EFEMÉRIDES DE LA NACIÓN CANARIA
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL, DÉCADA 1581-1590
CAPÍTULO XIX (VII)
Guayre Adarguma *
En
lugar de desembarcar en el Puerto de Arrecife, donde lo esperaba el colono
Marques de la isla, Agustín de
Herrera, con sus tropas, lo hacen en otro lugar y avanzan hasta
Parte de la población busca refugio en la cueva de los Verdes, tubo volcánico
de considerable longitud y el resto, unas 1.000 personas, se encierra en
Ante la imposibilidad de resistir un asedio prolongado en Guanapay por falta de
víveres, el Marques ordena abandonar
Aun así, muchos habitantes son capturados, entre ellos la propia esposa e hija
del Marques. Ocultas en una cueva junto al mar caen en poder de los piratas al
negarse Don Fernando de Saavedra, colono Señor de Erbania (Fuerteventura), a
que fuesen conducidas a su isla. Tal era el odio que existía por pleitos de títulos
y tierras entre estas dos familias emparentadas entre si, los Herrera, Marqueses
y Condes de Lanzarote y los Saavedra, Señores de Fuerteventura.
El Marques pidio ayuda a Tamaránt (Gran Canaria) y gracias a esto se pudieron
evacuar y poner a salvo 500 mujeres y niños. Morato Arraez permaneció en
Titoreygatra (Lanzarote) hasta el 26 de Agosto, llevándose consigo mas de 200
cautivos, 15.000 Ducados por el rescate de la familia del Marques y un galeón
de la flota de Indias como propina, el cual había arribado al Puerto de
Arrecife con averías y desconocer la situación.
1586. En la costa de la isla de Chinech (Tenerife), naufraga y se pierde el
navío
1586. En el puerto de Guiniwada n Tamamaránt (Las Palmas de Gran Canaria)
se pierde el navío San Miguel, el cual iba con carga para las colonias
de España en América.
1586.
De este año
es otra cédula real, gestionada por el mensajero Gonzalo Pérez de
Cabrejas, por la que se autorizaba a los vecinos de Tenerife (de acuerdo con lo
que ya se había hecho en Gran Canaria y
1586.
Un navío cosario ingles, arriba al Puerto de Arinaga en Tamaránt (Gran
Canaria) Desembarcan y capturan a un pescador, este les informa de la presencia
de una gran flota castellana en el Puerto de Winiwuada (Las Palmas). Logran
apoderarse con mucho sigilo de uno de los barcos cargados de mercancías, al que
desvalijan. Ese mismo año desembarcan 40 piratas ingleses en Adeje, Chinech
(Tenerife), saqueando el pueblo y el ingenio de Azúcar, causando graves daños
al señorío de los Ponte, colonos portugueses establecidos en la isla desde la
invasión y ocupación castellana.
1586
Mayo 18. En el mes de abril del año
mencionado había zarpado del puerto de Plymouth un navío corsario de nombre El
Faco (sic), artillado con diez cañones y cargado de paños, bacalao y
cecina de vaca para comerciar en la isla portuguesa de Porto Santo. Tal era por
lo menos el propósito aparente de los piratas, según declaró John Reman, uno
de los que quedó en la isla de Gran Canaria prisionero. La embarcación inglesa
se presentó con el fin indicado en la isla de
Sebastián
García sirvióles entonces de confidente, y al enterarse el capitán inglés
por boca del pescador canario de cómo en el Puerto de la Luz se hallaban
fondeados buen número de navíos españoles cargando mercancías, decidió
dirigirse al mismo con el deseo de hacer una buena presa que colmase los
beneficios económicos del viaje.
El
sábado 17 de mayo de 1586 el navío inglés se fué acercando con el mayor
sigilo a la capital de la isla, y a la madrugada varios ingleses, llevando como
práctico aun mercader amigo de Edward Kingsmill, y gran conocedor de la costa,
se aproximaron en una lancha al puerto hasta divisar los bultos inmóviles de
los navíos apostados.
Entonces
Sebastián García fué señalando a los piratas las embarcaciones y lugares,
cayendo éstos por sorpresa sobre la nao de Francisco Cortés, de la que
lograron apoderarse, para luego alzar velas y desaparecer lentamente.
Aquella
misma mañana otros cuatro navíos españoles se dispusieron en breve tiempo
para salir en persecución de los piratas, y éstos, al verlos zarpar, acortando
por momentos la distancia, optaron por abandonar la nao a su suerte, no sin
antes saquear algunos cofres que conducía la embarcación.
Pocos
días más tarde los piratas reincidieron en un nuevo desembarco en la playa de
Maspalomas; mas acudiendo a combatir con ellos algunos vecinos de Agüimes
tuvieron que huir précipitadamentie, sin poder impedir que Sebastián García
recobrase la libertad y que uno de los ingleses, John Reman, quedase prisionero.
Con
menos precisión conocemos en cambio el saqueo del famoso ingenio de Adeje por
los ingleses en 1586. Sabemos, eso sí, que aquella comarca, tan frecuentada en
años anteriores por pacíficos piratas, sufría ahora quizá más que ninguna
otra los zarpazos de la fiera que había amamantado. En 1583, tres años antes
del saqueo del ingenio, el capitán Pedro Soler, que lo era de las comarcas de
Abona y Vilaflor, fronteras de Adeje, comunicaba al Cabildo de la isla de
Tenerife que acababa de rechazar en las costas de Chasna (Vilaflor) , sin otros
auxilio que el de sus propios criados, una incursión de los ingleses que
trataban de insultar al país; respondiéndole a ello, complacido, el Regimiento
tinerfeño: "En cuanto vuestro nombre
resuene entre los ingleses, ya se guardadaran muy bien de volver a nuestra isla,
escarmentados del daño que por vuestro brazo recibieron."
