EFEMÉRIDES
DE LA NACIÓN CANARIA
Guayre Adarguma *
1591.
El Capitán General de las fuerzas de ocupación castellanas en la colonia, Luís
de la Cueva, y el Obispo de la secta católica en Canarias, Suárez de Figueroa,
se salvaron por los pelos de ser atrapados por Corsarios ingleses cuado viajaban
en una carabela de Tamaránt (Gran Canaria) a Erbania (Fuerteventura). En abril,
Corsarios ingleses atacan a un navío portugués procedente de Guinea.
1591. El Capitán General de Canarias, don Luís de la Cueva y Benavides, se
había hecho construir un galeón de 400 toneladas en La Caleta de San Marcos en
Icoden, isla de Chinech (Tenerife). En su primer viaje topó con una escuadrilla
de corsarios ingleses que lo bombardeó. No obstante su precipitación en la
huida, se vio obligado a encallar pero con tan mala suerte que se destrozó,
perdiéndose totalmente.
1591
Mayo. Cuatro navíos británicos
lograron apoderarse a la altura del cabo de San Vicente de un buque español de
aviso que procedente de La Habana se dirigía a Sevilla conduciendo más de 160
pasajeros y un rico cargamento de cueros. Entre aquéllos se contaban dos
fiscales de la Audiencia de Lima y Quito, los licenciados Mora y Carvajal, y
varios ricos mercaderes, así que no les fué difícil convencer a los piratas
de que se dirigiesen al puerto de
Santa Cruz de Tenerife para tratar de rescate.
Se
hallaba entonces ausente en Garachico el corregidor Cangas, y, autorizado el
rescate por el Santo Oficio, el teniente Lercaro pudo recuperar el navío, el
pasaje y la mercancía por la elevada cantidad de 1.500 ducados. (A.Rumeu de
Armas, t.II. 2ª pte. 1991)
1591.
Alejandro Ciuranescu, en su introducción a
la Historia de La Conquista de las Siete
Islas de Canaria, nos sitúa a su autor Fray Abreu Galindo en la isla
Titoreygatra (Lanzarote): “Los hechos contemporáneos de que más extensamente
se habla, son los que se refieren a don Agustín de Herrera y Rojas, primer
marqués de Lanzarote. De este personaje, el autor conoce exactamente, y con
fechas asombrosamente precisas, pues se trata de acontecimientos de orden
privado, no sólo la filiación, sino los dos casamientos y la fecha de sus dos
títulos de conde y de marqués (245.:14). Todos estos detalles, reunidos con
los datos que hemos visto poseía nuestro autor sobre la isla de Lanzarote; con
el hecho seguro de su estancia en Lanzarote, por 1591 o en años anteriores; y
con sus seguras relaciones con el célebre Argote de Molina (308.:lü), nos
inducen a pensar que los años que pasó Abreu Galindo en Lanzarote, debieron
transcurrir en la familiaridad del marqués o de su yerno, quizá como confesor
de uno de ellos. Si ello es así, es importante consignar que nuestro autor
ignora la fecha del fallecimiento del marqués, ocurrido en 1598. Ningún hecho
de los referidos en la obra, ninguna alusión, ninguna cita bibliográfica
posterior al año de 1591, pertenece al texto auténtico de la obra; siendo las
que se encuentran en este caso, evidentes interpolaciones más o menos tardías.
(Ciuranescu; 1977). De esta obra vamos a extraer algunos aspectos de la forma de
vida, uso y costumbres de los antiguos habitantes de las islas de Erbania
(Fuerteventura) y Titoreygatra (Lanzarote).
Estas
dos islas, y todas las demás, se regían por señores, capitanes o reyes, en
cuadrillas, y se dividían en partes, con cercas de piedra seca que atravesaban
la isla; y cada una destas partes gobernaba un rey o capitán, y todos los
habitadores y moradores de aquellos términos le obedecían y servían por señor.
Eran
los naturales destas dos islas, Lanzarote y Fuerteventura, caritativos, alegres,
amigables, grandes cantadores y bailadores. La sonada que hacían era con pies,
manos y boca, muy a compás y graciosa.
Eran
muy ligeros en saltar, y era su principal ejercicio. Tomaban dos hombres una
vara larga, uno por un cabo y otro por el otro cabo, y alzaban los brazos con la
vara, lo más alto que podían; y el que 1o saltaba, tenían por más ligero. y
así ponían dos y tres en hilera, y había hombre que los saltaba en tres
saltos, sin parar.
