FEMÉRIDES DE LA NACIÓN CANARIA

 

UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS

PERÍODO COLONIAL, DÉCADA 1601-1610

CAPÍTULO XXII (V)

  Guayre Adarguma *

  

1609. Expulsados los primeros moriscos de Valencia (España), conversos gaditanos se adelantaron a los reales deseos. 

Recordando el calvario que padecieron los judíos en 1492, contrataron barcos de franceses, para pasar a Berbería, habiendo salido del reino sin licencia ni aguardar orden de expulsión, mandó aviso a las Canarias para que no fuesen admitidos, caso de aparecer. Próximas las islas a tierra de moros, la presencia de los huidos implicaba riesgo suplementario. (Luisa Álvarez de Toledo).  

1609. El Ldo. Pedro Muñiz, juez de Indias, vende por 1.200 reales una esclava mulata de 25 años, “por puta y ladrona y embustera, mentirosa y revoltosa y que se mea en la cama” (AHP: 469/286).

 

1609. El alcalde pedáneo del entonces villorrio de Santa Cruz de Añazu, Pedro de Ocampo fue preso por el Santo Oficio, por haber despachado un navío a Gran Canaria sin licen­cia del tribunal: resultó que el gobernador le había dado la orden de despacharlo.

 

1609. En la plaza y puerto de Santa Cruz de Añazu, Luís Hernández, volteador, se querelló contra Diego de Barajas, comediante, por palabras, y ahora le perdona, «principal­mente porque algunas personas honradas a quien tiene obligación se lo han pedido». (AHP: 209/193).

 

1609. Juan Rodríguez de Talavera, vecino de Santa Cruz (Tenerife), piloto de la carrera de Indias, va a Guinea e Indias, con Juan Rodríguez Quintero, vecino de La Palma , por maestre; Talavera muere en la costa de Campeche (1609), encargando que sus bienes sean remitidos a su familia por «el maestre portugués del dicho navio» (AHP: 469/118), de donde resulta que el navío viajaba con dos maestres. Bernardo Drago, vecino de Sevilla, y Antonio Álvarez Soares, vecino de Lisboa, reciben vinos a riesgo en Santa Cruz, para vender en Angola y pagar luego en San Juan de Ulúa.

 

1609. Carabela cargada en Sevilla para Santa Cruz, en 4.000 reales, 1602 (AHP: 1526/220).

 

1609. El licenciado Agustín de Calatayud Costilla con su casa y ocho personas, fleta un navío portugués para ir de Santa Cruz a Sanlúcar, por 600 reales. (AHP: 469/261).  Fray Francisco de Castillejo, prior de San Agustín, fleta una carabela a Huelva en 2.000 reales, 1612 (AHP: 263/325). Nao de 70 ton. cargada con orchilla para Cádiz, su flete 1.500 reales; 1621 (AHP: 1538/222).

 

1609 enero 16. Ciertos vecinos de La Orotava (Tenerife) contratan al licenciado Felipe Díaz de Santiago, médico, durante un año, para que los asista en sus enfermedades y a las personas de sus familia y de su casa, y también a los enfermos del Hospital [de la Santísima Trinidad] y a las monjas del convento, por un monto de 690 reales.

Este contrato es un ejemplo, de los pocos que conocemos por el que un grupo de vecinos de un lugar se juntan para contratar a un médico, que cubra sus necesidades sanitarias y las de sus familiares, haciendo extensiva esta atención a algún hospital de pobres, como es el caso. Al aparecer firmando los vecinos que suscriben el contrato con las  cantidades comprometidas al margen, el documento tiene cierto interés, además de para la historia de la medicina, para el estudio de las élites locales y de la mentalidad de la época. Para los vecinos de La Orotava, conocemos otro contrato suscrito el año 1638 ante el mismo escribano, y que se recoge en el legajo 3.004 del mismo fondo que nos ocupa.

Transcripcion: 

 1609, enero. La Orotava.

 Transcripción: Leocadia Pérez González y Lorenzo Santana Rodríguez.

