EFEMÉRIDES DE LA NACIÓN CANARIA

 

UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS

PERÍODO COLONIAL, DÉCADA 1581-1590

  CAPÍTULO XIX (VII)

Guayre Adarguma *

 

1586. Morato Arraez, famoso pirata de origen Albanés, parte de Argel con 11 galeras y 1.200 hombres. Pasa el estrecho y se presenta ante la isla de Titoreygatra (Lanzarote), con objeto de vengar las múltiples expediciones de saqueo y razzia de esclavos efectuadas en el continente por el colono Agustín de Herrera.

  

En lugar de desembarcar en el Puerto de Arrecife, donde lo esperaba el colono Marques de la isla,  Agustín de Herrera, con sus tropas, lo hacen en otro lugar y avanzan hasta la Villa de Teguise, quemándola por enésima vez en pocos años.

 
Parte de la población busca refugio en la cueva de los Verdes, tubo volcánico de considerable longitud y el resto, unas 1.000 personas, se encierra en la Fortaleza de Guanapay con las milicias de la isla. El dos de Agosto rinden los Berberiscos el Castillo del Puerto de Arrecife y ponen sitio al de Guanapay, defendido por las milicia al frente de la cuales estaba el capitán Diego Cabrera de Lemes. Al mismo tiempo se dispersan por la isla arrasando cultivos y tratando de capturar a sus habitantes.

 
Ante la imposibilidad de resistir un asedio prolongado en Guanapay por falta de víveres, el Marques ordena abandonar la Fortaleza y que sus habitantes se escondan por las cuevas de la isla a la espera de ser evacuados por mar hacia Erbania (Fuerteventura) y Tamaránt (Gran Canaria). Morato Arraez pone sitio a la Cueva de los Verdes, pero no consigue tomarla al desconocer que existe una salida secreta por donde se introducen los víveres. Un grupo de hombres queda en Guanapay al mando de Cabrera, que muere cubriendo la retirada de los pobladores.

 
Aun así, muchos habitantes son capturados, entre ellos la propia esposa e hija del Marques. Ocultas en una cueva junto al mar caen en poder de los piratas al negarse Don Fernando de Saavedra, colono Señor de Erbania (Fuerteventura), a que fuesen conducidas a su isla. Tal era el odio que existía por pleitos de títulos y tierras entre estas dos familias emparentadas entre si, los Herrera, Marqueses y Condes de Lanzarote y los Saavedra, Señores de Fuerteventura.

 
El Marques pidio ayuda a Tamaránt (Gran Canaria) y gracias a esto se pudieron evacuar y poner a salvo 500 mujeres y niños. Morato Arraez permaneció en Titoreygatra (Lanzarote) hasta el 26 de Agosto, llevándose consigo mas de 200 cautivos, 15.000 Ducados por el rescate de la familia del Marques y un galeón de la flota de Indias como propina, el cual había arribado al Puerto de Arrecife con averías y desconocer la situación.

 

1586. En la costa de la isla de Chinech (Tenerife), naufraga y se pierde el navío La Magdalena , en ruta hacía las Indias Occidentales.

 

1586. En el puerto de Guiniwada n Tamamaránt (Las Palmas de Gran Canaria) se pierde el navío San Miguel, el cual iba con carga para las colonias de España en América.  

 

1586. De este año  es otra cédula real, gestionada por el mensajero Gonzalo Pérez de Cabrejas, por la que se autorizaba a los vecinos de Tenerife (de acuerdo con lo que ya se había hecho en Gran Canaria y La Palma ) a usar armas de noche, como si se tratase de territorio fronterizo.

 

1586. Un navío cosario ingles, arriba al Puerto de Arinaga en Tamaránt (Gran Canaria) Desembarcan y capturan a un pescador, este les informa de la presencia de una gran flota castellana en el Puerto de Winiwuada (Las Palmas). Logran apoderarse con mucho sigilo de uno de los barcos cargados de mercancías, al que desvalijan. Ese mismo año desembarcan 40 piratas ingleses en Adeje, Chinech (Tenerife), saqueando el pueblo y el ingenio de Azúcar, causando graves daños al señorío de los Ponte, colonos portugueses establecidos en la isla desde la invasión y ocupación castellana.

 

1586 Mayo 18. En el mes de abril del año mencionado había zarpado del puerto de Plymouth un navío corsario de nombre El Faco (sic), artillado con diez cañones y cargado de paños, bacalao y cecina de vaca para comerciar en la isla portuguesa de Porto Santo. Tal era por lo menos el propósito aparente de los piratas, según declaró John Reman, uno de los que quedó en la isla de Gran Canaria prisionero. La embarcación inglesa se presentó con el fin indicado en la isla de la Madera , mas, siendo allí recibidos con varios disparos de cañón, los corsarios decidieron proseguir la travesía hacia las Canarias. El 2 de mayo arribaban los ingleses a la desierta isla de Lobos, desde donde se trasladaron a la de La Gomera con el propósito de hacer aguada. Desembarcaron con dicho objeto en un paraje ignorado de la isla, mas no hallándola a su alcance retornaron al navío para continuar su ruta. De La Gomera cruzaron a la isla de Gran Canaria, en cuyo puerto de Arinaga volvieron a poner pie en tierra los ingleses, cautivando aun pescador canario de nombre Sebastián García, natural de Agüimes, por medio del cual pudieron hacer la provisión de agua, zarpando seguidamente con el cautivo.

 

Sebastián García sirvióles entonces de confidente, y al enterarse el capitán inglés por boca del pescador canario de cómo en el Puerto de la Luz se hallaban fondeados buen número de navíos españoles cargando mercancías, decidió dirigirse al mismo con el deseo de hacer una buena presa que colmase los beneficios económicos del viaje.

 

El sábado 17 de mayo de 1586 el navío inglés se fué acercando con el mayor sigilo a la capital de la isla, y a la madrugada varios ingleses, llevando como práctico aun mercader amigo de Edward Kingsmill, y gran conocedor de la costa, se aproximaron en una lancha al puerto hasta divisar los bultos inmóviles de los navíos apostados.

