FEMÉRIDES
DE LA NACIÓN CANARIA
UNA
HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO
COLONIAL, DÉCADA 1591-1600
No contentos con estas medidas del Cabildo, los vecinos de la isla se dirigieron a Felipe III con una representación firmada por Andrés de Azoca y Vargas, Francisco Sarmiento, Salvador Fernández de Villarreal y otros cincuenta vecinos más, quejándose del abandono de la isla, que estaba sin fortificar, y pidiendo al Rey por merced el retorno del capitán Juan de Espinosa "como fortificador" de la isla de Tenerife, cuyo gobierno había desempeñado con anterioridad (1609-1615).
Parece ser que estas demandas y quejas dieron por
fruto dos Reales cédulas del año 1621, ordenando
diversos reparos en el castillo de San Cristóbal. Para ello se reunió el Cabildo, designó diputados de fortificáplanes; mas a decir verdad, no se progresó en materia de
fortificación ni en este año ni en los
inmediatos.
Desde esta fecha última hasta 1640 reina casi
absoluta oscuridad, siendo probable sin embargo que. de tal
período de quince años date la construcción
del castillo del Santo Cristo de Paso Alto, que ya se hallaba edificado en 1655,
que tuvo una actuación brillantísima dos años más tarde
con ocasión del ataque da Robert Blaka y que se
hallaba muy necesitado de reparación en 1666, según informes originales del
ingeniero militar don Lope de Mendoza. Nos basamos para hacer la afirmación anterior
en qus son muchos los indicios para creer que
precedió en su construcción al de San
Juan, cuyas obras se iniciaron en 1643.
La oscuridad nace de que su construcción se hizo a
expensas de la Corona, no quedando, como es
natural, rastro de las obras en los Libros de Acuerdos del Cabildo de
Tenerife. El edificio resultante fue una construcción
poderosa, la segunda en importancia del puerto, que enlazaba con las estribaciones rocosas del cerro de la Altura,
cerrando el paso a todo posible enemigo que hubiese
desembarcado al norte de la plaza. Su primitiva
planta era de forma bastante irregular, penetrándose en el edificio
por una rampa que conducía a la puerta de comunicación con la plataforma
o plaza de armas. Esta se hallaba limpia de edificaciones anejas en
la parte que miraba hacia el mar, sólo utilizada para el juego de la artillería,
siendo maciza y terraplenada y toda ella con pavimento de piedra.
La espalda de la fortificación era de dos plantas: una superior, a la plaza de
armas, y otra inferior, repartiéndose entre ambas las distintas
dependencias del castillo. En la planta inferior, a la que se descendía por
medio de dos escalerillas, estaban la capilla, los alojamientos para la tropa,
el calabozo, el almacén de la pólvora y pertrechos, las caballerizas, el
pajar, el pozo, etc., y en la planta superior el alojamiento del castellano y
los oficiales, la cocina y despensa, unos tinglados y, flanqueando la puerta,
el cuarto del sargento, el cuerpo de guardia y el almacén de pertrechos de
artillería.
La fachada exterior era de sillares en la base y de
mampostería en el resto, -Estando coronada por
un amplio pretil de piedra, en el que se abrían algunas almenas y con algunas garitas voladas. El alcaide de este castillo fue siempre de nombramiento real, con
intervención de los capitanes generales,
y la fortaleza fue utilizada como prisión militar durante dos siglos
sucesivos.
Después de la construcción del castillo de Paso
Alto, la tercera fortaleza con que contó
el puerto de Santa Cruz de Tenerife fue la de San Juan Bautista, en la caleta de Negros, cuya construcción
fue definitivamente acordada en 1641,
con motivo de la guerra con Portugal, mandando en el
Archipiélago el capitán general don Luís Fernández de Córdoba y Arce.