Eran
animosos y bien dispuestos y proporcionados, más que todos los demás de las
islas, y así lo son hoy. Hállase sepultura al pie de una montaña que dicen de
Cardones, que tiene de largo veinte y dos pies, de once puntos cada pie, que era
de uno que decían Mahán. Tenían muchos desafíos. Salíanse al campo a reñir
con unos garrotes de acebuche, de vara y media de largo, que llamaban tazzeses.
En sus pendencias tenían esta orden que, si el agresor entraba por la puerta de
la casa de su enemigo y lo mataba afrentaba,
no castigaban al homicida; pero si saltaba pared, el capitán o rey ante quien
se examinaba la causa, mandaba matar al agresor y la ejecución de justicia se
hacía en la costa del mar, tendiendo al delincuente sobre una piedra o losa, y
con una piedra redonda el ejecutor de la justicia le daba en la cabeza, haciéndosela
pedazos, y allí se quedaba muerto; y todos los descendientes de este
delincuente eran tenidos por infames.
Este
orden tenían en Fuerteventura, y en mucho precio y estimación a los valientes;
llamábanlos altabay, nombre por ellos muy honrado.
Eran
grandes nadadores, y a palos mataban los peces. Tienen gran abundancia de
marisco en la costa, y muy bueno, de burgaos, percebes y clacas, marisco sabroso
y delicado.
Tenían
casas particulares, donde se congregaban hacían sus devociones, que llamaban
efequenes, las cuales eran redondas y de dos paredes de piedra; y entre pared y
pared, hueco. Tenía entrada por donde se servía aquella concavidad. Eran muy
fuertes, y las entradas pequeñas. Allí ofrecían leche y manteca. No pagaban
diezmo, ni sabían qué cosa era.
Las
casas de su morada eran de piedra seca y fuertes, y las puertas angostas y pequeña,
que apenas cabía una persona por la entrada.
Cuando
Juan de Betancor vino a Lanzarote, tenían por su rey un gentil que llamaban
Guarfía, ya su reina Aniagua. Vestían los desta isla de Lanzarote un hábito
de cueros de cabras, como tamarcos, hasta las rodillas, los cuales cosían con
correas del mismo cuero muy sutiles. Cortábanlas con rajas de pedernales tan
delgadas, que hacían la costura muy prima. Al vestido llamaban tamarco, y al
tocado, guapil; al calzado, maho. Traían la barba en punta, el cabello largo,
con un bonete de piel, con tres plumas largas en la frontera; y las mujeres lo
mesmo, con una venda de cuero teñida de colorado, con las tres plumas en la
frontera. Eran estas vendas de cuero de cabritos. Las tintas se hacían con cáscaras
de palo.
El
rey tenía por diadema o corona una mitra como de obispo, hecha de cuero de cabrón,
sembradas por ella conchas de la mar.
Adoraban
a un Dios, levantando las manos al cielo. Hacíanle sacrificios en las montañas,
derramando leche de cabras con vasos que llaman gánigos, hechos de barro.
Si
acaso enfermaban, que era pocas veces, se curaban con yerbas de la tierra y sajábanse
con pedernales muy agudos donde les dolía, y se quemaban con fuego; y allí se
unta- ban con manteca de ganado, la cual hacían las mujeres, que era su mejor
mantenimiento, y la enterraban en gánigos; y hoy se hallan algunos llenos de
manteca, la cual sirve para medicina.
Si
alguno moría, metíanlo en cuevas que tenían como entierros, y tendíanlo,
echando debajo del cuerpo y encima muchos pellejos decabras que mataban. Manteníanse
de harina de cebada tostada y molida, que llaman gofio, y con carne de cabra
cocida y asada, con leche y manteca. Comían en gánigos de barro cocidos al
sol, como cazuelas grandes. Usaban, para su menester de cortar y desollar, de
unas lajas de pedernales agudas, que llaman tafiagues. Sacaban, y hoy también
se saca, fuego con un palo de espino seco luyendo en un cardón seco, que es
esponjoso; y con el fuerte movimiento o luimiento, se encendía fuego en el cardón,
y deste modo tenían fuego.
