FEMÉRIDES
DE LA NACIÓN CANARIA
UNA
HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO
COLONIAL, DÉCADA 16011610
CAPÍTULO
XXI (XVI)
Guayre Adarguma *
Ambas crisis fueron superadas, aunque difícilmente;
pero las cosas no volvieron jamás a ser lo
que antes habían sido. Los cosecheros, estrechamente
vigilados por sus compradores ingleses, no tenían más solución que la de entregárseles. Era preciso no sólo
vender su vino, sino venderlo
anticipadamente, para tener liquideces, dinero para la próxima campaña, bodegas libres y clientes satisfechos. Los exportadores de vinos no tenían inconveniente en anticiparles
el dinero necesario, sino que, al contrario,
empujaban en esta misma dirección. La operación era interesante, porque aseguraba la cosecha; porque no se hacía sin cobrar intereses; y porque el pago se hacía,
en parte, con géneros y mercancías
extranjeras, de la tienda del mismo comprador de los caldos.
El resultado de esta combinación de intereses fue
que el comercio de los vinos tinerfeños volvió
a prosperar, y se mantuvo a flote, y algunas veces más que a flote, a lo largo del siglo XVIll. Pero ahora los
cosecheros no tenían en la operación más interés
que el del trabajo. En cierto modo, habían
sido reducidos al estatuto de medianeros de los capitalistas extranjeros: a muchos de ellos incluso se les escapó de
la mano la propiedad del suelo. En cuanto a la
comercialización de su propio producto, a
su transporte, a cualquier posibilidad de capitalización
a partir de la renta agrícola, no les quedaba ya ninguna posibilidad. Paradójicamente,
fue una suerte el que este comercio hubiese decaído, por culpa de las guerras, entre 1790 y 1820.
El reloj de la prosperidad se quedó
parado en un momento en que la aluvión extranjera de personas y de capitales todavía se mantenía dentro de límites
soportables
y podía, como en efecto lo hizo, ir fundiéndose en la masa y servir de fermento positivo en la composición y el rápido
progreso de la nueva sociedad.
En cuanto a Santa Cruz y su zona, en esta época habían
dejado de ser productores de vino, como
antes lo habían sido. Los plantíos habían disminuido hasta desaparecer. En
1802, Santa Cruz no producía ni vino ni
uvas; en San Andrés sólo se recogían ocho pipas de vino al año, y unas 200
en Taganana.
Sería un error, si se considerase el cuadro de estos
cultivos principales como negativo. Todo es
coyuntura en la economía agrícola, y las zonas de sombra de la canaria no son
quizá más angustiosas que las de otros
ambientes o momentos históricos. Más aun, cabe precisar que, planteado de este
modo, el asunto está enfocado de manera equivocada: nosotros hablamos en términos
de prosperidad, en una época y un ambiente
cuyo principal problema es la subsistencia. Esta distorsión es natural y quizá forzosa en un trabajo como el
nuestro, que no puede perder de vista el
carácter específico de la economía de distribución, no
de producción, propia de Santa Cruz. Por lo tanto, lo que se debe comprender de esta sucesión de luces y de sombras
es, por una parte, para el conjunto económico
tinerfeño, el vaivén de los precios y los altibajos de los volúmenes y, por otra parte, en
cuanto a la mera producción, la modificación
periódica de la sustancia de la misma o, dicho en otros términos, la alternancia histórica de los
cultivos. Lo segundo depende de lo primero: porque los cultivos principales de
Canarias no tienen por estímulo las
necesidades del consumo, sino las perspectivas del
comercio de exportación y, por consiguiente, no pueden dejar de reproducir o,
por lo menos, de reflejar la curva de su movimiento.
