EFEMÉRIDES DE LA NACIÓN CANARIA
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL, DÉCADA 1591-1600
CAPÍTULO XX (V)
1594. Nace el criollo Bartolomé Báez, vecino de Icod, en Chinech (Tenerife). Por el año de 1620 hizo cuatro viajes a Indias y uno a Flandes, con mercancías pagadas por su padre. Todo lo perdió, hasta 5000 ducados, por culpa de los piratas y de las tormentas. Acusado criminalmente por una vecina de Icod, Magdalena de la Cruz, fue procesado y encarcelado, por orden de la Audiencia de Winiwuada (Las Palmas) pero su padre pagó la multa y los gastos del proceso. Tuvo que salir de Canarias; pero antes de abandonar la isla dejó una escritura de reconocimiento de sus deudas, en 1621. (ante J. Sa de Gordejuela).
Más tarde
volvió a Icod; en 1650 estaba en su casa; era capitán y aspira a ser familiar
del “Santo Oficio”, con cuyo fin hizo información en aquel mismo año.
Sólo
tiene esta isla Benahuare (
1594.
El colono de la secta católica de los dominicos Fray Alonso de Espinosa,
de la secta de los dominicos, por 1591 ya tenía compuesta su obra "Del
origen y milagros de N. S. de Candelaria", la cual fue publicada en
Sevilla, en 1594.
1594. Nace en Tazacorte, Benahuare (La Palma), el criollo Francisco Díaz Pimienta. Fue hijo de un marino del mismo
nombre. Ingresa en la Marina de las españas en la ciudad de Sevilla,
siendo su primer destino Flandes, donde alcanza la graduación de alférez,
pero su mayor gloria la consigue en América, donde en 1625 se le encarga la
construcción de dos galeones en La Habana; en 1628 se le nombra superintendente
de las fábricas de bajeles de las islas de Barlovento, pues en el arte de la
construcción naval fue un innovador, especialmente en la traza de las naos. Se
le confía perseguir a los filibusteros que asolaban
las colonias de América, lo que le vale junto con otros actos el
nombramiento de Almirante y Capitán General de la Real Armada de la Mar Océano.
En
1641 conquista la isla de Santa Catalina o de
1594.
Los ingleses no visitaron las islas aquel año, ni se hicieron notar en exceso
por Indias. Aprovechando el respiro, en 1594, Felipe II intentó la segunda
conquista de Inglaterra. Escaso de gente capaz de navegar, llamó a los
canarios, quedando en las islas 250 varones adultos, por toda defensa.
1594.
Doña Mariana le dio un niño a don
Agustín de Herrera llenándolo de gozo, que años mas tarde se convertiría en
dolor al morir Constanza en la Casa Palacio de Titoreygatra (Lanzarote) dejando
3 hijos: don Alonso de Saavedra y Doña Isabel de Mendoza. Esto causo el fin de
Gonzalo Argote que murió pobremente después de haber perdido las opciones de
herencia en la colonia e incluso el juicio. Poco después fue enterrado en el
Hospital de San Martín de la Ciudad de Winiwuada n Tamaránt (Las Palmas de Gran Canaria). La
isla de Santa Clara o Montaña Clara pasa a ser de Juan de León Monguia,
hermano de doña Bernardina de Cabrera, y su Mayordomo. Después la mujer de
Juan de Después, Ana Viciosa, vendió la isla a Marcial Martin. La isla de
Alegranza a Diego de Cabrera Leme, Gobernador Agustín de Herrera, este la vendió
a Luís de Hemerando y su sucesora doña Geronyma de Hemerando la vendió en
1594.
El golpe que contribuiría a demoler el ya escaso
prestigio del virrey y capitán general en
la colonia de Canarias Luís de la Cueva y Benavides sería la invasión de
Xaban Arraez a Erbania (Fuerteventura) en 1593, pues los 240 soldados españoles
que Luís envió en socorro de la
isla fueron puestos en fuga por apenas 40 mazigios. El que ni siquiera fuera
capaz de cumplir con su cometido de defender las islas fue definitivo y en 1594
embarcó para la metrópoli por orden real. Tras su nefasta estancia, las islas
volvieron a su anterior sistema de gobierno, aunque por poco tiempo.