La
isla de Lanzarote es falta de agua, que no hay otra sino la que llueve, la cual
recogen en maretas o charcos grandes hechos a mano, de piedras. También recogen
en pozos, y la guardan para sustentarse, y a sus ganados. También hay algunas
fuentes, pero de poca agua. Sembraban la tierra de cebada, rompiéndola con
cuernos de cabrón a mano; y, madura, la arrancaban y limpiaban y tostaban y molían
en unos molinillos de piedras, luciendo las piedras alrededor con un hueso de
cabra; y esta harina mezclaban con leche y manteca, y este manjar llaman gofio.
Carece
esta isla de Lanzarote de árboles, que no hay sino unas matas pequeñas, que
dicen tabaibas; que, aunque su naturaleza sea crecer poco, en esta isla se
esparrama por el suelo, porque, como
es llana esta isla y por la mayor parte cursan los vientos nortes, y este árbol
es enemigo del frío, se extiende por el suelo, si no es donde halla piedra, que
al abrigo de ella crece tanto cuanto es la altura de la piedra.
La
isla de Fuerteventura. Esta isla de Fuerteventura es más abundosa de aguas,
tiene algunas fuentes, y hay algunos árboles, como son tarajales,
acebuches y palmas; y lo que en ella se planta se da muy bien.
Son
éstas dos islas abundantísimas de yerbas y muy olorosas flores; y así hay
mucho ganado de cabras y ovejas y vacas. Y, con ser tan fértiles de flores y
yerbas, no hay en ellas abejas, ni se han podido criar, aunque se han llevado de
las demás islas; y entiendo ser causa la llaneza de la isla y correr grandes
vientos a la continua, y no tener abrigas.
El
ganado desta isla de Fuerteventura es el más sabroso de todas las islas; el
cual anda suelto por toda la isla; y cuando querían tomar algún ganado, se
juntaban y hacían apañadas que llamaban gambuesas.
Había
en esta isla dos mujeres que hablaban con el demonio; la una se decía Tibiabin,
y la otra Tamonante. y quiere decir eran madre y hija, y la una servía de
apaciguar las disensiones y cuestiones que sucedían entre los reyes y
capitanes, a la cual tenían mucho respeto, y la otra era por quien se regían
en sus ceremonias. Éstas les decían muchas cosas que les sucedían.
Estaba
dividida esta isla de Fuerteventura en dos reinos, uno desde donde está la
villa hasta Jandía, y la pared de ella; y el rey desta parte se llamó Ayoze; y
el otro desde la villa hasta Corralejo, y éste se llamó Guize y partía estos
dos señoríos una pared de piedra, que va de mar a mar, cuatro leguas. Había
en esta isla cuatro mil hombres de pelea. Hoy en todas las islas no hay hombres
de mayores estaturas que los de ésta en común.
Cógese
en esta isla mucha orchilla, más que en todas las demás islas. Hay en ella más
de cuatro mil camellos, y grandísimo número de asnos salvajes. El año de 1591
se mandó hacer una mortería, por el mucho daño que hacían en la tierra, con
muchos lebreles, y con mucha gente de a caballo, y la tierra apellidada; y
mataron más de mil y
El
vestido y hábito de los de esta isla era de pieles de carnero como salvajes,
ropillas con mangas hasta el codo, calzón engosto hasta la rodilla, como los de
los franceses, desnuda la rodilla, y de allí abajo cubierta la pierna con otra
piel hasta el tubilto; y mahos calzados, de donde son llamados mahoreros. Traen
el cabello largo, y la cabeza cubierta con un bonete alto de la mesma piel.
Peleaban con grandes bastones de palo, que llamaban tezezes. A los valientes
llamaban altibay. Las mujeres traían tamarcos de cueros de cabras, y encima
pellicos o ropillas de cuero de carnero, y los mesmos bonetes pelosos del mesmo
cuero. Servíanse de cuchillos de lajas de pedernal, que llamaban tafiagues. Al
cuero llamaban barbuy, y al ganado salvaje, guanil.
Cógese
en estas dos islas mucho trigo, algo moreno y menudo, que trajo Diego de Herrera
de Berbería, que llaman morisquillo; y de una fanega de sementera se cogen
sesenta y setenta fanegas de trigo, ya veces ciento y más y también se coge
mucha cebada, que es su mantenimiento más común. Tienen estas dos islas poca
agua. Sácase de ellas mucho trigo, cebada, tocinetas, y en abundancia quesos
buenos, y mucha orchi1la, que se navega a muchas partes.