Pese
al optimismo del Cabildo, en 1586 se repitió una incursión británica por el
sur de la isla de Tenerife. Los ingleses desembarcaron en la costa de Adeje, se
apoderaron del pueblo, profanaron las iglesias, saquearon por completo el
ingenio azucarero de los Ponte, cargando hasta con sus ropas, y retornaron
seguidamente a los navíos sin hallar enemigo ni contradictor. Sólo uno de los
piratas, Edward Francis, se perdió del grueso de la expedición y fué hallado
por los naturales en un barranco-seguramente el actual barranco del Inglés-malherido
y extenuado, de donde pasó a la cárcel de La Laguna a disposición del
Tribunal del Santo Oficio. (En: A. Rumeu de Armas, 1991)
1586
Julio. Es destruido por el corsario
canario converso al islamismo Morao Arraez el castillo de San Gabriel, situada
en el islote del Quemado, en Arrecife, Titoreygatra (Lanzarote) Era una pequeña
defensa de unos
1586
Julio 30. Al atardecer, la escuadra de
Morato Arráez, avistaban las costas de Lanzarote, en medio del general
entusiasmo de las tripulaciones.
Entonces
Morato Arráez ordenó amainar velas y estuvieron escondidos hasta la noche para
no ser descubiertos desde tierra por los naturales.
El
desembarco se verificó, ya oscurecido, en la caleta de los Ancones o de los
Charcos, eludiendo el pirata el ataque al puerto principal para mantener el
secreto de la operación, cosa que logró plenamente. Al día siguiente, jueves
31 de julio, las tropas turco-argelinas y moras avanzaron por sorpresa sobre la
villa capital Teguise con tal éxito que sólo fueron descubiertos cuando se
hallaban los invasores a media legua de ella.
Los
isleños temían el ataque por el puerto principal de la isla, Arrecife, en el
cual se habían tomado las acostumbradas precauciones por orden del marqués don
Agustín de Herrera; así es que, atemorizados y sorprendidos, apenas si hubo
tiempo de tocar a rebato, emprendiendo cada cual la huída precipitada hasta
desamparar el lugar.
Parte
de la población buscó refugio, como en otras ocasiones, en la Cueva de Haría
o de los Verdes, situada a seis millas de Teguise, magnífica guarida natural, y
el resto, hasta la cifra de mil personas entre hombres, mujeres y niños, en el
castillo de Guanapay, donde se acuartelaron también las tropas de la isla.
Entre sus muros se encontraba lo más destacado del elemento insular, incluyendo
la propia familia del marqués, compuesta de su mujer, doña Inés Benítez de
las Cuevas y Ponte; sus hijas naturales doña Juana y doña Constanza de
Herrera, y su yerno Gonzalo Argote de Molina, ca-Sado con la segunda. Mandaba la
fortaleza como su alcaide el gobernador de la isla Pedro de Cabrera Leme.
Los
turco-argelinos y moros, en número de unos 500, y formados en cinco banderas,
penetraron entonces en el lugar, llevando a la cabeza al mismo Morato Arráez,
saqueándolo bárbaramente y haciendo cautivas veintiséis personas algo remisas
en huir.
En
el intermedio las galeras se habían dirigido al puerto de Arrecife, y así le
fue fácil a Morato, una vez que hubo saqueado la villa, apoderarse de una nao
averiada de la flota de Indias cargada de bizcocho, pasas, aceite, pólvora y
algunas piezas de artillería, donde cautivó a otros veintidós cristianos.
Dos
días más tarde, el sábado 2 de agosto de 1586, los argelinos rindieron con
las primeras luces del alba, tras dura lucha, el fuerte de Arrecife, en la isla
de El Quemado, con muerte de su artillero y rendición de los otros once
defensores, dirigiéndose entonces a la villa capital para poner sitio al
castillo de Guanapay. El asedio al mismo se inició hacia el mediodía, batiéndolo
los turco-argelinos y moros con "mosquetes, escopetas y flechillas"
durante cinco horas ininterrumpidas e intentando por tres veces, sin éxito, el
asalto general, hasta que faltos de pólvora suspendieron la batería con la
puesta del sol. Desde dentro del castillo se hizo también nutrido fuego sobre
los asaltantes, que sufrieron mayor número de bajas que los asediados, pues
mientras de aquéllos resultaron muertos veintiséis, de éstos sólo
sucumbieron doce. Entre ellos se encontraba el alcaide Pedro de Cabrera Leme,
muerto heroicamente en cumplimiento de su deber.
Del
viernes 1 de agosto al martes 5 del mismo mes, Morato Arráez entretuvo su gente
preparando los medios ofensivos para el asalto a la fortaleza de Guanapay,
mientras distintas columnas de argelinos realizaban incursiones hacia el
interior con propósito de engrosar el botín y aumentar el número de cautivos.
En
la hacienda o cortijo de Inaguaden, una de las más ricas propiedades de don
Agustín de Berrera, los argelinos provocaron una insurrección casi general de
esclavos, entre los que reclutaron sus más destacados "adalides"
para las incursiones futuras. Entre ellos hallábanse el morisco Pedro de Lugo,
que en unión de: su mujer e hijos desertó para unirse a los invasores. Pedro
de Lugo cambió, a partir de entonces, su nombre por el de Audalá y en compañía
de su hijo Tomás, rebautizado con el nombre de Solimán colaboró en todas las
empresas de los argelinos. Sus otros hijos Melchor, Blas, Tomasa y Catalina
pasaron con su madre a las galeras esperando el momento del retorno a Berbería.
