FEMÉRIDES
DE LA NACIÓN CANARIA
UNA
HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO
COLONIAL, DÉCADA 1601-1610
CAPÍTULO
XXII (IX)
Guayre Adarguma *
1610. Según un bando del gobernador colonial Juan de
Espinosa, incitaba a: “guardar las reales premáticas del reyno, en los tapados de las mugeres y excesos de trages, que en esta
ysla es de mucha consideración”. (LE: D.XHI/10).
Los paseos en el puerto de Santa Cruz de Añazu
“Uno de los problemas más difíciles y más extraños de las sociedades
organizadas es la programación del ocio. La expresión es absurda, porque encierra una contradicción evidente, pero
también es absurda la idea en sí que
se impone sin embargo como una necesidad. El ocio deja
al individuo inútil y vacante y el único remedio que le queda para llenar su propio vacío es remedar lo que hacen los
demás, que tampoco saben qué hacer. Entonces es cuando se inventan o
aparentan producirse espontáneamente algunas falsas
preocupaciones colectivas, el circo, el fútbol, la televisión, que secuestran
al individuo y lo bloquean con su
consentimiento, proporcionándole el empleo superficial que anhelaba. La sociedad primitiva ignoraba este
problema, mientras el mundo moderno
dispone ya de medios poderosos de embrutecimiento
colectivo. La sociedad de los siglos pasados pertenece a una época de transición, en que las ganas existen, pero son
insuficientes o faltan del todo los medios
apropiados para satisfacerlas.
En Santa Cruz, la gente no tenía mucho que hacer, ni
para trabajar ni para divertirse.
Si se considera que las cuatro quintas partes de la población no desarrollaban ninguna actividad específica,
con excepción de la
fundamental, que es vivir, y si se tiene en cuenta que la vida urbana casi no ofrecía recursos, resulta difícil
imaginar la existencia diaria de aquellos
hombres, vista desde dentro, a partir de aquel vacío interior
que tan pocos objetos podían ocupar. Se entiende el que las mujeres, para quienes quedan cerradas todas las demás
puertas, se suman en la santurronería
o en la prostitución, que son las dos soluciones extremas del desempleo. Se entiende el que los
hombres hagan fieros y se maten por nimiedades,
para saber quién va a pasar primero por esa puerta o rondar por aquella calle,
porque los problemas hay que crearlos, cuando
no existen. Se entiende el que toda persona ociosa esté tratada por la ley como un vago y perseguida
como un animal dañino, porque el que no hace
nada es capaz de hacerlo todo. Sólo que, si ello
es así, las cuatro quintas partes de la población son animales dañinos y viven fuera de la ley.
Santa
Cruz, ha hallado la solución en el mismo formalismo que domina todas las
preocupaciones y manifestaciones de la época. Los
efectos nocibles del ocio se suprimen por
medio de una serie de actitudes rítmicas y rituales, que se quedan en la superficie y no comprometen al individuo
interior, a la vez que consiguen su
finalidad primordial, que es la de mantener el contacto o la conciencia del contacto con la sociedad de los
hombres. Pascal decía que el individuo solo se es odioso a sí
mismo y que todas nuestras pasiones, todos
nuestros empeños son una huida hacia adelante, para escapar a la soledad y a
la obligación de contemplarnos en nuestro propio espejo. Algo de esto
hay en todas las diversiones, que se reducen para Santa Cruz al paseo, las fiestas y el juego. Las mujeres no juegan; cuando no
salen tampoco a la calle el ritual que mantiene el contacto con los demás es la
asistencia en la ventana, en donde se quedan sin moverse de las tres a las siete
de la tarde, vigilando la calle y espiando todos sus movimientos; o en
la sala, donde esperan y reciben visitas, sentadas en estrados
cubiertos con alfombras, al estilo español del Siglo de Oro.