 Las personas que aquí firmaremos nuestros nonbres, y por los que no supieremos escrevir a nuestro ruego vn testigo, desimos que nos obligamos a pagar al señor liçenciado Philipo Días [de] Santiago, médico, la cantidad que cada vno firmare, o a su ruego vn testigo, lo qual le damos y daremos y pagaremos porque asista en este lugar del Orotava y nos cure de las enfermedades que se nos ofresiere a nos los dichos y a todas las personas de nuestra familia y casas, tiempo de vn año, que enpesará a correr dende quando el dicho señor liçenciado açeptare este salario y se obligare a no haser ausençia deste dicho lugar theniendo enfermo que curar de los que le damos este salario o de nuestras casas y familias, el qual dicho salario le pagaremos por sus tersios del año la tersia parte de lo que cada vno firmare, con que ansimismo tenga obligaçión de acudir a curar los pobres del ospital deste lugar y al cunplim[iento] de todo lo que dicho es y firmaremos cada vno por lo que le toca obligamos nuestras personas y bienes avidos y por aver y hasemos obligasión en forma tan bastante quanto de derecho para en tal cazo se requiere.

 (Al margen:) U 3[3] (roto). Digo que pagaré tres ducados de salario sigun es dicho arriba. Hecho en 16 de enero 1609. Miguel de Cospedal (rubricado).

(Al margen:) U 33 (signo). Digo que daré tres ducados por que cure mi per[so]na e las demás de mi casa el dicho tiempo. Diego Benites de Lugo (rubricado). Digo que daré seys ducados por sus tersios. Luis de Sa Martín Cabrera (rubricado) .   

 (Al margen:) U 22. Digo que daré dos ducados por lo dicho (Cruz) Francisco de Jaen (rubricado).

 (Al margen:) U 33 (signo). Digo que pagaré de salario cada vn año a el señor licenciado tres ducados. Hecho oy dies y seys de henero de IUDCIX. (Cruz) Nicolás de Cala (rubricado).

 (Al margen:) U 24. Digo que pagaré en cad[a] un año de salario al señor licenciado veynte y cuatro reales Francisco Hernández (rubricado).

 (Al margen:) U 31 (roto, signo). Digo que pagaré de salario cada vn año al señor licenciado tres doblas. Hecho oy ueinte de he[n]ero] de 1609 años. (Cruz) (roto) Machado de Cala (rubricado).

 (Al margen:) U 24. Digo que pagaré de salario cada vn año conforme [a lo] arriba contenido en esta obligación veynte y quatro reales. Hecho a veynte y dos de henero de 1609 años. Baltasar Perdigón (rubricado).

 (Al margen:) U 22 (signo). Digo que pagaré de salario cada año a el señor licenciado d[os] ducados. Hecho oy veinte y dos de henero de 1609 años. (Cruz) Bartolomé Diaz Espe[r]ie[l].

 (Al margen:) 100. Digo que daré de salario a el señor licenciado si[e]n reales. Hecho a 22 de henero de 1609 años y que cure las monjas. Joseph de Llarena Cabrera  (rubricado).

 (Al margen:) U [8]0. (Al margen derecho:) Digo que daré en cada un año de salario ochenta reales. Alonso Fernandes de Lugo (rubricado).

 (Al margen:) U 66. Digo que daré cada año seis ducados. Francisco de Molina (rubricado).

 (Al margen:) U 42. Digo que por mi casa e por la casa de mi hermana doña Beatris daré cada año quatro doblas. Diego de Lleren[a] Maldonado (rubricado).

 (Al margen:) U 21 (signo). Por que cure mi casa daré dos doblas cada año Joan Benitez Çuaço (rubricado).

 (Al margen:) 60. Digo que daré [de] s[a]l[a]r[io] cada año por mi cassa sesenta reales por toda mi casa y familia y por mi persona. (Cruz) Matheo Uiña de Vergara (rubricado).

 (Al margen:) 33 (signo). Digo que daré tres ducados por mi persona y familia por la curasión della. Hernando Alvares (rubricado). // 690

 (Al margen:) U 33. Digo que pagaré por todos los de mi casa tres ducados por vn a[ñ]o / y se entiende tanto por mí. Luis de San Martín Llarena Calderón (rubricado).

 (Al margen:) 42. Daré a el señor licensiado cuatro doblas cada un año por curar a los de m[i] casa. Fecho en postrero de enero de seissientos i nueve años. Juan de Mesa

 (rubricado).

 (Al margen:) [1]00. Digo que daré de salario por curar un año a el dicho señor licenciado, a mí y a los de mi casa sient reales. Hecho en p[ostrero] de enero de IX años. Francisco Xuares de Lugo (rubricado).

 (Al margen:) 33. Digo que pagaré por todos los de mi casa tres ducados por un año  al señor liçenciado Felipe Dias. Juan Benites de las Cuebas del Oyo (rubricado).