La
misma conducta siguieron los hermanos Juan y Francisco Escalona, convertidos,
con la velocidad del rayo, en los moros Alí y Braen. Igual transformación
sufrieron otros dos esclavos moriscos del marqués, los hermanos Pedro y Diego
de Berrera, denominados Muza y Hamet) respectivamente, mientras sus hermanas
Leonor y Catalina, fieles a su nueva religión y a sus amos, pasaban a las
galeras en calidad de cautivas y en la larga lista continúan los negros
Bartolomé-conocido por Embarca-, Baltasar y Francisco y la morisca Juana, que
huyó del cortijo con dos criaturas.
No
sólo de las posesiones del marqués de Lanzarote, sino también de aldeas y
caseríos desertaron porción de esclavos como el morisco Juan, al servicio de
Marcial de Cabrera, o los negros Pedro y Luís, propiedad, respectivamente, de
Bartolomé Cabrera y Juan León.
La
presencia de los desertores en las filas de los argelinos no dejó de
impresionar desfavorablemente al marqués de Lanzarote, quien revela su asombro
con estas palabras: "Los christianos que estavan en compañía
deste testigo-dice un testigo de la
Inquisición-, cuando bido a los dichos moros, le decian...: aquel que biene
alli es Pedro de Lugo, y aquel... Juan Descalona, y el que ha par alli es
Francisco Descalona; y que los que los christinos le enseñavan y decian ser los
susodichos le parecio en su talle y manera ser ansi...".
Hacia
el día 4 de agosto comprendió el marqués lo inútil que sería resistir en la
fortaleza un asedio prolongado, sin otra alternativa que sucumbir heroicamente o
caer en las garras de su feroz enemigo. Así, pues, decidió aquella misma noche
desampararla con toda su gente y guarnición.
Por
esta causa cuando al día siguiente, 5 de agosto, los argelinos llegaron con sus
"tiros" para formalizar el
sitio, hallaron la fortaleza de Guanapay desalojada por completo. La indignación
de los "jenízaros" turcos
fue entonces extraordinaria, al ver cómo se les había escapado, con la gente,
el rico rescate que se prometían.
En
el éxodo por las montañas de la isla, el marqués de Lanzarote hubo de
procurar el mejor acomodo para su familia, con objeto de recuperar la libertad
de movimientos necesaria a un jefe militar en la defensa del territorio de su
mando. Todas las cuevas de la isla-pese a ser algunas de ellas verdaderas
fortalezas naturales-le parecían lugares demasiado conocidos para darles
albergue, cuando he aquí que el morisco Sancho de Herrera León, que llevaba
largo tiempo avecindado en la isla y gozaba de la confianza del marqués, se
ofreció solícito a esconderlas en un paraje desconocido, velando por su
seguridad. Don Agustín de Herrera le hizo entrega de su esposa y de su hija
Constanza, pues la otra, Juana, ya había encontrado refugio en otro paraje de
la isla.
Al
tener noticia Morato Arráez del abandono del castillo de Guanapay por los españoles
no se desalentó con el inesperado contratiempo, sino que para compensar aquel
fracaso organizó una feroz cacería humana por el interior de la isla,
aprovechando como prácticos o "adalides"
a los moriscos renegados de Lanzarote, confundidos entre los invasores vistiendo
sus mismos trajes y turbantes.
Divididos
en columnas, argelinos y moros recorrieron la isla de Lanzarote en todas
direcciones. Morato Arráez, llevando como práctico a Pedro, esclavo negro de
Bartolomé Cabrera, y a los hermanos Escalona y conduciendo al grueso de las
fuerzas, puso sitio, durante tres jornadas consecutivas (del miércoles 6 al sábado
9 de agosto), a la famosa Cueva de los Verdes, sin lograr conquistarla, pues se
lo impidieron las milicias de la isla con tesón tan singular, que al cabo tuvo
que levantarlo sin el menor provecho. Parece ser que el mando de aquella
heroicas tropas lo tuvo un soldado de bien probada pericia: Gonzalo Argote de
Molina.
Otros
destacamentos se dirigieron hacia el sur con propósito de alcanzar las playas
del Rubicón. Conducidos por el morisco Juan (Almanzor), esclavo de Marcial de
Cabrera, y por Pedro de Lugo (Audailá), los piratas argelinos asolaron la
tierra en todas direcciones, regresando de su excursión con buen número de
cautivos cristianos.
Por
otra parte, las galeras contorneaban sin descanso por las playas y caletas de la
isla a la caza de las embarcaciones en que huían mujeres y niños; de esta
manera, por tierra y mar lograron cautivar los invasores cerca de doscientas
personas en confusa mezcla de verdaderos cautivos y "moriscos",
que se unían a las huestes mahometanas dispuestos a desertar de su forzada
esclavitud. Tal era el fruto que obtenía el marqués de Lanzarote de sus
brillantes campañas en las costas vecinas del continente.
Don
Agustín de Herrera avisó entonces de su situación comprometida a la isla de
Gran Canaria, cuyo gobernador, don Tomás de Canga, organizó inmediatamente-con
el parecer en contra de la Audiencia-la evacuación de la isla, logrando poner a
salvo en barcas más de 500 personas, entre mujeres y niños, con sus alhajas y
riquezas. Entre las personas salvadas figuraba la hija natural del marqués, doña
Juana de Herrera, a la que su propio padre supo librar de las garras de los
piratas argelinos.
Preocupase
también el marqués de Lanzarote de la suerte de su esposa, doña Inés Benítez
de las Cuevas, y de su otra hija doña Constanza de Berrera, pidiendo a sus
parientes los señores de Fuerteventura que se preparasen a venir en su ayuda.
evacuandolas de la insegura cueva donde habían hallado forzoso refugio. Mas era
tanto el odio que separaba ya por entonces a ambas casas, parientes y rivales,
que tanto don Gonzalo como don Fernando de Saavedra se negaron a prestarlas
auxilio, llegando en su rencor y animosidad a embargar un navío en el que los
hidalgos de la isla de Fuerteventura se disponían a embarcar para socorrer a
tan ilustres damas.
