COMERCIO DE SERES HUMANOS

 

Winiwuada Frisky

 

 

Aristóteles: La ley natural que permite el uso de esclavos:

Otros pretenden que el poder del señor es contra naturaleza; que la ley es la que hace a los hombres libres y esclavos, no reconociendo la naturaleza ninguna diferencia entre ellos; y que, por último, la esclavitud es inicua, puesto que es obra de la violencia. La vida es el uso y no la producción de las cosas, y el esclavo sólo sirve para facilitar estos actos que se refieren al uso. Propiedad es una palabra que es preciso entender como se entiende la palabra parte: la parte no sólo es parte de un todo, sino que pertenece de una manera absoluta a una cosa distinta de ella misma. Lo mismo sucede con la propiedad; el señor es simplemente señor del esclavo, pero no depende esencialmente de él; el esclavo, por lo contrario, no es sólo esclavo del señor, sino que depende de éste absolutamente. Esto prueba claramente lo que el esclavo es en sí y lo que puede ser. El que por una ley natural no se pertenece a sí mismo, sino que, no obstante ser hombre, pertenece a otro, es naturalmente esclavo. Es hombre de otro el que, en tanto que hombre, se convierte en una propiedad, y como propiedad es un instrumento de uso y completamente individual. Es preciso ver ahora si hay hombres que sean tales por naturaleza o si no existen, y si, sea de esto lo que quiera, es justo y útil el ser esclavo, o bien si toda esclavitud es un hecho contrario a la naturaleza. La razón y los hechos pueden resolver fácilmente estas cuestiones. La autoridad y la obediencia no son sólo cosas necesarias, sino que son eminentemente útiles. Algunos seres, desde el momento en que nacen, están destinados, unos a obedecer, otros a mandar; aunque en grados muy diversos en ambos casos. La igualdad o la dislocación del poder, que se muestra entre estos diversos elementos, sería igualmente funesta para todos ellos. Lo mismo sucede entre el hombre y los demás animales: los animales domesticados valen naturalmente más que los animales salvajes, siendo para ellos una gran ventaja, si se considera su propia seguridad, el estar sometidos al hombre. Por otra parte, la relación de los sexos es análoga; el uno es superior al otro; éste está hecho para mandar, aquél para obedecer. Esta es también la ley general que debe necesariamente regir entre los hombres. Cuando es un inferior a sus semejantes, tanto como lo son el cuerpo respecto del alma y el bruto respecto del hombre, y tal que es la condición de todos aquellos en quienes el empleo de las fuerzas corporales es el mejor y único partido que puede sacarse de su ser, se es esclavo por naturaleza. Estos hombres, así como los demás seres de que acabamos de hablar, no pueden hacer cosa mejor que someterse a la autoridad de un señor. .. Uno es señor, no porque sepa mandar, sino porque tiene cierta naturaleza: y por distinciones semejantes es uno esclavo o libre. (Aristotoles, Política)

El primer anuncio escrito que se conoce data del año 3000 a .C. Es el contenido de un cartel encontrado en las ruinas de la ciudad egipcia de Tebas, que ofrece la recompensa de una moneda de oro a quien capture y devuelva a su amo un esclavo huido llamado Shem.

Llegada del cristianismo a Roma:

La idolatría fue aniquilada, la esclavitud abolida, la disolución reemplazada por costumbres austeras; el desprecio de la riqueza llegó alguna vez hasta su absoluta renuncia. La sociedad se salvó por la negación de sus principios, por el cambio de la religión y la violación de los derechos más sagrados. La idea de lo justo adquirió en esta revolución una extensión hasta entonces no sospechada siquiera, que después ha sido olvidada. La justicia sólo había existido para los señores (La religión, las leyes, el matrimonio, eran privilegios en Roma de los hombres libres, y, en un principio, solamente de los nobles. Del majorum gentium, dioses de las familias patricias: sus gentium, derecho de gentes, es decir, de las familias o de los nobles. El esclavo y el plebeyo no constituían familia. Sus hijos eran considerados como cría de los animales. Bestias nacían y como bestias habían de vivir.); desde entonces comenzó a existir para los siervos. (P. Proudhon)

El sistema esclavista canario:

