EFEMÉRIDES DE LA NACIÓN CANARIA

 

UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS

PERÍODO COLONIAL, DÉCADA 1581-1590

  CAPÍTULO XIX (XV)

Guayre Adarguma *

 

1589. El Cabildo hawara (palmero) solicita el nombramiento de un gobernador para su isla con absoluta independencia del de Chinech (Tenerife); sin embargo, la situación permanece igual e, incluso, posteriormente se dictaminará que los corregidores residan en Chinech (Tenerife) y no en Benahuare (La Palma).

 

1589. Yendo y viniendo los canarios a Indias, por rutas alternativas, cuándo y cómo les parecía, en 1589, a más de prohibirles sacar barcos sueltos, se procedió a la "remodelación" del archipiélago. Reconociendo su categoría de reino, Felipe II nombró regente, con residencia en Tamarán (Gran Canaria), autoridad decorativa, pues la responsabilidad continuó descansando en el gobernador.

1589. Las amenazas de invasiones, especialmente de corsarios ingleses y moros, determinaron el envío a Canarias por parte de la metrópoli de un Jefe militar aguerrido con encargo: «...de ver y reconocer el estado en que se hallaban las cosas de la guerra así cuanto a las fortalezas, como la gente, artillería, municiones, y lo demás que de aquello convendrá fortificar y preveer...» Fue este jefe colonial D. Luís de la Cueva Benavides, nombrado Comandante General, y desde esa época dedicáronse los que le sucedieron a interesarse en este importante ramo; D. Francisco de Andía e Irarrazábal, Comendador de Aguilarejo en la orden de Santiago, designado por el Conde-duque de Olivares con amplias facultades, propuso la creación de nuevas fortificaciones, señalándose la Caleta de los Negros y Paso-Alto, y haciendo el Rey merced de algunas piezas. (José María Pinto de la Rosa, 1996)

 

1589. El Gobernador colonial Capitán D. Melchor de Morales (1589-1594) ordenó construir en la plaza de armas del Castillo de La Luz en Gran Canaria un alto parapeto, en contra del parecer del Ingeniero Próspero Casola, que se negó a dirigir las obras, y cuando el ataque de la escuadra inglesa al mando de Drake del viernes 6 de Octubre de 1595, tenía esta fortaleza nueve cañones que eran: dos culebrinas fundidas en Sevilla por Juan Morel y regaladas por el Rey; dos culebrinas bastardas; un medio sacre y cuatro cañones, siendo su Alcaide D. Serafín Cayrasco de Figueroa.

 

1589. El marqués de Lanzarote, don Agustín de Herrera y Rojas, habiendo tenido aviso de que en la isla Graciosa se habían refugiado cuatro naves inglesas y que Sus tripulantes trabajaban en aquellos parajes desiertos en construir una galera de catorce remos por banda, se puso al frente de sus huestes, y desembarcando allí por sorpresa, con un grueso cuerpo de milicias, logró ahuyentar a los piratas, con visibles bajas en sus filas, y apoderarse del navío en construcción. Dicha embarcación la regaló el marqués de Lanzarote al Rey, por intermedio del capitán general don Luís de la Cueva.

 

Apenas habían transcurrido muy pocos días de este suceso cuando el marqués de Lanzarote vio surgir en las propias costas de su dominio privativo un galeón de Inglaterra que, cargado de municiones, iba en seguimiento de una flota de la misma nación, con rumbo a las Indias. Don Agustín de Herrera pudo alcanzarlo y rendirlo, con sus hombres, mientras sucumbían en la lucha buen número de ingleses.

 

Por el mismo tiempo, y cuando estaban frescos en la memoria de todos estos hechos, se tuvo aviso en Lanzarote de que en la vecina isla de Lobos se hallaban guarecidos dos corsarios de la misma nacionalidad, que habían cometido algunos robos de navíos por entre las islas del Archipiélago. Por tercera vez el marqués de Lanzarote dispuso la correspondiente expedición militar contra tales corsarios, logrando ahuyentarlos de dichos contornos, y capturar las chalupas que preparaban en la isla desierta para sus incursiones por los ríos de Guinea.