En
efecto, los mismos motivos que en la ocasión anterior movieron a la Corona a
enviar en
1594
Enero. Se abre proceso por parte de la
Inquisición española a Jacobo Marcen, natural de Flesinga, que a bordo del navío
El pájaro que sube se presentó en Tenerife en enero de 1594, después de
haber visitado la isla en otras ocasiones con los pasaportes falsificados. Estos
se conservan en su proceso, en pergamino, con todos sus sellos y demás
requisitos anejos, siendo una obra maestra de falsificación. El buque venía
consignado al mercader flamenco Pascual Leardin, avecindado en Tenerife, y
cuando Marcen fué trasladado a Las Palmas e interrogado por el inquisidor don
Claudio de la Cueva, acabó por
confesar su condición de luterano y la falsedad de todos sus documentos.
Estas
detenciones, que tardarían muy poco en ser frenadas por el Tribunal de la
Suprema de Madrid, provocaron enojosos litigios con los factores flamencos
establecidos en el Archipiélago, que reclamaban las mercancías que los navíos
conducían, a ellos consignadas, para evitar su ruina económica.
(A.Rumeu
de Armas, t.II. 2ª pte. 1991)
1594
Mayo 21. La Audiencia Real en Canarias
volvió a lo que solía, mas el Rey quiso evitar cualquier confusionismo
derivado del cambio de régimen y se propuso delimitar bien las funciones del
regente, no fuese a ocurrir, como en efecto ocurrió, que éste, creyéndose un
capitán general con toga inaugurase su gobierno marcándolo con el mismo signo
de despotismo militar.
La
Real cédula de 21 de mayo de 1594 fue seguida, el mismo día de una carta no
menos importante, por la que Felipe II, volviende a reiterar lo dispuesto en cédulas
de. 23 de agosto de 1578 y 27 de enero de 1579, recordaba al regente y oidores
la obligación en que estaban de respetar en lo militar la autoridad única e
indiscutible de los gobernadores. Dicha carta, de 21 de mayo de 1594, decía así:
“El
Rey:
Mi
regente y oidores de la Audiencia que residen en las islas de Canaria.
Por
otros despachos entendereis como yo me he resuelto, por algunas causas que han
parecido convinientes a mi servicio, bien y sosiego de esa isla y las demás,
que salga la gente de guerra que hasta agora a estado de presidio en ellas y que
las cosas de la guerra vuelvan a su primer estado; e porque siempre que yo mando
proveer gobernadores para esas islas hice elección de personas prácticas en la
guerra, y esta misma consideración se avia de tener en los que se ovieren de
proveer, a parecido acusaros dello a fin de encargaros y mandaros como lo hago
que, pues los dichos gobernadores os an de reconocer superioridad En todo, les
deys a cada uno dellos para cualquier ocasión de guerra que en su distrito se
ofrezca horden general para que durante la tal ocasión pueda el dicho
gobernador disponer y hordenar lo que convenga para la defensa y seguridad de
las tierras de su distrito y ofensa a los enemigos, dando vosotros asimismo
orden a los naturales de las dichas yslas para que obedezcan a los dichos mis
gobernadores, sin que sea necesario que ellos ni los dichos naturales os lo
pidan ni vosotros la deys de nuevo cada vez que se ofrezca la ocasión, y no
embaraceys en las dichas cosas de la guerra, que por ser tan fuera de vuestra
profesión no podeis estar tan al cabo de lo que conviene como los que la han
ejercitado, con lo cual se excusaran los daños que de lo contrario podrían
resultar a mi servicio y seguridad de las dichas yslas, que es a lo que aveys de
atender con particular cuydado”.
Todavía
un día más tarde el Rey expidió otra Real cédula, de 26 de mayo de 1594, por
la que recordaba “a vos el regente y jueces de la nuestra Audiencia” la
obligación en que estaban de no impedir que las islas pudiesen enviar sus
mensajeros a la corte siguiendo la inmemorial costumbre.
Como
se ve, era imposible atar más los cabos sueltos para asegurar el equilibrio
entre las distintas autoridades y corporaciones regionales en aquellos momentos
de máximo peligro.