En
la isla no quedaron más que los hombres útiles reforzados con algunos
destacamentos de milicias de Gran Canaria, que se redujeron a vigilar de cerca
las actividades de los berberiscos, limitándose a combatir con ellos en los
inevitables choques de guerrillas. En una de ellas cayó prisionero del marqués
"un esclavo cristiano morisco, que se
le habia ido", por quien supo, tras el obligado tormento, que Morato
Arráez había prometido, con su cabeza por medio, al Xarife "tomarle
Lanzarote o Canaria"; que llevaba cuatro meses preparando en Argel la
expedición, y que esperaba otras
siete galeras de auxilio de un momento a otro.
Por
un segundo prisionero turco se confirmó, el propósito de Morato Arráez de
atacar seguidamente Gran Canaria, y con este motivo se dio aviso a todas las
islas para que estuviesen prevenidas.
Pero
hasta entonces no había podido hacerse Morato Arráez ni con el marqués de
Lanzarote ni con ningún miembro de su familia, que era su más vivo deseo para
poder humillarle, obligándole a parlamentar y pudiéndole exigir de paso un
crecido rescate.
No
obstante, los "adalides" lanzaroteños iban a darle ocasión de satisfacer
este vivo deseo prestánle un nuevo y valioso servicio.
El
episodio de la captura de la marquesa de Lanzarote, doña Inés Benítez de las
Cuevas, y de la condesa doña Constanza de Herrera es un tanto confuso, haciéndose
difícil hoy día, pese a la variedad de testimonios, discernir quién fue el
inductor de la misma. El marqués de Lanzarote, en sus declaraciones ante la
Inquisición, hace responsable absoluto al morisco Sancho de Herrera León; pero
cabe pensar, con mayor certidumbre,
que
éste más pecó de impremeditado o suelto de lengua, que de traidor en el
estricto sentido de la palabra.
Hubo
impremeditación porque el ofrecimiento de Sancho de Herrera León, que fue base
de la confianza en él depositada por el marqués de Lanzarote, quedó
incumplido, bien por imposibilidad material, bien por otras causas que
ignoramos. Lo cierto es que el refugio desconocido que ofreció para la familia
de don Agustín de Herrera se redujo, a última hora, a una de las cuevas más
conocidas de la isla, situada en el término de Tia y
al
borde mismo del camino real; hubo falta de sigilo por parte de Sancho de Herrera
León, porque, mediando mala fe o poca reserva, el secreto de que era guardador
fue conocido por otro morisco, Juan Camacho, de quien al parecer lo averiguaron
los argelinos. La misma conducta posterior de Sancho de Herrera embarcándose en
las galeras argelinas, con el pretexto de no dejar desamparada a su familia en
la cautividad,
prueba
el temor que le embargaba a ver desatadas las iras del marqués sobre su
persona, sin desechar por completo que le impulsase a hacerlo el afecto a los
suyos.
Frente
a la obstinación del marqués de Lanzarote con respecto a su vasallo, la
Inquisición reconoció más adelante y de manera explota su inocencia en este
punto concreto, pues estimó como probado que "un
morisco captivo [¿Juan Camacho?] ...fué el que entregó a los moros la mujer e
hija del marqués de Lanzarote y la mujer e hijos del dicho Sancho de Berrera, y
que por esta razón le había dado libertad Morato Arráez y el Xarire...".
El papel de Sancho de Herrera León se transforma así en cómplice
inconsciente, si acaso, y al mismo tiempo víctima, de un morisco amigo, que aun
entregó a su propia familia para alcanzar, al precio de dos traiciones la
libertad perdida.
El
hecho ocurrió de la siguiente manera: el martes 12 de agosto, por la mañana,
un destacamento de más de cien moros avanzó sobre la cueva de Tesa, cumpliendo
instrucciones de Morato Arráez y llevando como "adalides"
a Juan de Escalona (Alí) ya Juan Camacho. Llegados a la cueva de Tesa, lugar
previsto de acuerdo con la confidencia recibida, los moros se situaron estratégicamente
guardando sus alrededores y salidas, mientras una docena de ellos penetraban en
su interior. Desperdigados como hurones, los moros recorrieron en todas
direcciones el interior de la caverna; mas cegados por los contrastes de luz y
poco prácticos en el conocimiento del terreno, fracasaron en su búsqueda.
Entonces vino en su ayuda el esclavo del marqués, Juan de Escalona, quien pudo
al fin localizar a ambas damas escondidas y resguardadas en las anfractuosidades
de las rocas. El traidor Alí señaló a los moros el refugio de sus señoras
diciendo: "jAhí están, ahí están! ¡Entrad! jEntrad!", y entonces
éstos se avalanzaron sobre ambas tratando de prenderlas. Un moro que llevaba un
alfanje desnudo arrastró por los cabellos a doña Constanza de Herrera hacia el
exterior, mientras la marquesa, doña Inés, llorosa y compungida, la seguía.
Al cruzarse ésta con Francisco de Escalona (Braen) no pudo menos de echarle en
cara su miserable comportamiento: "Francisco, ¿que te he hecho yo?-le dijo--; ¿por que me
bendiste?", a lo que respondió Braen: "Señora, no soy el que te bendi, que Juan Camacho te vendio".
Desde
Tesa a Arrecife las cautivas recorrieron a pie, entre insultos y burlas, el
camino; verdadero camino de desolación: caseríos arruinados, cosechas
ardiendo, ganados salvajes...; todo era ruina, destrucción y lágrimas.
Contrastaba la tristeza de los cristianos viejos con la alegría de los
moriscos. La misma condesa de Lanzarote declaró ante la Inquisición el
contraste que hacía con sus lágrimas el alborozo de la mujer de Francisco
Escalona (con la que se cruzaron en el camino), que en unión de sus hijos, y
con todo su ajuar, se trasladaba en camello a las galeras para emigrar a Berbería.