 

Entonces Sebastián García fué señalando a los piratas las embarcaciones y lugares, cayendo éstos por sorpresa sobre la nao de Francisco Cortés, de la que lograron apoderarse, para luego alzar velas y desaparecer lentamente.

 

Aquella misma mañana otros cuatro navíos españoles se dispusieron en breve tiempo para salir en persecución de los piratas, y éstos, al verlos zarpar, acortando por momentos la distancia, optaron por abandonar la nao a su suerte, no sin antes saquear algunos cofres que conducía la embarcación.

 

Pocos días más tarde los piratas reincidieron en un nuevo desembarco en la playa de Maspalomas; mas acudiendo a combatir con ellos algunos vecinos de Agüimes tuvieron que huir précipitadamentie, sin poder impedir que Sebastián García recobrase la libertad y que uno de los ingleses, John Reman, quedase prisionero.

 

Con menos precisión conocemos en cambio el saqueo del famoso ingenio de Adeje por los ingleses en 1586. Sabemos, eso sí, que aquella comarca, tan frecuentada en años anteriores por pacíficos piratas, sufría ahora quizá más que ninguna otra los zarpazos de la fiera que había amamantado. En 1583, tres años antes del saqueo del ingenio, el capitán Pedro Soler, que lo era de las comarcas de Abona y Vilaflor, fronteras de Adeje, comunicaba al Cabildo de la isla de Tenerife que acababa de rechazar en las costas de Chasna (Vilaflor) , sin otros auxilio que el de sus propios criados, una incursión de los ingleses que trataban de insultar al país; respondiéndole a ello, complacido, el Regimiento tinerfeño: "En cuanto vuestro nombre resuene entre los ingleses, ya se guardadaran muy bien de volver a nuestra isla, escarmentados del daño que por vuestro brazo recibieron."

 

Pese al optimismo del Cabildo, en 1586 se repitió una incursión británica por el sur de la isla de Tenerife. Los ingleses desembarcaron en la costa de Adeje, se apoderaron del pueblo, profanaron las iglesias, saquearon por completo el ingenio azucarero de los Ponte, cargando hasta con sus ropas, y retornaron seguidamente a los navíos sin hallar enemigo ni contradictor. Sólo uno de los piratas, Edward Francis, se perdió del grueso de la expedición y fué hallado por los naturales en un barranco-seguramente el actual barranco del Inglés-malherido y extenuado, de donde pasó a la cárcel de La Laguna a disposición del Tribunal del Santo Oficio. (En: A. Rumeu de Armas, 1991)

 

1586 Julio. Es destruido por el corsario canario converso al islamismo Morao Arraez el castillo de San Gabriel, situada en el islote del Quemado, en Arrecife, Titoreygatra (Lanzarote) Era una pequeña defensa de unos 40 pies por cada lado, de forma rectangular, con sus baluartes de los llamados de punta de diamante. Toda la distribución interior era de madera, la cual ardió totalmente cuando Morato Arráez lo atacó una mañana del mes de Julio de 1586, invadiendo luego la isla para marcharse el 23 de Agosto del mismo año, después de la firma del tratado con Argote de Molina. Cuenta la historia que por aquellos años y dada la falta de acometividad en los soldados, las mujeres lanzaroteñas tuvieron que salir al campo de batalla.

 

1586 Julio 30. Al atardecer, la escuadra de Morato Arráez, avistaban las costas de Lanzarote, en medio del general entusiasmo de las tripulaciones.

 

Entonces Morato Arráez ordenó amainar velas y estuvieron escondidos hasta la noche para no ser descubiertos desde tierra por los naturales.

 

El desembarco se verificó, ya oscurecido, en la caleta de los Ancones o de los Charcos, eludiendo el pirata el ataque al puerto principal para mantener el secreto de la operación, cosa que logró plenamente. Al día siguiente, jueves 31 de julio, las tropas turco-argelinas y moras avanzaron por sorpresa sobre la villa capital Teguise con tal éxito que sólo fueron descubiertos cuando se hallaban los invasores a media legua de ella.

 

Los isleños temían el ataque por el puerto principal de la isla, Arrecife, en el cual se habían tomado las acostumbradas precauciones por orden del marqués don Agustín de Herrera; así es que, atemorizados y sorprendidos, apenas si hubo tiempo de tocar a rebato, emprendiendo cada cual la huída precipitada hasta desamparar el lugar.

 

Parte de la población buscó refugio, como en otras ocasiones, en la Cueva de Haría o de los Verdes, situada a seis millas de Teguise, magnífica guarida natural, y el resto, hasta la cifra de mil personas entre hombres, mujeres y niños, en el castillo de Guanapay, donde se acuartelaron también las tropas de la isla. Entre sus muros se encontraba lo más destacado del elemento insular, incluyendo la propia familia del marqués, compuesta de su mujer, doña Inés Benítez de las Cuevas y Ponte; sus hijas naturales doña Juana y doña Constanza de Herrera, y su yerno Gonzalo Argote de Molina, ca-Sado con la segunda. Mandaba la fortaleza como su alcaide el gobernador de la isla Pedro de Cabrera Leme.

 

Los turco-argelinos y moros, en número de unos 500, y formados en cinco banderas, penetraron entonces en el lugar, llevando a la cabeza al mismo Morato Arráez, saqueándolo bárbaramente y haciendo cautivas veintiséis personas algo remisas en huir.

 

En el intermedio las galeras se habían dirigido al puerto de Arrecife, y así le fue fácil a Morato, una vez que hubo saqueado la villa, apoderarse de una nao averiada de la flota de Indias cargada de bizcocho, pasas, aceite, pólvora y algunas piezas de artillería, donde cautivó a otros veintidós cristianos.