Como ha demostrado Ch. Verlinden el sistema esclavista subsistió en el área mediterránea tanto en los países musulmanes como en los cristianos. Así en las galeras turcas y berberiscas remaban cautivos cristianos y en las italianas y aragonesas esclavos turcos y berberiscos. Esta ambivalencia dio a los reinos hispánicos un carácter peculiar, pues la guerra santa contra el infiel daba igualmente esclavos a los cristianos y a los musulmanes. En la España cristiana la mayoría de los esclavos procedían igualmente de la guerra santa, del comercio, de la piratería y del corso. Los descubrimientos y conquistas en el siglo XV fomentaron la esclavitud en la Península Ibérica. Entre estas conquistas se hallan las ejecutadas por Castilla en las Islas Canarias que tantos esclavos dieron a los mercados de Sevilla, Valencia y Baleares. (Manuel Lobo Cabrera)

Esclavitud en el siglo XVI en Canarias:

 

«Los trabajos artesanales responden a la subsistencia permanente, se tiende a cubrir las necesidades vitales más que a una economía de consumo abocada al comercio, pues los factores de crecimiento influyen más en el sector agrícola que en aquél, debido a que el comercio exterior se está realizando a base de productos agrícolas, el más importante el azúcar. Estos trabajos iban desde el aserrar madera para la construcción de casas, lagares y barcos, hasta el forjar hierros en las herrerías pasando por la elaboración de cueros: zapatos, curtidores; de tejidos: tejedores, sastres; de cera: candeleros, etcétera.

 

En todos estos oficios la presencia del esclavo es palpable. Por una parte, porque los que los compran los necesitan como ayudantes, y por otra, porque son puestos a sueldo, casi siempre como aprendices para aprender determinado oficio. En la madera destacan como aserradores, negros generalmente, arrendados por sus dueños a cambio de dinero o tablas para la construcción, o como carpinteros, en este caso como aprendices sin percibir nada a cambio, en metálico, excepto el arte de la madera bien enseñado más vestidos y herramientas al final del tiempo; en albañilería son frecuentes como peones, a razón de 72 maravedís diarios; en las herrerías sirven de ayuda tanto en la tienda-taller como en todo lo demás, a cambio de 25 reales al semestre, unos 1.200 maravedís. Estos esclavos adultos, necesarios para sus dueños, tanto por lo que perciben por ellos com por el trabajo que hacen en sus tierras, son a veces sacados de los talleres por sus amos para que les rieguen los parrales y heredades, y a continuación se vuelven a incorporar a su trabajo, donde les cuentan las ausencias como faltas que se servirán al final del tiempo contratado. En el resto de los trabajos su misión era la de cualificarse. Son esclavos jóvenes, de 9 a 20 años, y su aprendizaje duraba de 2 a 8 años, según el oficio. (...)

Las condiciones que forman parte de las cartas de aprendizaje son las siguientes: 1. El dueño de la tienda o maestro se ha de obligar a enseñarle el oficio, de manera que al final del tiempo concertado salga como oficial y gane jornal como cualquier obrero, so pena que si al cumplirse el plazo estipulado no hubiera aprendido el oficio, se lo habría de enseñar de nuevo, pagándole cada día lo que ganase un oficial experto. 2. Lo tendrá en su casa sin servirse de él más que en lo que se estipuló. 3. Durante el aprendizaje estará obligado a darle de comer, beber, vestir, calzar y canta en que duerma, salvo excepciones en que sus propios amos se encargan de ello, "el ojo del amo engorda al caballo". Incluso se estipula que el esclavo vaya a dormir a casa de sus amos, para ello al toque de queda o de la oración de la noche lo dejarán ir. Además, los días festivos no tendrán obligación de estar en el taller. 4. Al final del período tendrán que entregar un vestido de paño calculado entre 6 y 10 doblas, que comprendiera: ropilla, calzones, jubón, 2 camisas, un sombrero y botas, además de la esportilla de obrero con toda la herramienta necesaria para el oficio. 5. Aunque lo corriente en estos casos era que el maestro no percibiera ni pagara nada por el aprendizaje del esclavo, a veces los dueños para que la cualificación fuera buena y rápida pagaban cierta cantidad de dinero. Por dos años 8 doblas y por tres 10 doblas. (Manuel Lobo Cabrera, La esclavitud en las Canarias Orientales en el siglo XV).