Esta alternancia de los cultivos, que diríamos diacrónica,
viene acompañada por otra
alternancia, sincrónica. Es decir que existe, en una
época dada, una variedad de cultivos que quizá parezca menos llamativa,
porque pocas veces se sale del mercado local, pero que no deja de ser real. Las cantidades de la producción son muy
limitadas y por lo tanto su absorción por el comercio exterior es nula; pero no
dejan de tener un significado en la economía doméstica
y el mercado interior de la isla y,
además, constituyen alguna vez la preparación de unos aprovechamientos ulteriores de mayor consideración.
Los más importantes de estos cultivos de
segundo orden, el maíz, la patata, el tomate y
el tabaco, son regalos de América a la dietética europea y, en el último caso, al vicio universal.
Pocas cosas se pueden decir sobre el tomate en
Canarias antes de 1800. En Europa había entrado
bastante antes, pero como curiosidad más bien que como alimento. En Francia la conocieron, por el conducto
español, a partir de mediados del siglo XVII, pero en el siglo siguiente
todavía era una curiosidad inasequible. No hay indicios de su cultivo en
Cananas en esta época; sin embargo, parece haberse introducido
desde el siglo XVIII.
En cuanto al maíz, algunos autores suponen que lo
habían traído a Canarias a fines del siglo XVI. La cosa no es
imposible, por más que parezca dudosa.
De todos modos, no hay mención acerca de su cultivo
en el siglo XVII; en
cambio, en 1724 se considera ya como alimento
básico de la población de Tenerife. En 1789, Santa Cruz produce
en su zona unos 80 cahíces de maíz, que representan un poco más de
Las patatas conservan en Canarias su nombre
americano, papas. Su cultivo fue introducido en Europa en la segunda
mitad del siglo XVI. Una tradición persistente, pero cuya veracidad no es posible
comprobar, afirma que la patata vino por primera vez a Tenerife
en 1622, traída por don Juan Bautista de Castro al regresar de su viaje al Perú,
para plantarla en su finca de Icod el Alto.
Su cultivo sistemático parece haberse difundido
a mediados del siglo XVII. En 1663 y 1664 consta que se importaba en
cantidades significativas desde Gran Canaria en 1724 se menciona como alimento básico
de los isleños y en 1800, en
palabras del marqués de Villanueva del Prado, síndico personero de Tenerife,
era ya «el fruto más precioso de Tenerife».
Se sabe que su éxito europeo ha sido considerable: en Canarias, si cabe, fue
todavía mayor, no sólo por la ayuda
providencial que ofrecía a una alimentación deficiente, sino también por
ser las islas una de sus tierras de predilección, en que mejores resultados
da en orden a la calidad y también en lo referente a rendimientos, ya que
permite normalmente dos cosechas, y excepcionalmente tres.
Las superficies cultivadas aumentaron rápidamente, a
partir de principios del siglo XVIII.
En 1729, el diezmo de las papas representaba, para el solo beneficio de Candelaria, 375.000 mrs. y
en 1738, para el beneficio de
Aunque modesta, la producción de la patata en Santa
Cruz representa un valor total (18.000
reales) superior al del trigo (12.000 reales). En la isla en general, ha
llegado a ser la principal preocupación de los gobernantes. Su consumo se completa con el de la batata (56.820 arrobas en 1802) y de los ñames (9.800
arrobas), cuya producción quedaba concentrada en los valles de Taganana y de
San Andrés y cuyos precios de venta
resultaban ligeramente superiores al de las patatas. Ninguno de estos dos
productos llegó a competir aquí con las patatas, como ocurre por ejemplo en
El cultivo del tabaco parece haber sido introducido
en Canarias en los primeros años del siglo XVII.
En el de 1609, un tal Claudio Ferrau, vecino de Niza, se comprometía con Pedro
Crosil, mercader de Marsella y su futuro
cliente, «a hacer en esta isla de Tenerife y en la de
No hay noticias de los resultados de este compromiso.