 

Dos días más tarde, el sábado 2 de agosto de 1586, los argelinos rindieron con las primeras luces del alba, tras dura lucha, el fuerte de Arrecife, en la isla de El Quemado, con muerte de su artillero y rendición de los otros once defensores, dirigiéndose entonces a la villa capital para poner sitio al castillo de Guanapay. El asedio al mismo se inició hacia el mediodía, batiéndolo los turco-argelinos y moros con "mosquetes, escopetas y flechillas" durante cinco horas ininterrumpidas e intentando por tres veces, sin éxito, el asalto general, hasta que faltos de pólvora suspendieron la batería con la puesta del sol. Desde dentro del castillo se hizo también nutrido fuego sobre los asaltantes, que sufrieron mayor número de bajas que los asediados, pues mientras de aquéllos resultaron muertos veintiséis, de éstos sólo sucumbieron doce. Entre ellos se encontraba el alcaide Pedro de Cabrera Leme, muerto heroicamente en cumplimiento de su deber.

 

Del viernes 1 de agosto al martes 5 del mismo mes, Morato Arráez entretuvo su gente preparando los medios ofensivos para el asalto a la fortaleza de Guanapay, mientras distintas columnas de argelinos realizaban incursiones hacia el interior con propósito de engrosar el botín y aumentar el número de cautivos.

 

En la hacienda o cortijo de Inaguaden, una de las más ricas propiedades de don Agustín de Berrera, los argelinos provocaron una insurrección casi general de esclavos, entre los que reclutaron sus más destacados "adalides" para las incursiones futuras. Entre ellos hallábanse el morisco Pedro de Lugo, que en unión de: su mujer e hijos desertó para unirse a los invasores. Pedro de Lugo cambió, a partir de entonces, su nombre por el de Audalá y en compañía de su hijo Tomás, rebautizado con el nombre de Solimán colaboró en todas las empresas de los argelinos. Sus otros hijos Melchor, Blas, Tomasa y Catalina pasaron con su madre a las galeras esperando el momento del retorno a Berbería.

 

La misma conducta siguieron los hermanos Juan y Francisco Escalona, convertidos, con la velocidad del rayo, en los moros Alí y Braen. Igual transformación sufrieron otros dos esclavos moriscos del marqués, los hermanos Pedro y Diego de Berrera, denominados Muza y Hamet) respectivamente, mientras sus hermanas Leonor y Catalina, fieles a su nueva religión y a sus amos, pasaban a las galeras en calidad de cautivas y en la larga lista continúan los negros Bartolomé-conocido por Embarca-, Baltasar y Francisco y la morisca Juana, que huyó del cortijo con dos criaturas.

 

No sólo de las posesiones del marqués de Lanzarote, sino también de aldeas y caseríos desertaron porción de esclavos como el morisco Juan, al servicio de Marcial de Cabrera, o los negros Pedro y Luís, propiedad, respectivamente, de Bartolomé Cabrera y Juan León.

 

La presencia de los desertores en las filas de los argelinos no dejó de impresionar desfavorablemente al marqués de Lanzarote, quien revela su asombro con estas palabras: "Los christianos que estavan en compañía  deste testigo-dice un testigo de  la Inquisición-, cuando bido a los dichos moros, le decian...: aquel que biene alli es Pedro de Lugo, y aquel... Juan Descalona, y el que ha par alli es Francisco Descalona; y que los que los christinos le enseñavan y decian ser los susodichos le parecio en su talle y manera ser ansi...".

 

Hacia el día 4 de agosto comprendió el marqués lo inútil que sería resistir en la fortaleza un asedio prolongado, sin otra alternativa que sucumbir heroicamente o caer en las garras de su feroz enemigo. Así, pues, decidió aquella misma noche desampararla con toda su gente y guarnición.

 

Por esta causa cuando al día siguiente, 5 de agosto, los argelinos llegaron con sus "tiros" para formalizar el sitio, hallaron la fortaleza de Guanapay desalojada por completo. La indignación de los "jenízaros" turcos fue entonces extraordinaria, al ver cómo se les había escapado, con la gente, el rico rescate que se prometían.

 

En el éxodo por las montañas de la isla, el marqués de Lanzarote hubo de procurar el mejor acomodo para su familia, con objeto de recuperar la libertad de movimientos necesaria a un jefe militar en la defensa del territorio de su mando. Todas las cuevas de la isla-pese a ser algunas de ellas verdaderas fortalezas naturales-le parecían lugares demasiado conocidos para darles albergue, cuando he aquí que el morisco Sancho de Herrera León, que llevaba largo tiempo avecindado en la isla y gozaba de la confianza del marqués, se ofreció solícito a esconderlas en un paraje desconocido, velando por su seguridad. Don Agustín de Herrera le hizo entrega de su esposa y de su hija Constanza, pues la otra, Juana, ya había encontrado refugio en otro paraje de la isla.

 

Al tener noticia Morato Arráez del abandono del castillo de Guanapay por los españoles no se desalentó con el inesperado contratiempo, sino que para compensar aquel fracaso organizó una feroz cacería humana por el interior de la isla, aprovechando como prácticos o "adalides" a los moriscos renegados de Lanzarote, confundidos entre los invasores vistiendo sus mismos trajes y turbantes.

 

Divididos en columnas, argelinos y moros recorrieron la isla de Lanzarote en todas direcciones. Morato Arráez, llevando como práctico a Pedro, esclavo negro de Bartolomé Cabrera, y a los hermanos Escalona y conduciendo al grueso de las fuerzas, puso sitio, durante tres jornadas consecutivas (del miércoles 6 al sábado 9 de agosto), a la famosa Cueva de los Verdes, sin lograr conquistarla, pues se lo impidieron las milicias de la isla con tesón tan singular, que al cabo tuvo que levantarlo sin el menor provecho. Parece ser que el mando de aquella heroicas tropas lo tuvo un soldado de bien probada pericia: Gonzalo Argote de Molina.

 

Otros destacamentos se dirigieron hacia el sur con propósito de alcanzar las playas del Rubicón. Conducidos por el morisco Juan (Almanzor), esclavo de Marcial de Cabrera, y por Pedro de Lugo (Audailá), los piratas argelinos asolaron la tierra en todas direcciones, regresando de su excursión con buen número de cautivos cristianos.