En
lo que se refiere al paseo, es también un ritual fundamental de la vida social. Se entiende que la intención que preside a esta institución no es sólo la de ver, sino
también o sobre todo la de dejarse ver: de
ahí la necesidad y la preocupación de la moda. En Santa
Cruz, la moda no hizo estragos, debido sobre todo a la pobreza generalizada de la gente. No se menciona en el pasado
de la ciudad la existencia de ningún Alcibíades o
Brummel. El problema de la moda quedaba
situado en un nivel de contagio y de imitación, sin alcanzar el último
nivel, de la originalidad creadora a toda costa. Pero como espíritu
de imitación existió desde siempre y fue más fuerte que todas las premáticas
y toda la frondosa legislación reguladora. De vez en cuando algún
gobernador de Tenerife se acuerda de las tendencias restrictivas de
la ley y manda «guardar las reales premáticas del reyno, en los tapados
de las mugeres y excesos de trages, que en esta ysla es de mucha consideración».
Tampoco faltan los predicadores que amenazan desde el pulpito a las
que olvidan la santa simplicidad de la tradición y sacrifican
a las mantillas de blonda. Pero ya nadie les hace caso. Con el siglo
XVIII, los
italianos, y principalmente los comerciantes malteses, «han trahido a las islas el comercio del Estrecho,
que consiste en bugerías de seda, lana y algodón, galones, texidos y bordados
de oro y plata, que sólo sirven al fausto, al
luxo, a la obstentación». Está visto que los corruptores son siempre los
extranjeros.
Con
este siglo entran, en efecto, en Canarias las modas europeas. El primero que se puso una peluca fue el célebre
marqués de San Andrés, don Cristóbal del Hoyo Solórzano, probablemente por
el año de 1716, después de su viaje a París.
Aquello fue un verdadero escándalo; «se
desataron los sermones contra las pelucas»; posiblemente el marqués afianzó todavía más su ya sólida reputación de extravagante, y
la gente se acostumbró rápidamente con el nuevo invento. Las mujeres no
tardaron en desquitarse. La esposa del comandante general Miguel López Fernández
de Heredia «comenzó a introducir la moda de ir con mantellina
a la iglesia, y sin ella ni otra cosa por la cabeza al paseo, y a las que la
visitaban suplicaba que hiziesen lo mismo». Sin embargo, la
generala no era forastera, y lo más probable es que no tuvo que suplicar
mucho. A finales del siglo, la buena sociedad santacrucera vestía al
estilo europeo en su totalidad. Cook decía que vestían como los franceses
y a Bory de Saint-Vincent le parecía que imitaban a los ingleses,
pero ni el uno ni el otro eran cronistas de la moda.
Uno
de los resultados de este cambio de modas fue que ahondó todavía más el foso que separaba las dos sociedades santacruceras, la
de los pobres y la de los ricos.
Antes, la diferencia entre las dos clases, desde el punto de vista del vestido
femenino, estaba en la sola calidad de los materiales empleados, porque todas llevaban el manto de lana o de sarga: las damas se distinguían de las campesinas porque no solían llevar,
como éstas, el sombrerito de paja por encima
de la mantilla. Ahora la manta tiende a desaparecer, bien por mera supresión o
por sustitución con la mantilla de
encaje o de seda fina y, además, de colores claros.
El
paseo, conviene repetirlo, es un ritual; como todos los rituales, tiene sus horas y su lugar predeterminado. No debe
confundirse con las demás salidas, que tienen
una finalidad y en las cuales el traje y el comportamiento
de la dama son diferentes. Cuando una dama va a la iglesia, por ejemplo, sola o bien acompañada por alguna amiga, debe evitar el contacto de los hombres y camina en
silencio, guardando compostura, es decir
apretando los bordes del manto para cubrirse la cara, sin volver la cara o darse por enterada de los piropos que le
dirigen al pasar. Si encuentra a alguna persona
conocida, es ella quien saluda la primera: un
hombre no tiene el derecho de saludarla, antes de haberle dado ella a entender de este modo que puede hacerlo y que a ella no le desagrada el haber sido identificada.
