EFEMÉRIDES
DE LA NACIÓN CANARIA
UNA
HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO
COLONIAL, DÉCADA 1581-1590
CAPÍTULO
XIX (X)
Guayre Adarguma *
1587
Mayo 20. El rey de la metrópoli
Felipe II dio unas instrucciones al Ingeniero Leonardo Turriano, que constituían
un minucioso programa al que debía ceñirse éste para resolver el problema más
arduo de la fortificación del archipiélago: asegurar la ciudad de Las Palmas
que por su carácter marítimo y extraordinaria importancia, era blanco de las
apetencias de los piratas extranjeros. Con tal extensión se refiere el Monarca
a la ciudad, que puede decirse que el texto casi integro de aquéllas, la
abarcan las normas para la fortificación de la misma. Dice así: «En la Gran Canaria hareis particular relación al Governador, Justicia
y Regimiento de la orden que aqui llevais tocante a aquella ysla: pedirles eys
las plantas, ordenes y relaciones que tienen, asi de la fortaleza que está
designada en la montaña de S. Francisco, como del reduto que se ordenó se
hiziesse para su deffensa, entre tanto que se haze la dicha fortaleza y
particularmente pedireisles la ultima órden de don Francés de Alava que fue
del mi Consejo de guerra y mi capitán general de Artilleria, difunto, embió y
yo mandé que se siguiesse y executase, y juntamente con esto pedireis os
informen bervalmente de las consideracion y respettos que se tuvieron para
executar la dicha planta de la fortaleza y para hazer el reduto, y de todas las
demás cossas que os pareciere deveis ser informado para hallaros capaz de todo
lo hecho, y para lo que mas se huviera de proseguir.- Yreis a ver y reconoscer
la dicha montaña de San Francisco y el sitio que en ella está designada la
dicha fortaleza, y que forma de traza y capacidad tiene, que dinero está
aplicado para su fábrica, lo que se a gastado y lo que ay en set; que effectos
se pueden conseguit; si defiende la ciudad y puerto y algunos desembarcaderos,
si está libre o subjeta a algunos padrastos o a otros inconvenientes y que
defensas se les pueden aplicar.-
Reconocereis
tras esto el dicho reduto y sabreis lo que está hecho y lo que en él se a
gastado y lo que constará lo que falta de fábrica, y direys que effecto y
utilidad se sigue y si conbiendrá mas atender aora solamente acabar la fábrica
de la fortaleza que no a 1a del dicho reduto, para que tanto mas en breve se
acabe la dicha fortaleza, sobre presupuesto que el fin principal que se tubo
para hazer el dicho reduto fue que entretanto que la dicha fortaleza se acabase,
cuya fábrica havia de ser de mucha mas dilacion, la gente de la tierra tuviese
alguna forma de defensa en donde recogerse y defenderse algunos dias de algun
cossario que le quissiese emprender para robarla.-
Haveis
de considerar si para la guarda y seguridad de la dicha isla está con acertada
conssideracion acordada y trazada la dicha fortaleza y reduto, y si os paresce
se deve alterar en algo para mejorarla, asi en la fábrica y traza como en el
sitio, direys en que y porque causas, como y con que se podria remediar.- Vereys
asi mismo en quanto tiempo se acabaran las dichas fábricas de fortaleza y
reduto y con quanto dinero, y tratareis con el Governador é ysla de que
arbitrios o otras cosas se podrá dar forma de sacarse y proveerse.-
Reconoscereys todos los puertos, calas y desembarcaderos que la dicha ysla de
Canaria tiene de consideracion, que defensas tienen al presente y las que
convendria hazerles y lo que costarian.- Como está de artilleria todo lo
fortificado y si le falta alguno y quantas y que géneros particularmente de
alcance, que es la mas necesaria para ympedir los dichos desembarcaderos y guar-
dar el puerto.- Todo lo qual os mando cumplais comunicandolo con el Governador;
Justicia y Regimiento de la dicha ysla, y haviendolo asi cumplido me embiareis
particular relacion de todo y de vuestro parescer con las plantas y disigneos de
lo fuera necessario, en el primer pasaje de navío que se ofrezca, quedandoos
con un tanto dello para que, en caso que no llegue en salvamento lo que asi
abisaderes y embiaredes, lo podais hazer duplicado en otra ocasión de pasaje»,
todo lo cual consta en el archivo de
Acialcázar.