Para ello encontró el capitán general un diligente
colaborador en el capitán a guerra y
corregidor de la isla, don Juan de Urbina y Eguiluz,
caballero de la Orden de Santiago, de cuya actuación
el Cabildo de Tenerife quedó tan
satisfecho que el 12 de junio de 1643 escribió al Rey una carta pidiéndole la prorrogación en el mando de la
isla. De esta carta deducimos que no fue
cierto que en 1643 ya estuviese finalizado el torreón, los regidores afirman en ella que Urbina "estaba
haciendo una fortaleza
en la caleta de Negros, muy necesaria; sitio por donde se conquistó la isla, y aunque ha muchos años que se deseaba, hasta
el presente no e había puesto en
ejecución". Parece ser que Urbina tuvo a su vez otro entusiasta colaborador en la persona del sargento
mayor de Tenerife, don Juan Fernández
Franco, veedor de las obras de la fortaleza, según consta de una "Relación
de méritos" que se conserva en el Archivo e la Real Sociedad Económica de Amigos del País, de
Tenerife.
Si las obras no se terminaron en 1643 no debieron
tardar mucho tiempo más en darse por rematadas,
ya que a partir de esta fecha fueron designados por el Cabildo para el castillo de San Juan sus alcaides
fijos, siendo el primero elegido, para el año 1644, el
regidor y capitán don Lope Ponte del Hoyo.
También en este mismo año de 1643 el Cabildo hizo
conocer al rey don Felipe IV,
por boca de su mensajero don Fernando de Castilla, cómo
había construido "dos
fuertes"—San Juan y el castillo de San Felipe, en el
Puerto de la Cruz—proveyéndolos a ambos de artillería, por lo que le suplicaba
que los 22 soldados de guarnición fija que los mismos necesitaban,
fuesen pagados del sobrante de los arbitrios establecidos para el pago
de los 60.000 ducados del donativo de 1641 (pagaderos en doce anualidades,
a razón de 5.000 ducados).
Con motivo de esta demanda, el Rey pidió informe al
capitán general Fernández de Córdoba, por Real
cédula de 19 de octubre de 1643, sobre el plan de construcciones realizado, el dinero invertido en ellas y
cuantía de los arbitrios cuyo excedente
se solicitaba; mas ignoramos en cambio la resolución que pudiera recaer sobre esta petición tan justa de la
isla de Tenerife.
En cuanto a la fisonomía de la torre de San Juan
Bautista (distinta de la actual, ya que
fue rehecha en 1766), ésta era en su origen una torre casi circular, sobre planta mixtilínea, muy
semejante a la de Santa Ana, de Las Palmas. Era
toda ella de cantería y estaba totalmente terraplenada hacia el mar,
mientras las dependencias se alineaban en el frente terrestre.
Eran las más importantes el alojamiento del
castellano, el almacén de la pólvora y repuestos de guerra y la vivienda de
los soldados. El acceso a la torre se hacía
por una recia escalera de piedra, separada de sus muros por un puente levadizo de madera. De las dependencias antes citadas partía, a su vez, la escalera de acceso
a la plataforma, toda ella enlosada de
piedra y con parapetos, almenas y troneras.
Ninguna otra fortificación de importancia se
emprendió en Santa Cruz de Tenerife en la
etapa que estudiamos, que tiene su límite cronológico en 1655.
En el resto de la isla, los progresos tampoco fueron
muy sensibles. Bien es verdad que por la Real cédula
de 17 de octubre de 1600 —conforme
hemos dicho—se ordenó construir una torre en San Pedro de Daute,
y otra en el puerto de La Orotava, de acuerdo
con los informes de To-rriani;
pero no es menos cierto que la orden no se cumplió en ninguno de sus
extremos.
No obstante esto, el Puerto de la Cruz contó con
algunas rudimentarias fortificaciones, a manera
de baluartes y parapetos, para emplazamiento
de algunas piezas de artillería y protección de las milicias. Consta positivamente que el regidor Antonio Franchy
Luzardo, así como su hijo Juan Francisco, se preocuparon por la defensa
del lugar y construyeron las obras
antedichas, como asimismo consta también qua el regidor
don Francisco Suárez de Lugo y Ponte fabricó a su costa murallas y trincheras en el Puerto de la Cruz y reparó las
piezas de artillería emplazadas en el mismo.
Sólo que, como estas obras eran provisionales y endebles, tenían una utilidad momentánea y
desaparecían sin dejar rastro en breve plazo de
años.
Cuando el capitán general Andía Larrazábal
recorrió la isla, señaló como puntos más
necesitados de fortificación el "Puerto Viejo", en La Orotava, y la caleta de Interián,
en Garachico; mas las cosas continuaron por
algunos años en su misma y deplorable situación.