Dícese
que, cuando el capitán Juan de Betancur y Gadifer de la Sala vinieron en
demanda de estas islas, era rey de la isla de Lanzarote, o señor, un natural de
ella que se decía Guadarfía, que decían ser hijo de un capitán cristiano que
con temporal aportó a esta isla de Lanzarote; la cual historia pasa de esta
manera: Reinando en Castilla el rey don Juan el primero, hijo del rey don
Enrique II, trayendo guerra con el rey de Portugal y el duque de Alencastre de
Inglaterra sobre el señorío de Castilla, que decía el duque de Alencastre
pertenecerle, por estar casado con doña Constanza, hija mayor del rey don
Pedro, hizo el rey don Juan una armada por la mar, de ciertos navíos, y puso
por capitán de ellos a un caballero vizcaíno, : que se decía Martín Ruíz de
Avendaño; el cual corría toda la costa de Vizcaya y Galicia y Inglaterra, que
sería año de mil y trescientos y se-tenta y siete, poco más o menos. El cual,
navegando, le dió temporal que les hizo arribar a Lanzarote, y tomó puerto. y
salió el capitán y gente en tierra, y los isleños lo recibieron de paz y le
dieron refrescos de lo que en la tierra había de carne y leche y queso, para
refresco de su armada; y fué aposentado en la casa del rey, que se decía
Zonzamas.
Tenía
este rey una mujer, llamada Fayna, en quien hubo Martín Ruíz de Avendaño una
hija, que llamaron Ico, en este acogimiento y hospedaje; la cual Ico fué muy
hermosa y blanca: siendo todas las demás isleñas morenas, ella sola había
salido muy blanca. Esta Ico casó con Guanarame, rey que fué de aquella isla,
por muerte de un hermano suyo llamado Tinguanfaya, que fué el que prendió el
armada de Hernán Peraza. Tuvo Guanarame en Ico a Guadarfía.
Muerto
Guanarame, hubo disensiones entre los naturales isleños, diciendo que Ico no
era noble Gayre, por ser hija de extranjero, y no de Zonzamas. Sobre esto
entraron en consulta, que Ico entrase con tres criadas suyas villanas en la casa
del rey Zonzamas, y que a todas cuatro se les diese humo; y que, si Ico era
noble, no moriría; y, si extranjera, sí.
Había
en Lanzarote una vieja, la cual aconsejó a Ico que llevase una esponja mojada
en agua, escondida; y, cuando diesen humo, se la pusiese en la boca y respirase
en ella. Hízolo así; y, dándoles humo en un aposento encerradas, valióse Ico
de la esponja, y halláronla viva, y a las tres villanas ahogadas. Sacaron a Ico
con gran honra y contento, y alzaron por rey a Guadarfía; y éste fué el que
halló Juan de Betancur, al tiempo de la primera venida a esta isla. (Abreu
Galindo; 1977).
1591.
Abreu Galindo conoció al mazigio cuando según este fraile y historiador,
contaba 145 años de edad. Este mazigio continental fue un instrumento muy útil
en manos del esclavista Diego de Herrera. “Dado el espíritu militar de la
casa de Herrera, colonos señores de Lanzarote y Fuerteventura, apenas habían
terminado en la villa capital de Lanzarote las fiestas con que aquellos siervos
celebraban con singulares regocijos el enlace de doña Constanza de
Herrera con Pedro Hernández de Saavedra, viéronse en los puertos de la isla
nuevos aprestos y movimiento de guerra para una expedición a las vecinas costas
de Barbería, teatros de las hazañas de rapiña y del espíritu depredador de
Diego de Herrera, que no podía dirigirse contra la Gran Canaria ni al resto de
las islas gentiles, puesto que 1os nefastos reyes católicos habían tomado la
conquista de estas islas por sí, poniendo entre sus títulos el de Rey de la
isla de Gran Canaria, pero repetimos que el espíritu intrépido y depredador de
Diego de Herrera, que era el de los Españoles de su siglo, alentado por el
valor de su yerno Saavedra, hízole dirigirse a las costas del continente
fronterizas a Lanzarote, donde él y sus hijos habían ejecutado diferentes
incursiones, esclavizando un considerable número de habitantes del continente,
y robando muchos caballos, camellos, vacas y ganado menor, con que aumentaron el
erario de la ilustre casa de de piratas de los Herrera.