El proyecto parece demasiado ambicioso, para que se haya podido poner en ejecución, sin haber dejado rastro
alguno. Sin embargo, lo cierto es que en
El pastel, hierba pastel o glasto, planta crucífera
utilizada en las tintorerías antes de la aparición
del añil, ha sido cultivado en Tenerife sobre
una escala relativamente importante. Desde 1505, un Juan Martín, portugués,
recibía una data de 250 fanegas de tierras de sequero, para
esta finalidad. El pastel se exportaba a mediados del siglo XVII;
pero, curiosamente, también se importaba en
esta misma época, desde Francia. Todavía
tenía interés comercial a principios del siglo siguiente por ser las
Canarias el único productor, junto con las islas Azores y la región francesa
del Languedoc; pero el valor del producto bajó
después vertiginosamente, debido a la afluencia, en el comercio, del
Índigo procedente de las Indias.
Los plátanos se han cultivado desde muy temprano,
aunque no de manera intensiva. La producción
de plátanos de Gran Canaria parece haber sido más importante que la de Tenerife. A mediados del siglo XVII se importaban los
frutos desde Las Palmas, tanto en cajas como
en barriles62. El embalaje se explica, si se piensa que el fruto no
se transportaba y conservaba en racimos, sino separada la carne y mezclada
hasta formar una masa blanda y negruzca que, con el nombre de conserva
canaria, constituía en
En la zona de Santa Cruz, el plátano aparece
relativamente tarde. En la calle de San
José había en 1716 un solar que se conocía vulgarmente con el nombre de sitio de los Plátanos; pero no sabemos si se llamaba así por alguna platanera, o por el árbol
que lleva el mismo nombre. La producción de plátanos
empezó a adquirir mayor importancia
en los últimos años del siglo XVIII. El valle de Igueste
de San Andrés era todo una platanera,
cuya belleza llamaba mucho la atención de los
viajeros extranjeros. En 1802 los plátanos eran, por orden de importancia, el tercer producto del valle de San
Andrés, detrás de la batata y del ñame, con un
valor de producción de 82.000 reales. En Taganana
la producción valía 10.800 reales y en
Entre los árboles frutales, las higueras existían
en Tenerife desde antes de la conquista. En 1802,
la producción de higos pasos era una
especialidad de Güímar, donde se recogía la cantidad importante de 14.000
arrobas, con un valor total de 210.000 reales. La recolección era menos importante en San Andrés (2.000
arrobas) y en Taganana (1.600 arrobas). En Santa Cruz se habían recogido 47
arrobas en 1790 y 130 en 1792. El cultivo de los frutales era corriente desde mediados del siglo XVI, sobre todo mezclando los árboles con las parras: en una viña de Acentejo, en 1556, se pueden ver
almendros, hembrillas y duraznos. Los guayabos y papayos, introducidos en una
época posterior, se mencionan en 1724
por primera vez.
Las frutas, las verduras y las hortalizas se producían
en cantidades importantes en Santa
Cruz, donde representaban en 1802 un volumen de venta de 40.000 reales, superior al de todos los demás cultivos
reunidos. Algunos productos, tales como las judías,
incluso llegaron a exportarse en
determinados momentos.
Entre los cultivos especiales cabe mencionar el del
lino, cuyo aprovechamiento había sido
estimulado, en el último cuarto del siglo XVIII, por las medidas restrictivas a la importación de telas extranjeras.
Se intentó entonces estimular la
producción local; pero los resultados no
correspondieron a las esperanzas. En 1802 formaban todavía un buen renglón de la producción en
1605.
Por
mandamiento de visita del obispo católico Martínez, en ningún día se podrán hacer representaciones dentro de la iglesia o
ermita y las que se hubieren de hacer
fuera, no se representarán sin vista y aprobación del vicario. Textos citados
en Francisco Martines Fuentes, Memorias, III, fol. 1178 (ms. en RSE).