 

Esta isla de Lobos era muy frecuentada por los piratas, que se refugiaban en una ensenada de ella, para vigilar las barcas y navíos que hacían el tráfico entre las islas y los que venían de la Península. Estaban los corsarios de centinela sobre las montañas varios días y al abandonarlas dejaban sus partes y avisos en cañas que hundían en tierra para que sirviesen de orientación a otros compañeros. (A.Rumeu de Armas, t.II. 2ª pte. 1991)

 

1589. En las costas de Chinech (Tenerife), posiblemente en los alrededores del puerto de Garachico, naufraga y se hunde el navío Nuestra Señora de Candelaria.

 

1589. 4 navíos Ingleses fondean en la isla de la Graciosa. El colono, Marques de Lanzarote los ataca capturando uno de los buques. Poco después, el mismo Marques ataca a un Galeón ingles en la Isla de Lobos. En enero de ese mismo año se presentan 7 buques ingleses ante Añazu n Chinet (Santa Cruz de Tenerife) con la intención de apoderarse de un navío portugués cargado de azúcar y esclavos. En febrero, un Corsario inglés que perseguía a un navío castellano es atacado desde el Puerto de Añazu (Santa Cruz). En Septiembre, 4 navíos ingleses se presentan en el Puerto de Añazu (Santa Cruz). Al tocarse la alarma y ponerse la población bajo lar armas desisten de atacar.

 

1589. Se inicia por parte de la metrópoli los primeros intentos de centralización del poder y unificación del mando en la colonia, tienen lugar cuando el rey español Felipe II unifica el mando de la colonia usando como pretexto el alejar el peligro de los corsarios creando en la cabeza de don Luis de la Cueva los dos cargos anejos de capitán general y presidente de la Audiencia , señalando la ciudad de Winiwuada (Las Palmas) como residencia de la Capitanía y centro defensivo de las islas. En el mes de julio de 1589 llega a Winiwuada (Las Palmas) el capitán general en funciones de virrey De la Cueva acompañado de un cortejo integrado por corregidores y soldados del Presidio. En cada una de las islas, tanto las denominadas realengas como las conocidas como de de señorío, nombra un jefe de las Armas, sustituyendo en las de realengo los gobernadores por corregidores.

 

Este cambio político origina la protesta de los cabildos que piden al rey lo exima de las exorbitantes contribuciones exigidas por don Luís de la Cueva para fortificaciones, barcos y manutención de los soldados. Los abusos de poder cometidos por el capitán general (traslado de la Audiencia a sus casas), la rebelión de los majoreros, el informe del visitador Zapata sobre la anarquía de la Audiencia y las peticiones de los cabildos para que el rey los libere del capitán general y de los soldados del Presidio, hacen que las islas en 1593 vuelvan a su antiguo régimen político y militar, es decir, se suprimen los capitanes generales, los corregidores vuelven a ser gobernadores, el Presidio regresa a España y se nombra nuevo regente de la Audiencia.

 

1589. Hasta esta fecha el régimen militar de las islas se caracterizó por su descentralización de la metrópoli, pues eran los cabildos junto con los gobernadores respectivos los que tenían  a su cargo esta función. Los primeros corrían con los gastos defensivos y controlaban los nombramientos, armamentos e instrucción de las milicias,  formadas por sus habitantes.

 

Pero en este año el rey español Felipe II al objeto de asegurar el poder de la metrópoli en la colonia decidió cambiar no sólo la organización militar sino también la política y jurídica, centralizando todos estos poderes en un capitán general.

 

La excusa para adoptar esta decisión se basaba en mejorar la defensa de Canarias en unos momentos en que a los tradicionales ataques piráticos se unían amenazas más serias como la invasión de Morato a Lanzarote en 1586 en justa represalia por los desmanes cometidos por los colonos europeos establecidos en canarias contra los habitantes del continente. La derrota de la Armada Invencible debió de precipitar esta medida por el previsible auge de las actividades militares inglesas en estas aguas, a la vez que también influía la creciente tendencia centralista en la metrópoli.