Por su parte, la marquesa doña Inés no pudo menos de encararse con el esclavo
Pedro de Berrera, llamado Muza echándole en cara su mal comportamiento. "¿Quien
te engaño?-le dijo-. ¿Como dexaste a
Dios y a la buena bida que tenias?".
Llegados
a Arrecife las cautivas comparecieron en presencia de Morato Arráez, quien
ordenó trasladarlas a la galera capitana con todos los honores y miramientos
propios de su rango. Allí habían de permanecer, galantemente atendidas por el
renegado albanés, hasta el momento del rescate.
Las
demás cautivos se repartían, según su rango y condición social, entre las
galeras y el galeón de Indias, transformado en prisión de cristianos. Entre
ellos hallábase el escribano de Teguise Juan de Vega; la mujer de Baltasar de
Betancor; María Lusarda, esposa de Enrique de Betancor; lseo de León, Isabel
Inglesa, Antonia Camacha; la mujer y los hijos de Sancho de Herrera León; la
esposa de Marcial de Cabrera, la viuda de Peralta, el vecino Juan Escalona y su
esposa; Leonor y Catalina de Herrera (hermanas de Muza [Pedro] y Hamet [Diego],
esclavas del marqués, y Gonzalo, otro esclavo convertido al cristianismo y
firme en su fe.
Al
día siguiente, 13 de agosto, fue capturado un personaje de campanillas: el
comisario del Santo Oficio Juan Martínez de la Vega, que en el desempeño del
cargo de notario de la Inquisición en Gran Canaria recibió la comisión de
trasladarse en julio de
La
indignación de éstos no tuvo límites cuando por necesidades de reparación en
los navíos, particularmente "aderezar
la galera", fueron los cautivos desembarcados en las playas de Arrecife
y pudieron contemplar a los esclavos moriscos pavoneándose con sus nuevos
indumentos y convertidos en "personajes".
Juan de Escalona "traya una toca en
la cabeza a la costumbre de los moros" y "un alquizel"; Tomás de Lugo, hijo de Pedro, a quien llamaban
Solimán} se cubría con "un bonete
colorado" y "toca a la
morisca", vistiendo "el
trage de los demas moros,,", con un calzón escuro guarnecido" ;
el esclavo Pedro de Herrera-Muza-"traya
una ropetilla berde", y en la
cabega un refaxo a la morisca"; el negro Pedro, esclavo de Bartolomé
Cabrera, se cubría con "un paño de
lienzo rebuelto en la cabeza como los demas moros". Los demás, lucían
análogas prendas improvisadas para dar fe de sus nuevas creencias y costumbres.
Entre
todos ellos destacaba por su cínica desvergüenza el morisco Pedro de Lugo,
quien con vocación de capitán de corsarios, no ocultaba a los cautivos sus
sanguinarios propósitos para fecha próxima, anunciándoles "que
para el año avia de benir a esta ysla [Lanzarote] con veynte y quatro galeras
para llebar a todos los christianos cautivos y a sus hijos" y cada vez
más envalentonado proseguía en sus amenazas, añadiendo que "desta ysla avia de yr a la de Fuerteventura, y de la de
Fuerteventura avia de partir para Canaria, donde avia de entrar a saquearla por
la banda de Telde, y que por el moro que alli peligrara él pondría la cabeza
porque los hombres de Canaria no eran. hombres para pelear...".
Durante
su permanencia en tierra la marquesa de Lanzarote, alarmada por los secretos
tratos que con diversos turcos y moros sostenía Juan de Escalona (Ali), logró
ganarse la voluntad de un moro llamado Yafer, por quien pudo enterarse de que
tramaban para fecha próxima otra incursión por el interior de la isla para la
que se ofrecía como "adalid" Escalona. En efecto, dos jornadas más tarde
regresaron los expedicionarios trayendo consigo veintinueve cristianos cautivos.
El
mismo Escalona protegía contra las incursiones a sus más próximos parientes y
allegados. Y así, en los aledaños del territorio donde moraba su primo Luís
de Samarinas jamás penetraron los invasores, pues les hacía ver que era zona
desierta o yerma. Samarinas, por su parte, supo ahuyentar de los contornos a
cuantos a sus tierras se acercaban en demanda de socorro, logrando así salvar
su hacienda en medio de la indignación del marqués de Lanzarote, que denunció
posteriormente los hechos al Tribunal de la Inquisición.
Y
ya que hablamos del marqués no estará de más que digamos dos palabras sobre
su conducta a raíz de tener conocimiento de la cautividad de su esposa, doña
Inés de Ponte o Benítez de las Cuevas, y de su hija doña Constanza de
Herrera. Impresionado vivamente por el hecho decidió, sin pérdida de tiempo,
parlamentar con Morato Arráez para tratar del rescate de su familia, dando
poderes para ello al morisco Juan de Saavedra Palacio.
Saavedra,
siendo portador además de una carta del marqués de Lanzarote para Morato Arráez,
se trasladó a las galeras alrededor del día 14 de agosto de 1586, iniciando
las conversaciones con el famoso pirata argelino, que condujeron en principio a
una suspensión momentánea de hostilidades. Sin duda las exigencias de Morato
fueron tan humillantes que el marqués tuvo que dar por finalizadas las treguas
sin llegar a ningún
acuerdo
con el mismo. Este episodio del primer intento de paz, de veracidad
indiscutible, es no obstante conocido con muy escasos pormenores.
