FEMÉRIDES
DE LA NACIÓN CANARIA
UNA
HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO
COLONIAL, DÉCADA 1591-1600
CAPÍTULO
XX (XII)
Guayre Adarguma
*
1600. Un temporal destruye el primer puerto de Añazu n Chinech (Santa Cruz
de Tenerife), llamado así por los invasores por el madero cruciforme que los
castellanos traían consigo en el momento de la conquista de
La única entrada a Añazu (Santa Cruz) para los que llegaban por primera vez a la isla resultaba en extremo pintoresca.
El muelle era pequeñito, -ya que sólo
llegaba a donde hoy empieza a perfilarse el espigón de la nueva dársena
comercial-, y en él había algunas instalaciones notables. Una de ellas, la
marquesina, y otra, el "pescante". Que era una especie de grúa pequeña,
montada sobre un tambor de la muralla, frente a la marquesina, y que servía
para elevar desde las falúas y depositar sobre el muelle los equipajes y cargas
menores. Las escaleras de acceso desde el mar al muelle se llamaban
"platillos". Los primeros estaban en la misma zona de atraque de las
falúas, los segundos un poco más allá. Y era prueba de natación para los bañistas
de la "playa de Ruiz" llegar hasta ellos, como luego se verá. También
estaban sobre el muelle los Almacenes de Ruiz, de la familia Ruiz Arteaga, sobre
la playa de su nombre, de la que acabo de hablar, y enfrente los tinglados del
tranvía, para depositar las cargas transportadas por él;
El Castillo de San Cristóbal era una construcción curiosa, que estuvo en pie
hasta el año veintitantos, en que fue derribado para formar, sobre el solar, la
actual Plaza del Cabildo.
1600.
Un temporal arrasó con todo lo que quedaba del muelle de Añazu n Chinech
(Santa Cruz de Tenerife). Ya en los primeros años del s XVII se encarga la
construcción de un nuevo muelle en otro lugar. Esta vez se designó la peña
que cerraba
1600.
Siendo Gobernador General virrey de esta colonia y Presidente de la Real
Audiencia el General Luís de la Cueva y Benavides, por convenir así al mejor
servicio del Rey de la metrópoli y al suyo propio, dispuso se construyeran en
las playas del Puerto de San Marcos de Icod, Chinet (Tenerife) varias fragatas y
bergantines de guerra, y escogió para ello este lugar de Icod por la seguridad
de su bahía y la abundancia de maderas en sus bosques. Estos eran riquísimos
de arboleda y encontrábanse muy cerca de la población. A unos mil metros,
aproximadamente de la última casa habitada, está el paraje en que se cortaron
las maderas, que transportadas a la playa de San Marcos, sirvieron de materiales
al enjambre de Maestros de ribera, calafates y demás gente de la industria de
construcciones navales que trajo de la Isla de Tamaránt (Gran Canaria) el
General Benavides, durando la fábrica de las embarcaciones guerreras casi un año,
en cuyo tiempo permaneció alojada en el Lugar de Icod de los Vinos la gente de
guerra y de Arte que se ocupó en estas faenas.
El
paraje en que se hizo la corta, quedó limpio de pinos y se roturó después,
plantándolo de viñas y dedicándolo a la siembra de frutos, pero ha conservado
hasta la fecha el nombre de Corta de la Naos
1600.
Los colonos y criollos establecidos en Canarias cuando no pueden robarlos
comercian con pueblos del continente en territorio situado entre el sur del río
Senegal y Angola, incluyendo en el mismo el archipiélago de Cabo Verde, que era
colonia portuguesa.
El
comercio con Cabo Verde convirtió a Canarias en un puerto importante en el tráfico
a gran escala. Así, navíos procedentes de
El
elemento sustancial de este tráfico, eminentemente esclavista aun cuando se
conseguían otros artículos como cueros, ámbar, sebo y sal, era el vino isleño,
y debió de ser bastante importante para llamar la atención del juez castellano
de Indias, y por supuesto de los historiadores de la colonia. El procedimiento más
usual en este trato consistía en la participación individual del cargador, que
si la ocasión era propicia se asociaba a otros compañeros.