 

Por otra parte, las galeras contorneaban sin descanso por las playas y caletas de la isla a la caza de las embarcaciones en que huían mujeres y niños; de esta manera, por tierra y mar lograron cautivar los invasores cerca de doscientas personas en confusa mezcla de verdaderos cautivos y "moriscos", que se unían a las huestes mahometanas dispuestos a desertar de su forzada esclavitud. Tal era el fruto que obtenía el marqués de Lanzarote de sus brillantes campañas en las costas vecinas del continente.

 

Don Agustín de Herrera avisó entonces de su situación comprometida a la isla de Gran Canaria, cuyo gobernador, don Tomás de Canga, organizó inmediatamente-con el parecer en contra de la Audiencia-la evacuación de la isla, logrando poner a salvo en barcas más de 500 personas, entre mujeres y niños, con sus alhajas y riquezas. Entre las personas salvadas figuraba la hija natural del marqués, doña Juana de Herrera, a la que su propio padre supo librar de las garras de los piratas argelinos.

 

Preocupase también el marqués de Lanzarote de la suerte de su esposa, doña Inés Benítez de las Cuevas, y de su otra hija doña Constanza de Berrera, pidiendo a sus parientes los señores de Fuerteventura que se preparasen a venir en su ayuda. evacuandolas de la insegura cueva donde habían hallado forzoso refugio. Mas era tanto el odio que separaba ya por entonces a ambas casas, parientes y rivales, que tanto don Gonzalo como don Fernando de Saavedra se negaron a prestarlas auxilio, llegando en su rencor y animosidad a embargar un navío en el que los hidalgos de la isla de Fuerteventura se disponían a embarcar para socorrer a tan ilustres damas.

 

En la isla no quedaron más que los hombres útiles reforzados con algunos destacamentos de milicias de Gran Canaria, que se redujeron a vigilar de cerca las actividades de los berberiscos, limitándose a combatir con ellos en los inevitables choques de guerrillas. En una de ellas cayó prisionero del marqués "un esclavo cristiano morisco, que se le habia ido", por quien supo, tras el obligado tormento, que Morato Arráez había prometido, con su cabeza por medio, al Xarife "tomarle Lanzarote o Canaria"; que llevaba cuatro meses preparando en Argel la expedición, y que esperaba otras siete galeras de auxilio de un momento a otro.

 

Por un segundo prisionero turco se confirmó, el propósito de Morato Arráez de atacar seguidamente Gran Canaria, y con este motivo se dio aviso a todas las islas para que estuviesen prevenidas.

 

Pero hasta entonces no había podido hacerse Morato Arráez ni con el marqués de Lanzarote ni con ningún miembro de su familia, que era su más vivo deseo para poder humillarle, obligándole a parlamentar y pudiéndole exigir de paso un crecido rescate.

 

No obstante, los "adalides" lanzaroteños iban a darle ocasión de satisfacer este vivo deseo prestánle un nuevo y valioso servicio.

 

El episodio de la captura de la marquesa de Lanzarote, doña Inés Benítez de las Cuevas, y de la condesa doña Constanza de Herrera es un tanto confuso, haciéndose difícil hoy día, pese a la variedad de testimonios, discernir quién fue el inductor de la misma. El marqués de Lanzarote, en sus declaraciones ante la Inquisición, hace responsable absoluto al morisco Sancho de Herrera León; pero cabe pensar, con mayor certidumbre,

que éste más pecó de impremeditado o suelto de lengua, que de traidor en el estricto sentido de la palabra.

 

Hubo impremeditación porque el ofrecimiento de Sancho de Herrera León, que fue base de la confianza en él depositada por el marqués de Lanzarote, quedó incumplido, bien por imposibilidad material, bien por otras causas que ignoramos. Lo cierto es que el refugio desconocido que ofreció para la familia de don Agustín de Herrera se redujo, a última hora, a una de las cuevas más conocidas de la isla, situada en el término de Tia y

al borde mismo del camino real; hubo falta de sigilo por parte de Sancho de Herrera León, porque, mediando mala fe o poca reserva, el secreto de que era guardador fue conocido por otro morisco, Juan Camacho, de quien al parecer lo averiguaron los argelinos. La misma conducta posterior de Sancho de Herrera embarcándose en las galeras argelinas, con el pretexto de no dejar desamparada a su familia en la cautividad,

prueba el temor que le embargaba a ver desatadas las iras del marqués sobre su persona, sin desechar por completo que le impulsase a hacerlo el afecto a los suyos.

 

Frente a la obstinación del marqués de Lanzarote con respecto a su vasallo, la Inquisición reconoció más adelante y de manera explota su inocencia en este punto concreto, pues estimó como probado que "un morisco captivo [¿Juan Camacho?] ...fué el que entregó a los moros la mujer e hija del marqués de Lanzarote y la mujer e hijos del dicho Sancho de Berrera, y que por esta razón le había dado libertad Morato Arráez y el Xarire...". El papel de Sancho de Herrera León se transforma así en cómplice inconsciente, si acaso, y al mismo tiempo víctima, de un morisco amigo, que aun entregó a su propia familia para alcanzar, al precio de dos traiciones la libertad perdida.

 

El hecho ocurrió de la siguiente manera: el martes 12 de agosto, por la mañana, un destacamento de más de cien moros avanzó sobre la cueva de Tesa, cumpliendo instrucciones de Morato Arráez y llevando como "adalides" a Juan de Escalona (Alí) ya Juan Camacho. Llegados a la cueva de Tesa, lugar previsto de acuerdo con la confidencia recibida, los moros se situaron estratégicamente guardando sus alrededores y salidas, mientras una docena de ellos penetraban en su interior. Desperdigados como hurones, los moros recorrieron en todas direcciones el interior de la caverna; mas cegados por los contrastes de luz y poco prácticos en el conocimiento del terreno, fracasaron en su búsqueda. Entonces vino en su ayuda el esclavo del marqués, Juan de Escalona, quien pudo al fin localizar a ambas damas escondidas y resguardadas en las anfractuosidades de las rocas. El traidor Alí señaló a los moros el refugio de sus señoras diciendo: "jAhí están, ahí están! ¡Entrad! jEntrad!", y entonces éstos se avalanzaron sobre ambas tratando de prenderlas. Un moro que llevaba un alfanje desnudo arrastró por los cabellos a doña Constanza de Herrera hacia el exterior, mientras la marquesa, doña Inés, llorosa y compungida, la seguía. Al cruzarse ésta con Francisco de Escalona (Braen) no pudo menos de echarle en cara su miserable comportamiento: "Francisco, ¿que te he hecho yo?-le dijo--; ¿por que me bendiste?", a lo que respondió Braen: "Señora, no soy el que te bendi, que Juan Camacho te vendio".