Viera y Clavijo: Expediciones canarias a Berbería:

Parece que por este mismo tiempo se había unido a la corona de Castilla el célebre castillo de Guáder o de Santa Cruz de Mar Pequeña, en Berbería (plaza que había construido y defendido con tanta reputación Diego de Herrera), supuesto que el nuevo gobernador de la Gran Canaria , Alonso Fajardo, de la casa de los marqueses de los Vélez, le reedificó y defendió valerosamente del sitio que le puso una partida de tropas del rey de Fez, hasta precisarlas a retirarse. Desde entonces perciben los corregidores de la isla de Canaria 50.000 maravedís de sueldo, en calidad de alcaides de aquella fortificación, sin embargo de haberla tomado y demolido los moros en 1524. Estos infieles no podían dejar de obrar así. Fundábase su extrema irritación contra nuestras islas en el derecho natural de la propia defensa, viéndose casi todos los días invadidos de sus activos habitantes, con indecibles pérdidas. Como la claridad de la historia exige que los sucesos relativos se reúnan en un solo punto de vista y se traten sin el menor desorden, no dejará de parecer conforme a esta máxima que, antes de divertir la pluma en otros asuntos inconexos, hallemos aquí todo lo conveniente a los negocios de las islas Canarias sobre las costas de África, fronterizas e inmediatas a ellas.

Correrías de los nuevos habitantes coloniales de las Canarias en el continente:

Cuando el joven Juba (aquel sabio rey de Mauritania, a quien el emperador Augusto reintegró en la monarquía de su padre) se ocupaba en descubrir las islas Afortunadas por medio de sus exploradores, no sabía que en los siglos futuros habían de salir de ellas los mayores enemigos de las miserables naciones establecidas de la parte de acá del monte Atlante; entre las cuales quizá es la más antigua de los Morrowlebin, que, extendiéndose hasta el Senegal, conserva un lenguaje muy semejante al de nuestros primitivos canarios. Ya hemos visto que los derechos de la corona de Castilla sobre estas costas de la Berbería occidental, como sucesora de don Rodrigo, el último rey de los godos, habían sido sostenidos por los primeros conquistadores de las islas; y que las hostilidades que Juan de Bethencourt y Diego de Herrera cometieron en ellas, se reputaron por otros tantos actos de posesión. El castillo que este último construyó en el puerto de Guáder o Santa Cruz de Mar pequeña no sólo fue un presidio o dique que puso freno a los bárbaros que amenazaban continuamente a las islas, sino también un abrigo para las armas cristianas, a cuya sombra se ejecutaron aquellas frecuentes correrías en el país, que produjeron a los invasores considerables partidas de camellos, caballos, vacas, ovejas y cautivos. No podían los moros dejarse insultar impunemente. Desde el tiempo de Bethencourt el Grande se tuvo aviso en Fuerteventura de que el rey de Fez, celoso de los progresos de aquel conquistador y de su incursión en el Río de Oro, disponía un armamento para echarse sobre estas islas, bien que este terrible nublado se disipó. El famoso sitio que el Xarife Aoiaba puso al castillo de Mar Pequeña, con diez mil hombres de infantería y dos mil caballos, también se levantó a la vista del pronto socorro que le llevaron Diego de Herrera y Pedro Fernández de Saavedra. Sin embargo de esta felicidad, ¿no era designio temerario irritar cada día más a un enemigo poderoso? El carácter de nuestros predecesores era un carácter raro, y el espíritu de su siglo, un espíritu de intrepidez. La familia de Herrera no se ejercitó por más de una centuria en otra cosa que en hacer entradas en Berbería y en cautivar moros salvajes, de que se inundaron las islas de Fuerteventura y Lanzarote. Hemos visto que en una sola ocasión hicieron en el pueblo de Adovar, cerca de Tagaost, más de ciento cincuenta y ocho prisioneros ¡Qué memorables irrupciones no ejecutó Sancho de Herrera el Viejo en estas regiones africanas! Los ciervos que se conservan en los bosques de La Gomera son todavía monumentos de su valor. Pero el que más se distinguió en este género de empresas militares fue Fernán Darias de Saavedra, señor de Fuerteventura, hijo de Pedro Fernández de Saavedra y nieto de Diego de Herrera. Este caballero armó diferentes embarcaciones a su costa y cautivó por diversas veces en aquellos países considerable número de infieles de ambos sexos. Ejemplo fue éste que se hizo como título hereditario en su familia, pues su hijo Gonzalo de Saavedra, con licencia especial de Felipe II, y sus nietos don Fernando y don Gonzalo de Saavedra ejecutaron muchas entradas en Berbería, de cuyos naturales, convertidos a nuestra santa fe, y de su posteridad se formaron en aquellas islas dos compañías de milicias, con el nombre de compañías de los berberiscos. Estas no podían menos que engrosarse por puntos, supuesto que las reclutas que llegaban eran numerosas. Mientras los señores de Fuerteventura, por una parte, y por otra el primer marqués de Lanzarote, don Agustín de Herrera, hijo de Pedro Fernández de Saavedra, el mozo (caballero de singular valor, que en una de las correrías que hizo en Berbería por orden del emperador Carlos V murió a manos de los moros, después de haber saqueado Tafetán, donde tomó muchos cautivos), mientras estos señores, digo, pasaban su tiempo en estas heroicas invasiones, salió de la isla de Tenerife otra nueva planta de armadores, que hicieron señalados progresos sobre los africanos. En el siglo octavo y noveno (dice un célebre autor) eran los bárbaros los que hacían incursiones sobre los pueblos civilizados; en el XV y el XVI fueron los pueblos civilizados los que hicieron incursiones sobre los bárbaros. Luego que el adelantado don Alonso Fernández de Lugo tuvo conquistada aquella isla, como se verá en el libro siguiente, recibió orden de los Reyes Católicos  para navegar con su armamento a las costas de África, en desempeño de su título de capitán general desde el cabo de Guer al de Bojador, a fin de construir un presidio en aquellas partes.

