FEMÉRIDES DE
UNA
HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL, DÉCADA 1611-1620
CAPÍTULO
XXIII (XII)
1616.
En la isla de Tamaránt (Gran Canaria) se pierde la nave Nuestra Señora
de la Concepción, la que iba con carga para las Indias españolas.
1616.
Diego Florido, capitán del navío
San Miguel y vecino de Sevilla, carga vinos en Santa Cruz (Tenerife) sin permiso
o con permiso falso.
(AHP: 474/688).
1616. Las Islas Canarias
piden autorización para 2.000 ton.,
de comercio con las Indias y
1616
marzo 7. Notas en torno al
asentamiento colonial europeo en el Valle Sagrado de Aguere (
La consolidación
del cultivo de la vid y sus peligros.
“Partimos del año 1560 como mojón cronológico
porque, según se deduce de las propias actas
municipales, sería aproximadamente ésa la fecha del impulso definitivo y extraordinario del viñedo. Aún
en 1558 continúa recurriéndose para el
abasto vitícola de
A medida que la vid arraiga con fuerza en el agro
insular se reiteran las medidas proteccionistas y
se adoptan otras nuevas, incluyendo el castigo de exposición a la vergüenza pública
del ladrón de uvas con lo robado al pescuezo, el veto a la
instalación de colmenas en los viñedos o
la debida sujeción de los perros para que no perjudicasen el fruto".
Es sintomático de la creciente importancia del viñedo ese mimo con
que lo atienden las ordenanzas y provisiones reales. En 1586 se obtiene
cédula para apoyar la decisión concejil de impedir la entrada de reses en los
viñedos para comer hojas y yerbas, ya que muchos vecinos se resistían a la ejecución del acuerdo alegando que las fincas eran de su
propiedad"4. En la siguiente centuria se repiten algunos
aspectos de las ordenanzas, como en 1633, en que se disponía la retirada
de colmenas en los viñedos por el
perjuicio que ocasionaban las abejas, y en 1639,
en que se ordena que los dueños de los perros debían recogerlos y
ponerles garabatos para que no dañasen las viñas. En
1587 se afirma que se elaboraban anualmente 4.000 pipas de vino en la
comarca lagunera, y de
En otro lugar se ha
publicado una relación de algunos remates decimales de la segunda mitad del
Quinientos, que en la última década corresponden a cantidades sin los prometidos. Pero incluso el examen de
las cantidades correspondientes a los años anteriores, aun con las necesarias reservas y ante
la pérdida de la documentación catedralicia, son un indicio para constatar el
incontenible avance del cultivo. El citado estudio se centra sobre todo en la
comarca de Daute, buen observatorio de comprobación. Se advertía allí que
el incremento de los precios procedentes de escrituras notariales era inferior
al ritmo de ascenso del valor del remate de la renta eclesiástica, lo que
confiere más valor a la hipótesis de la enorme mutación operada en el paisaje agrario.
Entre 1575 y 1590 es
posible, aunque sin carácter serial continuo, establecer una comparación entre
tres de las cuatro grandes zonas vitícolas —Daute, Taoro e Icod— constatándose
un cierto equilibrio entre las dos primeras, cuyas cosechas doblaban la de Icod. En el último decenio incorporamos en el
cotejo al beneficio lagunero. En términos generales, la comarca de Daute se sitúa en
primer término, con un porcentaje que ronda el 29,5% del valor de los remates; en segundo lugar, a corta distancia hay un
equilibrio entre
No todo va a ser sencillo para la salida del nuevo
cultivo exportador. Muy pronto conocerá la isla los sinsabores que la política
exterior española podía depararle, sobre todo cuando las normas se interpretaban
con rigor. En 1587 encontramos al Cabildo enfrascado en un pulso con
Descendamos ahora a la concreta ocupación del
espacio. Las fuentes notariales y algunos
traspasos zonales de remates decimales localizadas en las mismas nos permiten
atisbar someramente el progreso del cultivo,
pues los aludidos remates del diezmo de la última década del siglo y comienzos
de la siguiente engloban a todo el beneficio lagunero y no distinguen zonas.
