EFEMÉRIDES
DE LA NACIÓN CANARIA
UNA
HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO
COLONIAL, DÉCADA 1581-1590
CAPÍTULO
XIX (XI)
Guayre
Adarguma *
1587
Julio 22. Bajo el gobierno de los
mismos Inquisidores Osorio y Lorenzo, se organizó
el noveno auto de fe
llevado a cabo por la secta católica y su Tribunal de
Cuatro
fueron los reos quemados; tres en estatua, y uno en persona.
El
relajado en persona, ofrecía una novedad, digna de llamar ciertamente la atención
del país. Sustituiremos nuestra humilde prosa con la elocuente y gráfica del
Secretario del Secreto, que nos dejó consignados los hechos en el libro de
relaciones de causas, conservado en parte, milagrosamente, después de tantas
vicisitudes y años. Dice textualmente así:
«Jorge
Gaspar, inglés, natural de
«Fue
preso con secuestro de bienes, y en 1as audiencias confesó, que desde que tenia
uso de razón, seguía la nueva religión que ahora se enseña en Inglaterra, y
que comulgó cuatro veces, y se confesaba á Dios en su corazón, y á él solo;
y que á él le rezaba sin intercesión de Santos; y que creía que aquel para
el era la buena religión, y la que estaba más conforme con lo que Jesucristo
enseñaba; y que en ella continuaría, hasta que muriese, pues en ella creía
salvar su alma.».
En
la confesión y publicación de testigos, siempre manifestó lo mismo que tenía:
confesado. Fue votado á relajar á la justicia y brazo seglar, y se le terminó
su causa.»
«La
noche antes del auto, habiendo el Secretario ido á notificarle, que había de
ser relajado á la justicia ordinaria y brazo seglar, puso á Dios por testigo
de la injusticia que con él se hacia, y que Dios los había de castigar. Se
puso con él un confesor teólogo, porque lo instruyese de sus errores y estuvo
con él algunas horas instruyéndole sin que él quisiese convencerse; y que
también entendió de él tener otros muchos errores, como era decir: que
aquella muerte no la merecía por sus pecados, sino que Dios ordenaba que
muriese. De todos los cuales le satisfizo y procuró apartarle de ellos; y así
no confesó sacramentalmente. De allí á un rato, dijo al confesor, que le
dejase un poco, que quería reposar; y así se apartó; cuando volvió, hallóle
desmayado, y revolcándose en el suelo; y volviendo en sí, dijo: que tenia un
cuchillo en el cuerpo; y fue así, que acaso en la cárcel había hallado un
cuchillo de estuche, y teniale en la faltriquera; y metiósele por la boca del
estómago, hasta que no se parecía. »
«Fue
Dios servido, que entro por parte que pudo vivir hasta cerca de la noche,
que se acabó el auto, y se ejecutó Su sentencia: y él se volvió á confesar;
y de allí adelante mostró grandes señales de contrición y arrepentimiento, y
después que oyó las cosas contenidas en su sentencia, dijo, que el había
hecho y dicho todo aquello que allí se le había leído, y mucho más; y que
merecía muy bien aquella muerte, porque había sido luterano hasta aquella
hora, y dicen, que murió como católico.» Aquí tenemos un hombre, cuyos
únicos delitos eran profesar la religión, buena ó mala, que sus padres le habían
enseñado sin querer abjurar de ella, y lo acertado de no comprender las
excelencias del catolicismo.
Por
estos crímenes se le reduce a prisión; se le confiscan sus bienes, se le da
tormento ordinario y extraordinario, y se le condena á ser infamado
perpetuamente, y quemado vivo en la hoguera.
Todavía
tiene el valor de los mártires, y sin esperanza de gloria ni de inmortalidad,
sino creyendo sencillamente que está en el verdadero camino que conduce al
cielo, persiste en sus errores y por escapar pronto a una muerte horrible
é ignominiosa se atraviesa las entrañas con un cuchillo.
Empero,
Dios fue servido de que viviera, y moribundo, arrastrado en una estera, y
con el estertor de la agonía, se le arroja en el tablado, presencia en la plaza
el auto de fe, oye de nuevo relatar su causa, y las de otros mil, no tan
infelices como él, y cuando ya la noche se acerca, sus verdugos, con el
crucifijo en una mano y una tea en la otra, lo conducen al quemadero, y sin
tomarse el trabajo de atarlo al poste, se apresuran a lanzarle aún
vivo en el bracero temiendo que el fuego devore solo un cadáver. Este
hereje tenía entonces 24 años.