Parece ser que al visitar la isla en 1634 el capitán
general don Iñigo de Brizuela, acompañado del ingeniero Próspero Casóla,
fue escogido por ambos el lugar definitivo
para emplazamiento de la futura torre de San Felipe.
Las obras no se iniciaron, sin embargo, hasta 1641, siendo capitán
general don Luís Fernández de Córdoba y corregidor y capitán a guerra don
Juan Urbina y Eguiluz. Estas se llevaron a cabo con
más lentitud que las del castillo de
San Juan Bautista, en Santa Cruz de Tenerife,
ya que si bien Urbina levantó buena parte de sus muros, la construcción no fue
rematada hasta el año 1655, en cuyo mes de diciembre se dieron por finalizadas las obras por el capitán general don
Alonso Dávila y Guzmán.
En lo que respecta a el lugar escogido para el
emplazamiento no hubo ninguna novedad, pues
ya en la visita de don Alonso Pacheco se señaló el junto indicado u otro muy próximo, por cuanto se
acordó "que se hiciese un cúbelo
en una montaña larga que está junto a dicho puerto y caleta, la qual
es entre la caleta que dicen del "Burgao"
y la caleta del Puerto por ser lugar que se
toma, una caleta e otra".
El castillo se emplazó definitivamente en la margen
derecha del barranco de San Felipe, de donde le
vino el nombre, en una punta que cierra
por el sur al Puerto Viejo, siendo una modesta construcción de mampostería de planta casi cuadrada, análoga a la del
castillo de San Miguel le Garachico.
Más tarde se le añadieron algunas otras dependencias y garitones,
que no alteraron sensiblemente su fisonomía.
En cuanto a las otras dos fortalezas restantes: la de
San Miguel, de Garachico, y la casa-fuerte,
de Adeje, no sufrieron cambios en su estructura, sin
que jamás se levantase el fuerte ordenado construir por la Real Cédula de 17
de octubre de 1600 en San Pedro de Daute. Sólo
tenemos notia
de una "plataforma", ordenada edificar en Garachico,
en 1643, por el corregidor Juan de Urbina
y Eguiluz, sobre cuya situación y particularidades carecemos de la necesaria información.
Todos estos castillos reseñados contaban a mediados
del siglo XVII con la siguiente artillería. En
Santa Cruz de Tenerife: el castillo de San Cristóbal,
estaba defendido por quince piezas de artillería de bronce (las de más potencia disparaban balas de
En cuanto a los castillos de Garachico,
Adeje y Puerto de la Cruz, el primero contaba con tres piezas de artillería de
bronce, diecisiete de hierro (la que más de
En cuanto a las alcaidías de los castillos, después
de las turbulencias y coacciones que
caracterizaron el mando del capitán general don Luís de la Cueva y Benavidss, todo volvió otra
vez a su cauce normal. El lector recordará cómo
el largo pleito entre el capitán general y el Cabildo fue fallado en 1592, por una Real cédula de 20 de
septiembre, a favor del último, pues el Rey
confirmó a este organismo en el uso y disfrute de todos sus anteriores privilegios, sin otra obligación que dar cuenta
al capitán general del resultado de las elecciones.
Las primeras elecciones libres fueron las de
1593; y en 1594, fecha del nuevo cambio político,
obtuvo la alcaidía del castillo de San Cristóbal Francisco de Alzóla
Vergara.