En la capital, una de los barrios vitícolas es el de San Cristóbal,
donde entre otros propietarios tenía vid la
familia Joven, que también reconvertirá incluso parte de sus cercados
en ese barrio para aumentar su cosecha. Pero también el cultivo
se extiende a otras zonas. Dejando la afamada comarca vitícola de Tegueste (Viejo y Nuevo), cuyos vinos se contaban entre los
mejores de la isla, las cepas se extienden por las laderas de la vertien-te
norte llegando hasta la costa: Tejina, Bajamar, Punta del Hidalgo, Valle
de Guerra... La importancia de los viñedos teguesteros es apre-dable
en el valor del terreno: en 1583 una fanegada de ese cultivo valía unas 194 doblas.
Para implantar la viña en la etapa de máxima
propagación se utiliza frecuentemente la enfiteusis en
dinero. Las instituciones eclesiásticas,
siguiendo una práctica habitual en las mismas, suelen atributar sus
viñedos mediante contratos de larga duración que se extendían a varias
«vidas». Será Tejina una de las zonas, junto con Valle de Guerra,
donde se aprecie más claramente ese fenómeno. En la década de los ochenta serán
habituales en Tegueste y Tejina los contratos de medias por espacio limitado
de 3 ó 9 años, generalmente. Uno de los impulsores de la extensión de la vid en Bajamar es el flamenco Pedro Huésterlin
y su esposa, que habían recibido en los años noventa allí tierras a
medias —lindantes con las que ellos mismos poseían— para plantar vides y
hacer tanque de agua.
En
otras áreas hacia el sur u oeste de la capital, como Tacorontc o Güímar,
se observa en los años noventa el crecimiento del viñedo a través
de enfiteusis con pago en dinero o mediante arrendamientos de media
duración.
Algunas propiedades vitícolas de los alrededores de
la ciudad se habían convertido en auténticos
heredamientos que aunaban el cultivo con la presencia de otros elementos propios de las explotaciones medias y grandes: casas, bodegas, lagar, tejar, hornos,
noria, tierra calma, etc., como el que
poseía junto a la laguna el regidor Juan Onorato Rey-naldosenló.
Uno de los escollos que teóricamente podía hallar
la vid para su definitivo triunfo era la
rigidez jurídica que afectaba a las tierras de mayorazgo, que podían quedar impedidas por imperativo legal para sumarse a la reconversión y recurrir al útil
sistema de los censos enfí-téuticos. Si
tenemos en cuenta que buena parte de las tierras vinculadas se ubicaban en áreas
propicias para la vid y que sus propietarios estaban dispuestos a experimentar un cambio de orientación, se podría
plantear una situación sin salida. Pero la voluntad real podía intervenir para hacer excepciones previa información ante la
autoridad concejil, y de hecho ya se habían
concedido licencias regias desde mediados de
siglo en otras zonas de la isla cuando la crisis azucarera amenazó la
posición sólida de poderosas familias. En otro lugar hemos estudiado
la expansión vitícola, centrándonos en el área de Daute, pero manejando
información general que expresaba a las claras que se trataba
de un fenómeno global en la isla. Tanto la demanda indiana como la europea
(Bretaña, Flandes, Alemania...) y del mercado lusitano
(Brasil —sobre todo—, Cabo Verde, Azores, Angola...) explican el
formidable empuje vitícola que transforma el paisaje agrario insular.
Completando lo que entonces estudiamos en esa
comarca, ahora podemos comprobar esta alteración en el beneficio lagunero.