1605 julio 22. Real Cedula de esta fecha autoriza al
Cabildo colonial de Tenerife para:
“Que se compren armas de las fábricas
reales, real cédula (LL: R.XI/28). Que se libren 25.500 reales a Antonio de
Villalpando, en Sevilla, para comprar con la mitad del dinero arcabuces, por
un cuarto mosquetes con sus frascos, moldes y horquetas, y por otro cuarto picas de 25 palmos (Cab. II,
17/5.1614). Mil lanzas y 500 arcabuces vienen de Castro Urdíales en 1618 (Rumeu de Armas,
111,128).
1605 agosto 5. El
Cabildo colonial de Tenerife dispone que: “Que en el Puerto de
El mercado interior
Los regatones o revendedores son los principales
enemigos del comercio, según doctrina firme y constante de la autoridad. El uso
establecido se sirve de ellos, a la vez que se
esfuerza en eliminarlos del circuito comercial.
Cuando un navío entra en el puerto de Santa Cruz es
costumbre que durante nueve días el público puede acudir y comprar libremente de las mercancías que trae; sólo
después de transcurrido este plazo, el
maestre del navío puede disponer de su carga cediéndola
a algún comerciante o persona que no sea simple vecino. Además, está previsto que los mercaderes
extranjeros que navegan acompañando su propia mercancía,
no pueden dejarla para la venta a otro mercader
que no sea isleño, y que el revendedor no debe venderla De esta manera, el regatón está encerrado en un círculo
estrecho de ordenanzas y limitaciones,
cuyo primer objeto es evitar el encarecimiento y el acaparamiento de las
mercancías.
Pero no es posible eliminar a los revendedores: en primer lugar porque son los intermediarios obligados de los ausentes y de los habitantes de
otros lugares y, además, porque son
vecinos como los demás y, por consiguiente, pueden presentarse
a comprar libremente en los navíos desde el primer día de su llegada. Contra los odiados regatones se clama
hasta el pie del trono, pero inútilmente.
Al no poder cortar el mal de raíz, el Cabildo debe componer y estrechar el cerco, por ejemplo,
limitando el plazo de que disponen los
regatones para ejercitar sus artes nefandas, y obligándoles
a declarar sus compras en un plazo de 24 horas.
Pero nunca las leyes llegaron a ser tantas como las
maneras de burlar la vigilancia de la ley.
Algunos vecinos e incluso algunos regidores
intervienen directamente los barcos desde antes de su llegada al puerto,
saliendo con chalupas a su encuentro, desde que sus vigías lo han avistado; y de este modo, cuando ha fondeado el
navío, ya no queda nada que vender. El
Cabildo tiene que preverlo y prohibirlo todo.
Una provisión de
Las vendederas son otra pesadilla para la
administración. En lugar de despachar el
pan en lugares públicos, y preferentemente en la plaza prefieren despacharlo
en su casa, a escondidas, porque, cuando escasea,
no lo dan sino a los que les compran también algún cuartillo de vino.
Cuando venden uva, cabe sospechar que la han robado y, para evitarlo,
se manda que no la vendan sin tener cédula del dueño de la viña de
que la tienen comprada. Las que no tienen tienda puesta, no tienen el derecho de vender telas, porque todo cuanto se vende por varas debe
despacharse en las tiendas vigiladas por los diputados: pero ellas evitan la
ilegalidad que consistiría en medirlas en la calle, vendiéndolas por
retazos. Todo es traba y trampa; pero la venta indirecta es un mal necesario
y, a pesar de todo, el de las vendederas es buen negocio. Sus ganancias les permiten ayudar al rey con más de 9.000 reales de plata, en
1669, con motivo del donativo acordado por la isla.
Así como no puede impedir la proliferación de los
intermediarios, la administración no
dispone de medios suficientes para suprimir los fraudes; éstos florecen en los momentos de escasez, que son más frecuentes que los de holgura. Hay quien vende
frangollo fabricado a base de harina de
habas en las carnicerías roban los despojos o venden
machos acabados de castrar como si fueran castrados de verdad.