Las damas de cierta categoría evitan estas dudas y molestias, haciéndose
llevar en sillas de mano, que sólo existen en Santa
Cruz y en
El
lugar preferido para el paseo es el muelle. En el último cuarto del siglo, la buena sociedad dispone ya de un
lugar acondicionado para esta finalidad,
la Alameda del Muelle. Allí puede gozar del frescor de la noche, de la brisa del mar y de la seguridad
que toda la reducida flor y nata del
mundillo santacrucero coincidirá durante un par de horas en aquel corto espacio, no más grande que un
jardín. En el muelle dio quartillo, para
que el que quisiere la pueda tomar por el quarto. esto se entiende si fuera mi voluntad y reconociere serme útil». Si
le fue útil, los caballeros que paseaban por el
muelle buscando el fresco tuvieron un alivio más
a sus penas.
Naturalmente,
esta forma de paseo es la burguesa. Cabe dudar si a los albañiles o pescadores se les ocurría ir a pasear por
La
verdad es que no existía ninguna segregación, ni órdenes al respecto, ni era aquélla una infracción prevista en
los autos de buen gobierno que dictaban los alcaldes. La separación
entre las dos clases debió de producirse
automáticamente, por la falta de interés de la una para la otra.
No cabe duda que los trabajadores y sus familiares tampoco ignoraban el pasatiempo del
paseo, pero no sabemos qué lugar habían
escogido para ello. Por la misma naturaleza de la documentación que se nos ha conservado, sólo sabemos de las
cosas que se salen de la pauta común o
llaman la atención por su irregularidad. Sabemos, por ejemplo, que para citas galantes y paseos que preferían la oscuridad
y la complicidad del silencio, se daba la preferencia al Campo de las Cruces, en
la proximidad del castillo de San Juan.” (Alejandro Ciuranescu, Historia de
Santa Cruz, 1998. t. II: 478 y ss.).
1610. Por disposición del gobernador colonial Juan de
Espinosa se prohíbe en el puerto y plaza de Santa Cruz de Añazu el juego en mesones y taberna según estaba prevista en
las ordenanzas de las islas.
Diversiones y espectáculos en Santa Cruz (Tenerife)
“Cuando
se escribe la historia de las costumbres, es más fácil hacer el inventario de lo que queda prohibido que el de lo
que se puede hacer. Al igual que las
diversiones en general, quedan prohibidos los deportes. No se permite nadar de día en el tramo de costa que se extiende de San Telmo a la playa de Roncadores, prácticamente
en toda la playa del lugar,
para no ofender la mirada de las personas honestas. «Se prohive todo juego de
lucha, barra y demás, que sólo sirven para perjudicar la salud y aun causar
la muerte, como a sucedido a muchos».
También
quedan prohibidos los juegos. No se puede jugar a los dados, al monte, a la
banca, al viro y a los naipes en general; el único juego
tolerado es el del billar, en su variante de trucos. No sabemos qué clase de juego era el viro, que se castiga con
penas severas en todos los autos de buen
gobierno, «para que con este castigo se evite el grave delito de maltratar y desfigurar las monedas de cobre»,
y que, sin embargo, se jugaba
mucho en los zaguanes y en los solares de las casas que habían desaparecido en el incendio de 1784, por estar menos vigilados aquellos lugares. El juego de los dados es
tradicional en toda España". Se
pretende que el monte ha sido introducido en Tenerife por los oficiales de los dos regimientos
peninsulares, de Ultonia y de América100, hacia 1800. La
banca se jugaba ya en años anteriores y había
sido prohibida por orden real.