La
asiduidad de este comercio se refleja en los datos que poseemos. Entre 1600 y
1625, sólo desde Tamaránt (Gran Canaria), se registra la salida de 24 navíos,
casi uno por año; esto indica la regularidad del tráfico y la rentabilidad de
este comercio que daba salida a buena parte de los frutos isleños. El beneficio
sería aún mayor si tomamos en cuenta el fraude y el contrabando a que tan
aficionados eran los colonos y criollos y que de forma continuada estuvieron
presentes y que tanto preocuparon a
El
mercado de Cabo Verde ofrecía un centro exportador de esclavos pero conllevaba
un sistema impositivo muy pesado del cual los colonos y criollos canarios
escaparon mientras pudieron. Por ello el colono en canaria prefirió la vía del
rescate directo sin intermediarios en la costa de Guinea. Así, desde muy
pronto, los colonos establecidos en la islas intervendrán en el comercio de
esclavos con Guinea para llevarlos directamente a las colonia españolas en
La
intensidad de las expediciones de asalto de los colonos canarios a Guinea se
centra en la segunda mitad del siglo XVI; en este período de tiempo al menos
hasta 1587, partieron de las islas con destino a Guinea 47 expediciones. No
obstante, en fechas anteriores existió un comercio clandestino entre Guinea y
Canarias y la propia Península Ibérica, no excesivamente conocido, pero que
nos sitúa en precedentes claros con respecto al tráfico esclavista de los españoles
en el atlántico. Andalucía dio la pauta en este sentido en Canarias se siguió
como norma, aunque la intervención real castellana intentó limitar y cortar
este tráfico que ere monopolio de Portugal, pero fue difícil. (Manuel Lobo
Cabrera-Elisa Torres Santana; 1991)
1600.
[…] Lógico hubiera sido que, al
perder Inglaterra uno de sus mercados de abastecimiento con
Si
el tercer Pacto de Familia trajo otra vez la guerra y produjo el período de máxima
depresión en las relaciones anglo-canarias, la firma de la paz en París no
vino a representar reanimación alguna al respecto.
El
21 de noviembre de 1764, el síndico personero don Lorenzo Salazar y Frías,
ante un cabildo extraordinario reunido en La Laguna, lee una representación
sobre la misérrima realidad de la isla frente a la anterior centuria. Sin
proponer soluciones, se limita a constatar que, careciendo de industria propia y
obligados a cubrir necesidades de primer orden mediante la importación, el
mercado interno no podía significar mucho para la prosperidad de las capas
dominantes. Este llamamiento agónico y la amplia discusión que le sigue,
terminaron únicamente con el acuerdo de enviar como representantes ante el rey,
para seguir combatiendo por romper el cerco que bloqueaba el mercado exterior, a
los marqueses de la Villa de San Andrés y de Villanueva del Prado.
Por
tales requerimientos, el 6 de mayo de 1765 confía Grimaldi al embajador en
Londres, príncipe de Masserano, la misión de conseguir el libre transporte de
nuestros vinos a las colonias inglesas, sin escatimar esfuerzo alguno. Desde el
30 de agosto de ese año hasta el 14 de abril de 1769 en que se le da una
respuesta negativa, el príncipe presionó sobre los distintos secretarios de
Estado y elaboró varias memorias. En una de ellas, presentada al Parlamento,
merece destacarse la protesta que formula por el nuevo impuesto de cuatro libras
por cada pipa embarcada en Inglaterra con rumbo a las colonias, destinado a
mantener fuerzas militares y defensas contra eventuales ataques.
Masserano,
cuando informó a Grimaldi de su fracaso, le señala como razón de fondo el
temor inglés de que los franceses, aliados de España, hicieran pasar sus géneros
clandestinamente por la puerta que se abriera para Canarias. (Antonio
Bethencourt Massieu, en: Millares Torres, 1997:145-6)
1600
Octubre 17. Por Real Célula, el Rey
señalaba 5.500.000 maravedís para fortificar la isla Tamaránt (Gran Canaria),
ordenando que el dinero se guardase en un arca de tres llaves que tendrían
respectivamente el Gobernador colonial de la isla, y los empleados de la metrópoli
el Veedor de la gente de guerra y el Pagador, estableciendo a favor de la isla
un derecho de prelación en las construcciones con respecto a las demás, por
haber sufrido la última invasión, señalando además el orden de preferencia
que era, primero reparación del Castillo de Santa Ana, segundo atrincheramiento
de la playa, tercero construcción del Castillo de San Francisco y cuarto
amurallamiento de la ciudad, todo de acuerdo con los planos de Leonardo
Turriano.