 (Al margen:) 22. Digo yo, Gaspar Gonsales de Franques, que daré de salario dos ducados por mi persona y las de mi familia. Gaspar de Franques (rubricado).

 (Al margen:) 22. Yo, doña Madalena (ilegible), daré dos ducados cada año con las condiçiones [arri]ba dichas / y por no estar para firmar hoy ordené que Miguel de Cospedal lo firmase por mí. Miguel de Cospedal (rubricado).

 (Al margen:) U 44 (signo). Digo que por las casas de mi señora abuela doña Isabel de Cabrera y la de mi madre [Iseo Ta (roto ...)] vos pagaré cua[tr]o d[u]cados y lo firmé de mi nombre. Juan Andrés de Lugo (rubricado).

Este asiento no se consigna al margen, aunque sí aparece reflejado en la suma total al vuelto. Suma de la página anterior: 690 reales. (ES38200AHPTF1.2.1., signatura 2.983, fol. 112.).

1609. Juan Calvo y Lázaro Pérez, vecinos de Gran Canaria, se obligan a dar a Mateo Carbonero, marsellés, 800 docenas de pájaros canarios “en la isla del Hierro, donde nos obliga­mos de coxer los dichos páxaros”, por tres reales y medio la docena, (AHP: 261/124).

 

1609 enero 19. Notas en torno al asentamiento colonial europeo en el Valle Sagrado de Aguere ( La Laguna ) después de la invasión y conquista de la isla Chinech (Tenerife).

 

Las fiestas introducidas en la colonia por los europeos: Participación de gremios y colectivos.

 

La fiesta de Ntra. Sra. de la Peña de Francia.

Fue instituida por el Cabildo hacia 1612 para celebrarla el día de año nuevo en honor de la reliquia de ese nombre custodiada en el convento agustino. Cuando realmente se compromete y asienta la corpo­ración es a finales de 1613 a instancias del cap. Luís de San Martín, si bien haciendo constar que la única obligación municipal consistía en acudir al monasterio en forma de ciudad, con maceras. No parece que tuviese continuidad esa asistencia, pues no hemos hallado más re­ferencias en las actas.

La fiesta-romería de Candelaria.

La fiesta y romería de la Virgen de Candelaria no es una celebra­ción lagunera, pero sí municipal, y La Laguna —exceptuando natural­mente la zona en la que moraba la imagen— estuvo más vinculada que ningún otro lugar de la isla a la festividad y culto a una imagen cuya presencia en la ciudad fue frecuente, como ya se ha señalado y se confirmará en otro apartado de este capítulo.

 

Desde un principio se iba la víspera de Candelaria en forma de ciu­dad con clérigos y frailes que portaban 12 hachas encendidas, permane­ciendo en aquel lugar dos días para retornar al tercero en procesión. No cabe aquí reproducir la relación de los litigios habidos entre los re­presentantes de la corporación y los guanches acerca del porte de la imagen en aquella localidad, lo que dio lugar a dos sonados pleitos en 1587 y 1601. Las aguas se aquietaron durante mucho tiempo, pero no impidió que esporádicamente se reprodujeran incidentes y acciones judiciales, pues pretendían hacerse pasar por guanches muchas perso­nas que no lo eran para recibir las andas de la Virgen de los hombros de los regidores que la sacaban hasta la puerta de la iglesia. A veces el alboroto ocasionó serio riesgo de que rodase la imagen por el suelo, y hasta las peleas estuvieron a punto de concluir en muertes. Los suce­sos revistieron especial gravedad el 2 de febrero de 1666, por lo que el Cabildo decidió la creación de una comisión de regidores para alcan­zar la concordia.

Otra cuestión era qué clérigos debían representar a la ciudad en tan solemne ocasión. Aunque tardíamente, en 1595 se reproduce el en frentamiento interparroquial que se había exteriorizado en otros órde­nes a lo largo de la centuria. Hasta esa fecha, la parroquia de la Con ­cepción acudía con cruz alzada, junto con el Cabildo, pero la prerroga­tiva fue discutida por los Remedios, que pretendía la alternancia, ba­sándose en el acuerdo de 1527. El 10-VI-1595, el vicario de la isla dictaminó a favor de los Remedios, y así lo confirmaron las instancias a que acudieron los agraviados. A partir de ese momento comenzó el turno en la fiesta anual y en las traídas a la ciudad.