Al
efecto, Sancho de Herrera y su yerno Saavedra y Juan Alonso de Sanabria, go
bernador de Fuerteventura, con otros piratas, embarcáronse en cinco bajeles con
setecientos hombres de valor y llegaron al Castillo de Marpequeña, donde no
encon. traron resistencia por parte de los naturales, que capitaneaba el príncipe
de aquel terri torio, Aoiava.
Pocos
días después, pasó al fuerte un beduino, como de treinta años de edad, llama
do Elergrut, diciendo que deseaba ser bautizado, ofreciendo, al propio tiempo, a
Herrera, una traición. Aseguraba Helergrut que, como obrasen por su dirección,
podían conseguir un lance apreciable.
Persuadido
Herrera del moro Helergrut entró en la empresa marchando a Tagaosi y de allí
al pueblo de Adovar, donde sorprendió a los habitantes alojados en sus barracas
y tiendas, atacáron y les y aprisionaron 258 moros entre hombres, mujeres y niños,
operación que duró pocos momentos.
Esto
le hizo adquirir al moro Helergrut tanto crédito, que fiaronse siempre de
suconducta en todas las entradas que Diego de Herrera y sus hijos ejecutaron en
las costas de Berbería, que no fueron menos de cuarenta y seis.
Helergrut,
a su regreso a Lanzarote, fue el ídolo de la Casa de Herrera, cuyos miembros le
trataban con afabilidad y le hicieron bautizar, siendo su padrino Juan Camacho,
un pirata de Jerez, en cuya consideración tomó Helergrut el nombre de Juan
Camacho.
Hizo
a Helergrut aun más célebre en las islas, y muy particularmente en Lanzarote,
por su larga vida, que por sus proezas en África, pues el historiador P. Abreu
Galindo asegura que vivió 146 años, y que le trató muchas veces en la Villa
Capital de Lanzarote, cuando en 1591 acompañaba en su visita pastoral al Obispo
don Fernando Suárez de Figueroa, acompañado también de Luís de la Cueva y
Benavídes, señor de Vedma, gobernador y capitán general de las islas, y de
Gonzalo Argote de Molina, provincial de la Santa Hermandad de Andalucía, yerno
del Marqués don Agustín de Herrera, todos los cuales residían en la Villa señorial
de Lanzarote y se complacían en oír referir varias antigüedades a Juan
Camacho, admirándole no sólo por haber alcanzado tan extraordinaria edad, sino
porque conservaba el cuerpo sano y recto.
Juan
Camacho, dos años antes de morir, se había casado con una moza de veinte años
con quien tuvo un hijo.
En
el riquísimo archivo de la Parroquia de Teguise, que fue pasto de las llamas en
la mañana del 6 de Febrero de 1909, existía una curiosa certificación de
casamiento, que atribuyen al moro Helergrut que decía así: Yo el Cura de la
Parroquia de la Villa Capital del Arcángel San Miguel, casé a
Juan el Moro con la hija del molinero.” (Lorenzo Betancor)
1591. Posiblemente en el puerto
de Añazu n Chinech (Santa Cruz de Tenerife), naufraga y
se hunde una nao que venía con carga de las Indias españolas.
1591.
Anunciada visita de Morato Arrez, metáfora
que pudo ocultar a Drake? o a las armadas del Prior, rey destronado de Portugal,
se mandó aviso a Luis de la Cueva, para que pusiese a resguardo su gobernación,
procurando que "lo estén las demás islas", pues de asentarse
enemigos en el archipiélago, pondrían en precario la comunicación con Indias.
Apurado y
en carta privada, De la Cueva se sinceró. Al ignorar la vetustez de la tradición,
confesó que holandeses y otros enemigos de la corona, eran habituales de los
puertos de Canarias, desde hacía unos 26 años. Se detenían para hacer aguaje,
rescatando leña y bastimentos, a cambio de paños a la ida y oro a la vuelta,
en ruta a Indias y la Berbería. Bien recibidos por generosos y correctos, de
cambiar de talante, podrían hacer lo que les diese la gana, porque la guarnición,
de 60 hombres, no tenía artillería ni un grano de pólvora, el alcaide de
Santa Cruz era un "muchacho" inexperto y el corregidor, anciano inválido.
Recibido el informe, Alonso de Guzmán hubo de mandar 250 hombres, con la
artillería que pudo rapiñar, en dos barcos de embargo, agregados a la flota.