 

Desde Tesa a Arrecife las cautivas recorrieron a pie, entre insultos y burlas, el camino; verdadero camino de desolación: caseríos arruinados, cosechas ardiendo, ganados salvajes...; todo era ruina, destrucción y lágrimas. Contrastaba la tristeza de los cristianos viejos con la alegría de los moriscos. La misma condesa de Lanzarote declaró ante la Inquisición el contraste que hacía con sus lágrimas el alborozo de la mujer de Francisco Escalona (con la que se cruzaron en el camino), que en unión de sus hijos, y con todo su ajuar, se trasladaba en camello a las galeras para emigrar a Berbería. Por su parte, la marquesa doña Inés no pudo menos de encararse con el esclavo Pedro de Berrera, llamado Muza echándole en cara su mal comportamiento. "¿Quien te engaño?-le dijo-. ¿Como dexaste a Dios y a la buena bida que tenias?".

 

Llegados a Arrecife las cautivas comparecieron en presencia de Morato Arráez, quien ordenó trasladarlas a la galera capitana con todos los honores y miramientos propios de su rango. Allí habían de permanecer, galantemente atendidas por el renegado albanés, hasta el momento del rescate.

 

Las demás cautivos se repartían, según su rango y condición social, entre las galeras y el galeón de Indias, transformado en prisión de cristianos. Entre ellos hallábase el escribano de Teguise Juan de Vega; la mujer de Baltasar de Betancor; María Lusarda, esposa de Enrique de Betancor; lseo de León, Isabel Inglesa, Antonia Camacha; la mujer y los hijos de Sancho de Herrera León; la esposa de Marcial de Cabrera, la viuda de Peralta, el vecino Juan Escalona y su esposa; Leonor y Catalina de Herrera (hermanas de Muza [Pedro] y Hamet [Diego], esclavas del marqués, y Gonzalo, otro esclavo convertido al cristianismo y firme en su fe.

 

Al día siguiente, 13 de agosto, fue capturado un personaje de campanillas: el comisario del Santo Oficio Juan Martínez de la Vega, que en el desempeño del cargo de notario de la Inquisición en Gran Canaria recibió la comisión de trasladarse en julio de 1586 a Lanzarote, para cobrar al morisco Juan de Saavedra Palacio 1.556 reales de un débito resultante del remate de los bienes de los fugitivos en Berbería, que emigraron en las galeras de Dogalí, "el Turquillo", cuando la incursión de 1571. Después de ser por completo robado por los piratas argelinos, Juan Martínez de la Vega pasó a engrosar el número de los cautivos encerrados en las prisiones flotantes de Arrecife.

 

La indignación de éstos no tuvo límites cuando por necesidades de reparación en los navíos, particularmente "aderezar la galera", fueron los cautivos desembarcados en las playas de Arrecife y pudieron contemplar a los esclavos moriscos pavoneándose con sus nuevos indumentos y convertidos en "personajes". Juan de Escalona "traya una toca en la cabeza a la costumbre de los moros" y "un alquizel"; Tomás de Lugo, hijo de Pedro, a quien llamaban Solimán} se cubría con "un bonete colorado" y "toca a la morisca", vistiendo "el trage de los demas moros,,", con un calzón escuro guarnecido" ; el esclavo Pedro de Herrera-Muza-"traya una ropetilla berde", y en la cabega un refaxo a la morisca"; el negro Pedro, esclavo de Bartolomé Cabrera, se cubría con "un paño de lienzo rebuelto en la cabeza como los demas moros". Los demás, lucían análogas prendas improvisadas para dar fe de sus nuevas creencias y costumbres.

 

Entre todos ellos destacaba por su cínica desvergüenza el morisco Pedro de Lugo, quien con vocación de capitán de corsarios, no ocultaba a los cautivos sus sanguinarios propósitos para fecha próxima, anunciándoles "que para el año avia de benir a esta ysla [Lanzarote] con veynte y quatro galeras para llebar a todos los christianos cautivos y a sus hijos" y cada vez más envalentonado proseguía en sus amenazas, añadiendo que "desta ysla avia de yr a la de Fuerteventura, y de la de Fuerteventura avia de partir para Canaria, donde avia de entrar a saquearla por la banda de Telde, y que por el moro que alli peligrara él pondría la cabeza porque los hombres de Canaria no eran. hombres para pelear...".

 

Durante su permanencia en tierra la marquesa de Lanzarote, alarmada por los secretos tratos que con diversos turcos y moros sostenía Juan de Escalona (Ali), logró ganarse la voluntad de un moro llamado Yafer, por quien pudo enterarse de que tramaban para fecha próxima otra incursión por el interior de la isla para la que se ofrecía como "adalid" Escalona. En efecto, dos jornadas más tarde regresaron los expedicionarios trayendo consigo veintinueve cristianos cautivos.

 

El mismo Escalona protegía contra las incursiones a sus más próximos parientes y allegados. Y así, en los aledaños del territorio donde moraba su primo Luís de Samarinas jamás penetraron los invasores, pues les hacía ver que era zona desierta o yerma. Samarinas, por su parte, supo ahuyentar de los contornos a cuantos a sus tierras se acercaban en demanda de socorro, logrando así salvar su hacienda en medio de la indignación del marqués de Lanzarote, que denunció posteriormente los hechos al Tribunal de la Inquisición.