Los siguientes caballeros hijosdalgos: Hernando del
Hoyo (1595), Alonso de Llerena Carrasco de Ayala (1596 y 1597), Lope de Azoca
Recalde (1598 1599), Juan Carrasco de Ayala
(1600), Hernando del Hoyo (1601), Pero Fernández de Ocampo (1602), Juan Manuel Gudiel
(1603), Francisco Pérez de Cabrejas
(1604 y 1605), Luís de San Martín Cabrera (1606 y 607), Gaspar de Ocampo (1608), Juan de Mesa (1609),
Luís de San Martín Cabrera (1610), Juan Pedraja
del Castillo (1611 y 1612), Juan Carera Real (1613), Simón de Azoca (1614 y 1615), Luís
de San Martín Cabrera (1616 y 1617), Francisco
Fusco (1618 y 1619), Antón Fonte Spínola
(1620), Pedro Fernández de Ocampo (1621), Juan de la Haya 1622), Juan de Ocampo Sarmiento (1623 y 1624), Diego
de Mesa y Aya-la (1625), Francisco de Molina Quesada (1626), Agustín
de Mesa (1627), Martín de Ascanio (1628), Alonso de Llerena Carrasco (1629),
Hernando Esteban de la Guerra (1630), Lope Fonte
(1631), Francisco Sarmiento 1632),
Miguel Jerónimo Interián (1633), Juan Pérez de Hemerando
(1634), Juan de Mesa (1635), Lope Fonte (1636
y 1637), Miguel Guerra de Quiño-es (1638), Lope Fonte
(1639 y 1640), Pedro Carrasco Ayala (1641), Lope Fonte (1642), Bartolomé de Cabrejas
(1643), Alonso de Llerena Cabrera 1644),
Lope Fonte (1645), Pedro Fernández de Ocampo
(1646), Felicia Gallegos (1647), Agustín
de Mesa (1648), Francisco de Cabrera San Martín
(1649), Jerónimo Boza de Lima (1650), Lope Fonte
(1651 y 1652),
Domingo
García Valdés
(1653) y Pedro
de Vergara Alzóla
(1654 y 655).
En esta etapa conviene destacar, por lo que respecta
a las elecciones de alcaides, la Real cédula de 17 de septiembre de 1640, que
recordaba 1a puntual
observancia de lo anteriormente dispuesto, sobre que no se ludiesen
conferir a forasteros las plazas de castellanos de la fortaleza de
Santa Cruz.
En cuanto al nuevo castillo de la marina de Santa
Cruz, el llamado de San Juan Bautista, ya dijimos
cómo desde 1643 el Cabildo se arrogó la facultad de nombrarlos, cosa para la que no fue autorizado por Carlos
II hasta
1684 por Real cédula de 17 de enero. Desempeñaron este cargo
en la etapa que reseñamos los capitanes siguientes: Lope Fonte
(1644), Pedro Carrasco (1645), Simón
de Valdés y Castilla (1646), Juan Tomás
Baulen (1647), Jerónimo Boza de Lima (1648),
Francisco de la Coba (1649),
Bernardino del Hoyo (1650), Matías Machado Spínola
(1651), Alonso de Llerena Calderón
(1653), Tomás Pereira de Castro (1654) y Pedro Romero Fresneda (1655).
Más complicadas fueron las designaciones para la
alcaidía del castillo de San Miguel, de Garachico.
Ya dijimos cómo el Cabildo, después de las incidencias
que hemos conocido, posteriores al fallecimiento de Fabián Viña
Negrón, su alcaide vitalicio, decidió pedir a Felipe II la gracia de poder usar de la misma facultad de que disfrutaba
para elegir alcaide en el castillo de San
Cristóbal, de Santa Cruz de Tenerife, y que esta demanda provocó la Real cédula de 20 de mayo de 1592,
por la que se pedía informe sobre el
particular al capitán general don Luis de la Cueva y Benavides. Ignoramos si éste fue evacuado o no y en qué términos en
el primer caso; mas lo cierto fue que no hubo resolución por parte de la Corona y que las cosas continuaron en el mismo ser
y estado anterior, siguiendo el Cabildo
en el uso de una facultad para la que no estaba previamente autorizado.
Al
verificarse las elecciones libres en 1592, fue designado alcaide de Garachico,
sin salario, Antón Fonte (1593), a quien
reemplazaron, sucesivamente, Pedro de
Vergara (1594), Alonso del Camino (1595) y Pedro de
Vergara (1596).