Recorrió
Turriano todos los puntos estratégicos de la ciudad de Las Palmas y sus
alrededores y en su informe hace -según Rumeu de Armar el más acabado y
completo escrito de los que salieron de su pluma, que es por otra parte un
alarde de los conocimientos técnicos, competencia y agudeza crítica de este
ilustre Ingeniero.
El
problema fundamental de la fortificación del archipiélago en el siglo XVI era
el de asegurar la ciudad de Las Palmas, por ser la más expuesta a ataques de
los piratas, pues La Laguna capital de la isla de Tenerife -que rivalizaba en
opulencia con Las Palmas- dada su calidad de ciudad interior, estaba asegurada
por sí sola frente a las incursiones de piratería en las que predominaba
siempre el carácter de operaciones costeras, sin adentrarse en el país con
objeto de tener bien segura la retirada y obtener el botín a poca costa. Juan
Alonso Rubián y Agustín Asmodeo, Ingenieros Militares de S.M. antecesores de
Turriano, tuvieron más o menos intervención en la construcción de las
murallas Norte y Sur de Las Palmas por el Gobernador Diego de Melgarejo, y la
del torreón de Santa Ana en el Charcos de los Abades por su sucesor D. Martín
de Benavides. Con anterioridad existía el castillo principal de Las Isletas, y
en el plan de defensa jugó un papel importante la fortificación de la montaña
de San Francisco, punto estratégico de vital importancia y que todos los
Ingenieros habían considerando neurálgico de la defensa militar, de la que se
ocuparon los Ingenieros antes citados, don Francés de Alava y otros varios,
pero en el año de 1587 aun no se había dado comienzo a esta obra.
Creía
Turriano que el desembarco en Las Palmas podría ser por uno de los cuatro
puntos siguientes: punta del Confital, Arrecife, puerto de Las Isletas y Caleta
de Santa Catalina, o por las Caletas del Sur de la ciudad incluso Telde;
consideraba de poca eficacia las murallas Norte y Sur que apenas si la cubrían
por los flancos dejándola abierta por el amplio frente interior hacia el
poniente, y discrepaba de sus antecesores en cuanto a la eficacia de la
fortaleza en proyecto en San Francisco. Proponía amurallar la ciudad en todo su
perímetro; edificar en la margen derecha de la desembocadura del Guiniguada un
pequeño fuerte que cruzase sus fuegos con la torre de Santa Ana; conservar las
antiguas murallas como primera línea de resistencia, y construir en el monte de
San Francisco, o mejor al borde de la ladera de San Nicolás, un castillo no
para servir de refugio a la población civil, sino como complemento del plan
general de fortificación.
La
base fundamental de la defensa debía descansar sobre los siete baluartes de su
proyecto, que de tramo en tramo flanquearían la línea quebrada de la muralla
de la ciudad; estos baluartes de sólida construcción, con plaza de armas
cubierta y terraplenada, estarían artillados con piezas de campaña (sacres,
falconetes y pedreros); los baluartes -tres en el barrio de Triana y cuatro en
el de Vegueta- se adaptaban a las condiciones del terreno; la muralla Norte que
iba desde la Torre de Santa Ana a la montaña de San Francisco se aprovechaba
como primera línea de resistencia y arranque del segundo recinto proyectado,
previas algunas reformas que le diesen mayor altura y resguardo; el nuevo
recinto se unía al antiguo en la puerta de ella situada en el camino de Triana
con el puerto, así es que se podía considerar que el nuevo recinto arrancaba
del fuerte de Santa Ana para torcer en dirección Sudoeste a la altura de aquélla;
el segundo baluarte aparecía dispuesto tangente al convento de las Monjas
Bernardas y el primero a la mitad de distancia entre aquél y la puerta de
Triana; el tercero en las proximidades de la ermita de San Justo al pie de la
ladera de San Nicolás y con él finalizaba la fortificación de aquel barrio.