Sin
embargo, ese equilibrio no existió, pues desde el mismo instante en que don
Antonio Arias tomó posesión de su cargo de regente se dispuso a reducir al mínimo
las facultades de los gobernadores de Gran Canaria y Tenerife, tanto en materia
civil como militar, amenazando con retornar a los tiempos de don Luís de la
Cueva, con riesgo evidente para las islas, pues mientras éste era un experto
soldado aquél no pasaba de un inepto hombre de toga.
Los
gobernadores Melchor de Morales y Tomás de Cangas hicieron oír sus voces en la
corte señalando la gravedad de la situación y el peligro que coman las islas,
provoeando así una nueva Real cédula, de 11 de diciembre de 1594, aclaratoria
de la carta de 21 de mayo, si es que cabía aclaración dados los términos
precisos de la misma: “y porque después se ha entendido-decía la Real cédula
de 11 de diciembre-que vosotros pretendeys que, conforme a lo contenido en el
dicho capítulo, aveys de dar la horden de lo [que] allí se os dize a los
gobernadores de las dichas islas, de lo que han de hazer para la defensa y
seguridad de ellas en cualquier invasión o rebato que se ofrezca, y mi intención
no fue ésta sino por lo que tocaba al decoro y autoridad de esa Audiencia como
dieses de una vez para todo el tiempo que durasen en sus oficios a los dichos
mis gobernadores el manejo y gobierno de las cosas de la guerra, para que ellos
como prácticos y experimentados en ella dispusiesen y ordenasen y executasen lo
que viesen convenir, sin que vosotros os embarasades en cosa. ninguna que a esto
tocase ni los dichos gobernadores tuviesen necesidad de acudir a vos para lo que
les pareció ser conveniente a la defensa y seguridad de 1o que cada uno tuviese
a su cargo, porque teniéndose como se a tenido y siempre se tendrá cuidado de
proveer soldados de mucha práctica y experiencia en aquéllos oficios sabrán
mejor disponer y ordenar las cosas de la guerra, y vosotros quedareis mas libres
y desembarzados para lo que toca a vuestro ministerio, de que ha parecido
avisaras y encargaros y mandaras como lo hago que, en conformidad de lo
susodicho y no en otra manera, deys la comisión
a los dichos gobernadores para que ellos tengan y tomen a su cargo lo que tocase
a la, guerra, guarda y defensa de las dichas yslas, sin darles regla ni orden
particular de lo que an de hazer, pues esto a de quedar reservado a 1o que les
pareciere según lo cual vien convenir y lo que pidieren los casos y ocasiones
que se ofrecieren, y de 1o que en cumplimiento de esto hizieredes me avisareis.
De Madrid, a once de diziembre de mil quinientos noventa y quatro años. Por
mandato del Rey No. Señor. -Andrés de Prada.”
El
tiempo dirá si esta orden tuvo un cumplimiento estricto o si fue repetidas
veces vulnerada por la Audiencia de Canarias. (A.Rumeu
de Armas, t.II. 2ª pte. 1991)
1594
Diciembre 3. Se nombró por parte de
la metrópoli Gobernador colonial de Tamaránt (Gran Canaria) a Alonso de
Alvarado natural de Valverde de Medellín (Badajoz), y llegó a Las Palmas el 5
de Abril de 1595 pasando la noche alojado en la fortaleza de La Isleta por
gentil invitación de su Alcaide D. Serafín Cayrasco de Figueroa. Como entre
sus atribuciones estaba la de designar teniente letrado, escogió para ello al
Licenciado Antonio Pamochamoso, natural asimismo de Valverde, que ya había
desempeñado los de Alcalde Mayor de Alhama, Teniente de Corregidor de Alcalá
Real y Alcalde Mayor de Medellín; el título de Alcalde Mayor y Teniente de
Gobernador le fue despachado en Mérida por D. Alonso de Alvarado el 31 de
Diciembre de 1594 y remitido al Consejo de la Cámara para su aprobación que
fue otorgada en Madrid el 9 de Enero de 1595.
El
nuevo Gobernador recibió la vara del saliente y ex-Corregidor Melchor de
Morales, lo mismo que su Teniente Gabriel Gómez de Palacios, hizo entrega a
Pamochamoso de las insignias de su dignidad.