Creemos
pálido todo comentario, junto a la desnuda realidad de los hechos. Juzguen
nuestros lectores y comparen la enormidad del crimen con la benignidad de la
pena. ¿A qué detenernos en reflexiones inútiles'?
Continuemos
nuestra relación, y sigamos relatando los sucesos sin comentario alguno.
Fueron
penitenciados y reconciliados en el mismo auto:
María
de Lugo, viuda de Sebastián Perdomo, por seguir la ley de Mahoma.
Ana
Cerezo, morisca, de 25 anos, hija de la anterior, condonada por revelar su
dicho.
Juana
Álvarez, hermana de la precedente, por igual delito.
Diego
de Munguía, marido de
María
de Riverol, de 50 años de edad, vecina de Fuerteventura, hilandera, traída de
Berbería y bautizada. Habiéndosele acusado por cinco testigos de haber
dicho" que prefería casar sus hijas con moriscos, porque los cristianos
estaban llenos de vicios, y de haber rezado en lengua mora, fue condenada, a
pesar de su negativa, á que abjurase de levi en auto público, y pagase veinte
doblas para gastos.
Baltazar
Martin, lanero, vecino de
Inés
de Vega, morisca, viuda de Jorge Ramírez, herrero, fue condenada á un año de
reclusión y a 10 ducados de multa, por haber hecho ciertas ceremonias, cuando
pasó á Berbería á rescatar un cautivo.
Gaspar
Delgado, morisco, .empleado en un ingenio de azúcar. Fue acusado de que,
trabajando un día, dijo.-«Reniego de Dios; no habrá aquí un cristiano que me
saque, pese á San Juan Bautista, y á quien me parió.»-Su sentencia fue: que
salga al auto público de fe, en forma de penitente, con una mordaza en la boca,
y ser desterrado de esta Isla por tres años.
Cristóbal
Hernández, alias seis dedos, zapatero, de 40 años, y vecino de la Laguna. Fué
condenado porque un día de cuaresma, y á la hora de vísperas, dijo; que el
Demonio había pedido á Dios las ánimas de los que muriesen desde la hora que
tocaban á alzar, hasta la de vísperas, y que el Señor le respondió, no te
daré yo ese gozo.
Marcos
Hernández vecino de
Rodrigo
de Silva, mozo trabajador de 23 años, vecino de
Sebastián
García, vecino de Canaria, y de 50 años; fue testificado de haber tenido
tratos con unos piratas ingleses, y se le condenó a ser expuesto a la vergüenza.
Bartolomé,
negro, esclavo del Marqués de Lanzarote, de 40 años de edad. Fué acusado de
que en la invasión que Amurat hizo en Lanzarote en Julio de 1586, estuvo
sirviendo a los moros. Negó y fue puesto en el
tormento. Dice a este propósito la relación que vamos extractando:
«y
preguntándole si pensaba y creía que en volverse moro había de salvar su
alma, é irse al cielo, no supo responder, aunque se le hicieron muchas
preguntas, ni supo dar razón donde iban las almas, después que salían de los
cuerpos; ni que cosa era gloria, ni purgatorio ni infierno; ni tampoco supo
signarse, ni santiguarse, ni cosa alguna de la doctrina cristiana y por parecer
TAN BOZAL, se suspendió el tormento.» Se le condenó a que saliese en auto público
de fe en forma de penitente, abjurase de levi y otro día se le diesen cien
azotes.
Domingo
González, trabajador, vecino de Tejeda de 32 años de edad; condenado por bígamo;
se huyó de la cárcel, y preso de nuevo, se le condenó a recibir 100 azotes, y
á galeras por seis años.
Juan
del Río, morisco, esclavo del Capitán
Tomas de Cangas, Gobernador de Canaria, de 25 años de edad. Se le procesó por
falta de obediencia a los preceptos del Santo Oficio, y fue condenado á recibir
100 azotes, y á cinco años de destierro.
Bartolomé
Rodríguez, alias Diez, trabajador, vecino de
Pedro
Hernández, vecino de Buenavista, y de 31 años. Condenado por testigo falso a
recibir cien azotes, y a tres años
de galeras.