Tomaba entonces la muralla la dirección del Guiniguada, cuya fortificación había
ideado de original manera: para Cortar el paso al enemigo pretendía tender un
puente sobre él-que sirviese de prolongación ala muralla- cuyos arcos fuesen
en momento oportuno cerrados con unas compuertas o rastrillos de madera, que
franqueando el paso a las aguas, obstaculizasen el tránsito de los soldados,
debiendo advertirse que entonces el Guiniguada era un riachuelo. Desde el
Guiniguada al mar se extendería el resto del recinto cuyo primer baluarte
coincidiría con la margen izquierda del arroyo, el segundo para proteger el
convento de Santo Domingo, el tercero quedaría situado en las proximidades de
la portada de los Reyes, y el cuarto establecería contacto con las casas
extremas de la ciudad ya en la marina; estos baluartes seunirían por tramos de
muralla de manera que por su pretil interior se pudiese establecer fácil
comunicación entre ellos. (En: José María Pinto y de la Rosa. 1996)
1587
Mayo 20. El rey
Felipe II no estimó, por lo que respecta a Canarias, el juicio de su
sesudo consejero, sino que cuando apenas habían transcurrido cortos días de su
dictamen se dispuso a hacer frente con sin igual actividad al problema de la
seguridad y defensa de las vitales islas del Océano, como puntos de apoyo para
la comunicación con las Indias Occidentales y Orientales. Bien estaba que Dios
socorriese al Archipiélago, pero había que defender a toda costa-ayudándole
aquellos bastiones del mundo occidental, verdadera avanzada de España en el Océano.
Con
este fin, el 20 de mayo de 1587 expidió el rey
Felipe II tres Reales cédulas, a cual más importante.
Por
la primera, nombraba al ingeniero Leonardo Torriani visitador de todas las
fortalezas de las islas realengas y de señorío, para que reconociéndolas
propusiese a la Corona el plan general de fortificación del Archipiélago. En
la misma fecha el Rey puso en sus manos unas minuciosas "instrucciones",
a las que había de atenerse durante su visita.
Por
la segunda Real cédula, el Rey designaba para el mando militar de cada una de
las islas, con título de sargentos mayores y categoría de segundos jefes
militares de las mismas, a los siguientes soldados veteranos: para Gran Canaria,
el alférez Juan Ocaña; para Tenerife, el alférez Jerónimo Saavedra; para La
Palma, el alférez Juan Niño, y para las islas de señorío, Lanzarote,
Fuerteventura y Gomera, respectivamente, a los también alféreces Francisco Peñalosa,
Jerónimo Aguilera y Juan Sánchez de
Arellano.
La
tercera Real cédula daba cuenta a las islas de cómo la Corona había dispuesto
la inmediata remisión de una gruesa partida de armas, arcabuces, mosquetes y
picas-, así como abundante provisión de pólvora, con objeto de que fuesen
repartidas entre las milicias isleñas. (En: A. Rumeu de Armas, 1991)
1587
Julio 25. En el Archivo de Simancas se
conserva el modelo de las soberbias culebrinas especialmente dedicadas a las
Islas Canarias, y diseñadas, el 25 de julio de 1587, por la propia mano del
capitán general de la artillería don Juan de Acuña. La fundición de las
mismas
se encomendó al famoso fundidor sevillano Juan Morel, siendo el mismo capitán
general Acuña quien redactó las instrucciones severísimas para su fabricación,
así como los rótulos y enseñas de las mismas: el escudo de España y dos
cartelas separadas que qecían: "Philipus Rex II" y "Don Ivan de
Acuña capitan gral de la Artilleria". y no se crea que tal proyecto quedó
en simple propósito; antes al contrario, a partir de aquella fecha fueron
llegando en sucesivos envíos las piezas fundidas por Juan Mol1el, que se
repartieron entre las distintas fortalezas de Gran Canaria y Tenerife. (En: A.
Rumeu de Armas, 1991)
1587
Septiembre.