De retorno traerían a Luís de la Cueva, culpable por ligero de lengua.
1591
Abril 6. Don Luís de la Cueva capitán
general y virrey de Canarias reanudó su visita, recorriendo las islas de
Lanzarote y Fuerteventura. Una carta de don Luís de la Cueva, al Rey de España,
nos revela algunos pormenores de este viaje, que llevó a cabo en compañía
del obispo don Fernando Suárez de Figueroa y con la probable asistencia de
Leonardo Torriani. Don Luís de la Cueva recorrió Lanzarote en compañía del
jefe de las armas de dicha isla, Gonzalo Argote de Molina, trasladándose
seguidamente a la vecina isla de Fuerteventura, donde le esperaba la contemplación
de un raro espectáculo. Habianse propagado en aquella isla, hasta constituir un
serio peligro para la agricultura, los asnos salvajes; y queriendo los señores
de Fuerteventura, don Gonzalo y don Fernando de Saavedra, sorprender al capitán
general en sus aficiones cinegéticas, organizaron contra aquellos brutos una
batida general. Tomaron parte en tan extraña cacería gran número de
caballeros, contándose entre ellos el capitán general don Luís de la. Cueva,
el obispo de Canarias, don Fernando Suárez de Figueroa, y Gonzalo Argote de
Molina, cobrándose más de mil quinientas piezas. El historiador fray Juan de
Abreu Galindo fué testigo de tan extraño espectáculo, jamás repetido en los
anales de la cinegética nacional, y don Luís de la Cueva, finalizada su
visita, se encontraba de nuevo en Gran Canaria en los primeros días de abril de
1591. (A. Rumeu de Armas, t.2.1991)
1591
Abril. Arriba al puerto de Añazu
n Chinech (Santa Cruz de Tenerife),
la flota de Guinea, la cual venía perseguida por navíos corsarios ingleses.
Uno de los navíos españoles se vio separado del grueso de la flota por un
temporal, siendo perseguido y acosado por los corsarios, no encontrando otro
recurso para salvarse que encallar en la costa. El corregidor de Chinech
(Tenerife), Cangas, envió en su
socorro un destacamento de 200 hombres, pero sólo pudieron ayudar a rescatar a
la tripulación y la mercancía; la hermosa nao se perdió irremisiblemente.
1591
Abril 6. El capitán general de
canarias estuvo a punto de ser capturado en abril de 1591 por unos corsarios
ingleses, según carta de dicho general a la metrópoli.
“Su
carta al Rey de 6 de abril de dicho año revela datos de sumo interés: después
de haber recorrido don Luís de la Cueva Lanzarote y Fuerteventura, en compañía
del obispo de Canarias don Fernando Suárez de Figueroa, embarcaron en la última
de las citadas islas dirigiéndose al Puerto de la Luz; mas a medio camino
tropezaron con un navío, pirata que persiguiéndoles trató por todos los
medios de darles alcance. Durante todo el resto de la travesía no pudieron
separarse los españoles de tan incómoda compañía, antes al contrario, la
persecución adquirió hondo dramatismo al acercarse el navío isleño a las
costas de Gran Canaria, pues vióse forzado para librarse de caer en sus garras
a desembarcar su gente en las cercanías de Telde. Los ingleses entonces
bombardearon con sus cañones la costa, llevándose unas barcas que por allí
transitaban.
El
mismo don Luís de la Cueva comunicaba al Rey en la carta antes mencionada que
las islas estaban “infestadas” de corsarios y la gente “atemorizada” de
resultas de sus robos y saqueos.
La
primavera y el verano de este año de 1591 se caracterizaron por una acción tan
constante que sólo es comparable a la ocurrida en el Archipiélago en 1552.
Sabemos por una carta de Gangas que en abril había llegado a Santa Cruz la
flota de Guinea, perseguida por los ingleses. Uno de los navíos, separado del
grueso de la escuadra por el temporal, víóse tan acosado y perseguido que no
encontró otro recurso para salvarse que encallar en la costa, y aunque el
corregidor de Tenerife envió en su socorro 200 hombres armados, no pudieron
conseguir sino salvar la tripulación y mercaderías, perdiéndose la magnífica
nao.