Influía también en esta expedición la duda que se había suscitado entre el rey don Manuel de Portugal y la corona de Castilla acerca de los límites de los territorios situados entre los referidos cabos y el de Naute, a la que dio motivo cierta bula que el papa Alejandro VI expidió en 13 de febrero de 1494, por la que se concedía al reino de Castilla las conquistas del África, en fuerza de las representaciones que hizo en Roma el cardenal don Bernardino de Carvajal, reproduciendo lo antiguos derechos de Don Pelayo. Ambas cortes determinaron enviar personas inteligentes para el efecto de aquella demarcación; y los Reyes Católicos nombraron a Antonio de Torres, gobernador de Canaria, con quien se unió en Tenerife el comisionado de Portugal. Habiendo surgido el adelantado en el puerto de Nul, hacia la parte de Mar Pequeña, veinte leguas de Tagaost, desembarcó una especie de torre o castillejo portátil de madera, capaz de contener gente y artillería, y le defendió con una trinchera y un foso. Los habitantes de Tagaost juntaron cuatrocientas lanzas y ochenta caballos, con cuyas fuerzas tuvieron bloqueados a los nuestros quince días, en los que se trabaron algunas sangrientas escaramuzas, muriendo, con sentimiento general, don Fernando de Lugo, hijo mayor del adelantado; Pedro Benítez, regidor de Tenerife, y Francisco de Lugo, sus sobrinos. Tuvo la misma funesta suerte una hija de Jerónimo Valdez, doncella hermosa que, por no apartarse de un hermano, le había seguido a Berbería. En estos reencuentros perdió Alonso de Lugo la vajilla o recámara del Cid Hernán Peraza (como entonces decían) que su viuda doña Beatriz de Bobadilla le había regalado con más altos designios; pero, a pesar de estas ventajas, no pudieron los moros derrotar enteramente a aquel jefe, que volvió a Tenerife con las reliquias de su armada.