Dado el carácter multitudinario de la concentración vecinal y la es­tadía de un par de jornadas, al menos, de romeros llegados desde todos los puntos de la isla, la autoridad velará por el abasto de los isleños y favorecerá su afluencia en la que sin duda era la máxima demostración de la religiosidad popular tinerfeña. Sabemos que acudía mucha gente pobre y enfermos con esperanca del rremedio que esperaban de la dicha ymagen, y otros en deqiplina, que por ser gente pobre y concu­rrir el dicho día en la dicha casa la mayor parte de la gente desa ysla3. El concurso de peregrinos fue estimulado más adelante por la Bula de Clemente vin en 1599, en virtud de la cual se concedía indul­gencia plenaria por 10 años a los que visitasen el santuario el día de la Purificación , asistiendo a vísperas y maitines. La única manera de estimular a los vendedores para que se trasladaran allá con el mayor número posible de viandas consistía en derogar la tasa y permitir liber­tad comercial, de modo que durante esos días el lugar de Candelaria gozara de franquicia. Por lo menos desde 1551 tenemos constancia de que se obraba así, otorgando libertad de precios tres días antes y des­pués del dos de febrero. Por supuesto, el feliz resultado de la iniciativa aconsejará convertirla en rutinaria, aunque no siempre se explicite, e incluso se acompaña de medidas de apoyo como la oferta y venta concejil de grano. Así, en 1609, como el cereal de fuera estaba caro, se sacan 30 fas. de los graneros concejiles para que los comprasen las panaderas, que debían ofertar 15 a los congregados en Candelaria, y otras 15 se distribuirían en La Laguna entre los romeros que marcha­sen a aquel lugar. Si eso ocurría en años difíciles, parece que lo habi­tual consistió en destinar a los romeros 1 cahíz de trigo.

 

Los gastos ocasionados por la solemne comitiva organizada por el Ayuntamiento no sólo eran crecidos y fueron aumentando progresiva­mente, sino que eran impopulares por el destino de los mismos. Tenga­mos en cuenta que la procesión y estancia del comité municipal, civil y clerical, corría a cargo del Cabildo. El aumento en el costo es impresio­nante. Si en 1580 se conviene gastar 10.560 mrs. en esa fiesta, en 1593 se solicitaba facultad real para emplear 52.800 mrs., pues hasta enton­ces se venían desembolsando 30.000-40.000, pero con la advertencia de que la inflación dejaba rápidamente atrás esas cifras. La Corona se limitó a autorizar 30.000 mrs. por un tiempo limitado de 4 años. En una quincena de años el presupuesto se disparó: en 1609 el acuerdo de gasto, que quizá fuese superado por la realidad, es de 72.000 mrs.

 

La pésima salud económica municipal puso en peligro en más de una ocasión la atención a esta fiesta, como en 1614, año en que los di­putados de meses avisan de la inexistencia de fondos y recuerdan que la institución tiene su hacienda embargada por el juez de Indias para cobrarse su salario. La salida entonces es un adelanto por parte del arrendatario del jabón de la ciudad..

Excepcionalmente, el gasto fue mayor, si se daba la circunstancia de coincidir la festividad con la presencia de la imagen en La Laguna. Así sucede con la estancia que se produce desde agosto de 1626 hasta marzo del año siguiente. Se plantea entonces, por vez primera, el cele­brar su día en la ciudad, comenzando los preparativos desde principios de diciembre. El Cabildo lo conmemora por todo lo alto, a tenor de la cantidad presupuestada (2.400 rs).

 

No sólo a mucha gente del pueblo no le parecía correcto un dis­pendio que más iba a parar al estómago de autoridades, beneficiados y su séquito que al culto de la imagen, sino que en el seno de la propia corporación no todo fue unanimidad en el discurso del tiempo a la hora de apoyar económicamente la participación del Cabildo, pues los gastos no les parecían justificados a todos los regidores. Pero la R. Au ­diencia, cuando vence en su postura el grupo «arbitrista», apoya los consabidos gastos efectuados en la representación municipal, civil y religiosa, ordenando la continuidad de la celebración acostumbrada.

 

En 1639 también será objeto de debate el tema. No se discutía la ayuda de 1 cahíz de trigo al convento por el agasajo que hacían a los pobres romeros, a los que socorrían con limosna de pan, y por la aco­gida que dispensaban al cortejo ciudadano. Tampoco se negaba la ne­cesidad del gasto en las 6 hachas acostumbradas para alumbrar en la procesión que se quedaban en el convento, ni en los caballos para la comitiva (corregidor, diputados, beneficiados y sacristán), y la comida para los 3 días. La diferencia estaba en la presencia o no de maceras, que desde hacía algunos años se había acordado y que representaba más dinero.