[…] Uno de los primeros actos de Torriani en Benahuare (La Palma) fue
dirigirse al Cabildo para que designase un regidor, como delegado de la
corporación que le prestase en su labor las asistencias necesarias. Reclamando
de paso los elementos necesarios para el cumplimiento de su misión: oficiales
de carpintería, albañiles, peones, bestias de carga, barcos, etc.; pero el
ingeniero obtuvo el más indiferente silencio por respuesta. Otro segundo
escrito de Torriani (sin fecha también como el primero) volvía a reiterar análoga
petición. Suplicaba ahora que habiendo de visitar las fortalezas, ver la
artillería, calcular los gastos de las reparaciones y los materiales para ellas
precisos, el Cabildo designase varios "caballeros" de su seno que le
acompañasen para facilitar la tarea. En este oficio planteaba también Torriani
al Cabildo la necesidad de nombrar la persona a cuyo cargo debían quedar las
obras del muelle, arbitrar los fondos necesarios para ellas y acordar cómo habían
de realizarse -si a jornal o a destajo-, con objeto de ganar tiempo, mientras él
visitaba las demás islas, hasta volver a residir en Santa Cruz de La Palma, en
espera de las órdenes regias. En vista de ello Leonardo Torriani entretuvo los
días que corrieron entre primeros de septiembre y mediados de noviembre en
estudiar los problemas concernientes a la fortificación de Tedote n Benahuare
(Santa Cruz de La Palma), pues recorrió una a una sus tres fortalezas, visitó
el llano de la Caldereta, tomó nota puntual de su artillería, calculó lo
necesario para dejarlas en buen estado de defensa e inspeccionó sus milicias y
armamento. Por sus informes, minuciosos y precisos, conocemos el estado militar
de Benahuare (La Palma) en 1587 mejor que en ninguna otra época de su historia,
ya que nos brindan datos sobre las milicias de la isla, los artilleros y la
artillería [...] (Emelinda Martín Acosta). Quizás la fría acogida de las
autoridades coloniales en la isla, motivó al ingeniero al servicio de Carlos
II, de la matrópoli a dejar una reseña poco halagüeña de los hawaritas y
crillos de Benahuare (La Palma).
Estos
fueron (los hawuaras) hombres blancos y gruesos, más que los otros isleños.
Los escritores afirman que descendían de una nación africana, como los gomeros
y los herreños, con quienes se parecían también en la melancolía, la vileza
y la barbarie.
Eran
idolatras, porque adoraban al demonio en forma de perro, a quien llamaban
Haguanran; y decían ellos que éste moraba en el cielo, al que decían tigotan,
y en tierra, en la cumbre de las montañas llamadas Tedote; y encima de ésta
hacían sus sacrificios de leche y de mantequilla.
No
tenían ninguna justicia. Todos ellos, siguiendo a sus capitanes, vivían de
robos, como los lacedenios por las leyes de Ucurgo. Los nombres de sus capitanes
eran los siguientes: Ehedei, que fue también profeta y predecía las cosas
futuras; Tamacanea, Ehentire; Azuquahe, que significa «aceitunado», porque no
era tan blanco como los de- más; Zuguiro; Garcagua; Tinisuaga; Aguacencia;
Bentacaize; Atabara; Bedestra; Teniaba; Atogmatoma. Estos eran los más
valientes, y por esto los habían seguido los demás.
Las
mujeres eran más valientes que ellos, y en las emergencias iban ellas en
adelante y peleaban virilmente, con piedras y con varas largas. Estos palmeros
vestían como los herreños; y eran tan tristes y melancólicos, que se morían
cuando les daba la gana, que se les daba por cualquier pequeña dolencia. Esto
pasaba en tal manera que, al sentirse enfermos, decían que querían morir;
entonces los ponían en una cueva, con un vaso de leche, y tapaban la puerta,
dejándoles morir sí.
1587
Mayo. 5 navíos ingleses
de la Escuadra de Sir Francis Drake intentan arribar a la isla de Esero (El
Hierro). En julio de ese mismo año, un galeón corsario pretende robar una
carabela cargada con vinos en el Puerto de Añazu n Chinet (Santa Cruz de
Tenerife).
1587 Junio 10. Desembarca en el puerto de Winiwuada (Las Palmas) donde
permanece hasta 1593 el Ingeniero cremonés al servicio del rey español Felipe
II. Nos dejo una excelente descripción de la ciudad colonial de Winiwuada n
Tamaránt (Las Palma de Gran Canaria) y de sus defensas por aquellas fechas en
los siguientes términos: “Esta ciudad es cabeza de este reino de Canaria; y
por estar en ella el magnífico templo episcopal de Santa Ana, bajo los felices
auspicios del Ilustrísimo Monseñor Fernando Suárez de
Figueroa y de la divina musa
del ilustre canónigo Bartolomé Cairasco, resulta más ilustre y más adornada
la grandeza de esta ínclita ciudad.