El jabón no es jabón, sino un masticóte de
cal y sebo que, a pesar de su mala calidad, se
vende al0
cuartos la libra, cuando vale menos de doce'. Los plateros mezclan cobre en la
plata, los cirieros ponen sebo en la cera y las fábricas
de cal de Tejina mezclan la cal con ceniza y tierra blanca del Portezuelo. Contra todo esto, el
Cabildo grita cuanto puede. No puede
mucho, porque él mismo vende caro y compra barato y, por otra parte, porque
aun no está clara en las mentes la idea del control a la producción.
Sin embargo, el mismo Cabildo ejerce sobre el
comercio una estrecha vigilancia, por medio de los diputados de meses o fieles
ejecutores, representantes de una triple tutela, de la postura, la inspección
y la intervención. La postura ha pasado por todas las vicisitudes que ya conocemos. La tendencia general de la política
del Cabildo es la de fijar los precios por
debajo de los reales, con la convicción de que una disposición de la autoridad es suficiente para conseguir el abaratamiento. La inspección periódica de las tiendas
tiene por objeto no sólo comprobar que los
precios de postura han sido respetados, sino también que la mercancía puesta a la venta se halla en buenas
condiciones y es apta para el consumo. En fin, la intervención, que no se puede
ejecutar sino en base de órdenes formales del
Cabildo, es la incautación de mercancías,
generalmente mantenimientos, que no venían destinados
a la isla y se hallan casualmente en el puerto, pero que se consideran de primera necesidad e indispensables en
algunos momentos de emergencia. Esta fórmula
de venta forzada, que es frecuente también en
otros puertos, se completa con la veda, o sea la prohibición de la exportación de ciertos productos de la
isla, en momentos en que escasean en el mercado local.
Otra forma de ayuda económica a las escaseces de las
islas era la posibilidad que se les dejaba
discretamente abierta, de comerciar con los enemigos en tiempos de guerra. La verdad es que este tráfico no era tan sorprendente entonces como puede parecer
ahora. El mismo gobierno español, que prohibía terminantemente el comerciar
con los enemigos, solía vender licencias en tiempo de
guerra, dejaba entreabierta la frontera
con Francia y dejaba cobrar a los comerciantes franceses sus ganancias del comercio con Indias, por la simple razón que
la actitud contraria habría perjudicado a los
intereses españoles más que a los franceses. Las
islas se hallan en la misma situación o, mejor dicho,
en una situación todavía peor. En los períodos de guerra, los canarios no pueden comprar ni vender: como la autarquía
no es posible, la autoridad local permite la continuación del tráfico, en la
medida de lo posible. Durante
la guerra de Sucesión, el gobierno real tuvo que reconocer que esta política era la mejor.
Una real orden del 16 de octubre de 1705 autorizaba a
los habitantes de las islas para que
embarcasen sus vinos en barcos propios o neutrales para cualquier destino, incluyendo los puertos enemigos, y
que admitiesen la importación de ciertos géneros enemigos, pagando un indulto de 7% a la hacienda real. Los géneros
autorizados eran los que normalmente se podían considerar como indispensables a
la economía nacional: la introducción
de alimentos, pescado, carne, manteca, madera y
cordaje quedaba autorizada para toda España; en 29 de septiembre de 1708 se permitió también la
introducción de géneros calificados de ilícitos.
Con pocas variaciones, esta pauta se siguió en Canarias casi hasta fines del siglo XVIII.