 

El hombre designado para este cargo de auténtico virrey, en palabras de Rumeu de Armas, fue D. Luis de la Cueva y Benavides, con notoria experiencia militar. La decisión real que de entrada no podía sentar bien a las instituciones coloniales canarias que veían así mermadas sus atribuciones, sería aún más contestada por otras dos circunstancias: el presidio de 600 soldados que acompañaban al capitán general, y su carácter soberbio y autoritario. La presencia de 600 soldados en Winiwuada n Tamaránt (Las Palmas de Gran Canaria), donde residirán la mayor parte del tiempo y que no llegaba en aquellos años a los 3.000 habitantes, va a provocar una multitud de conflictos.

 

Debido ala pérdida del archivo del Cabildo grancanario no conocemos sus protestas por esta situación, pero a juzgar por las de Chinet (Tenerife) debieron de ser numerosas máxime cuando el presidio residió fundamentalmente en Winiwuada (Las Palmas). Chinet (Tenerife) se opuso tenazmente no sólo a alojar los 300 soldados que se le quisieron imponer, sino también a pagar las excesivas cantidades que se le exigían para su mantenimiento.

 

Sus protestas llegaron a la Corte, y motivaron varias cédulas reales, pidiendo información y moderando los excesos del capitán general. Este mantuvo asimismo enfrentamientos con la Audiencia, la Iglesia católica, los señores feudales de Erbania (Fuerteventura) y la Inquisición. (Luís Alberto Anaya Hernádez y Francisco Fajardo Spinola; 1991)

 

1589. El rey de la metrópoli Felipe II remodeló la administración de las Canarias, en la esperanza de impedir la inmigración clandestina y el contrabando. Recordando que el archipiélago fue reino, nombró regente con residencia en Gran Canaria, autoridad simbólica, pues el gobernador continuó al frente de la "isla". (Luisa Álvarez de Toledo)

1589 Enero 10. En Santa Cruz de Tenerife se presentó en la fortaleza de Santa Cruz un piloto portugués a quien los ingleses habían capturado con su navío en las cercanías de la isla de la Madera, cuando regresaba de Santo Tomé en ruta hacia Lisboa, cargado con 9.000 arrobas de azúcar y 60 esclavos africanos. Los ingleses soltaron al lusitano en el valle de Salazar para que tratase de conseguir el rescate del navío, y en el acto se tomaron las medidas oportunas contra cualquier sorpresa.

 

Súpose por el portugués que eran navíos muy bien armados que se dirigían a la Mina llevando a bordo más de 250 hombres, “mucha artillería y artificios de fuego”, y al día siguiente, 11 de enero, se situaron frente al castillo de San Cristóbal cinco navíos corsarios, pronto reforzados por otros dos más que navegaban a retaguardia.

 

Ya habían acudido al puerto el gobernador y las milicias para defender la tierra; mas los navíos se limitaron a estacionarse durante breve rato sin intentar ningún acto de hostilidad, como si esperasen algún aviso de tierra, siguiendo su ruta horas más tarde.

 

Esta fue la ocasión en que esperándose el arribo de don Luís de la Cueva capitán general y virrey de Canarias, el Cabildo de Tenerife mandó apostar una barca de aviso en la punta de Anaga para prevenir del peligro a cuantos navíos se acercasen a la isla. (A.Rumeu de Armas, t.II. 2ª pte. 1991)

 