En
1601 llegó a la ciudad D. Gerónimo de Valderrama y Tovar, y siguiendo los
planos del Ingeniero de S.M. Comendador Mayor de San Juan de Jerusalén Fray
Tiburcio Spanochi, se abrieron los cimientos del Castillo del Rey o de San
Francisco del Risco y se levantaron con más solidez la Torre de Santa Ana,
Castillo de la Luz y Muralla Norte hasta el Castillo de Mata; D. Luís de
Mendoza y Salazar que tomó posesión del mando en 1607 continuó la fortificación
de la montaña de San Francisco y construyó en el extremo izquierdo de la
explanada la batería que se llamó de la Plataforma o Punta de Diamante. (En:
José María Pinto y de la Rosa. 1996)
1600
Octubre 17. En la segunda mitad del
siglo XVI estuvo en el archipiélago el ilustre Ingeniero Militar Leonardo
Turriani quien propuso introducir algunas modificaciones en el Castillo de San
Cristóbal, y por Real Cédula de 17
de Octubre de 1600 se ordenaba se llevasen éstas a cabo y se edificara un
castillo en Paso Alto y otro en Puerto de Caballos, así como una Torre en el
Puerto de la Orotava y otra en San Pedro de Daute. En el archivo del antiguo
Cabildo de la isla se hallan una serie de documentos relacionados con las
fortificaciones que se copian y nos ha facilitado el Doctor D. Leopoldo de la
Rosa Olivera.
En
el archivo de Acialcázar existen unos extractos de las actas
del Cabildo de esta isla de Tenerife, del que tomamos los datos
que se copian. En el archivo de la Comandancia de Ingenieros de Canarias
se conserva un documento en cuyo encabezamiento se lee: «Sacado de los libros de la Alhóndiga de Chasna...» con
interesantes noticias relativas a la isla y que se así como otro que expone en
donde se describen los lugares, atalayas, etc., de esta isla. (José María
Pinto de la Rosa, 1996)
1600 octubre 17. […] Puesto a estudio el problema en el Consejo de guerra, fue llamado Madrid, en 1600, para oír su dictamen el ingeniero Leonardo Torriani quien se trasladó desde Lisboa a la corte, y fue de parecer que se inicias inmediatamente la reparación del torreón de Santa Ana y el castillo principal, "que los enemigos dejaron maltratados"; éste, para defensa de lo navios que se amparaban a su sombra, y ambos conjuntamente, para impedir el desembarco al enemigo, "entre tanto que se fortifica la ciudad". Luego debía ser la primera tarea, en opinión de Torriani, la construcción del castillo sobre el cerro de San Francisco, "por ser causa de la defensa de la ciudad si está guardado y de la pérdida también si no lo estuviese". Por último, debían acometerse a renglón seguido las obras necesarias para amurallar la ciudad envolviendo todo su perímetro, "por estar abierto y poderla entrar el enemigo y quemalla y saquealla sin que el castillo del cerro de San Francisco se lo pueda estorbar". Como puede apreciar el lector, nótase en su dictamen o informe una pequeña rectificación en relación con la Desmttione..., ya que ahora asigna a la montaña —después de conocer los partes o avisos de la invasión holandesa— un papel mucho más importante que en su primitivo proyecto.
Consecuencia de este dictamen fue la consulta que el Consejo de guerra elevó a la aprobación de Felipe III el 12 de abril de 1600, en la que proponía la ejecución plena de los proyectos antiguos de Leonardo Torriani, encargando de la ejecución de las obras a su discípulo Próspero Casóla, "sin faltar ni excederse en nada" en relación con las trazas del cremonense.