Rotas
de nuevo las hostilidades, la flotilla argelina abandonó el puerto de Arrecife
yendo a fondear en el de Arriete, más al norte, pues era propósito del
corsario argelino abastecer a la escuadra de víveres y procuraba acercarse a la
vega da Haría, como pueblo de los más ricos y cercanos a la costa. En esta
incursión fueron como "adalides" Sancho de Herrera León, Pedro de Lugo y su hijo Tomás,
que emularon a los Escalonas (también "adalides" en esta ocasión) en su despreciable papel.
Mientras
la escuadra se abastecía de agua en el pozo de Arriete los expedicionarios
alcanzaron el pueblo de Haría donde se apoderaron de toda clase de
mantenimientos, en particular gran número de gallinas, y donde pusieron fuego a
las eras destruyendo las cosechas de los naturales. Luego se corrieron a Famara
para llevar a cabo en su término los mismos vandálicos hechos.
En
esta incursión cautivaron además los argelinos a Manuel Robiergas, a Francisco
de Medina y a su hijo, a la familia de un labrador de Famara cuyo nombre nos es
ignorado, a la esposa de un portugués llamado Leytoa y al mensajero Juan de
Saavedra. Este último fue a caer bajo la diligente mirada de Pedro de Lugo en
la montaña de Chimidá en el camino de Haría, siendo conducido maniatado a
este pueblo y de allí a las galeras.
Sin
embargo, sólo permaneció una noche en cautividad, pues al tener conocimiento
Morato Arráez de su prisión ordenó ponerlo inmediatamente en libertad,
queriendo dar muestras de su respeto a los intermediarios en las paces. Nos
resistimos a llamar diplomático al morisco Saavedra.
En
días sucesivos siguió predominando en toda la isla la lucha de guerrillas y
escaramuzas. En una de ellas, Gonzalo Argote de Molina logró trabar encuentro
con sus hombres con una cuadrilla de turco-argelinos, dando muerte a uno de
ellos llamado Solimán y haciendo cautivos a otros seis más. Tal coyuntura fue
aprovechada por el conde provincial para iniciar caballerescos tratos con el
pirata.
Con
dicho objeto puso en libertad a los seis cautivos turcos después de "vestirlos
con marlotas de tela .de oro", enviándolos como presente a Morato Arráez.
El pirata le devolvió la fineza dando libertad a uno de los lanzaroteños
prisioneros con el encargo personal para Argote de entregarle "una
saeta de [su] arco por seguro [para] que viniese a [las] galeras".
Gonzalo
Argote de Molina aceptó complacido la invitación, y el lunes 18 de agosto de
1586 se trasladó a la galera capitana turca, donde fue huésped de honor del
pirata, iniciando seguidamente las estipulaciones de paz y rescate.
Estos
tratos y conversaciones duraron desde el 18 de agosto hasta el 21 del mismo mes,
llegándose a un completo acuerdo en esta última jornada, que tuvo realidad al
firmarse en la siguiente uno de los documentos más curiosos de la historia de
la isla de Lanzarote: el tratado de paces entre "Morath Arraez, capitan
general por el Gran Turco, Sultan Amurathes, en el Reino de Argel" y
Gonzalo Argote de Molina, con ínfulas de señor de la isla y en realidad
obrando como delegado de su suegro don Agustín de Herrera. Dicho documento fue
autorizado por Ahamat Hoja, "escribano
y contador" de la armada turca, y Juan de Vega, escribano público de
Teguise y notario de la Inquisición en la misma villa.
Dicho
documento, dictado sin lugar a dudas por el mismo Argote de Molina con su
megalomanía y vanidad características, estipulaba el "rescate
de la marquesa (doña Inés) y condesa (doña Constanza y veinte xptanos
(cristianos) por precio de veinte mill ducados" ; once mil, por doña
Constanza de Herrera y los cautivos lanzaroteños de más prestigio, que Argote
hizo efectivos "en dinero y joyas de oro y preseas de su recamara", y
los nueve mil restantes por la marquesa doña Inés Benítez de las Cuevas, de
los cuales dió el marqués don Agustín de Herrera carta de reconocimiento de
deuda a Morato Arráez, comprometiéndose a "los
pagar en Berberia a fin de agosto del año de ochenta y siete", entregando
como "rehenes a don Francisco
Sarmiento, su hermano, y a Marcos de San Joan, su vasallo". Para
facilitar el cumplimiento de esta obligación el pirata se comprometía a "no... hacer guerra al dicho conde ni al marques, su suegro, ni a
sus islas de Langarote y Fuerteventura ni a la gente dellas ni a sus navíos ni
haziendas de aquí fasta fin del año de ochenta y siete", garantizándoles
bajo seguro tanto al marqués de Lanzarote como a Argote de Molina la "y
da, estada y buelta" a Berberia y a Turquía, por sí o por emisarios,
para la liquidación de los compromisos pendientes del contrato y asiento de
paces.
Tal
documento, que disminuye la personalidad del marqués de Lanzarote hasta el mínimo
exaltando, en cambio, la de su yerno Argote de Molina, a quien convierte en
caudillo de la resistencia isleña, revela la intervención personal del mismo
en su redacción y concuerda en todos sus extremos, con otro testimonio del
propio provincial de la Santa Hermandad sevillana, en que hace alarde de la
misma despreocupación para con su suegro y de idéntica monomanía de
grandezas. Nos referimos a la autobiografía que dejó escrita el pretenso
"conde de Lanzarote" para
admiración de su hijo primogénito Agustín de Herrera y Rojas: "Luego
que me case-dice-vino Morat Arraez,
Visorrey de Argel, con armada del Gran Turco y del Xarife sobre aquella isla
[Lanzarote]; hizome la guerra treinta y dos dias; matome once hombres de los que
tenia en el fuerte y yo le mate veintiseis; defendiolo Dios; cautivaron en esta
guerra a la condesa y veinte personas ; rescatelos a mi costa con 20.000
ducados".