Procedió
este soldado a inspeccionar las fortalezas y castillos, al mismo tiempo que señalaba
el domingo de Pentecostés 14 de Mayo, para la concentración en Las Palmas de
todas las milicias de la isla a objeto de revistarlas; la visita a las
fortalezas le hizo ver que se hallaban deterioradas y faltas de diversas
reparaciones, por lo que encargó al Ingeniero Próspero Casola el estudio de
ellas.
En
la fortaleza de Las Isletas, en cuya plaza de armas había construido el
Gobernador Melchor de Morales un alto parapeto contra el parecer de Casola, que
se negó a dirigir la obra, se reconstruyó reparándose su plataforma y otros
desperfectos. Por orden de Alvarado, se encavalgaron -se montaron en cureñas-los
cañones que estaban apeados, y se reparó toda la artillería; asimismo mandó
construir un parapeto que resguardase por tierra a la fortaleza, para que no le
pudiesen ofender de un padrastro que el dicho castillo tiene por donde se
descubre la plaza de armas.
En
el Castillo de Santa Ana también se llevaron a cabo obras de reparación, cuya
plataforma consta que estaba arruinada sin poderse disparar la artillería, ya
que tenía una grieta por donde entraba el agua de mar. En la Torre de San Pedro
-hoy San Cristóbal- dispuso el Gobernador la construcción de un parapeto u
plataforma y en San Pedro metió una
tinaja grande para agua.
El
14 de Mayo revistó a caballo en compañía de Pamochamoso
y seguido por el Sargento Mayor Jerónimo de Aguilera Valdivia, las
tropas siguientes: Cuatro compañías de Infantería de la ciudad al mando de
sus Capitanes Antonio Lorenzo, Baltasar de Armas, Juan Martel Peraza de Ayala y
Francisco de Cabrejas Toscano; la compañía de la Vega al mando de Francisco de
Torres, la de Teror al de Baltasar de Arencibia; la de Arucas al de Clemente
Jordán; la de Guía al de Melchor de Aguilar y la de Gáldar que mandaba
Francisco de Carvajal; así mismo se hallaban las cuatro compañías de Telde y
Agüímes al mando de su cabo Capitán José Hernández Muñoz y los tres
restantes capitanes Andrés de Betancor, Juan Jaraquemada y Juan Tubilleja; la
Compañía de Caballería con su Capitán el tercer Alférez Mayor de Gran
Canaria Miguel de Múxica Lezcano Ramírez, y la compañía de artillería que
mandaba el Capitán Pedro de Serpa auxiliado por los artilleros veteranos cabo
Juan Negrete y los artilleros Pedro Bayón y Bartolomé Martín Pavón. Así
mismo asistieron a la revista los 40 soldados del presidio con su cabo y
ayudante de sargento mayor Alonso de Aguilera Valdivia.
A
causa de una información enviada por D. Alonso Pérez de Guzmán el Bueno y
Sotomayor, VII duque de Medina Sidonia, Capitán general del Mar Oceano y de la
costa del Andaluzía en relación con un posible ataque de Xabán Arráez, no sólo
se redoblaron las atalayas y vigías, sino que en las distintas caletas se montó
guardia permanente por las compañías de milicias; también se tomaron medidas
en las fortalezas y se reconstruyeron las trincheras de la caleta de Santa
Catalina; en Julio ordenó la Audiencia que el Ingeniero Próspero Casola se
trasladase a Fuerteventura para reconocer sus cuevas y refugios, trayendo relación
de la grandeza de ellas y de sus calidades y de la forma que se debía tener
para ponerlas en defensa; Casola salió de Las Palmas el 4 de Julio de 1595 con
rumbo a esta isla lleno de temor a caer en poder de los moros, y después de una
breve estancia en la Villa de Santa María de Betancuria, redactó su Parecer
sobre la fortificación de Fuerteventura, de la que hemos hablado al tratar de
esta isla. (En: José María Pinto y de la Rosa. 1996)
Junio de 2011.
*
Guayre
Adarguma Anez Ram n Yghasen.
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Continuará...