Esta consulta tuvo como consecuencia inmediata la Real cédula de 17 de octubre de 1600, por la que Felipe III señalaba cinco millones quinientos mi maravedís para la fortificación de Gran Canaria, ordenando que este dinero se guardase en un arca de tres llaves que tendrían, respectivamente, el gobernador de la isla, el veedor de la gente de guerra y el pagador de la misma. Después estableció a favor de la isla de Gran Canaria un derecho de prelación en las construcciones con respecto a las demás, "por haber sufrido la última invasión". Y por último, indicaba el orden con que estos reparos o nuevas construcciones deberían realizarse: 1.° Reparación del castillo de Santa Ana. 2.° Atrincheramiento de la playa. 3.° Construcción del castillo de San Francisco; y 4." Amurallamiento de la ciudad. Todo ello de acuerdo con las "trazas" o planos de Leonardo Torriani.
En realidad, no podía obtener éste, aunque algo tardíamente, un triunfo más cabal; pero ya veremos cómo e] éxito no pasó del papel.
En posesión de estas cédulas, arribó a Las Palmas, a mediados del 1601, el capitán don Jerónimo de Valderrama y Tovar, nombrado gobernador de Gran Canaria para sustituir al letrado Antonio Pamochamoso. En el acto, puesto de acuerdo el capitán Valderrama con el ingeniero Próspero Casóla, iniciáronse con extraordinaria actividad las reparaciones de las fortalezas arruinadas por Van der Does, quedando en breve plazo finalizada esta tarea. En cambio, desde el primer memento ofreció mayores dificultades la fortificación del cerro de San Francisco, por no estar de acuerdo Valderrama con las ideas sustentadas por Leonardo Torriani en sus escritos. El resultado de estas discrepancias fue ponerlas inmediatamente en conocimiento del Consejo de guerra, acordándose ahora en el seno del mismo que el comendador Tiburcio Spanochi dictaminase sobre el particular.
Tiburcio Spanochi fue uno de los más famosos ingenieros italianos de su época al servicio de España. Había nacido en Roma, el año 1575, en el seno de una noble familia emparentada con el papa Paulo V. Ingresó en la Orden de San Juan de Jerusalén, y en 1570 empezó a prestar sus primeros servicios a Felipe II, en Sicilia, con 40 escudos mensuales de sueldo. Diez años más tarde, en 1580, fue enviado a España, a petición de este monarca, por el virrey de Sicilia Marco Antonio Colonna, con ocasión de la guerra contra Portugal. No obstante, por su poca experiencia militar fue enviado a servir a Fuenterrabía, destinándosele más adelante a Lisboa para embarcar en la escuadra del marqués de Santa Cruz en su jornada contra las islas Terceras. Después regresó a la corte, entrando en relación con los 'más importantes personajes de ella y logrando captarse el aprecio del Consejo de guerra. Tuvo distintas comisiones en España y Portugal y él mismo se jactaba de haber sido maestro de Leonardo Torriani, de Próspero Casóla y de Jerónimo de Soto, su ayudante. En 1600 recibió el mayor ascenso a que podía aspirar en su carrera, pues fue nombrado superintendente de todas las fortificaciones de España e ingeniero mayor con 1.500 ducados de sueldo.
No es cierto que Tiburcio Spanochi vine alguna vez a las Canarias, como por alguien se ha sostenido; pero en cambio él fue el encargado, en 1601, de estudiar los proyectos y trazas de Torriani, señalando el plan definitivo de construcciones militares que debían asegurar la ciudad de Las Palmas.
Las ideas y los proyectos de Spanochi con respecto a los de Torriani discrepaban, aunque no fundamentalmente. Era partidario de construir un baluarte en la extremidad noreste del cerro —donde luego se edificó un reducto perennemente inconcluso—, la construcción de un castillo, "el cual había de ser en parte que descubriese y amparase a la ciudad y pudiese ofender y descubrir los surgideros que hay por toda la costa, desde Lajas a las Isletas, y también por hacia la tierra todo el llano de la dicha montaña y el alto de Santo Domingo". Como puede apreciarse, coincidían Torriani y Spanochi en el lugar de emplazamiento del futuro castillo de San Francisco, en la parte más baja de la montaña, mirando a la ciudad; pero discrepaban en cuanto a su planta y disposición, ya que Spanochi era partidario de un amplio fuerte de planta triangular, rematado en los ángulos que miraban a la ciudad por dos baluartes de "punta de diamante", que habían de tener en sus extremos sendos garitones volados capaces para cuatro arcabuceros.