Los
juegos de naipes estaban prohibidos, no sólo por las ordenanzas
municipales, sino también por las leyes del reino. A pesar de ello,
todos jugaban, desde la generación de los conquistadores. El regidor Jerónimo
de Valdés declaraba en su testamento, en 1507, que «había
prometido ir a Nuestra Señora de Guadalupe en romeraje, por lo que he ganado y perdido en juegos» más que por alguna duda o crisis
de conciencia; pero, como era fullero, no cumplió su promesa. Por la
costumbre inveterada que tienen los malos jugadores de renegar de Dios
cuando pierden, los conocía también el tribunal de
No
iba a conseguir la justicia la erradicación de una plaga que la religión y los
mismos interesados eran incapaces de suprimir. Bien lo sabía
don Tomás Pacheco Solís, tan desesperado a sus 30 años por este vicio de que no se podía librar, que había otorgado
escritura de obligación, comprometiéndose
a no jugar nunca más a naipes, dados y trucos. Como todo contrato se hace
entre partes y contiene una cláusula de reciprocidad, su compañero de juego le ofrecía
en cambio un par de medias de seda, y, caso de
quebrantar el convenio, el jugador empedernido debía pagar diez reales cada
una de las tres veces primeras que reincidiría,
y diez ducados cada vez a partir de la cuarta vez, la mitad de ello en favor de la cofradía de Animas del
Purgatorio, en
Algunas
veces pasaban los jugadores por sustos todavía mayores, que tampoco les quitaban el vicio. En 1711 fueron
procesados varios vecinos de
Si
hay cierta perversidad en los naipes, no es sólo la de los jugadores, sino también la del gobierno que los prohíbe y los
vende a la vez. En efecto, la venta de los naipes al público es
un estanco o monopolio cuyo producto
pertenece a las rentas reales. Lo tiene arrendado un administrador y los
jugadores no pueden comprar las barajas sino de él o de sus representantes
detallistas. En 1604, el precio de venta al detalle es de 26 reales la docena.
El producto de la renta en Canarias para el año de 1620 era de 16.197
reales111, pero había bajado mucho en los años siguientes.
En
1808, la estadística de Escolar señalaba como lugares de esparcimiento en Santa Cruz 4 billares, 36 tabernas, 22
bodegas, dos posadas y 32 figones. Es decir
que, en la práctica, sólo quedaban las tabernas. Era una invitación oficial a
embriagarse, porque en aquellas lóbregas posadas no se podía
hacer otra cosa.
En
cuanto a las diversiones con carácter de espectáculo, los santa-cruceros
conocen los toros y las peleas de gallos: éstas porque se han introducido
en Santa Cruz, aunque tarde, y aquéllas, porque suben a
Las peleas de gallos recuerdan, y probablemente reproducen, una diversión
popular muy corriente en Flandes. Existían ya en la isla antes de
1755, ya que en esta fecha el personero de Tenerife solicita su prohibición.
Posiblemente la consiguió. En 1789 varios vecinos de Santa Cruz rogaban que se
volviese a autorizar este espectáculo los domingos y días festivos en que no había procesión, fundados en la falta total de
diversiones en la capital y en los inconvenientes del ocio. En Santa Cruz hubo
una gallera o local de pelea de gallos
en los últimos años del siglo.
Las
fiestas de
Los
toros figuraban normalmente en la fiesta lagunera del Corpus.
De manera excepcional los había también en algunas fiestas ocasionales: en 1510 por haberse conocido en la isla la
merced real de franqueza de contribuciones, en
1513 por la victoria contra los franceses, en
1515 por la salud del rey don Fernando, en 1515 y 1519 por la proclamación y coronación de don Carlos; luego se
aprovecharon también las fiestas de San Juan, de Santiago o de San Cristóbal, aunque con menos regularidad.
De las fiestas de
1515 conocemos lo que se podría llamar el resumen del programa.