1589 Enero 19. Sepan quantos esta carta vieren como yo Lucía de Samarinas, viuda, mujer de Bartolomé Núñez, difunto, va. de esta isla de T., en la Villa de Arriba, otorgo por mí e por mis herederos e sucesores que vendo realmente e con efeto agora e para siempre jamás al Lcdo. Borrera, abogado de esta isla, para él e para sus herederos e sucesores, es a saber, un cahíz de ta. de medida de cordel, tierra limpia e no montuosa, de la que yo he y tengo a do dicen la laguneta de los Abades, las quales 12 h. de ta. le doy e señalo desde luego en la suerte  que tenía e traía Francisco de Fraga e si en la dicha suerte no hubiere las 12 h. de ta. de medida de cordel lo que le faltare se las doy y señalo desde luego en la otra suerte de tierra limpia lindando con la tierra de Fraga para que de ella de alto abajo se entere e satisfaga de la tierra que así faltare del dicho cahiz de tierra que le vendo, la qual suerte linda con tierra que traían los herederos de Juan de Torres e por otra parte tierras montuosas e por arriba tierras mías propias en la laguneta e un vallado por donde se linda la dicha laguneta e por abaxo tierras montuosas, el gual cahíz de ta. le vendo con sus entradas e salidas, usos e servidumbres, quantas de derecho a e tiene e le pertenece e por libre de tributo, ni hipoteca, ni señorío que a ella ninguna persona tenga ni le pertenezca, e por precio e contía de 120 doblas, que es a l0 doblas por hanega de tierra de medida de cordel, que el Lcdo. Borrega me ha dado e pagado etc. En la noble ciudad de San Cristóval en 19-1-1589. Testigos: Juan Carrillo de Albornoz, Miguel Perdomo e Antón Lorenso, vos y estantes en esta isla. Por testigo, Juan Carrillo de Albornoz. Pasó ante mí Juan de Messa, escr. públ., fe e testimonio de verdad ser este signo. Juan de Messa, esc. públ. Sin derechos. (Datas de Tenerife, libro V de datas originales)

 

1589 Febrero. Un navío corsario inglés se acercó tanto a tierra persiguiendo a un barco español que buscaba refugio en el puerto de Santa Cruz, que fue bombardeado no sólo por la fortaleza de San Cristóbal, sino por las mismas embarcaciones surtas en la bahía.

 

En este mismo mes recibiéronse informes en La Laguna, por conducto del regidor Juan Alzala, participando que Drake con 100 navíos se disponía “a pasar a las Islas de Canaria”. Los informes eran, como siempre, buenos y precisos, sólo que esa flota de 120 velas, que zarpó de Inglaterra en abril de 1589, iba dirigida contra La Coruña y Lisboa.

 

No obstante, el Cabildo ordenó tomar las reiteradas medidas de prevención general, poniendo además en circulación la noticia para que las otras   reforzasen sus defensas.

 

Todavía en septiembre de 1598 alarmó a Santa Cruz la presencia de cuatro navíos británicos en sus aguas; mas después de provocar la alarma general y el descenso de 1as milicias al puerto, pasaron de largo sin atreverse a aproximar a tierra. (A.Rumeu de Armas, t.II. 2ª pte. 1991)

 

1589 Marzo 10. Los criollos de la colonia canaria comienza a peder su autonomía militar y política, la metrópoli designa virrey presidente de la Audiencia Luís de la Cueva Benavides.

 

“El monarca español entregaba en  manos Luís de la Cueva Benavides las “instrucciones que habrán servirle de norma y directriz en el desempeño de su nuevo cargo”, de virrey de Canarias que estaban firmadas en Valladolid y suscritas por el secretario Juan Vázquez.

 

Estas “instrucciones”, por su particular interés, merecen el que nos detengamos brevemente en conocerlas:

 

“Habéis de tener entendido -le decía el Monarca- que la principal causa que me ha movido a instituir y establecer el cargo que lleváis ha sido la defensa y seguridad de las islas por ser de la importancia que son.; y así os encargo y mando tengáis el cuidado y vigilancia que de vos confío. Llegado a la isla de la Gran Canaria, donde ha de ser vuestra principal residencia, veáis y reconozcáis el estado en que se hallan las cosas de la guerra, así cuanto a las fortalezas, como la gente, artillería, municiones, y lo demás que de aquello convenga fortificar y proveer; y esto mismo haréis en las demás islas, visitando por vuestra propia persona lo más pronto que fuere posible; y en todas vereis y entendereis la forma de milicia que los naturales tienen entre si para su defensa y seguridad, y pareciendoos que conviene reformarla lo hareis tratandolo con los mismos naturales, para que se haga con su beneplacito...”