Los muros del castillo "habían de ser de
Ambas edificaciones, castillo y baluarte, estarían unidas por una muralla y desde esta última descendería por la ladera del cerro otra para enlazar con el "cúbelo" y la muralla de la ciudad.
Tal era en pocas palabras el plan de fortificación de la montaña de San Francisco de este ilustre ingeniero italiano, que sería con el tiempo llevado a cabo, pero introduciendo en el mismo extraordinarias variantes con respecto a su primitiva concepción.
El dictamen de Spanochi pasó seguidamente a estudio del Consejo de guerra, y éste, el 14 de agosto de 1602, lo elevó en consulta a la aprobación de Felipe II. El monarca aprobó el plan propuesto, y por cédula de 23 de agosto de 1602, ordenó que las fortificaciones de Las Palmas se hiciesen de acuerdo con los dictámenes, proyectos y planes del comendador Tiburcio Spanochi.
Este nuevo plan de construcciones militares fue conocido en Gran Canaria al finalizar el año 1602; pero en los tres años siguientes que duró todavía el gobierno del capitán don Jerónimo de Valderrama y Tovar, no se dio ningún paso de importancia para su realización, quizá porque su coste se evaluaba en la crecida cantidad de 30.000 ducados.
Por una carta de su sucesor, el capitán don Luís de Mendoza y Salazar, venimos en conocimiento del estado de las fortificaciones de la isla en el mes de agosto de 1606, en cuyo día 2 había tomado posesión de su nuevo cargo, después de realizar un viaje accidentado, perseguido siempre por dos navíos piratas. El capitán Mendoza comunicaba al Rey, en esta carta de 24 de agosto, cómo la reparación de las fortalezas estaba ya finalizada "y cómo la fortificación del cerro de San Francisco se va haciendo por la orden de V. M.".
Dados los roces y competencias de jurisdicción con la Audiencia, que caracterizan el mando de su antecesor Valderrama, no estará da más incluir el siguiente párrafo de su carta, que revela el poder dictatorial de que hacía gala aquel organismo: "Las cosas de la guerra hallé y están —dice— en el mismo estado que antes, porque los Jueces de la Audiencia, sin reparar en las ynibitorias de Vuestra Magestad, quieren conocer y tener mano en todo género de cosas de la guerra, de que se siguen muy grandes inconvenientes y se seguirán cada día mayores, si Vuestra Magestd no embia el remedio" .
Don Luís de Mendoza puso toda su diligencia y actividad en fabricar el fuerte de la "Punta de Diamante" (más tarde llamado plataforma de San Francisco), dando comienzo a las obras, bajo la dirección de Casóla, en 1607. Por cédula de 12 de octubre de 1609, se autorizó a este ingeniero para introducir en el plan algunas variantes por él propuestas, en relación con el primitivo proyecto de Spanochi y en relación con el trazado de la muralla que uniría el baluarte con el "cúbelo", donde más adelante estaba ordenado construir "orejón y casamata".
Las obras prosiguieron sin interrupción, dándose por finalizadas antes del relevo del gobernador Mendoza en 1612.
Además, parece seguro que este capitán inició también en 1609 las obras de cimentación del castillo de San Francisco, que quedaron suspendidas con su marcha..
El sucesor de Mendoza, don Francisco de la Rúa, prosiguió en la tarea iniciada, acabando el lienzo de muralla que había de enlazar la "Punta de Diamante" con el cúbelo, y acometiendo la reedificción de éste. Habíase proyectado allí una auténtica "casamata" o fortín, cubierto con su bóveda, según puede apreciarse, entra otros medios por la cédula antes citada; pero Francisco de la Rúa se limitó a edificar un baluarte corriente descubierto. Sin embargo, esta anomalía en el nombre, mantenido por el uso corriente, llamó la atención en el siglo XVIII del ingeniero don Miguel de Hermosilla, quien trató de justificarla dando por probado que don Francisco de la Rúa, "en memoria de la matanza que sufrieron las tropas holandesas en este paraje, puso al fuerte que construyó de nuevo castillo de Casa-Mata".