Firmadas
las paces, los turcos-argelinos y moros evacuaron la villa capital, Teguise,
cuyo caserío aparecía destruído en más de la mitad por obra del incendio, y
el saqueo, con pérdida de iglesias, palacio condal y archivos públicos, dirigiéndose
al puerto de Arrecife o al de Arriete (pues no está claro cuál fué el último
refugio de la escuadra) para reembarcar en las galeras. Todavía permaneció el
pirata en uno de los puertos hasta el 26 de agosto de 1586, fecha en que Morato
Arráez dió la orden de partida, desapareciendo de la vista de Lanzarote con
buen número de cautivos voluntarios y forzados. Luís del Mármol asegura, en
su Descriipción géneral de Africa que pasaron de 468 el número de estos últimos,
pero lo más probable es que no rebasasen la cifra de los 200.
A
última hora el marqués de Lanzarote, valiéndose como mediador de un esclavo
moro (al que había concedido la libertad para retenerlo a su servicio) ,
consiguió que desertasen de las filas de los fugitivos otros dos siervos suyos,
con promesa de perdón y olvido de culpas. Eran éstos el esclavo Pedro de
Herrera, rebautizado con el nombre de Muza y el negro Bartolomé, conocido
entonces por Embarca, Pese al "seguro" que por escrito les dio don
Agustín de Herrera, ambos pasaron detenidos a la isla de Gran Canaria
reclamados por el Tribunal de la Inquisición, En cambio emigraron Sancho de
Herrera León, Pedro de Lugo y su familia, los Escalonas, etc., etc. De todos
estos fugitivos sólo retornaría a Lanzarote el morisco Sancho de Herrera León,
después de haber perdido toda esperanza de rescatar a su familia de las garras
de los argelinos y de-
seoso
de retornar al seno del cristianismo.
En
compensación de los que se llevaba, Morato Arráez abandonó en Lanzarote antes
de partir a un renegado español, Miguel Carneros (Morato), natural de Dueñas,
a quien expulsó de sus huestes por indeseable y cuatrero.
Morato
Arráez dispuso entonces el regreso con sus galeras a Argel, haciendo escala en
Salé, donde se separó de los capitanes moros Mehemet, Abrahen y Ali. En dicho
puerto de Marruecos supo el renegado que la flota española, al mando de don
Martín de Padilla, adelantado mayor de Castilla, le aguardaba en el estrecho
para cortarle el paso, decidiendo el pirata refugiarse en Larache para aguardar
mejor coyuntura. Esta se le presentó al cabo de un mes, estando azotado el
estrecho por una terrible tempestad, que obligó a las galeras españolas a
guarecerse en los puertos meridionales de la Península; Morato Arráez,
juzgando menos peligroso luchar con los elementos que con la poderosa escuadra,
decidió entonces cruzarlo, y favoreciéndole la suerte se internó en el Meditmáneo
sin el menor contratiempo. A la altura del cabo de Gata, Morato Arráez encontró
en su camino tres galeotas argelinas del pirata Arnaut Mami, y conociendo por
este último la muerte de uno de sus hijos en Argel, decidió dar fin a la
expedición regresando al lugar de partida.
Cuenta
el padre Haedo que al cruzar el estrecho Morato Arráez ordenó disparar un cañonazo
para que enterándose don Martín de Padilla "no
lo espera-se mas"; sin embargo, el fragor de la tempestad debió
impedir su percepción a los españoles, porque sabemos por una carta de Fe lipe
II al duque de Medina Sidonia, escrita el 24 de noviembre de 1586, que sus
perseguidores daban a Morato por desaparecido en el mar, cosa de la que con buen
sentido desconfiaba el monarca español.
En
1587 y 1588 se volvieron a recibir avisos en las Islas Canarias para que
estuviesen prevenidas contra nuevas incursiones de Morato Arráez; pero los
golpes del pirata se dejaron sentir también en las costas españolas sin
perturbar más la ya muy perturbada vida del Archipiélago en las postrimerías
del siglo XVI. (En: A. Rumeu de Armas, 1991)
1586
Agosto 20. Contrato estipulado en el
Puerto de de la isla Titoreygatra (Lanzarote) para el rescate del colono Agustín
de Herrera, Marques de Lanzarote y su mujer, durante el ataque que en justa
represalia a las continuas razzias que este colono y sus mercenarios realizaban
en el continente a la captura de esclavos y al saqueo de oro y ganados, llevó a
cabo el marino mazigio Amurath Arráes (Capitán Arráes).
“Contrato
estipulado en el puerto de la isla de Lanzarote entre Amurath Arráez por el
Sultán de Turquía Amurath en el reino de Argel, y Gonzalo Argote de Molina,
para el rescate del Marqués D. Agustín de Herrera y de Da Inés Benítez de
las Cuevas y Ponte, su mujer. Año I586.
