, sus ayudantes serían a costa de su salario. Pocos meses duró Paria, pues el corregidor, sin consultar con la corporación, le quita las llaves al cañero porque no cuidaba bien el agua de la pila, y provisionalmente se las había dado a Tomás Rodríguez. El Ayunta­miento se limita a ratificar esa decisión y otorgarle nombramiento de cañero a éste, con el mismo salario de 2.100 rs.” (Miguel Rodríguez Yánez. La Laguna 500 años de historia La Laguna durante el Antiguo  Régimen desde su fundación hasta el siglo XVII. Tomo I. Volumen II.: 673 y ss.)

 

Febrero de 2013. 

 * Guayre Adarguma Anez Ram n Yghasen.

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Bibliografía

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