También tiene tribunal de la Inquisición y de la Real Audiencia, con el Ilustrísimo presidente don Luís de la Cueva y Benavides, caballero andaluz y gobernador y capitán general de este reino, quien, además de las fortalezas de estas islas, guardadas por soldados españoles, tiene en esta ciudad continuamente cuatrocientos peones pagados.
Bien
se puede caer de acuerdo con los astrólogos, que tanta grandeza de tribunales
en tan pequeña ciudad nace de la exaltación de Júpiter en el signo del Cáncer;
y por la misma razón tienen todos los españoles aquí grandísima exaltación
y dominio, por ser Júpiter también señor del signo del Sagitario, que
predomina a toda España.
La
ciudad es pequeña, sólo de ochocientas casas. Descendiendo hacia el mar, por
la parte de Levante, la atraviese un pequeño río que sale entre dos montañetas
áridas que están a sus espaldas, la una a mano derecha llamada San Francisco,
le otra menor a izquierda, llamada Santo, Domingo. El puerto está a unas tres
millas de distancia., en dirección norte; y en aquella parte el campo es
arenoso, y los montes cercanos, desnudos y tétricos.
En
la parte de mediodía está una campiña fértil, con un pequeño castillo
redondo, llamado de San Pedro, a una milla de distancia, que guarda una cala que
está a su pie.
La
muralla roja, en dirección norte, es un largo lienzo de muralla, con dos
baluartes a los extremos; el que está cerca del mar se llama de Santa Ana, por
la advocación de la catedral. Hacia mediodía, la muralla, que también es
roja, es otro lienzo igual, que fue empezado para defensa de la ciudad por
aquella parte. La fortificación amarilla que rodea la ciudad y que se ve sobre
la montaña de San Francisco, es la que se trata de hacer, según mi parecer,
como en el siguiente capítulo se dirá. (los colores se refieren a los
reflejados en el mapa)
Esta
ciudad está situada en un lugar tan extraño e
irregular (por más que sea llano), y puesta debajo de tres montañetas
que la dominan, llamadas con el nombre de los tres santos, Domingo, Francisco y
Lázaro, que por espacio de veinte años ha dado que pensar juiciosamente a
muchos ingenios italianos y españoles, con motivo de su fortificación; y hasta
ahora Su Majestad Católica no ha tomado ninguna resolución, ni ha dejado
entender qué parecer de tantos le haya gustado.
Siendo
yo el último a quien Su Majestad pidió parecer sobre la misma fortificación,
pienso en dos cosas contrarias. La una es la grandísima dificultad, porque,
como no dio satisfacción ningún parecer de tantos ingenios sutilísimos, temo
con razón que el mío, más débil, dé un traspiés, no pudiendo, con la ayuda
de sus opiniones, seguir ninguna de las cosas por ellos dichas, ni ponerlas de
acuerdo entre sí, que sería más fácil que el inventar cosas nuevas, que sean
aprobadas mejor que las anteriores. Lo otro que dije se me ocurría en
contrario, es que me parece cosa muy fácil, teniendo en cuenta que Su Majestad
me ha ordenado que sólo tuviese en cuenta de fortificar esta ciudad contra las
ofensas de los piratas, y no contra las fuerzas o algún ejército real
con lo cual se me allanan todas estas dificultades; de modo que, sin dudar y sin
pensar mucho en ello, creo que mi parecer será preferido por Su Majestad.
Es
regla general que busquemos la defensa por los lados por donde el enemigo puede
venir fácilmente a ofendernos. Así, considerando los pasados ingenieros que el
enemigo, por su mayor comodidad, tendría que desembarcar por unos de los dos
lados de la ciudad: o hacia el puerto, en cuatro puntos, es a saber en la punta
del Confital, en el Arrecife, en el Puerto y en la caleta de Santa Catalina; o
por la otra parte, en la caleta del castillo
de San Pedro; o más adelante, en La Lasca, que también es caleta con playa; o
que, habiendo desembarcado cerca de Telde, deberían de venir por aquella parte;
pensaron por consiguiente fortificar sólo los dos flancos de la ciudad. Y,
considerando que los demás lugares serían demasiado arduos para el enemigo, no
tuvieron en cuenta las espaldas, por donde entra el río; por cuya razón, los
pasados gobernadores sólo hicieron las murallas rojas y aquellos pequeños
castillos redondos, sin ningún plano de personas entendidas en esta profesión.