La memoria de tan infructuosa expedición no fue bastante para que los nuevos pobladores de nuestras islas perdiesen el gusto a semejantes incursiones. Subyugados los bárbaros indígenas o del país, era forzoso satisfacer la pasión de tener la espada en la mano y conquistar. En 1519 se asociaron el segundo adelantado, don Pedro de Lugo, Bartolomé, Pedro y Juan Benítez de Lugo y Andrés Xuárez Gallinato, e hicieron cierta liga para habilitar contra los moros un considerable armamento que debía partir de Tenerife en febrero del mismo año. El licenciado Cristóbal de Valcárcel obtuvo, en 6 de julio de 1528, licencia del emperador Carlos V para continuar en sus entradas y corso contra los moros, sin que contribuyese con el quinto de las cavalgadas o despojos al real erario. También es constante que Lope de Mesa, el primero, pasó diferentes veces a Berbería en calidad de capitán comandante de cierta armada que había preparado a sus expensas, haciendo gran presa de infieles; que su hijo Diego de Mesa prosiguió en el mismo sistema, sirviendo de coronel en un navío que montaba el tercer adelantado don Alonso Luís Fernández de Lugo, y que, en 1541, Francisco Benítez y Juan Benítez Pereira, hermanos, armaron a su costa una carabela para navegar a Berbería, en conserva de la principal armada. Finalmente se halla cierta información, hecha por el capitán Luís Perdomo, en 1567, por la que se demuestra que sirvió algunas veces de jefe en las expediciones de Tenerife sobre las costas fronterizas del África, en donde obró notables proezas, reduciendo muchos esclavos berberiscos.  (Viera y Clavijo)

La esclavitud en Tenerife:

Los nativos de estas islas fueron en ocasiones materia de cesión o venta, en especial en la Península. Los conquistadores llegaron a abonar parte de las deudas contraídas durante la preparación y gastos de la conquista con nativos, o más bien, como los que se habían rebelado o presentado batalla, que en Tenerife fueron mayoría, aunque bien es cierto que el conquistador Lugo, traicionando la palabra dada, hizo esclavos también entre los hombres de paz. Recuérdese que el conquistador Alonso de Lugo había pedido, para la conquista, préstamos al duque de Medina Sidonia (Enrique de Guzmán), a los mercaderes genoveses Viña y Palomar, al clérigo mallorquín Angelate, y al comerciante Guillermo de Blanco (comerciante de esclavos), e incluso llegó a empeñar a sus hijos Pedro y Fernando a Inés Peraza para "que le diese sobre ellos batimentos para la dicha conquista". Finalizada la conquista, el duque de Medina Sidonia reclamó la devolución del capital invertido y sus intereses, abonando Lugo con "dineros, esclavos y ganados". A Angelate y a Blanco les entregaría, según lo convenido, "de los esclavos e ganados que ay o se ovieren de los de la dicha conquista a cumplimiento de setenta esclavos e mil e quinientas cabezas de ganado"; a Mateo Viña, treinta y cinco esclavos; a Palomar, ochenta esclavos (Romeu de Armas "Alonso de Lugo en la corte de los Reyes Catolicos"); a Suárez de quemada le entregó "catorce o quince esclavos" por haber acudido a Castilla "a concertar la venida de la gente del duque de Medina Sidonia"; al bachiller Soto, le agració con "seys esclavos"; a Diego Maldonado, "otros seys esclavos"; incluso un Mencey, que Viera y Clavijo opinaba era Bencomo, rey de Taoro, fue regalado al embajador de Venecia por el rey Fernando.

Número de esclavos en Tenerife durante el s.XVI y XVII:

Si tomamos La Laguna como pieza de análisis de la mano de Marcos Martín y de Manuela Marrero, vemos que todo parece indicar que éstos (los esclavos) debieron de ser numerosos en esta época. La isla apuntaba cifras del 33,13% de la población, que M. Marrero cree procedían, en especial, de una creciente importación de extranjeros que fueron sustituyendo paulatinamente al esclavo indígena; La Laguna superaba el porcentaje antes señalado, y, como ejemplo, véase como en la parroquia La Concepción , entre 1548 y 1599, de las 222 partidas de bautismo registradas, 137 correspondían a esclavos. La población de La Laguna en 1514, según la más antigua relación o censo conocido, redactado en el mes de octubre con el fin de limpiar La Laguna , de , cuyas aguas se abastecía la villa, aunque incompleta, nos habla de 1580 habitantes y también de 3000, este último número mucho más probable y donde parece se incluían los esclavos o parte de ellos, dado que en este año se censan 1658 esclavos (o sea, más que ciudadanos libres), lo cual sitúa a La Laguna entre las ciudades con más número de esclavos en orden a la población residente. Procedencia de los esclavos y de los comerciantes negreros: El 75% de los esclavos del s.XVI eran negros africanos, siguiéndoles en número los llamados prietos con un 10%,  moriscos el 12% y moros el 1%. Los suministradores más importantes eran portugueses, pues al fin, eran ellos quienes controlaban las costas de Africa, abasteciendo de esclavos desde sus factorías de Cabo Verde y Santo Tomé, lo cual hace que la presencia portuguesa en La Laguna fuera relativamente importante. En la relación para la limpieza de La Laguna de 1514, vemos varios portugueses: Juan Alvarez, residente en la Villa de Arriba; a Ximón González y Gonzalo Estévanes con residencia en la calle que va a Sta.María; a Fernando Martín como residente en la calle Sancto Spiritus; a un sastre, portugués, de la calle Rafael Font; a Alfonso Peres; a Francisquianes; a Juan Afonso, a Alonso Ramos; a Fernad Baes; y a Alonso Yanes, como residente en la calle Santa María; todos, o casi todos, mercaderes de esclavos. No obstante lo dicho, no debemos descartar ni olvidar la conquista de esclavos por los propios hispanos en Berbería hasta 1572 en que se prohibió por Real Cédula,

“porque avemos sido ynformados que algunos particolares desas yslas van a hazer entradas en Berbería por cobdicia de traer algunos moros os mandamos que de aquí adelante ni dexeys ni consintays que ninguna persona vezyna ni natural vaya a la dicha Verberia...”

; a pesar de ello, Felipe II volvió a conceder licencias a los vecinos de Gran Canaria para hacer dos entradas al año, para, finalmente, no ponerles ninguna limitación.

Laguneros propietarios de esclavos:

En el s. XVI se comerciaba en los lugares de Castilla con esclavos, lo mismo que con cualesquiera otras mercancías; los poseedores de esclavos laguneros eran casi siempre personas de las consideradas de calidad o categoría, o por lo menos adineradas. Analizando un grupo de 688 dueños de esclavos nos dan los siguientes resultados:

Entre labradores hay 22 esclavos.

Entre industriales (vestido, calzado, madera, etc.) hay 103 esclavos.

Entre funcionarios de la administración americana hay 26 esclavos.

Entre titulados académicos hay 90 esclavos.

Entre soldados, hombres de armas hay 19 esclavos.

Entre profesionales liberales hay 70 esclavos.

Entre religiosos hay 33 esclavos.

Entre comerciantes al por mayor hay 93 esclavos.

Entre transportistas hay 6 esclavos.

Entre nobles hay 59 esclavos.

Partiendo de asientos de diversa procedencia, se podría dar con precisión el nombre de alguno de los propietarios de esclavos de esta época. Como síntesis valgan los siguientes: "María de Soria, mulata, a quien su dueño, Pedro de Soria, regidor, había dado..". "Francisco Alarcón, concede la libertad el 6-03- 1575 a cambio de 15.000 mrs. A Alarcón, negro de 50 años de edad...". "Juan, esclavo de Andrés Fonte, regidor, contaba...". "Hernando, morisco, esclavo de Hernán González de Hinojosa...". "Juan Alonso, guanche, bautiza a un hijo suyo cuya madre es Juana de Peña, esclava de Leonor de la Peña...". "Simón Alvares, portugués, hace bautizar a una esclava llamada Juana...". "Cornieles Van Enden, bautiza a tres criaturas hijas de María, su esclava". "Pedro Rico, morisco, bautiza a siete esclavos...". "Malgarida, criada que había sido se Simón Alvarez, hace bautizar a una esclava suya...". "Baltasar Marrero y María Hernández, recibieron 106 ducados por liberar a su esclava Isabel Hernández, negra, de 40 años de edad...". "Juan, esclavo de Francisco Pérez de Vitoria...". "Gaspar, esclavo de Martín Sánchez...". "Juan, hijo de Tomás Garvin y de Luisa su esclava...". "Gonzalo Ianes bautiza a su hijo Domingos, fruto de sus relaciones con Isabel, su esclava...". "Juan Alvarez de Fonseca dueño de Ana..."... etc.