 

“Es mi voluntad que tengais jurisdicción sobre toda la gente de guerra y oficiales de cualquiera condicion que sean, asi de mar como de tierra que estan a mi sueldo, y de las dichas islas, siempre que se hubieren de juntar o lo estuviere para algun efecto, y que podais conocer de todas las cosas y causas civiles y criminales que entre la dicha gente sucedieren; y que cuando salieredes a visitar las islas, conozcais de los pleitos y diferencias que se ofrecieren entre la gente de guerra y la de las islas, eligiendo un asesor letrado... [y] que cuando la gente de guerra y la natural estuvieren juntas donde reside la Audiencia, para ofensa o defensa de los enemigos o para otros actos de guerra, si algunas causas criminales se ofrecieren habeis de conocer de ellas. ..juntamente con los otros jueces de la Audiencia...”

 

“Esta misma orden se guarde en cuanto a las cosas que presas de corsarios...; [y] habeis de tener particular cuenta de la buena orden y disciplina de la dicha gente para que entre ella y los naturales no haya ruidos ni cuestiones y habiéndose de repartir en diversas partes ordenareis que las personas a cuyo cargo hubieren de estar sean las de mas practica, experiencia y buen gobierno.”

 

“Llegado que seais a las islas de Canaria, avisareis del numero que hay de artilleros, y los que faltaren, para que mande yo lo que conviniere.

 

Lo demas que aqui no se dice se remite a vuestra prudencia y cuidado, y adelante se os ira avisando y ordenando lo que mas se ofreciese”.

 

Esta gente de guerra de la que con tanta insistencia se habla en las “instrucciones” eran los seiscientos soldados veteranos de cuya experiencia militar, como presidio fijo de las islas, esperaba el Rey la seguridad y sosiego del Archipiélago en los difíciles momentos que se avecinaban.

 

De esta manera, el régimen político de las islas se transformó por completo, cesando el regente de la Audiencia, don Pedro López  de Aldaya, para reducirse a la simple condición de oidor, y reintegrándose a la Península, tan pronto como fueron sustituídos y residenciados, los gobernadores de Gran Canaria y Tenerife, capitanes Alvaro de Acosta y Juan Núñez de la Fuente.

 

Al propio tiempo el rey Felipe II expidió un nuevo auto de la misma fecha, 10 de marzo de 1589, por el que regulaba la actuación del capitán general como presidente de la Real Audiencia: sueldo, calidad y jerarquía, relaciones con los oidores, ejercicio de jurisdicción castrense, facultades extraordinarias para el mantenimiento del orden y la seguridad pública y para la movilización de las milicias, etc., etc.

 

Las noticias de estos cambios que en las alturas se fraguaban fueron bien pronto conocidas en el Archipiélago, pues en el mismo se esperaba el arribo del nuevo gobernador y capitán general, el 19 de enero de 1589, prueba de la magnífica información que, por medio de sus mensajeros y procuradores, tenían los Cabildos de las incidencias de gobierno. Por esa fecha, el Regimiento de Tenerife había acordado apostar en la punta de Anaga un navío de obervación para que previniesen a cuantos barcos se acercasen a la isla de la presencia en Santa Cruz de algunas embarcaciones corsarias, ya que se estaban esperando de un momento a otro "navíos de Sanlúcar y Sevilla y la flota de Indias, en que se entiende ha de venir el señor Presidente y capitan general de estas islas, don Luís de la Cueva y Benavides, e acontece que por los temporales suelen venir a esta isla unos navíos y otros a otras...".