Las Carnestolendas.

La naturaleza popular y no oficial de esta celebración, como es sabido de raíz religiosa cristiana, dificulta hallar datos sobre la misma. Por contra, al tratarse de un festejo generalizado en otras latitudes, es factible establecer comparaciones y completar detalles de algunos in­gredientes que conozcamos del mismo en la capital tinerfeña. Como es sabido, la fecha de los carnavales es variable, dependiendo del ini­cio de la Cuaresma.

Como cabía esperar, apenas el dato aislado con el que contamos procede de una prohibición ocasional. En 1569, el luto por dos regios fallecimientos (los de la reina Isabel y del príncipe d. Carlos) del año precedente, mueve al Ayuntamiento a tomar una decisión sin duda in­grata para la gente, como fue la práctica interdicción de las manifesta­ciones callejeras propias de esas fechas. La sucinta orden nos revela alguna de éstas, pues se pregonó que nadie se podía recrear a cavallo, ni tanpoco tiren naranjazos a pie, ni tiren afrechos ni hagan otras muestras de rregocijo. Este género de alharacas se corresponden con las descritas en España, donde las mujeres consideradas de baja condi­ción se untaban el rostro con polvos y arrojaban a los hombres casca­ras de naranjas rellenas de mosto, grasa, salvado y otras sustancias pringosas, en un contexto en el que las bromas pesadas constituían la norma.

La Semana Santa en La Laguna.

Dentro del calendario litúrgico, uno de los períodos más solemnes es el de la semana de Pasión. En una época en la que la religiosidad im­pregnaba el tejido social y tan dada fue la población en ocasiones a los excesos, esta rememoración alcanzó enorme arraigo ciudadano. Recor­demos que hasta la Cuaresma introducía variación en los días de reu­nión de los regidores. Las noticias acerca de la exteriorización del fer­vor en la calle, con las procesiones que con el tiempo han dado cierta fama a La Laguna , son dispersas, y no es posible fijar el nacimiento de cada una de las celebraciones, ni siquiera posiblemente nuestra modes­ta relación alcance a dar fe sino de una parte de las mismas.

El domingo de Pasión o de Ramos salía la procesión del Cristo de Burgos, una de las últimas en constituirse dentro de nuestro período de estudio, pues la imagen data de 1680. Transcurría en la tarde de esa dominica desde la iglesia del convento agustino, donde radicaba la talla, y a través de la calle de Merino llegaba hasta la de la Carrera , por la que discurría hasta la plaza del Adelantado. Allí hacía su entra­da en la iglesia del monasterio de Santa Catalina, desde donde se en­caminaba hacia el otro convento femenino de la ciudad, y desde allí tomaba la calle Real para retornar a su santuario conventual. Este evento estaba organizado por la hermandad de la Cinta de S. Agustín, propietaria del citado Cristo.

 

El lunes siguiente, por la mañana, salía del convento dominico la procesión de la Humildad y Paciencia; por la tarde, era del monasterio franciscano desde donde partía el paso de la Oración del huerto, vi­niendo por la calle de Juan de Sosa.

 

El martes por la tarde salía desde la iglesia de la Concepción el paso de la Negación y lágrimas de S. Pedro.

 

El miércoles santo por la tarde se desarrollaba la procesión de Jesús nazareno desde el monasterio agustino. El momento más emotivo tenía como escenario la plaza del Adelantado con el paso de la Verónica cuando limpiaba el rostro a Cristo (es muy devoto, y al hombre de más duro corazón haze llorar, según el cronista Núñez de la Peña ). En 1693, sin embargo, los fieles no pudieron emocionarse porque la proce­sión no salió debido a discordias entre los frailes y el conde del Valle de Salazar, cuyo abuelo había donado la imagen y estaba a su cargo.

La manifestación popular más importante tenía lugar el jueves. Se trata de la famosa procesión del Cristo de la Sangre , a la que nos refe­riremos con detalle al cabo de esta breve relación. Además, la Her ­mandad del Santísimo Sacramento de la parroquia de los Remedios fundó en 1665 la procesión del paso de la Cena con los doce apósto­les, que salía de dicha iglesia después de los oficios de Tinieblas y el sermón. Acompañaban más de 300 hachas, aparte de muchas velas de mano, pero el cortejo debió mudar radicalmente de hora después de la prohibición episcopal referida a las procesiones nocturnas, pa­sando entonces a la mañana del mismo jueves.