Diego
Rodríguez de Ayala, procurador, vecino de
Duarte
Francisco, inglés, de 24 anos, y pescador. Se le encontró herido y abandonado
en un barranco de las costas de Tenerife. Acusado de luterano, y puesto en el
tormento se declaró ferviente católico, y que solo por temor á su Reina
profesaba la nueva religión. Fue condenado, sin embargo, á recibir doscientos
azotes, y á servir al Rey católico seis años en galeras.
Juan
Stnith, inglés, marinero del navio Prima Rosa, de 30 años de edad. Fue
acusado por un sacerdote católico de haberle oído decir que en su tierra los
frailes se casaban, y preguntado porque lo hacían, contestó:-«por que es
mejor, que tomar la una mujer y la otra.» negó
siempre, votóse á tormento y antes de ejecutarse, murió.» Su estatua salió
en el auto con insignias de reconciliado.
Tomás
Jiménez, flamenco, marinero del mismo buque, de diez y nueve años de edad.
Fue acusado de luterano, y de haber dicho que
Juan
Huer, inglés, marinero, del mismo buque, de 17 años de edad. Fue acusado también
de ser luterano, y de haber entrado en la iglesia sin hacer reverencia, y
contestó.-«que no hizo reverencia, porque no sabia si era bueno ó malo;
que no se le había enseñado nada de la religión católica; que de todo pedía
perdón á Dios, porque todo lo había hecho jgnorante de si era malo ó bueno,»
La misma pena que el anterior.
Pedro
Jansen, inglés, marinero del mismo buque, de 19 años de edad. Acusado de los
mismos delitos, abjuró y prometió vivir en adelante como buen católico. Sin
embargo, se le dieron cien azotes como recuerdo, y se le envió por cinco años
á galeras a aprender allí sin duda la verdadera doctrina.
Eduardo
Estred, inglés, marinero del mismo navío, y de 21 años de edad. Abjuró del
luteranismo, y fue condenado a tres años de galeras.
Juan
Gold, ingles también, y tripulante de la misma nave; puesto en tormento,
reconoció sus errores y se convirtió al catolicismo. Se le impusieron tres años
de galeras.
Guillermo
Vaquer, Marcos Colman, Ricardo Sánchez, Cristóbal Thermar., Guillermo Roger y
Cristóbal Tristán, marineros todos del mismo buque, e ingleses. Abjuaron también
de sus errores, y fueron reconciliados con prisión y galeras.
Juan
Reman, inglés, de 29 años, marinero del navío Falcon. No supo signarse
y santiguarse, y solo dijo el padre nuestro y el credo. En cuanto á los
mandamientos los recitó adicionados, notándose que principió con estas
palabras:-«Dios dijo, yo soy tu Dios y Señor, no tendrás otro Dios que yo,
no harás imágenes alguna.»
Diósele a entender que no
podía salvarse sino en nuestra Santa fé católica, y habiéndolo entendido,
pidió penitencia de sus errores. Y continua así la relación. -«Salió de las
cárceles secretas por no tener de que le sustentar, hasta que fue llevado a la
cárcel pública de la Ciudad; y estando allí, le dio licencia el Gobernador
para salir fuera, y entró en casa de unas dos mujeres, mayores de veinte y
cinco años cuales le testificaron que había dicho, que Nuestro Señor
Jesucristo había muerto, y dejando el cuerpo
la tierra, y con sola el ánima había
subido a los cielos; y advirtiéndole ellas, que había subido en cuerpo y en ánima,
les respondió, que no lo entendía y luego echó los ojos en unas imágenes,
que tenían en las paredes, las cuales eran de un Cristo y de Nuestra Señora, y
dijo, para que queréis estas imágenes; y la una le respondió, que era la
semejanza de Dios; y el dijo, que bien sabia que había Dios, pero que aquellas
imágenes no eran de Dios, porque nadie sabía como era Dios; y que ellas le habían
respondido, y no dijo más.»
A toda esta relación
estuvo negativo, y repetido el tormento, dijo: «que había sido
siempre luterano, hasta que vino á esta Isla, y que estando en Inglaterra le
pareció bien todo cuanto allá hizo.»- Y mandando los Inquisidores tirar
de la garucha, se desmayo, y se suspendió el tormento. Abjuró con señales de
contrición, y pidió misericordia. Fue reconciliado se le dieron doscientos
azotes, y se le envió á galeras por diez anos.