 

Sin embargo, las dificultades de movilizar a aquella masa de seiscientos soldados, buscándoles alojamiento en Sevilla y hallando hueco para ellos en la flota de Indias, retrasó varios meses la partida, ya que los navíos no zarparon hasta principios de julio de 1589.” (A.Rumeu de Armas,t. 2. 1991)

 

1589 Mayo 23. Sepan quantos esta carta vieren como yo Lucía de Samarinas, viuda, muger de Bartolomé Núñez, difunto, vo. de esta isla de T. en la Villa de Arriba, otorgo e conozco por esta presente carta que vendo realmente e con efecto agora e para siempre jamás al Lcdo. Domingos González Borrero, abogado de esta isla, para él e para sus herederos e sucesores, es a saber, 3 h. de ta. limpia labradía de medida de cordel de las tierras que yo tengo a do dicen la laguneta, las quales le tengo de medir y entregar de alto abajo lindando con una suerte de ta. que yo asimismo le vendí este presente año ante el presente escribano al Lcdo. Borrroe por otra parte linda con tas. mías que tengo en la laguneta e por arriba tas. de mí, la susodicha, e por abaxo con tierras montuosas, las quales 3 h. de ta. que así le vendo agora se han de medir de alto abajo e lindando con la dicha suerte que así le tengo vendida e ha de ser tierra limpia e labradía e se la vendo con sus entradas y salidas, usos e servidumbres que la dicha tierra a e tiene y en qualquier manera le pertenesca e por libres de tributo ni hipoteca tácita ni expresamente, ni ninguna obligación que a ellas ninguna persona tenga ni le pertenezca, por precio de 30 doblas de la moneda de estas islas que por compra de ella el Lcdo. Borrero me ha dado e pagado e yo de él he recibido en dinero de contado de que soy contenta y entregada a mi voluntad sobre querenuncio la ecepción de la pecunia e leyes etc. En la noble ciudad de San Cristóval en 23- V -1589. E doy fe que conozco a la otorgante por la qual lo firmó un testigo porque dixo que no sabía escribir.Testigos: Francisco González, alguacil, Pedro Hernández e Luis Francisco, vos de esta isla. Testigo, Francisco González. Ante mí Juan de Messa, esc. públ., en fe e testimonio de verdad ser este signo. Juan de Messa, esc. públ. Sin derechos. (Datas de Tenerife, libro V de datas originales)

 

1589 Junio. Una tormenta sorprende a once navíos que estaban al ancla en la rada de Añazu (Santa Cruz). Debido a la fuerza de la tormenta rompen las amarras y se estrellan en la costa, perdiéndose todas las naves.

 

1589 Julio19.  Desembarcó en el Puerto de la Luz el nuevo capitán general de la colonia Luís de la Cueva Benavides, quien aquel mismo día hizo su entrada solemne en Las Palmas con aires de virrey, rodeado de una verdadera corte de satélites y seguido en brillante cabalgata por los seiscientos soldados del presidio, armados de morrión y coselete y distribuidos en tres compañías de mosqueteros, arcabuceros y piqueros, mandadas por los capitanes Juan Fernández de Viedma, Gaspar Fernández de Ayala y Juan Jaraquemada, este último natural de Telde, y calballero de la Orden de Santiago.

 

En el séquito del capitán general figuraban sus hijos, Alonso, Luís y Juan (este último alférez de la compañía del capitán Jaraquemada); el corregidor de Tenerife y La Palma, Tomás de Cangas, a quien don Luís de la Cueva había nombrado lugarteniente general en Tenerife; el corregidor de Gran Canaria, Melchor de Morales; el licenciado Navarre-te, que hacía oficio de asesor; el ingeniero permanente de las islas, Próspero Casola y Cota; el veedor y contador de la gente de guerra, Juan del Hoyo; el pagador Gaspar de Ayala, el oficial Martín de Achivite y el secretario Juan Núñez de Essain y Sarassa.

 

Por último, venían también formando parte del presidio ocho artilleros veteranos con el cabo Juan Negrete al frente y llevando como auxiliar al polvorista Antonio de Valenzuela.