Hubo
misa, colación en las casas consistoriales con fruta,
vino, confites, melón, pan, uva y pepinos; hubo danza de espadas y regalo de guantes y borceguíes a los
caballeros que corrían sortijas y toros. En 1516
los toros y sortijas duraron casi dos horas. Esta vez
se especifica que no hubo lidia, sino que tan sólo se corrieron los toros. La
pauta general es la lidia, sin que la suerte de matar sea obligatoria. En 1559 se lidian tres toros en la fiesta
del Corpus, tres el día de San Juan y tres
vaquillas el día de Santiago, «como es de costumbre»,
pero sin matar, porque a uno de los toros lo venden después «porque
está agarrochado»; al año siguiente, se acuerda «después de corrido,
aprovechar la carne e cuero». La corrida se desarrollaba en la plaza de Arriba.
El
conseguir toros de lidia no era cosa fácil en Tenerife. Para la fiesta de 1620 habían hallado en
Las fiestas de
Los
toros figuraban normalmente en la fiesta lagunera del Corpus.
De manera excepcional los había también en algunas fiestas ocasionales: en 1510 por haberse conocido en la isla la
merced real de franqueza de contribuciones, en
1513 por la victoria contra los franceses, en
1515 por la salud del rey don Fernando, en 1515 y 1519 por la proclamación y coronación de don Carlos; luego se
aprovecharon también las fiestas de San Juan, de Santiago o de San Cristóbal, aunque con menos regularidad.
De las fiestas de
1515 conocemos lo que se podría llamar el resumen del programa.
Hubo
misa, colación en las casas consistoriales con fruta,
vino, confites, melón, pan, uva y pepinos; hubo danza de espadas y regalo de guantes y borceguíes a los
caballeros que corrían sortijas y toros. En 1516
los toros y sortijas duraron casi dos horas. Esta vez
se especifica que no hubo lidia, sino que tan sólo se corrieron los toros. La
pauta general es la lidia, sin que la suerte de matar sea obligatoria. En 1559 se lidian tres toros en la fiesta
del Corpus, tres el día de San Juan y tres
vaquillas el día de Santiago, «como es de costumbre»,
pero sin matar, porque a uno de los toros lo venden después «porque
está agarrochado»; al año siguiente, se acuerda «después de corrido,
aprovechar la carne e cuero». La corrida se desarrollaba en la plaza de Arriba.
El
conseguir toros de lidia no era cosa fácil en Tenerife. Para la fiesta de 1620 habían hallado en
En
las fiestas laguneras del Corpus salían además figurones y figuras,
gigantes, papahuevos, diabletes, bichas, danzas con vihuelas y tambores. Todos
aquellos juguetes y disfraces habían servido demasiado y se caían en pedazos. A mediados del siglo XVIII,
los vestidos de los gigantes estaban hechos jirones y la bicha estaba tan quebrada que no podía salir. Afortunadamente, una real orden de 21
de julio de 1781 declaró indecorosa la
presencia de los figurones en las procesiones
y eximió al Cabildo de la obligación de proceder a nuevos arreglos de
aquellos trastos desvencijados.
En
las fiestas de
El
Cabildo de
Para
evitar la repetición de estos inconvenientes, los espectáculos de los años siguientes se organizaron fuera de la
iglesia, debajo de enramadas montadas para
este efecto. Como costaban caro y se debían renovar cada año, en 1606 se mandó hacer, además de los trajes para los cómicos, que después quedaban propiedad del
Cabildo, una lona y toldo de dos piernas
que cubriese tanto como la enramada que antes se solía hacer. No dio resultado,
o no se fabricó, porque luego se volvió a las
enramadas, en 1619. En esta fecha, las instalaciones se componen de un tablado de
En
la segunda mitad del siglo xvii, los espectáculos cómicos organizados por el
Cabildo parecen haber sido menos frecuentes. Excepcio-nalmente, se costean unas comedias para las fiestas
del Corpus de 1697, pero menos por respeto a
la tradición, que para responder al deseo
del capitán general conde de Eril. En casa de otro capitán general, Agustín de Robles y Lorenzana, dio unas fiestas
por el nacimiento del príncipe de Asturias, en 1707, con dos comedias de Calderón,
En esta vida todo es
verdad y todo mentira y Las armas de la
hermosura y una de Bances Candamo, El triunfo
de Tomiris o Cuál es afecto mayor'.