El fortín de Mata era de planta irregular, con
amplia plataforma terraplenada y almenada, así como con algunas dependencias
y almacenes a su espalda, junto a la
muralla.
A este mismo gobernador De la Rúa se atribuye la
iniciación de las obras del castillo de Santa
Catalina, en la punta de su nombre; atribución errónea, pues sabemos positivamente que en 1630 todavía no habían
empezado los trabajos.
Las obras de fortificación de Las Palmas
prosiguieron en tiempos de su sucesor, don Fernando Osorio, no sin
modificaciones de importancia en el plan general.
Este, poco después de su llegada, representó al Consejo de guerra, el 6 de noviembre de 1618, en unión de Próspero Casóla
y de un capitán desconocido, por nombre Alonso
de Cárdenas, la necesidad de introducir modificaciones en el
emplazamiento del castillo de San Francisco,
alegando que estaba mal medido y situado, ya que se trataba de
cimentarlo "en la parte más baja de toda la montaña, sujeta al Paso Angosto,
siendo como es más alto de la parte que cae hacia San Lázaro ochenta
y cuatro pies, y de la que cae hacia el barranco cincuenta y cuatro". Es
más, los exponentes llegaban a censurar cualquier otra solución, pues
afirmaban "que aunque se mandó parecer que este inconveniente se salvaba
con subir la dicha fortificación hacia el paso
Angosto no por eso se
confesaba que la dicha fortificación estuviese mejor al Paso Angosto...".
El gobernador Osorio, arrogándose unas facultades
para las que no estaba autorizado, se atrevió a
comunicar como un hecho consumado al Consejo su propósito de amurallar por completo la montaña de San Francisco,
con materiales sólidos por su frente y el Paso Angosto, y con materiales baratos el resto, para que en su interior se
pudiesen hacer casas y fuese poblado
conforme al deseo de los vecinos, suspendiendo momentáneamente la construcción del castillo del Risco. De dichas obras de
amurallamiento fue encargado el capitán Juan de
Espinosa, quizá el mismo capitán que había
sido gobernador de Tenerife desde
La reprimenda del Consejo de guerra a don Fernando
Osorio no se hizo esperar, y en su comunicación
le prevenía diese inmediata iniciación a
las obras del castillo en proyecto, suspendiendo en el acto cualquier otro plan no aprobado. Sin embargo, el Consejo
autorizó, por considerarlo justificado, el cambio de emplazamiento, de manera
que el castillo de San Francisco fuese trasladado de la ladera de San Nicolás
al Paso Angosto.
Las obras, dirigidas en colaboración por Fernando
Osorio y Próspero Casóla, debieron emprenderse con
ritmo acelerado, pues al tomar posesión del
mando de la isla, en 1621, don Pedro de Barrionuevo y Melgoza, ya se hallaban bastantes avanzadas. Este capitán dio
nuevo empuje a las obras, excavando el
amplio foso y construyendo la puerta de acceso, rematada
por el escudo de España, y el puente levadizo para pasar aquél. Su sucesor, don Gabriel Frías de Lara, remató las
obras en su interior, y de esta manera,
cuando en 1625 visitó el Archipiélago don Francisco González
de Andía Irarrazábal, con título de capitán general y funciones de auténtico
reformador, ya el castillo de San Francisco del Risco, también llamado del Rey, estaba finalizado.
La construcción resultante fue tan sólo un amplio
recinto murado, de planta triangular con
baluartes de punta de diamante en los ángulos noreste y sudeste, y con dos pequeñas viviendas o dependencias en su
interior, una para casa del castellano y
alojamiento del cuerpo de guardia y otra para almacén de pólvora y pertrechos. Sus muros son muy bajos y
su utilidad fue siempre considerada más que relativa.
(A. Rumeu de Armas, t.3. 1991:78 y ss.)
Julio
de 2011.
*
Guayre
Adarguma Anez Ram n Yghasen.
--»
Continuará...