 

Y ya que hablamos del marqués no estará de más que digamos dos palabras sobre su conducta a raíz de tener conocimiento de la cautividad de su esposa, doña Inés de Ponte o Benítez de las Cuevas, y de su hija doña Constanza de Herrera. Impresionado vivamente por el hecho decidió, sin pérdida de tiempo, parlamentar con Morato Arráez para tratar del rescate de su familia, dando poderes para ello al morisco Juan de Saavedra Palacio.

 

Saavedra, siendo portador además de una carta del marqués de Lanzarote para Morato Arráez, se trasladó a las galeras alrededor del día 14 de agosto de 1586, iniciando las conversaciones con el famoso pirata argelino, que condujeron en principio a una suspensión momentánea de hostilidades. Sin duda las exigencias de Morato fueron tan humillantes que el marqués tuvo que dar por finalizadas las treguas sin llegar a ningún

acuerdo con el mismo. Este episodio del primer intento de paz, de veracidad indiscutible, es no obstante conocido con muy escasos pormenores.

 

Rotas de nuevo las hostilidades, la flotilla argelina abandonó el puerto de Arrecife yendo a fondear en el de Arriete, más al norte, pues era propósito del corsario argelino abastecer a la escuadra de víveres y procuraba acercarse a la vega da Haría, como pueblo de los más ricos y cercanos a la costa. En esta incursión fueron como "adalides" Sancho de Herrera León, Pedro de Lugo y su hijo Tomás, que emularon a los Escalonas (también "adalides" en esta ocasión) en su despreciable papel.

 

Mientras la escuadra se abastecía de agua en el pozo de Arriete los expedicionarios alcanzaron el pueblo de Haría donde se apoderaron de toda clase de mantenimientos, en particular gran número de gallinas, y donde pusieron fuego a las eras destruyendo las cosechas de los naturales. Luego se corrieron a Famara para llevar a cabo en su término los mismos vandálicos hechos.

 

En esta incursión cautivaron además los argelinos a Manuel Robiergas, a Francisco de Medina y a su hijo, a la familia de un labrador de Famara cuyo nombre nos es ignorado, a la esposa de un portugués llamado Leytoa y al mensajero Juan de Saavedra. Este último fue a caer bajo la diligente mirada de Pedro de Lugo en la montaña de Chimidá en el camino de Haría, siendo conducido maniatado a este pueblo y de allí a las galeras.

 

Sin embargo, sólo permaneció una noche en cautividad, pues al tener conocimiento Morato Arráez de su prisión ordenó ponerlo inmediatamente en libertad, queriendo dar muestras de su respeto a los intermediarios en las paces. Nos resistimos a llamar diplomático al morisco Saavedra.

 

En días sucesivos siguió predominando en toda la isla la lucha de guerrillas y escaramuzas. En una de ellas, Gonzalo Argote de Molina logró trabar encuentro con sus hombres con una cuadrilla de turco-argelinos, dando muerte a uno de ellos llamado Solimán y haciendo cautivos a otros seis más. Tal coyuntura fue aprovechada por el conde provincial para iniciar caballerescos tratos con el pirata.

 

Con dicho objeto puso en libertad a los seis cautivos turcos después de "vestirlos con marlotas de tela .de oro", enviándolos como presente a Morato Arráez. El pirata le devolvió la fineza dando libertad a uno de los lanzaroteños prisioneros con el encargo personal para Argote de entregarle "una saeta de [su] arco por seguro [para] que viniese a [las] galeras".

 

Gonzalo Argote de Molina aceptó complacido la invitación, y el lunes 18 de agosto de 1586 se trasladó a la galera capitana turca, donde fue huésped de honor del pirata, iniciando seguidamente las estipulaciones de paz y rescate.

 

Estos tratos y conversaciones duraron desde el 18 de agosto hasta el 21 del mismo mes, llegándose a un completo acuerdo en esta última jornada, que tuvo realidad al firmarse en la siguiente uno de los documentos más curiosos de la historia de la isla de Lanzarote: el tratado de paces entre "Morath Arraez, capitan general por el Gran Turco, Sultan Amurathes, en el Reino de Argel" y Gonzalo Argote de Molina, con ínfulas de señor de la isla y en realidad obrando como delegado de su suegro don Agustín de Herrera. Dicho documento fue autorizado por Ahamat Hoja, "escribano y contador" de la armada turca, y Juan de Vega, escribano público de Teguise y notario de la Inquisición en la misma villa.

 

Dicho documento, dictado sin lugar a dudas por el mismo Argote de Molina con su megalomanía y vanidad características, estipulaba el "rescate de la marquesa (doña Inés) y condesa (doña Constanza y veinte xptanos (cristianos) por precio de veinte mill ducados" ; once mil, por doña Constanza de Herrera y los cautivos lanzaroteños de más prestigio, que Argote hizo efectivos "en dinero y joyas de oro y preseas de su recamara", y los nueve mil restantes por la marquesa doña Inés Benítez de las Cuevas, de los cuales dió el marqués don Agustín de Herrera carta de reconocimiento de deuda a Morato Arráez, comprometiéndose a "los pagar en Berberia a fin de agosto del año de ochenta y siete", entregando como "rehenes a don Francisco Sarmiento, su hermano, y a Marcos de San Joan, su vasallo". Para facilitar el cumplimiento de esta obligación el pirata se comprometía a "no... hacer guerra al dicho conde ni al marques, su suegro, ni a sus islas de Langarote y Fuerteventura ni a la gente dellas ni a sus navíos ni haziendas de aquí fasta fin del año de ochenta y siete", garantizándoles bajo seguro tanto al marqués de Lanzarote como a Argote de Molina la "y da, estada y buelta" a Berberia y a Turquía, por sí o por emisarios, para la liquidación de los compromisos pendientes del contrato y asiento de paces.