Sin
embargo, desconfiando que aquella manera de fortificar no era bien entendida ni
bastaba para defender la ciudad, y juzgando que era imposible poder fortificarla
en todo su alrededor, tanto por el sitio, que es grande, como por el río, que
es ancho, decidieron fortificar la montaña de San Francisco, para, en caso de
necesidad, recoger en ella a toda la gente inútil y los bienes y tener allí
amparo seguro, y de allí defender la ciudad con la artillería, lo cual es
imposible, por estar lejos la ciudad, y las calles tapadas por las casas que les
hacen espalda. De modo que, a mi parecer, esta disposición era fundamento para
abandonar la ciudad; y las dos fortificaciones eran imperfectas, por cinco
causas.
La
primera razón es (tratando de los lienzos laterales) que la dicha muralla roja
sólo cerraba dos lados, quedando abierta la parte del río y de la montaña de
Santo Domingo, que son las más importantes; y, por más que desde la montaña
de San Francisco se las pueda ver, no están defendidas, por hallarse alejadas y
el río abierto, sin poderse defender de noche. La segunda, que dichas murallas
no impiden que se descubra a la vista lo de dentro, desde todos los sitios
circunvecinos. La tercera; que no tiene defensa de flanco, sino solamente de
frente, y el espacio en que deben permanecer los defensores, es decir el lado
sur, tiene solamente cuatro pies, a modo de muralla antigua, de modo que es
imposible estar en pie combatiendo. La cuarta que, por estar dicha muralla lejos
de las casas, separa ala gente, y el espacio que queda en medio se descubre
desde los lugares altos, y se necesita mucha gente para su defensa.
La
quinta, que al fortificarse la montaña de San Francisco, ya se tiene otra
fortificación independiente, y real mas
bien que para defenderse contra los piratas, y es retiro seguro de los
defensores y pérdida de la ciudad. Cuán dañina sea esta retirada, se ha dicho
bastante por otros y se sabe muy bien por todos los soldados. A esta última razón
se añade que, si esta fortaleza debe amparar a toda la gente de la ciudad (como
dije antes), es preciso comprender en ella toda la superficie de la montaña; de
modo que deberá ser grande, y los gastos excesivos, porque, además de las
murallas de defensa, se necesitarán casas, iglesia, pozos y todas las demás
cosas que se requieren en una fortaleza bien guardada, y se aumenta el salario
del castellano con mayor número de bombarderos y soldados que o guarden, todo
lo cual es cosa infinita y superflua para un pirata. Y, si se piensa coger sólo
una parte de la superficie, debe de ser hacia la ciudad; y, como el lugar es
pendiente y va bajando hacia la ciudad, lo demás de la superficie dominará la
fortaleza, o cual dificulta el fortificarla; y, además de no ser capaz para
toda la gente, no domina con su tiro la montaña de San Lázaro ni la ciudad ni
los campos desde donde el enemigo puede ofender las murallas, por estar
alejadas.
Por
consiguiente, si esta fortaleza, grande o pequeña que sea, no defiende la
ciudad, para que el enemigo no entre en ella, no la saquee y no le prenda fuego,
¿qué efecto puede esperarse de ella? Si nosotros, encima de la dicha montaña,
fortificados y con buenas piezas de artillería, no podemos defender la ciudad
(que sería más bien ofenderla), desalojando de ella al enemigo, para él ¿qué
interés podrá tener el cogerla, sin amparo, sin alojamiento, sin agua y sin
artillería (porque no podrá conducirla allí por un pasadizo estrecho)? ¿Acaso
podrá dañar tirando de lejos a las casas con arcabuces y con mosquetes?
Seguramente no. Entonces, ¿qué podrá hacer? Dos cosas: la primera, eliminar
la defensa de las murallas rojas, porque tanto desde esta montaña como desde
las otras se les descubre lo de dentro; y la segunda, bajar a la ciudad y andar
por el río como más sea su gusto, que es la parte que antes dije que quedaba
abierta de modo que el enemigo podía entrar por allí, aun es tando
.fortificados Tos dos lados; por cuya razón se ve claramente cuán imperfectas,
y mal entendidas eran estas dos fortificaciones.