Por
su parte, la iglesia no había olvidado las tradiciones. En una época en que los autos sacramentales estaban
prohibidos en toda España y habían
desaparecido de la memoria del público, en 5 de enero de 1781 se representaba simultáneamente en dos
templos de La Laguna un auto de la
Epifanía, cuyo texto era obra del definidor mayor de la provincia de agustinos; según parece, «la noche de Navidad también
hubo en ellas algunas representaciones alusivas al
misterio y otros en-tremesillos». El
obispo Herrera tuvo que volver a prohibir, por auto del 6 de diciembre de 1781, las representaciones en forma de misterios en el interior de las iglesias. En 1792, el
convento franciscano de Santa Cruz se
acordaba de la costumbre más que de los decretos del obispo.
En
Santa Cruz no había quien costease los espectáculos con la relativa regularidad que se daba en la capital. Así y
todo, hubo espectáculos. El arte dramático era un bien común, demasiado
popular para que se limitase a las minorías.
En las fiestas de barrio eran frecuentes los
espectáculos callejeros o al aire libre, por grupos de aficionados. Los franciscanos, quienes decididamente no eran enemigos de Talía,
organizaron en 1773 dos espectáculos de comedia, para recaudar fondos
para dorar los retablos de la Virgen y de San Francisco en su convento;
el Cabildo había dado su autorización y fijado los precios, en un real
de plata por persona.
Con
algunos de los barcos que surgían en el puerto llegaban de vez
en cuando diversiones menos esperadas. En 1781 un corsario americano trajo a muchos marineros franceses, que
ocasionalmente eran buenos músicos.
Aprovechando esta rara oportunidad, se improvisaron
conciertos: a veces suben a bordo las damas del lugar, se les sirve un refresco y escuchan música, y otras veces bajan
los músicos, visitan las casas de los
principales vecinos y divierten el lugar. Dos años más
tarde pasan, camino de América, unos volatines que habían recorrido ya España y Portugal y se quedaron unos seis
meses en Santa Cruz y La Laguna, recogiendo
aplausos y dinero, ya que hubo noche en que las entradas sumaban más de cien pesos. Había entonces mucho tiempo que no se habían visto en Tenerife esas
habilidades.
A
partir de 1784 hubo en Santa Cruz un teatro de verdad. Lo puso
un cómico italiano, José Domenichini con su mujer, en unas casas particulares, detrás de las que servían de
residencia al alcalde Patricio Power. El
programa de su espectáculo se componía sobre todo de diversiones musicales, pero luego empezaron a representarse también espectáculos cómicos. La calidad artística
del conjunto debía de ser más que modesta. Los músicos, que en 1796 sólo
ejecutaban unos compases aprendidos de memoria, no sabían leer las particiones.
Los papeles de mujeres estaban representados por hombres,
y la vista de aquellos actores
barbudos arrullando como doncellas enamoradas no debía
de enternecer al público. Sin embargo, el teatro tuvo éxito, y un viajero, Ledru, dice que el público formaba una
sociedad interesante.
El teatro de Santa Cruz conoció también al principio otra clase de dificultades.
Después de las primeras representaciones, hubo quejas
por parte de los diputados del común, por no habérseles reservado
localidades. Hubo órdenes del corregidor, el empresario tuvo
que obedecer y el 14 de febrero el alcalde mandó levantar acta para que constase que las órdenes habían sido
ejecutadas. Pero
Febrero
de 2012.
*
Guayre Adarguma Anez Ram n Yghasen.
---»
Continuará...