 

El asombro de los naturales ante aquella brillante comitiva, que contemplaban recelosos, no sabiendo si con la paz exterior les traerían una guerra interna, está reflejado por Viera y Clávijo con estas justas palabras: don Luis de la Cueva "fué reeibido con tanto respeto como temor por aquellos mismos de quienes iba a desechar los temores y los rebatos, pues ocupando la primera silla de la Audiencia atrajo toda la atención de las islas. Estas no veían en él sino un verdadero Dictador que reuniendo en su persona todas las fases de la autoridad en el aprieto de la república, venía a reemplazar los regentes, gobernadores y generales, a presidir sobre las armas y las leyes, a disponer de lo militar y político".

 

Difícil en extremo se hace resumir en un capítulo la actuación en las Canarias del capitán general don Luis de la Cueva y Benavides, hombre de genio intemperante y poseído con exceso de autoridad, cuya etapa de gobierno se caracteriza por una serie ininterrumpida de violencias contra los privilegios de las islas y de extorsiones de toda índole, que mantuvo en conmoción al Archipiélago durante los cinco años de su mando.

 

Si en el examen de la actuación de este auténtico virrey tratamos de deducir cuáles eran las normas directrices de su gobierno, hasta el punto de poder esbozar algo así como el programa de su actuación para cumplir los altos fines de seguridad y defensa del Archipiélago que le encomendara el soberano español, no vacilaríamos en afirmar que éste tenía como bases esenciales: 1º. El mantenimiento del presidio militar a toda costa y venciendo cuantas resistencias se opusiesen a su consolidación. 2º. La construcción de seis fragatas para organizar una escuadra regional que asegurase la independencia de las islas, facilitase el tráfico entre las mismas, y contribuyese al exterminio de los piratas; y 3º. La reducción de los privilegios de las islas en materia de fortificación y milicias, al mínimo, con objeto de implantar el más absoluto centralismo en materia militar.

 

Para desarrollar este programa, don Luís de la Cueva y Benavides distribuyó por el Archipiélago los hombres de su confianza y se dispuso a actuar sin pérdida de tiempo.

 

Como a los antiguos gobernadores habían de reemplazar los nuevos corregidores de capa y espada, con tenientes letrados, no tardó mucho tiempo en hacerse la transmisión de poderes.

 

El primero en ocupar su cargo fue el corregidor de Gran Canaria, Melchor de Morales, en sustitución de Álvaro de Acosta, no tardando mucho tiempo más En posesionarse de la corregiduría de Tenerife y La Palma el capitán Tomás de Cangas, quien lo hizo en la sesión del Cabildo de 30 de septiembre de 1589, tomando la vara de justicia de manos de su antecesor, Juan Núñez de la Fuente.

 

Mas en los proyectos del nuevo capitán general entraba el poner el gobierno, militar de las distintas islas en manos de hombres de su absoluta confianza, obedientes y sumisos a sus órdenes, y dispuestos a hacerlas cumplir por la violencia. Para ello creó el cargo de jefe de las armas, que en esencia era la resurrección de los antiguos capitanes generales (Cerón, Monteverde, Manrique de Lara, etc.) , y designó para el desempeño de esta alta magistratura militar a su hijo Alonso de la Cueva, en Gran Canaria; a Tomás de Cangas, en Tenerife, con título de lugarteniente de capitán general; a Juan Niño, sargento mayor por el Rey, en La Palma; a Juan Sánchez de Arellano, también sargento mayor, en La Gomera; a Nicolás de Castilla o Peraza, en El Hierro, y a Gonzalo Argote de Molina, en Lanzarote y Fuerteventura.

 

Después de esta distribución de cargos, don Luís de la Cueva hizo alarde general de las milicias de Gran Canaria y recorrió en compañía de los ingenieros Leonardo Torriani y Próspero Casola todas sus fortificaciones, puertos y desembarcaderos, para imponerse del estado de los mismos y de sus necesidades.

 

Finalizadas estas tareas en Gran Canaria, el capitán general pensó llevar a, cabo igual visita de inspección en otras islas del Archipiélago. (A. Rumeu de Armas, t.2.1991)

 

   

Abril de 2011.

 

* Guayre Adarguma Anez Ram n Yghasen.

 

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Bibliografía

     

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