 

Tal documento, que disminuye la personalidad del marqués de Lanzarote hasta el mínimo exaltando, en cambio, la de su yerno Argote de Molina, a quien convierte en caudillo de la resistencia isleña, revela la intervención personal del mismo en su redacción y concuerda en todos sus extremos, con otro testimonio del propio provincial de la Santa Hermandad sevillana, en que hace alarde de la misma despreocupación para con su suegro y de idéntica monomanía de grandezas. Nos referimos a la autobiografía que dejó escrita el pretenso "conde de Lanzarote" para admiración de su hijo primogénito Agustín de Herrera y Rojas: "Luego que me case-dice-vino Morat Arraez, Visorrey de Argel, con armada del Gran Turco y del Xarife sobre aquella isla [Lanzarote]; hizome la guerra treinta y dos dias; matome once hombres de los que tenia en el fuerte y yo le mate veintiseis; defendiolo Dios; cautivaron en esta guerra a la condesa y veinte personas ; rescatelos a mi costa con 20.000 ducados".

 

Firmadas las paces, los turcos-argelinos y moros evacuaron la villa capital, Teguise, cuyo caserío aparecía destruído en más de la mitad por obra del incendio, y el saqueo, con pérdida de iglesias, palacio condal y archivos públicos, dirigiéndose al puerto de Arrecife o al de Arriete (pues no está claro cuál fué el último refugio de la escuadra) para reembarcar en las galeras. Todavía permaneció el pirata en uno de los puertos hasta el 26 de agosto de 1586, fecha en que Morato Arráez dió la orden de partida, desapareciendo de la vista de Lanzarote con buen número de cautivos voluntarios y forzados. Luís del Mármol asegura, en su Descriipción géneral de Africa que pasaron de 468 el número de estos últimos, pero lo más probable es que no rebasasen la cifra de los 200.

 

A última hora el marqués de Lanzarote, valiéndose como mediador de un esclavo moro (al que había concedido la libertad para retenerlo a su servicio) , consiguió que desertasen de las filas de los fugitivos otros dos siervos suyos, con promesa de perdón y olvido de culpas. Eran éstos el esclavo Pedro de Herrera, rebautizado con el nombre de Muza y el negro Bartolomé, conocido entonces por Embarca, Pese al "seguro" que por escrito les dio don Agustín de Herrera, ambos pasaron detenidos a la isla de Gran Canaria reclamados por el Tribunal de la Inquisición, En cambio emigraron Sancho de Herrera León, Pedro de Lugo y su familia, los Escalonas, etc., etc. De todos estos fugitivos sólo retornaría a Lanzarote el morisco Sancho de Herrera León, después de haber perdido toda esperanza de rescatar a su familia de las garras de los argelinos y de-

seoso de retornar al seno del cristianismo.

 

En compensación de los que se llevaba, Morato Arráez abandonó en Lanzarote antes de partir a un renegado español, Miguel Carneros (Morato), natural de Dueñas, a quien expulsó de sus huestes por indeseable y cuatrero.

 

Morato Arráez dispuso entonces el regreso con sus galeras a Argel, haciendo escala en Salé, donde se separó de los capitanes moros Mehemet, Abrahen y Ali. En dicho puerto de Marruecos supo el renegado que la flota española, al mando de don Martín de Padilla, adelantado mayor de Castilla, le aguardaba en el estrecho para cortarle el paso, decidiendo el pirata refugiarse en Larache para aguardar mejor coyuntura. Esta se le presentó al cabo de un mes, estando azotado el estrecho por una terrible tempestad, que obligó a las galeras españolas a guarecerse en los puertos meridionales de la Península; Morato Arráez, juzgando menos peligroso luchar con los elementos que con la poderosa escuadra, decidió entonces cruzarlo, y favoreciéndole la suerte se internó en el Meditmáneo sin el menor contratiempo. A la altura del cabo de Gata, Morato Arráez encontró en su camino tres galeotas argelinas del pirata Arnaut Mami, y conociendo por este último la muerte de uno de sus hijos en Argel, decidió dar fin a la expedición regresando al lugar de partida.

 

Cuenta el padre Haedo que al cruzar el estrecho Morato Arráez ordenó disparar un cañonazo para que enterándose don Martín de Padilla "no lo espera-se mas"; sin embargo, el fragor de la tempestad debió impedir su percepción a los españoles, porque sabemos por una carta de Fe lipe II al duque de Medina Sidonia, escrita el 24 de noviembre de 1586, que sus perseguidores daban a Morato por desaparecido en el mar, cosa de la que con buen sentido desconfiaba el monarca español.

 

En 1587 y 1588 se volvieron a recibir avisos en las Islas Canarias para que estuviesen prevenidas contra nuevas incursiones de Morato Arráez; pero los golpes del pirata se dejaron sentir también en las costas españolas sin perturbar más la ya muy perturbada vida del Archipiélago en las postrimerías del siglo XVI. (En: A. Rumeu de Armas, 1991)

 

1586 Agosto 20. Contrato estipulado en el Puerto de de la isla Titoreygatra (Lanzarote) para el rescate del colono Agustín de Herrera, Marques de Lanzarote y su mujer, durante el ataque que en justa represalia a las continuas razzias que este colono y sus mercenarios realizaban en el continente a la captura de esclavos y al saqueo de oro y ganados, llevó a cabo el marino mazigio Amurath Arráes (Capitán Arráes).

 

“Contrato estipulado en el puerto de la isla de Lanzarote entre Amurath Arráez por el Sultán de Turquía Amurath en el reino de Argel, y Gonzalo Argote de Molina, para el rescate del Marqués D. Agustín de Herrera y de Da Inés Benítez de las Cuevas y Ponte, su mujer. Año I586.