Así,
pues, queriendo buscar remedio a estos dos males, me decidí a rodear 1a ciudad
de murallas (siendo así que es cosa posible), de manera que el enemigo no pueda
entrar por ninguna parte sin hallar resistencia, y que desde las alturas no se
pueda descubrirla gente de dentro. Esta defensa se entiende que se hace o por
defender la gente, o la ciudad, o, 1o que es más común y mejor, la gente y la
ciudad al mismo tiempo. Por consiguiente, si podemos defender la gente y la
ciudad sin otras fortificaciones en la montaña de San Francisco, y no ser:
atacados desde ésta última, mejor será rodear toda la ciudad; porque" al
ser1a fortificación a manera de círculo, las plazas de los baluartes quedarán
cúbiertas, y las montañas alejadas, sobre todo la de Santo Domingo y la otra
de San Lázaro. Por la parte del mar sólo se puede desembarcar en 1a Caleta
debajo del castillo de Santa Ana, porque en todo lo demás la costa de la ciudad
es baja, y continuamente azotada por las olas; y porque esta costa es larga,
pongo la fuerza amarilla a la desembocadura del río, para ayudar al castillo de
Santa Ana y la plataforma, y para .cerrar el paso por la parte del sur, cuando
el mar es bajo: ésta, con dos culebrinas, mantendrá a distancia 1os navíos
enemigos de modo que no puedan ni ofender la ciudad, ni volverse para dar asalto
a la plataforma.
Esta
ciudad tiene continuamente 600 hombres de la isla capaces de llevar armas, además
de los soldados; y 500 bastan y sobran para guarnecer todas las plazas de los
baluartes y los lugares de defensa de toda la fortificación. y
considerando que se piensa en resistir a los piratas, que ni llevan
artillería ni tienen fuerzas para expugnar las fortalezas, las cortinas son
sencillas sin terraplenes y contrafuertes. Su defensa consiste solamente en los
baluartes, los cuales, aunque no sean reales, están hechos sin embargo con
terraplenes y capaces para artillería y para la gente. que se requiriese y de
ellos se puede tirar hacia dentro tanto como hacia fuera, y sirve cada uno
independientemente de fortaleza, cosa sumamente digna de elogio en esta clase de
fortificaciones. Y, cuando la férrea condición de estos tiempos nos obligase a
mayor defensa, sobre la montaña de San Francisco se podría hacer el castillo
que se ve dibujado en amarillo, puesto aquí en escala mayor, cuya posición
domina la altura de la montaña y todas las dificultades, como lo demuestra el
perfil, aunque más bien parezca torre que plataforma, y las partes bajas
quedan cubiertas cuanto se necesita, del modo que se verá en la planta
del baluarte, al capítulo siguiente. Y esta plataforma asegura el que el
enemigo no pueda fortificarse en el mismo lugar ni llevar artillería (por que
tiene que vencer mayor dificultad); y de igual modo se podrían añadir
contrafuertes a mediodía, a las cortinas, del baluarte de la ciudad.
El
baluarte, como principal miembro de toda la defensa de la fortificaci6n, se hace
él más fuerte, más dotado con artillería y con instrumentos de guerra, y
mayor que todos los demás, como verdadero combatiente y defensor de la
contraescarpa, del foso, de las cortinas y de sí mismo; de modo que justamente
lo llamaron los latinos propugnaculum. Por tanto, considerando esto, decidí de
poner terraplenes solamente en los baluartes de estas fortificaciones y armarlos
de aquella artillería que conviene mejor no con cañones de sitio ni con
culebrinas para alcanzar y romper las fortificaciones, bastiones y trincheras
que los enemigos suelen edificar para conquistar fortalezas casi inexpugnables,
sino solamente con aquellas piezas que son suficientes para defenderse de
piratas que, sin instrumentos de guerra, apenas con escalas y con protección de
poco provecho, suelen acercarse por debajo de las murallas, sin intentar nunca
las honradas fatigas de la milicia, sino la facilidad del robo a mansalva, y de
la retirada. En efecto, para atacar a un enemigo desarmado son necesarias pocas
armas; y, bastando la espada, considero superfluo el arcabuz; o, bastando el
arcabuz, pienso que no se da el caso de buscar mosquetes y artillerías y minas,
siendo más adecuado el huir lo más que se pueda de gastos excesivos, y de
aquellas cosas que sólo se pueden
terminar a lo largo de muchos años. Así, proporcionando a las plazas altas y
bajas del baluarte la artillería bastante, que sería falconetes, sacros y
perreros, y con lo largo de las cortinas, reduje las formas a sus dimensiones mínimas,
como se ve en el dibujo que sigue, en que este baluarte defiende la cortina
desde fuera y desde dentro, como bastión domina la campaña, vuelve la cara a
1os sitios altos cubriendo bastantemente los flancos, y queda a manera de roque
defendido por ambos lados.