En
los tres meses que transcurren desde abril a junio de 1591, fue tan intensa la
persecución en aguas del Archipiélago, que según confesión del propio Cangas
lograron los ingleses apoderarse de más de ocho navíos que a él se dirigían
procedentes de Lisboa, Sevilla y Cádiz. (A.Rumeu de Armas, t.II. 2ª pte. 1991)
1591
Mayo. Los primeros navíos que
descorrieron el velo del tráfico clandestino de mercancías inglesas con la
metrópoli a las autoridades coloniales, y de rechazo a la Inquisición, fueron
los buques británicos st. James y st.
Thone, pilotados por Robert Brown y Nicholas Rankin, que arribaron a
Santa Cruz .de Tenerife en el mes de mayo de 1591 con bandera escocesa y
pasaportes falsos.
“Dichos
navíos despertaron las sospechas del corregidor Cangas, quien puesto en
comunicación con el capitán general don Luís de la Cueva recibió orden de
enviar a los capitanes o tripulantes destacados a Las Palmas, para ser
interrogados, mientras debían quedar en vigilancia los restantes en la ciudad
de La Laguna.
De
esta manera fueron trasladados a Las Palmas Robert Brown y Bartholomew Cole, por
el st. James, y Nicholas Rankin y William Home, por el
Súpose
además que comerciaban con un tal Monforte, “que está preso en La Laguna”,
que era factor de un comerciante inglés avecindado en la isla de San Miguel,
una de las Azores, quien se dedicaba al comercio de vinos de las Canarias.
En
cambio Nicholas Rankin, no obstante su condición de inglés, natural de Bristol
y criado de George Colmore, supo sacar provecho de la auténtica nacionalidad
escocesa del buque st. Thoma (cuyo propietario era Archibald Dison) y lograr convencer
a las autoridades de la legitimidad de sus pasaportes, alcanzando su libertad y
la de sus hombres.
Mientras
tanto, los inquisidores habían conocido, por una delación, que Robert Brown,
Bartholomew Cole y sus compañeros William Rogers, Thomas Benman, John Bonifad y
William Cofil, eran todos ellos herejes luteranos, y no tardaron en reclamar sus
personas para incoar los oportunos procesos.
No
obstante, la Inquisición se comportó con el más amplio criterio, pues dio a
varios la ciudad por cárcel y les buscó el debido alojamiento.
Benman,
pasó a vivir en casa del mismo capitán general don Luís de la Cueva, como
criado suyo; Cofil, se alojó en casa del canónigo Castillo ; Bonifad, estuvo
morando en la residencia del canónigo Armas, y sólo Brown, Rogers y Cole,
quedaron detenidos en las cárceles secretas, de donde escapó el primero en
fecha para nosotros ignorada.
En
cuanto a Bartholomew Cole, o como, él se firmaba, Bertholome Qoelho, mercader
“a cuyo cargo venía el navío”, supo éste ganar primero la simpatía de
los oidores Aldaya y Cabrera y después la de los mismos inquisidores, que
autorizaron a trasladarle al hospital de San Martín, donde abjuró de la herejía
y se convirtió al catolicismo.
Entonces
reclamó la presencia de los inquisidores para hacer importantes revelaciones
sobre el comercio clandestino de la Gran Bretaña con España, que son de sumo
interés.
El
9 de enero de 1593 compareció ante el inquisidor Francisco Madaleno, y en ese día
y sucesivos fué revelando los secretos que conocía. Muchos de ellos se
refieren a política .internacional, que no nos interesan particularmente; pero
otros pusieron al descubierto los tratos clandestinos entre Gran Bretaña y España-pese
a la guerra declarada-que se hacían principalmente entre los puertos de
Londres, Southampton y Bristol, de un lado, y Sevilla, de otro.
Los
mercaderes británicos enviaban todos los años sus mercancías (tejidos de la
clase “ariseas” y “anascotes”) a Hamburgo y Stade, en Alemania; a
Amberes, en los Países Bajos, y hasta Saint-Malo, Roscoff y Morlaix, en
Francia. En estos puertos los tejidos eran sellados y navíos de distintas
nacionalidades los conducían a Sevilla “para su distribución por España e
Italia”.
Entonces
estos mismos buques cargaban las mercaderías que necesitaban los ingleses:
aceites, vinos de Jerez, pasas y almendras, conduciéndolas a los puertos de
partida, donde se hacían cargo de ellas los navíos de Inglaterra.