Juan, morisco,
esclavo de Marcial Cabrera, de 20 años de edad. Y Pedro Berrera, esclavo
del Marqués de Lanzarote, procesados ambos por haber tenido trato con los
moros, fueron condenados á galeras.
Miguel Cameros, natural
de Medina del Campo, se denunció espontáneamente por haber renegado en Argel,
siendo cautivo. Fue reconciliado con la pena de cincuenta azotes y cuatro años
de galeras.
Isabel González, viuda
de Alfonso Sánchez, vecina de
Tal fue este famoso
auto, en el que se vio el espectáculo, ya nuevo en el país, de un reo>
relajado en persona, y de un número tan considerable de procesados por delitos
tan horribles, como los que dejamos expuestos.
Sin embargo, nos
consuela ver, cuan pocos eran los canarios que arrostraban las iras del Santo
Oficio. Todos, ó casi todos, eran ingleses, flamencos, moriscos y judíos,
nacidos fuera de nuestro suelo afortunado, á quienes su buena suerte conducía
á estas. playas.
Creemos que en las
galeras de S. M. completarían su educación religiosa, bajo el látigo del cómitre,
y bendecirían á cada instante la misericordia de un Tribunal, que así se
desvelaba por la salvación de sus almas. (Agustín Millares Torres; 1981)
1587
Agosto 20. El ingeniero
cremonés al servicio de la corona de las españas Leonardo Torriani visita la
isla de Benahuare (La Palma) para inspeccionar sus fortificaciones. Uno de los
primeros actos de Torriani fue dirigirse al Cabildo insular para que designase
un regidor, como delegado de la corporación que le prestase en su labor las
asistencias necesarias. Reclamando de paso los elementos necesarios para el
cumplimiento de su misión: oficiales de carpintería, albañiles, peones,
bestias de carga, barcos, etc.; pero el ingeniero obtuvo el más indiferente
silencio por respuesta. Otro segundo escrito de Torriani (sin fecha también
como el primero) volvía a reiterar análoga petición. Suplicaba ahora que
habiendo de visitar las fortalezas, ver la artillería, calcular los gastos de
las reparaciones y los materiales para ellas precisos, el Cabildo designase
varios "caballeros" de su seno que le acompañasen para facilitar la
tarea. En este oficio planteaba también Torriani al Cabildo la necesidad de
nombrar la persona a cuyo cargo debían quedar las obras del muelle, arbitrar
los fondos necesarios para ellas y acordar cómo habían de realizarse -si a
jornal o a destajo-, con objeto de ganar tiempo, mientras él visitaba las demás
islas, hasta volver a residir en Tedote n Benahuare (Santa Cruz de La Palma), en
espera de las órdenes regias. En vista de ello Leonardo Torriani entretuvo los
días que corrieron entre primeros de septiembre y mediados de noviembre en
estudiar los problemas concernientes a la fortificación de la capital, pues
recorrió una a una sus tres fortalezas, visitó el llano de la Caldereta, tomó
nota puntual de su artillería, calculó lo necesario para dejarlas en buen
estado de defensa e inspeccionó sus milicias y armamento. Por sus informes,
minuciosos y precisos, conocemos el estado militar de Benahuare (La Palma) en
1587 mejor que en ninguna otra época de su historia, ya que nos brindan datos
sobre las milicias de la isla, los artilleros y la artillería.
“Sólo
tiene esta isla, en la costa, tres pequeños castillos que guardan la marina. El
uno está en la parte que mira hacia El Hierro. Tiene forma de torre hexagonal,
con una planta alta descubierta, capaz para tres piezas de artillería que
defienden el puerto. El segundo, entre éste y el puerto, llamado de Santa
Catalina, con quince piezas, entre cañones y culebrinas, alcanza por un lado
hasta el muelle y por el otro lado poco más allá del tercer castillo. Este último
es el más pequeño, situado algo fuera de la ciudad, más allá del barranco,
posee dos sacres, con cuyo tiro domina apenas el último desembarcadero, que se
haya por aquella parte”.
Marzo
de 2011.
*
Guayre
Adarguma Anez Ram n Yghasen.
--»
Continuará...