 

Morath Arráez, Capitán General por el Gran Turco Sultan Amurathes en el reino de Argel, por my em nombre de dicho Gran Turco y en nombre del Xarife y de Mesiemet Abrasien y Ali, Capitanes de sus tres galeras reales de que soy Capitán General, por el cual presto voz y caución é digo que por quanto yo salí de la ciudad de Zalé en primer día de la luna de Julio con cuatro galeras reales de Argel, Capitanes Jaban Belle y Casinsioja y la capitana y tres del Xarife con 600 turcos y moros escopeteros e flecheros á ganar la Isla de Lanzarote é cabtiuar al Marqués don Agustin de Herrera y Rojas por las ofensas y daños que ha hecho en Berbería, y habiendo llegado á la dicha isla el miercoles en la noche del 30 de Julio con cinco banderas, salté á tierra y saqueé la dicha Villa y cativé veinte y seis personas, habiéndose retirado la gente de la Villa al Castillo, de alli volví al puerto donde gané una nao de mercaderías que alli arribó de la flota de Nueva España donde cativé 22 cristianos, y el sábado siguiente gané la fortaleza del Arrecife matando al bombardero y cativé  11 personas que en ella estaban, é de allí fuí el mesmo dia sobre el Castillo de la Villa donde estaba Don Gonzalo Argote de Molina, Conde de dicha Isla, y le batí y di tres saltos, y maté al Comendador Diego de Cabrera Leme, Castellano y otros 11 cristianos, el cual me fué defendido por el dicho Conde con muerte de 26 turcos: después desto, el miercoles siguiente, teniendo aviso que la gente de la isla estaba en la cueva de Haria que llaman de los Verdes, fuí sobre la dicha Cueva y la tube cercada tres dias y no la pude ganar por las industrias del dicho Conde, y habiendome dado aviso dos moriscos de dicha isla de Lanzarote, de que la Marquesa Doña Inés de Aponte y la Condesa Doña Constanza, mujer del dicho Conde, las habia puesto el Marqués y dejado solas en una cueva, fui á la dicha cueva y las trage cativas á mis galeras juntamente con muchos moriscos de la dicha isla que se tornaron moros, y otras gentes que cativé que fueron por todo llo..., y habiendo hecho guerra muchos dias á la isla, el dicho Conde teniendo noticias de que siete turcos andaban desmandados robando, salió contra ellos con gente de la isla y por su mano mató de un arcabuzaso uno dellos llamado Soliman y cativó los otros seis, los quales me envió presentados e vestidos con marlotas de tela de oro, por cuya liberalidad yo le envié un cristiano cativo libre con una saeta de mi arco por seguro, que viniese á mis galeras, donde el dicho Conde vino solo el lunes 18 de Agosto y estuvo hasta el jueves 21 de Agosto que hizo rescate de la Marquesa é Condesa é veinte cristianos por el precio de veinte mil ducados, los once mil ducados por la Condesa y 20 cristianos, los cuales pagó luego el dicho Conde en dinero é joyas de oro é preseas de su recamara...é otras cosas que lo montaron de que me doy por contento, é los nueve mil ducados restantes por el rescate de la Marquesa sola del cual rescate me entregó cédula del Marqués para los pagos en Berberia en fin de Agosto del año de 87, é el dho Marqués dió por rehenes á D. Francisco Sarmiento é su hermano é á Marcos de San Juan su vasallo, sin quedar el dho Conde obligado, como no queda, á cosa alguna, é asimesmo me pagó el dicho Conde...á la bandera del Gran Turco...é es condicion que yó el dho Morath Arraez, ni el Gran Turco, ni el Xarife, ni sus vasallos, no puedan hacer la guerra al dho Conde, ni al Marqués su suegro, ni á sus islas de Lanzarote y Fuerteventura, ni a la gente dellas, ni á sus navios ni haciendas de aqui a fin del año 87, y que el Conde pueda ir á Berberia é á Turquia en todo este tiempo á hacer la paga del dho rescate, y el Marqués sea seguro de ida, estadia y vuelta y franco de todos derechos de las mercancías que llevare é los criados que con él fueren, y que los moradores de las dhas islas, se entiende sus vecinos, en llevando cédula sellada de dho Conde de como lo son y para ello doy mi seguro por mi y en nombre del Gran Turco y del Xarife por virtud del poder que dellos tengo. –E yo, don Gonzalo Argote de Molina, Conde de Lanzarote, Provincial de la Santa Hermandad de Andaluzia y 24 de Sevilla, acepto este contrato en todo y por todos, como en él se contiene y lo firmo de mi nombre; y el dicho Morath Arráez lo selló con su sello y lo refrendó Ahamat Ilojat Escribano y Contador de su Armada, y los dhos Francisco Sarmiento y Marcos de San Juan lo firmaron de sus nombres, que es fecho en mi galera capitana en el puerto de Lanzarote á veinte y dos de Agosto de mil quinientos ochenta y seis años, según cuenta de los cristianos. -G. Argote de Molina. -don Franco.

Marcos de San Juan. -Juan de Vega, Escribano Público. (En: José María Pinto y de la Rosa. 1996)

 

1586 Septiembre 6. La siguiente relación forma parte de una tasación que del Ingenio de Tazacorte (Isla Benahauare= La Palma ) se hizo el 6 de septiembre del año 1586, ante el escribano Pedro Hernández.

 

Fue Don Melchor de Monteverde quien reclamando un quinto de dicho Ingenio, propició la partición y tasación de la mencionada hacienda.

 

Don Melchor de Monteverde y Don Pedro Vandala, nombraron partidores que haciendo acto de presencia, apreciaron el Ingenio y todo lo que en él se contenía. En determinado momento, llega la valoración de los esclavos y este, precisamente es el fragmento que se reproduce:

 

"... Los dhos partidores dixeron que ellos vieron los esclavos que había en la dha harcienda de tazacorte y hallaron que había 14, los cuales se aprerciaron de la manera siguiente:

primeramente apreciaron a Melchior negro, regador en 100 doblas.

item Marcos, negro regador en 50 doblas.

item Luis fariña, regador en 50 doblas

item Agustin, herrero en 60 doblas.

item Leal, prensero en 80 doblas

item Mathias, mulato calderero de melar en 140 doblas.

item Baltazar, mulato trompetero en 60 doblas.

item Gonr;alo, negro en 40 doblas.

item Adrian, negro en 40 doblas.

item Domingo, en 40 doblas

item Domingo duarte, negro en 40 doblas

item Juana, negra en 40 doblas.

y que todos los otros esclavos y sosodichos a los otros prer;ios montan 890 doblas

que son 425.000 mrs de la moneda de Canarias. Manuel Garrido Abofilia 1994:39)

 

 

Febrero de 2011.

 

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Bibliografía

     

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