Uno de los vínculos afectados es el de los Guerra en
el valle al que dieron nombre. Hay que decir
que el viñedo es anterior en esa zona a la expansión de las dos últimas décadas
del siglo, como se pone de manifiesto en la
solicitud de posesión que efectúa Alvaro Vázquez de Nava en 1557. Será en 1579 cuando Felipe ii da vía libre a Hernando Esteban Guerra para atributar las tierras del
mayorazgo, instituido por Lope Hernández y su abuelo homónimo, para dedicarlas
a la vid, con la justificación de que se
trataba en gran parte de pedregales y de tierras de poco provecho para pan, por lo que no las cogía la gente para arrendarlas. En cambio, a tenor del memorial,
eran óptimas para viñedo. El trámite posterior
consistía en la demanda de informe por parte de
Otra
área es Tacoronte, que va mutando su primitiva dedicación cerealística por
una mixta en la que el viñedo entra con fuerza. Sirví de ejemplo la determinación adoptada en ese sentido por el Adelantamiento,
que en 1592 obtiene facultad real para acensuar sus tierras vinculadas
en esa zona y en Los Realejos, principalmente para introducir la vid. El
Adelantamiento poseía en Tacoronte 700 fas., en su mayor
parte tierras bajas y pendientes, en gran medida desgastadas por la
lluvia y con bajo rendimiento cerealístico por sobreexplotación, hasta
el punto de que la antigua renta de 1.000 fas. había quedado reducida
a 300, y apenas encontraba demanda entre los labradores, de modo
que permanecía sin sembrarse buena parte de la hacienda. Según
los peticionarios, la solución consistía en darlas en enfiteusis para
plantar viñas una parte de las tierras, mientras otra se destinaría a formar
cercados para pan y otros aprovechamientos. Estimaban que el reparto
en censos de pequeña dimensión tendría favorables efectos en la
productividad, pues las tendrán como cosa propia y de esta manera se
conservarán e irán en aumento, ansí en rrenta como en poblasión e vesindá.
Igual que en el caso del Valle de Guerra, en Tacoronte las suertes
serán de dimensiones relativamente pequeñas (16 fas.), y la renta
en metálico ascendía a unos 9,5 rs/fa. Desde luego, la calidad del vino era
vidueño, y normalmente se dejaban muertos al principio algunos
años, sin pagar renta, como estímulo y para ayudar hasta que hubiese cosecha.
Pocos datos tenemos acerca de condiciones laborales
de los asalariados durante la zafra de los
viñedos de este beneficio. Aunque haya numerosos contratos de medias o enfiteusis, los tributarios o medianeros en muchas ocasiones debieron recurrir a mano de
obra asalariada para determinadas labores, pues
no siempre la familia pudo dar avío al trabajo. Hubo propietarios que
formalizaron contratos anuales a jornal con viñaderos que debían hacerse cargo
de la explotación durante el tiempo convenido,
como el concertado por el escribano Joan de An-guiano para su explotación de
Tegueste el viejo, pagando 17 doblas y una camisa de angeo, además de proporcionar comida y bebida.
Es significativo que incluso en
Son parcas las cifras sobre producción de vino en la
isla durante este período, especialmente en
lo que se refiere al s. xvi, pero incluso para la siguiente centuria los números hasta ahora disponibles
provienen sobre todo de memoriales y de
algunas actas capitulares, y más bien relacionados con el archipiélago en su conjunto. Como se sabe, los diezmos de parrales son sólo una parcial ayuda como
fuente al recaudarse en dinero, y por otra parte se trata de un cultivo muy
especulativo, pendiente de las
expectativas internacionales —por lo que las fluctuaciones en las pujas no tienen por qué coincidir con una menor o mayor cosecha de
mosto—, y para mayor complejidad los remates se hacen en función de las dos calidades (vidueño y malvasía), de precio y
salida comercial muy diferente. No obstante, nos sirven como aproximación y,
sobre todo, vamos a utilizarlo en lo que respecta al
beneficio lagunero para calibrar su
importancia dentro del conjunto tinerfeño y para apreciar la contribución de
las diferentes áreas de dicha demarcación, pues al ser fundamentalmente una zona de vidueño es posible, aun
moviéndonos con cierta cautela, localizar
las principales zonas de vid y su evolución.