 

El viernes santo por la mañana partía del convento franciscano la imagen del Cristo, y por la tarde lo hacía del convento agustino la procesión de la Soledad a la hora de la oración y regresaba a la de ánimas. Además, en el claustro del convento dominico desfilaba el Santo Entierro donde toda esta ciudad concurre, en palabras del Ca­bildo, y en 1642 acuerda la corporación donar 200 ducs. para reforzar dicho claustro y contribuir así al desarrollo de la celebración con se­guridad y decencia.

 

El domingo de Resurrección se celebraba una procesión con el Santísimo Sacramento, organizada alternativamente por las dos parro­quias, pero al hacerse muy de mañana, hasta finales del s. xvi no acu­día tanta gente como cabía esperar. En 1602 ordena el obispo en su vi­sita que las calles por las que discurriese debían estar barridas, regadas y aderezadas con ramos y con olor de incienso. El panorama cambió en las décadas siguientes, por lo que se deduce de la descripción de Núñez de la Peña , que la consideraba la processión de más autoridad que en estas islas y en España se haze, porque le acompaña más de mil y quinientas luzes.

Como antes se señalaba, la procesión más importante durante la mayor parte de nuestro período de estudio —y la más antigua de la Semana Santa lagunera— fue la de la Sangre , de la que contamos con bastante información, gracias en buena medida a la labor investigadora del cronista Núñez de la Peña. Corría a cargo de la Cofradía de la San ­gre, que según la tradición fue instituida por Lugo y otros conquista­dores al finalizar la sumisión de la isla, y desde luego era la más anti­gua cofradía de ésta. Residía en el convento agustino, en cuya iglesia se colocó la imagen de Jesucristo en el altar que luego sería de la En ­carnación, donde estuvo hasta principios del s. xvii, fecha en que con limosna vecinal se fabricó la capilla y retablo. Como la fundación fue popular, a la capilla se la denominó «del pueblo», y éste poseía el «ius patronatus», eligiendo priostes con asistencia del gobernador o corregidor y del prior del monasterio. Las familias más distinguidas tenían como honor disfrutar del priostazgo, y a cambio realizaban cuantiosas donaciones para ornato de la capilla y adecuada celebra­ción de procesiones, aparte de las rentas provenientes de tributos. Las reglas de la cofradía eran semejantes a las de la misma cofradía del convento agustino de Sevilla, y no estaba sujeta a inspección del ordi­nario por ser pretridentina. Contaba con dos priostes seglares en el s.xvi, y el prior del monasterio con dos frailes asistía a los cabildos con los cofrades en calidad de prioste mayor. No faltó obispo que pretendiese interferir e ir contra esa autonomía, como en 1572, en que el prelado quería que asistiesen a esos cabildos el vicario con dos be­neficiados; asimismo, para recortar el poder y prestigio de los regula­res, quiso prohibir que los frailes saliesen en la citada procesión de los disciplinantes. Esa batalla se dirime en favor de la cofradía y convento, pues según el acuerdo de 1573 los obispos se comprome­tían a no perturbar a los agustinos en su posesión de la cofradía ni en su participación en la procesión74. También en diferentes ocasiones algunas personas y la hermandad de la Cinta intentaron quedarse con el priostazgo y la procesión con calidad de perpetuidad, pero siempre acabaron en fracaso.

Hubo alguna pequeña modificación en el desarrollo de la solem­ne procesión. Salía del convento con cruz alta hasta que se introdujo la asistencia del beneficiado de la Concepción dándole un pequeño premio, y desde ese momento fue necesario que llegase la cruz pa­rroquial para que la procesión empezase. Al principio doce acauda­lados vecinos, vestidos con túnicas blancas, portaban en sus manos instrumentos de la Pasión, turnándose anualmente. Después se repar­tió entre algunas de esas familias dichas insignias, que cada una de­bería mandar componer y daría vestida para la procesión, costumbre que continuaron sus sucesores con alguna excepción. La procesión iba acompañada también por más de 200 vecinos con hachas y cirios que llevaban de sus casas, hasta que la cofradía pudo afrontar ese gasto.

 

Enero de 2012.

 

* Guayre Adarguma Anez Ram n Yghasen.

 

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Bibliografía

     

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