En este último año, y en la sesión de 17 de junio
de 1596, el Cabildo de Tenerife decidió introducir
importantes cambios en la designación, ido que durante el
plazo de seis años fuese alcaide del castillo de Garachico
Juan Mateo Viña, el hijo natural del fundador. El Capitan
Dara que no fuese olvidada esta facultad propia suya,
hizo constar en acta, el 31 de noviembre de
1598, que expirados los seis años del acuerdo,
volvería a designar alcaide libremente. Sin embargo antes del plazo señalado—quizá
por muerte de Juan Mateo Viña—, el acabildo volvió a recuperar su facultad designando alcaide,
a mediados de
Pedro González de Gallegos,
como recordará el lector, este sobrino
político del fundador, Fabián Viña Negrón (por
estar casado con doña Catalina de Gallegos, hija del hermano de este Nicolás), y había
aspirado
Pedro González de Gallegos, que había ganado antes
a su causa al gobernador y capitán a guerra
Juan de Espinosa, reclamó la inmediata posesión del fuerte, que la fue dada por aquella autoridad el 26 de
marzo de 1612, "y el dicho capitán Pedro González
de Gallegos—reza el acta que de ella se
tomó—, en señal del dicho entrega y posesión, cerró y abrió la puerta por donde se entra en el dicho fuerte y
quedó en sus manos la llave della y se nombró alcayde
del y lo pidió por testimonio".
El Cabildo de Tenerife recibió, como era de esperar,
con mal disimulado enojo el paso dado por González de Gallegos, abusando de
su confianza y con no menos "siniestra intención"
de la que había hecho uso su primo Bartolomé de
Cabrera Perdomo en 1584, así es que apoyándose en el texto de
la Real cédula de 20 de mayo de 1592, pretendió remover al
nuevo alcaide impuesto, eligiendo otro en 1613; pero el gobernador Juan Espinosa supo poner su fuerza en amparo del desposeído alcaide "legítimo",
conminando a que no se le inquietara en la posesión del castillo de Garachico bajo pena de
50 ducados.
Las graves desavenencias existentes entre el
gobernador Juan Espinosa y el Cabildo no
hacían sino atizar leña al fuego de la discordia, aumentada ahora con la anterior providencia. Este acordó reunirse para
tratar del que se juzgaba grave asunto, en Cabildo general, el 30 de noviembre de 1613, y oído el dictamen del letrado
Francisco García, los regidores decidieron
apelar de la resolución gubernativa ante el teniente, licenciado
Rada, fundándose en que en el "memorial" de González de Gallegos
al Rey no había resplandecido la verdad al hacer la relación de los hechos.
Entonces, a instancia del alcaide de Garachico, el
gobernador trató de obstaculizar
los propósitos del Cabildo, reclamando los autos para sí
y decidiendo, después de ratificar la anterior decisión, remitir el expediente
de diligencias a la corte para la resolución definitiva.
Para más complicar la situación, los herederos de
Juan Mateo Viña terciaron en la discordia, reclamando la castellanía su yerno,
el capitán Francisco Molina Quesada; pero tropezaron con la propia oposición
del alcaide González de Gallegos, que hizo
recordar a sus parientes la ilegitimidad de
Juan Mateo Viña.
El Cabildo tampoco se dio por
vencido, y aprovechando el cese de Espi-nosa
como gobernador, nombró, en 1616, alcaide a Salvador Afonso
de Gallegos, a quien
quiso darle posesión del fuerte el teniente licenciado Juan de Salinas Medinilla en medio de la tenaz
resistencia del titular "legitimo".
Cuando esto ocurría, ya el rey Felipe III
había fallado el litigio, pues por
Real cédula de 18 de septiembre de 1616, dirigida al gobernador don Melchor
Ruiz de Pereda, el monarca español, atendiendo a las razones puestas por Pedro
González de Gallegos y a los informes del gobernador Juan de Espinosa sobre la
actuación de Fabián Viña y sobre la condición
de mejor y único heredero del alcaide González de Gallegos, contaba
la anterior Real cédula de 1611, ordenando de manera terminante le nadie le contradijese en la tenencia.
Pedro González de Gallegos debió tropezar, no
obstante, con alguna resistencia por parte
del Cabildo, ya que la anterior Real cédula fue reiterada nuevamente el 22 de
noviembre ds 1617, cesando entonces el alcaide del Cabildo para ese año, Juan Francisco Jiménez,
y dándole definitiva posesión de la
alcaidía a Gallegos el teniente licenciado
Juan Salinas
Medinilla.