Carecemos de noticias cuantitativas acerca de la
cosecha lagunera para la mayor parte de los años
del Quinientos. En los años finales contamos con datos decimales, que de un modo orientativo nos pueden servir para valorar la importancia de los viñedos
de las cuatro grandes zonas que
nos ofrecen esas fuentes eclesiásticas por entonces:
1616 abril 13.
Templos
y prelados católicos en la colonia de Canarias según el criollo
clérigo e historiador José de Viera y Clavijo.
Noticias
de la iglesia catedral
de Santa Ana de la Gran Canaria
“Hemos dicho que la primitiva catedral de Rubicón, trasladada de Lanzarote a la ciudad del
Real de Las Palmas de la Gran Canaria, tuvo
aquí su primer asiento en la iglesia antigua de Santa Ana, hoy el Sagrario, cuya dedicación se celebró el día 20 de noviembre de 1485, habiendo servido de parroquia hasta entonces, bajo el
mismo título, la que es ahora ermita de San Antonio Abad. Pero como aquella
isla, que había florecido mucho, especialmente después de conquistadas las de La Palma y Tenerife, se hallase capital de un obispado pingüe y dilatado, consideró ser de su obligación fabricar un templo más suntuoso; y en el año de 1500 puso su cabildo manos a la obra, para lo cual pasó de España Diego Alonso Motaude, célebre arquitecto de aquellos tiempos, ganando sesenta doblas de salario, el cual cimentó el edificio con excelente planta. Prosiguiólo otro gran maestro llamado Juan Palacios, que también lo dejó imperfecto; y, aunque faltaba todavía el crucero, se dedicó a Santa Ana y se celebraron en esta nueva iglesia los divinos oficios por la primera vez, año de 1570, víspera del Corpus; catedral verdaderamente
magnífica y hermosa, si estuviese concluida, en lo que se trabaja en nuestros
días por su cabildo con el mayor celo y
ardor.
Venérase
en ella, como insigne reliquia de San Joaquín, el cráneo o casco de su cabeza,
dádiva memorable de su obispo don fray
Francisco de Sosa, siéndolo ya de Osma en 1613. La historia de esta
reliquia es la siguiente: Cuando aquel prelado
era general de su orden, supo por un guardián de Constantinopla que en el convento de Venecia,
llamado de la Viña, estaba aquella alhaja
depositada, con cuya noticia procuró que el comisario
de los Santos Lugares hiciese exactas averiguaciones sobre este punto. De
ellas resultó que la referida reliquia había estado en un monasterio
de San Basilio de Palestina, cuyo abad se halló
en la necesidad de empeñarla a un caballero
italiano de la familia del embajador de Venecia
cerca del Gran Señor, el cual, habiéndola llevado a su patria, la hizo depositar en el dicho convento
de la Viña. Pretendíala el duque de Mantua, y aun había escrito al
general; pero este mandó que el custodio de
la provincia véneta la trajese a España, al tiempo que debía venir al
capítulo general de Toledo, donde la
recibió el señor Sosa, año de
1606, con una bula auténtica de Clemente VIII,
dada
en Roma a 22 de agosto de 1600.
Queriendo, pues, dejar a su iglesia de Canaria una prenda de su cariño y acordándose de que Santa Ana era la primera titular de ella, le hizo
solemne donación del casco de su sagrado esposo, firmándola de su nombre y
sellándola con sus armas, y entregó la reliquia
al provincial de San Diego de Canarias, que
retornaba de la Península. Este la puso en el convento de San Francisco de la ciudad de Canaria, de donde fue conducida en procesión a la catedral por los cabildos
secular y eclesiástico. Reconocióla el obispo don Antonio
Corrionero, con dos médicos, y declaró ser insigne reliquia, mandando por decreto de 13 de abril de 1616 que se celebrase con oficio doble su fiesta.” (José
de Viera y Clavijo, 1982, T. 2: 314 y ss.)
Mayo
de 2012.
*
Guayre
Adarguma Anez Ram n Yghasen.
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Continuará