Los
antiguos fabricaron las cortinas sencillas, es decir sin contrafuertes ni
terrados, para resistir solamente a los arietes, que eran entonces las máquinas
con que se combatía más fuertemente contra ellas. Pero los modernos
ingenieros, teniendo en cuenta la violencia de la artillería, le opusieron el
terraplén, como cosa que mejor y suavemente, sin ruina, recibe y vence la
fuerza de las balas (que casi se pueden decir arietes insuperables de nuestros
tiempos); y las cortinas las hicieron solamente para sostener la tierra, para
que no se arruinase por la fuerza de las aguas ni por la explosión de la
artillería.
Las
cortinas de que se trata en esta fortificación son también sencillas, porque,
como no consideramos que hayan de soportar el tiro de la artillería, no es
necesario terraplenarlas, sino que pueden muy bien servir al modo de las
antiguas. Al mismo tiempo, por la comodidad del pasillo, que corre por la parte
del interior del parapeto, se podrán también socorrer fácilmente las plazas
astas de los baluartes, de la una a la otra, sin bajar a tierra, lo cual es
importante, por lo que se ha dicho de los baluartes. Las defensas de los
baluartes en este dibujo no se toman desde el principio de las cortinas o a
cinco pasos geométricos de distancia de él, como se usa por algunos ingenieros
juiciosos, sino desde diez brazas españolas, que son
El
puente es un camino que se hace sobre los ríos o sobre el mar, inventado por
los antiguos arquitectos para la comodidad, no ya para la defensa militar, como
se demuestra ser necesario en la fortificación de esta ciudad. En el río, en
el punto por donde pasa la muralla, no es necesaria ninguna calle; y sólo se
hace puente para continuar la muralla, para que no quede paso abierto y entrada
para el enemigo y para que los arcos no queden abiertos, se necesita en cada uno
de ellos un fuerte rastrillo, que debe hacerse de maderos muy fuertes y con
verjas, para que las aguas pasen sin impedimento mientras ocurra que estén
bajadas. Pero deben estar hechas de manera que un hombre no quepa por los
agujeros y también se pueden hacer llenas y macizas, porque basta con bajar
solamente de ellos aquella parte que sea necesaria, es decir hasta el agua o
cerca de ella, como se ve en el dibujo siguiente. Y a la parte de dentro, es
decir entre los rastrillos y el parapeto, quedará espacio abierto, para que
desde allí se pueda atacar a los enemigos que intentasen pasar por debajo y el
parapeto será grueso como los demás, y un poco más alto para cubrir lo más
que se pueda la calle, en vista de aquéllos que deben de permanecer cerca de
los rastrillos y de sus defensas.” (Leonardo Torriani;1957:153-61)
1587
Mayo 17.
Cabildo
de Tenerife.
Autos
referentes á un préstamo de pólvora que hizo el Cabildo de Tenerife al de G.
Canaria. La carta del Ayuntamiento de Gran Canaria haciendo la y dice así: «Dios
dé á vuestras Señorías muy buenas y santas pascuas para que les servamos. Ya
les es notorio á vuestras Señorías cuan amenazada está esta isla, así de
Morato Arrez, como de Francisco Draque; y aunque se ha hecho y se van haciendo
todas las prevenciones necesarias para la defensa de la isla, y ofender al
enemigo, nos hace mucha falta el no tener la pólvora necesaria, etc, etc.-
Albaro de Acosta.- Antonio Lorenzo.- Pedro
de Zerpa.- Hernando de Lezcano Muxica.-
Firma de un Excribano que pudo ser Francisco Casares, que lo era Mayor en
aquella fecha». folio 41. (En: José María Pinto de la Rosa, 1996)
1587
Julio 22. Domingo Rodríguez de Ayala,
Alcaide colonial de Eguerew (
Marzo
de 2011.
*
Guayre
Adarguma Anez Ram n Yghasen.
--»
Continuará...