Las condiciones generales del mercado se reflejan
naturalmente en las condiciones particulares
del comercio de Santa Cruz. Al coincidir
su inexistencia administrativa con un tráfico importante, que hace entrar por su puerto todos los mantenimientos de la
isla, surge además un problema de
repartición de los mismos, que sólo el tiempo se encargó de resolver. En efecto, la administración del tráfico se hace
desde
A partir de 1559, había quedado establecido por un
acuerdo del Cabildo que de todo el pescado
que entraba por Santa Cruz, una quinta parte
debía quedarse abajo, para el consumo local, con excepción de la pesca que
entraba por Guadamojete, que debía subir a La Laguna sin sufrir merma alguna. Al aumentar la población de Santa Cruz en el siglo XVIIi, se aumentaron también las
necesidades y con ellas las cantidades de pescado
detenido en el lugar, al punto que en 1767 se pedía desde
En el último cuarto del siglo XVIII,
la
pugna entre la ciudad y su puerto se había
generalizado al punto de invadir también el más neutral de los terrenos, el
de los abastos. Santa Cruz guardaba para sí la mejor
parte de lo que venía de fuera. El Cabildo se vengaba poniendo
particular morosidad en los repartos de trigo procedente de sus propios,
escatimando la ración de los de abajo, cuando las importaciones no eran
suficientes. Se puede decir que laguneros y santacruceros sintieron la separación
hasta en sus entrañas. (Alejandro
Ciuranescu, Historia de Santa Cruz, 1998.t.11: 14 y ss.)
1605 agosto 8. El
Obispo católico Francisco Martínez de Cisneros, negoció la elevación a
parroquia el templo de Los Silos Tenerife, en su visita pastoral a la zona.
En
las primeras décadas del siglo XVI ya existió en Los Silos una ermita a
Esto
originó, en el pueblo, el deseo de contar con una iglesia propia, situada en el
centro del caserío. Con el deseo de dedicarla a
Fue
el 20 de septiembre de 1568 cuando se firmó, en San Pedro de Daute, escritura pública
entre los vecinos, D. Melchor Filguera y D. Amador Gil, y el representante del
obispado para conseguir la construcción del templo que en este momento contaba
con los cimientos abiertos
La
Iglesia quedó concluida en 1570, por lo que los vecinos comparecieron
nuevamente, esta vez en Buenavista, para solicitar del Obispo, Fray Juan de Azóloras,
la bendición del edificio. Por tanto, quedó adscrita a la parroquia de Buenavista
del Norte.
Los
vecinos rápidamente solicitaron su elevación a Parroquia desvinculada de La de
Buenavista y poder contar con cura establecido en Los Silos. Tales pretensiones
fueron contestadas enérgicamente por el párroco de los Remedios, ante esa
merma de su beneficio.
A
pesar de
ello el obispo D. Francisco Martínez de Cisneros, negoció tal petición en
su visita pastoral a la zona, en 8 de agosto de 1605. Esta vez se puso por condición que se realizaran nuevas obras
(instalar un coro y ampliar la capilla mayor) para darle un mejor aspecto de
iglesia parroquial.
El
entusiasmo del vecindario animó la construcción del coro en forma de tribuna,
a los pies de la iglesia, siendo los maestros de los trabajos D. Juan Jordán
“El Mozo”, carpintero de Garachico y D. Antonio Vargas que tuvo a su cargo
la parte de albañilería. Aún sin
cumplir la segunda obligación, ampliar la capilla mayor, el Obispo no tuvo
inconveniente para decretar el día 10 de septiembre de 1605, el nombramiento de
un sacerdote exclusivamente para Los Silos.
Una
vez fundada
Las
obras fueron complicadas, ya que se construyó un nuevo arco y gradas, de cantería,
realizadas por D. Juan Rivero; además se hizo un nuevo artesonado y algunas
puertas por el carpintero D. Juan Antonio Pérez, lo referente a la albañilería
estuvo a cargo de los oficiales D. Miguel Felipe y D. Juan Pérez. En 1680 se
volvió a reformar el arco de la capilla mayor, con los trabajos efectuados por
el maestro cantero D. Marcos de León.
Con
la edificación de las dos capillas laterales se completó la estructura de la
iglesia en su aspecto cruciforme.
En
1614 se fundó
La
capilla del Corazón de Jesús, simétrica a la anterior se edificó a finales
del siglo XVII.
En
la fachada principal se colocó en 1666 una lucida espadaña para coronar el
conjunto. Era de sillares, con dos vanos grandes para las campanas y uno alto más
pequeño que terminó el maestro cantero D. Cristóbal Báez.