De esta manera, Pedro González de Gallegos estuvo en
la pacífica posesión de su cargo hasta el año
de 1623, en que falleciendo sin dejar sucesión
masculina, volvió a usar el Cabildo de su antigua y oscura facultad, porque no se apoyaba como en Santa Cruz de
Tenerife en una exp cita
y auténtica disposición regia.
No
obstante, la elección recayó en su yerno don Alonso del Hoyo Cal derón,
que ejerció dicho cargo desde 1624 hasta 1634. Después de e: fecha, y por
causa de su muerte, fue designado alcaide don Cristóbal Ponte
y Hoyo, quien regentó la plaza entre los años 1636-1639.
Más adelante el Cabildo optó por las elecciones
anuales, con reelección en determinados
casos, ocupando el cargo los caballeros hijosdalgos guientes:
Alonso de Ponte Ximénez (1640), Niculoso
de Ponte y Cueva (1641), Francisco de Mesa (1642),
Melchor López Prieto Deza (164 Gaspar de Alzóla
(1644 y 1645) , Niculoso de Ponte y Azoca (1646) ,
Gaspar de Ponte Ximénez
(1647), Cristóbal de Hoyo Calderón (1648), Pedro Interián
(1649), Jerónimo Fonte Pagés
(1650), Juan de Castro Vim (1651), Cristóbal de Ponte Xuárez Gallinato
(1652 y 1653), Sebas: Prieto (1654) y García del Hoyo Alzóla
(1655) , descendiente directo último de Nicolás Viña Negrón, el hermano del
fundador del castil! heredero de sus derechos.
La alcaidía de la Casa-fuerte de Adeje
seguía vinculada a la familia de Ponte, que
ejercieron durante esta etapa don Pedro de Ponte y gara
(nieto del fundador) , don Bartolomé de Ponte y don
Juan Bautista de Ponte, caballero de Santiago,
primer señor y marqués de la villa Adeje.
En cuanto a la nueva torre de San Felipe, en el
Puerto de la Cruz el cargo de castellano se
convirtió en anejo del de alcalde pedáneo de dicho puerto, cuya elección se
hacía todos los años el 6 de enero, de a do
con la Real cédula de 28 de noviembre de 1648, que elevó a La Orotava a la
condición de villa exenta, con jurisdicción propia, independiente de la ciudad de La Laguna. El texto de esta
disposición lo decía a las claras:
"Siendo mas conveniente que el Puerto de la Orotava, de la isla, sea
conservado y defendido por sus mismos ilustres fundadores, que no por aquellos portugueses, ingleses,
franceses y catalanes solo se avecindaron alli en
calidad de comerciantes, nombrará la Orotava anualmente un alcalde pedáneo caballero hijodalgo notorio y vecino al mismo tiempo tenga a su cargo el cuidado de lasmuniciones y pertrechos con que los vecinos de la villa tenían defendida a esta." La elección la llevarían a cabo, en
presencia del corregidor o de su
teniente en La Orotava, dos regidores, dos caballeros hijodalgos
no-torios y dos vecinos insaculados entre el común, y había de
verificarse precisamente "el día de los
Santos Reyes", expidiéndole el título para el ejercicio del cargo el corregidor de la isla.
Con anterioridad a esta disposición parece ser que
el Cabildo nombró en 1644, al regidor
don Juan Antonio de Franquis, encargado de las fortificaciones del Puerto de La Orotava, pero sólo a
partir del año 1651, el que el capitán
general don Alonso Dávila y Guzmán dio en el mes de abril posesión
a La Orotava del título de villa exenta y entregó al licenciado don Luís González Román, nombrado por el
Rey, la vara de justicia como teniente (después de
haber obtenido La Orotava, en litigio con La Laguna, sobre carta de privilegio por Real cédula de 4 de
diciembre de 1650), empezaron las
elecciones y nombramientos a tener el carácter de
regularidad ordenada.
De esta manera desempeñaron la alcaidía del
castillo de San Felipe del Puerto de la Cruz: Lorenzo Perera
de Ponte y Lugo (1651 y 1652), Diego Benítez de Lugo (1653), Benito Viña (1654) y
Alonso Calderón 655). (A. Rumeu
de Armas, t.3. 1991:91 y ss.)
Agosto
de 2011.
*
Guayre
Adarguma Anez Ram n Yghasen.
--»
Continuará...