Bartholome
Cole citó el caso de ser frecuente la detención por los piratas de navíos en
estas circunstancias por conducir mercancía española, que luego era reclamada
en la Gran Bretaña como prropiedad de ingleses, y hasta dió el nombre de un
rico mercader de Londres, Arthur Hussey, víctima frecuente de estas
equivocaciones.
Por
último, citó Cole a las Islas Canarias como campo de este ilícito tráfico,
que hacían los franceses de Morlaix trayendo sardina inglesa que cambiaban por
vinos del país.
Estas
declaraciones fueron inmediatamente transmitidas a la Casa de Contratación de
Sevilla para que Se vigilase el tráfico clandestino de la Gran Bretaña con
España, al mismo tiempo que se doblaba la vigilancia en los puertos insulares
para sorprender a los primeros incautos.
De
esta manera no ha de sorprendernos que a partir del momento de esta delación
comenzasen las detenciones y confiscaciones de navíos, aunque a decir verdad
los detenidos no eran ingleses, sino holandeses, que con el mismo truco y con
pasaportes falsos alemanes, en particular de Hamburgo y Emden unas veces, o
flamencos, en particular de Amberes, otras, llevaban algunos años realizando
sin contratiempo un activo tráfico entre el puerto de Flesinga (Zelanda) y las
Islas Canarias.
Circuladas
las órdenes antedichas comenzaron las detenciones, a partir de enero de 1593.
En Santa Cruz de La Palma era detenido el navío La
Rosa, cuyo maestre se llamaba Bernardo Marcen, y que había zarpado de
Flesinga en los primeros días del año indicado; la detención debió
verificarse, por tanto, en febrero de 1593. En Garachico eran a su vez detenidos
en octubre, por sospechas de falsificación de pasaportes, dos navíos que decían
proceder de Hamburgo, por nombre La Posta
y Marganya.
Estos
navíos ya habían visitado en otras ocasiones el puerto, por lo que se juzgó
suficiente llamar a sus maestres, Jacob Salomoni y Conrado Jacob, para que
prestasen declaración ante las autoridades y mostrasen la documentación de los
buques. Mas cuál no sería la sorpresa de éstos y aquéllos al contemplar cómo
las tripulaciones, al ver descorrido el misterio, “se alzaron y se pusieron en
pie de guerra y se fueron”, dejando
así
a sus capitanes convictos y confesos de lo que sólo era una sospecha.
Sin
embargo, las detenciones más sonadas ocurrieron en el Puerto de la Luz. El
primer buque que despertó las sospechas de las autoridades coloniales de Las
Palmas fue el navío de Flesinga San Pedro,
cuyo maestre era Jácome Remieus. Este buque, con pasaportes de Emden, que había
comerciado diversas veces en el puerto de Garachico, se presentó en el Puerto
de la Luz en febrero de 1593, y tanto su maestre como sus catorce tripulantes
quedaron detenidos, primero por las autoridades civiles y después por la
“Santa Inquisición,” cuando ésta reclamó a todos como sospechosos de
calvinismo.
Hallábase
el San Pedro fondeado en el puerto,
cuando aparecieron pocos cos días más tardé otros dos navíos holandeses que
comerciaban también con engaños y falsedades: el León
Colorado y el San Lorenzo; sus
maestres, respectivamente, Hans Hanssn y Arnaut Lorenzo. Ambos aseguraban
proceder de Hamburgo, en Alemania, y estar afiliados todos los tripulantes al
catolicismo.
Cuál
no sería, pues, la sorpresa que ambos maestres experimentaron al tener
conocimiento de la detención del San Pedro, verdadero anticipo de la suerte que les esperaba. En el
acto, los dos capitanes dieron orden de zarpar con la primera oscuridad, ante la
imposibilidad de realizarlo inmediatamente, pues, estando vigilados, las
fortalezas del puerto impedirían la fuga. Sin embargo, no tuvieron tiempo ni de
planear la escapatoria, ya que la misma tarde de su arribo el Santo. Oficio
decretó el arresto de los maestres y pilotos, a cuyo procesamiento Siguió el
de los demás tripulantes.
Estos
navíos no sólo eran portadores de pasaportes falsificados para todos sus
tripulantes, sino de cartas de recomendación de obispos y eclesiásticos tan
verídicas como los primeros. (A.Rumeu
de Armas, t.II. 2ª pte. 1991)
Mayo
de 2011.
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Guayre
Adarguma Anez Ram n Yghasen.
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Continuará...