Morath
Arráez, Capitán General por el Gran Turco Sultan Amurathes en el reino de
Argel, por my em nombre de dicho Gran Turco y en nombre del Xarife y de Mesiemet
Abrasien y Ali, Capitanes de sus tres galeras reales de que soy Capitán
General, por el cual presto voz y caución é digo que por quanto yo salí de la
ciudad de Zalé en primer día de la luna de Julio con cuatro galeras reales de
Argel, Capitanes Jaban Belle y Casinsioja y la capitana y tres del Xarife con
600 turcos y moros escopeteros e flecheros á ganar la Isla de Lanzarote é
cabtiuar al Marqués don Agustin de Herrera y Rojas por las ofensas y daños que
ha hecho en Berbería, y habiendo llegado á la dicha isla el miercoles en la
noche del 30 de Julio con cinco banderas, salté á tierra y saqueé la dicha
Villa y cativé veinte y seis personas, habiéndose retirado la gente de la
Villa al Castillo, de alli volví al puerto donde gané una nao de mercaderías
que alli arribó de la flota de Nueva España donde cativé 22 cristianos, y el
sábado siguiente gané la fortaleza del Arrecife matando al bombardero y cativé
11 personas que en ella estaban, é de allí fuí el mesmo dia sobre el
Castillo de la Villa donde estaba Don Gonzalo Argote de Molina, Conde de dicha
Isla, y le batí y di tres saltos, y maté al Comendador Diego de Cabrera Leme,
Castellano y otros 11 cristianos, el cual me fué defendido por el dicho Conde
con muerte de 26 turcos: después desto, el miercoles siguiente, teniendo aviso
que la gente de la isla estaba en la cueva de Haria que llaman de los Verdes, fuí
sobre la dicha Cueva y la tube cercada tres dias y no la pude ganar por las
industrias del dicho Conde, y habiendome dado aviso dos moriscos de dicha isla
de Lanzarote, de que la Marquesa Doña Inés de Aponte y la Condesa Doña
Constanza, mujer del dicho Conde, las habia puesto el Marqués y dejado solas en
una cueva, fui á la dicha cueva y las trage cativas á mis galeras juntamente
con muchos moriscos de la dicha isla que se tornaron moros, y otras gentes que
cativé que fueron por todo llo..., y habiendo hecho guerra muchos dias á la
isla, el dicho Conde teniendo noticias de que siete turcos andaban desmandados
robando, salió contra ellos con gente de la isla y por su mano mató de un
arcabuzaso uno dellos llamado Soliman y cativó los otros seis, los quales me
envió presentados e vestidos con marlotas de tela de oro, por cuya liberalidad
yo le envié un cristiano cativo libre con una saeta de mi arco por seguro, que
viniese á mis galeras, donde el dicho Conde vino solo el lunes 18 de Agosto y
estuvo hasta el jueves 21 de Agosto que hizo rescate de la Marquesa é Condesa
é veinte cristianos por el precio de veinte mil ducados, los once mil ducados
por la Condesa y 20 cristianos, los cuales pagó luego el dicho Conde en dinero
é joyas de oro é preseas de su recamara...é otras cosas que lo montaron de
que me doy por contento, é los nueve mil ducados restantes por el rescate de la
Marquesa sola del cual rescate me entregó cédula del Marqués para los pagos
en Berberia en fin de Agosto del año de 87, é el dho Marqués dió por rehenes
á D. Francisco Sarmiento é su hermano é á Marcos de San Juan su vasallo, sin
quedar el dho Conde obligado, como no queda, á cosa alguna, é asimesmo me pagó
el dicho Conde...á la bandera del Gran Turco...é es condicion que yó el dho
Morath Arraez, ni el Gran Turco, ni el Xarife, ni sus vasallos, no puedan hacer
la guerra al dho Conde, ni al Marqués su suegro, ni á sus islas de Lanzarote y
Fuerteventura, ni a la gente dellas, ni á sus navios ni haciendas de aqui a fin
del año 87, y que el Conde pueda ir á Berberia é á Turquia en todo este
tiempo á hacer la paga del dho rescate, y el Marqués sea seguro de ida,
estadia y vuelta y franco de todos derechos de las mercancías que llevare é
los criados que con él fueren, y que los moradores de las dhas islas, se
entiende sus vecinos, en llevando cédula sellada de dho Conde de como lo son y
para ello doy mi seguro por mi y en nombre del Gran Turco y del Xarife por
virtud del poder que dellos tengo. –E yo, don Gonzalo Argote de Molina, Conde
de Lanzarote, Provincial de la Santa Hermandad de Andaluzia y 24 de Sevilla,
acepto este contrato en todo y por todos, como en él se contiene y lo firmo de
mi nombre; y el dicho Morath Arráez lo selló con su sello y lo refrendó
Ahamat Ilojat Escribano y Contador de su Armada, y los dhos Francisco Sarmiento
y Marcos de San Juan lo firmaron de sus nombres, que es fecho en mi galera
capitana en el puerto de Lanzarote á veinte y dos de Agosto de mil quinientos
ochenta y seis años, según cuenta de los cristianos. -G. Argote de Molina.
-don Franco.
Marcos
de San Juan. -Juan de Vega, Escribano Público. (En: José María Pinto y de la
Rosa. 1996)
1586
Septiembre 6. La siguiente relación
forma parte de una tasación que del Ingenio de Tazacorte (Isla Benahauare=
Fue
Don Melchor de Monteverde quien reclamando un quinto de dicho Ingenio, propició
la partición y tasación de la mencionada hacienda.
Don
Melchor de Monteverde y Don Pedro Vandala, nombraron partidores que haciendo
acto de presencia, apreciaron el Ingenio y todo lo que en él se contenía. En
determinado momento, llega la valoración de los esclavos y este, precisamente
es el fragmento que se reproduce:
"...
Los dhos partidores dixeron que ellos vieron los esclavos que había en la dha
harcienda de tazacorte y hallaron que había 14, los cuales se aprerciaron de la
manera siguiente:
primeramente
apreciaron a Melchior negro, regador en 100 doblas.
item
Marcos, negro regador en 50 doblas.
item
Luis fariña, regador en 50 doblas
item
Agustin, herrero en 60 doblas.
item
Leal, prensero en 80 doblas
item
Mathias, mulato calderero de melar en 140 doblas.
item
Baltazar, mulato trompetero en 60 doblas.
item
Gonr;alo, negro en 40 doblas.
item
Adrian, negro en 40 doblas.
item
Domingo, en 40 doblas
item
Domingo duarte, negro en 40 doblas
item
Juana, negra en 40 doblas.
y
que todos los otros esclavos y sosodichos a los otros prer;ios montan 890 doblas
que
son 425.000 mrs de la moneda de Canarias. Manuel Garrido Abofilia 1994:39)
Febrero de 2011.
--»
Continuará...