A
espaldas de la capilla mayor se construyó, en la segunda mitad del siglo XVIII,
un camarín o sala alta; comunicado con el nicho de
En
1930 se realizó una enorme obra en
Sesenta
y nueve años después, es decir, en 1999 comenzaron las obras de restauración
que consistieron en: la restitución de la estructura originaria del templo en
su nave principal, con la disposición de la totalidad de la estructura de
cubierta nueva y cierre de los huecos de nueva apertura; reparación y
mantenimiento de volúmenes laterales así como de la fachada principal
diferenciándolos del resto del edificio mediante remate de cubiertas distintas
con alero y canalón de teja árabe; y demolición de la parte superior de la
torre dado el deterioro experimentado
Durante
el primer semestre del ano 2001 se colocó el pavimento de todo el interior de
Con
ello quedó terminada la restauración de la misma consiguiendo recuperar gran
parte de su estructura original, aspecto que contribuye al enriquecimiento del
patrimonio histórico de
1605
Octubre 21. Sepan qutos
esta carta vien como yo xptoval mayner maestre y patron que soy de mi
nabio nombrado sta mª de buena bentura questa surto y ancorado en el
puerto de las ysletas desta ysla de Canª de biage a pesqueria de berberia
otorgo por esta carta que tengo rreçividos de nicu[roto] ortiz mercader vezino
desta ysla çiento y çinquenta y seis rreales pª forneçimiento del dho mi
nauio por lo qual a de aber la quar[roto] pte de lo que a de aber vn
marinero de soldada q baya y benga a la dha pesqueria y de la dha cantidad de çiento
y çinquta y seis rreales me doy por contº y entregdo a
mi boluntad rrenº las leyes del entrego prueba y paga como en ellas se contiene
y el dho niculas ortiz corre el rriesgo desta cantid[roto]obre el dho nauio
fletes y aparejos [roto] todo lo [roto] ypoteco al susodho para la paga y
siguridad del prinçipal y ganançias expresamente pª no benderlo ni
ennaxenarlo en manera alguna hata que primero y ante todas cosas el dho
[roto]culas ortiz sea enterado del dho [ilegibles dos líneas] benido que
sea de pesqueria a qualquier pte y lugar donde apostare con el dho my
nauio dentro de ocho dias despues de aber descargado y con el rriesgo el dho
niculas ortiz sobre el dho nauio como esta dho tiempo de vte y quatro
oras despues que hubiere surgido en qualquier puerto de buelta de pesqueria y no
viniendo a esta ysla dare el dho prinçipal y ganançias a andres hrrs vzno
desta ysla de Canª q ba en el dho mi nabio cunº del dho [roto]las ortiz el
qual le entregare sin que tenga poder el susodho sino solo con un tanto desta
scriptuª y pª cumplir lo en ella contenido obligo mi persª y bse
rrayzes y muebles auidos y por aber y doy poder cunpdo a las justª
de su magd donde esta escriptuª se presentare a cuyo fuero e jurisdiçion
expresamte me someto y rrenº mi propio fuº y jurisdiçion
domisi[roto] y vezindad y la ley sit com benerid de jurisdiçion onivn judicum pª
que me mden guardar lo aqui contdo como si fuese sentiª
difiª de juez compete passda en cosa juzgda
rrenº las leyes de mi fabor y la que defide la genªl rrenon
de ley se ffª la carta en canª a veynte y un dias del mes de otue año
del sor de mill y seisçientos y çinco años y el otorgte
a quien yo el scrivº doy fee que conozco lo firmo de su nre
siendo testigo Xptoval myn de aguiar y myn de bera y santo domingo vsº desta
ysla
Cristoual
mainer. passo ante mi ranco suares, scrivº pco
(Rosa
Mª González Monllor y José A. Samper Padilla).
Noviembre de 2011.
*
Guayre Adarguma Anez Ram n Yghasen.
» Continuará...