Esclavos tinerfeños:

En relación con los esclavos procedentes de la propia isla de Tenerife, se suponía sólo serían esclavizados aquellos que se opusieron a la ocupación, o sea, los "alçados" en armas, mas, sin embargo, según poder dado por Alonso de Lugo a sus socios en presencia del escribano público y testigos, éstos podrían

“pedir et demander en juisio a fuera de él e recibir, e recobrar, en su nombre e para ellos, cualesquier esclavos e ganados e otras cosas pertenecientes a la dicha conquista, que sean, asy en poder de doña Veatriz de Bobadilla como de otras cualesquiera personas, asy dados en guarda e en encomendados o hurtados...”.

En cuanto a los esclavos llamados “de las paces”, por concesión de la Corona hecha efectiva en las capitulaciones, pertenecían a don Alonso de Lugo, y entre ellos se encontraban todos los canarios de Anaga, Adexe, y Abona; pues bien, el conquistador los repartió con sus socios poniéndoles la condición de que no podían venderlos fuera de los reinos de Sus Altezas y que la transacción se hiciera por escritura ante escribano público y con anotación de precio, lo cual era debido a que era de temer que, en un futuro próximo (como así sucedió), los Reyes declarasen libres a los mencionados esclavos y obligasen en 1498 a devolverles los bienes confiscados. Tal proceder, en Alonso de Lugo, era de lo más natural, dado que era conocido como hombre de poca palabra; recuérdese, en la retirada de Acentejo, cómo cometió la felonía de engañar y cautivar a un buen número de indígenas auxiliares, vasallos del Mencey de Güimar, aliado suyo que le proporcionó mantenimientos para el ejército, así como la información valiosísima de la tierra que se proponía conquistar, y sin que tal proceder creara problemas a su conciencia, los lleva a Valencia, donde fueron vistos entre los días 5 al 9 de octubre de 1494 por el alemán Jerónimo Münzer, y, vendidos en los diversos mercados esclavistas de la península, lo que confirman los calificativos que él, o sea sobre Alonso de Lugo se hicieron de "hombre de dudosa solvencia moral y de más dudosa fidelidad de palabra" (Alonso de Lugo. Consejo Superior de Investigaciones Científica. Pág.20), lo que reafirma haciendo esclavo al hijo del rey Bentor de Taoro, para quien Lugo fue irrespetuoso y desalmado. Cierto (como dice Valencia Castañeda) es que una Ley de estos reinos, si no prohibía la servidumbre, a lo menos reconocía ser "contra razón de natura" y mandaba a los jueces a que ayudasen a la libertad, mas, el Castilla del s. XVI se comerciaba en los pueblos y ciudades con esclavos igual que con cualquier otra mercancía; por ejemplo, el 27 de agosto de 1521, Juan Bizcaíno, criado del conde de Benavente, cambió un esclavo negro y con una señal en el rostro, apreciado en 7.000 maravedís y por una mula tasada en el mismo valor, Bennassar en su tratado Valladolid en el Siglo de Oro nos comenta la gran población esclava existente en la ciudad en 1570, procedente, dice, de entre moriscos fundamentalmente, y luego de negros de Angola y Mozambique, siendo sus propietarios la nobleza, los licenciados, corregidores, algunos funcionarios, y empresarios, artesanos y hasta el propio clero (ejemplo de canónigo de la Catedral de Santiago, Francisco Estaquero, residente en Valladolid; Santiago López, canónigo de la Iglesia Mayor, entre otros, poseían uno o varios esclavos. (José Álvarez Fernández, tomado de: Mgar.net)

Radiografía de la esclavitud

Tras la conquista de Gran Canaria y en los momentos iniciales de su colonización, comenzaron a organizarse expediciones a la costa africana que tenían por objetivo el pillaje, en forma de cabalgadas para el saqueo y también la captura de africanos, por los que posteriormente se obtenía un rescate, y cuando no, se usaban como esclavos en diferentes tareas agrícolas, domésticas y artesanales. Es el caso de la esclavitud blanca, de corto desarrollo, pues el mecanismo de respuesta por parte de los habitantes de la cercana costa de Berbería, y el peligro potencial que ello suponía para el Archipiélago, obligaron a Felipe II a prohibir estas incursiones.

Este tipo de expediciones se compaginaba con otras cuyo objetivo primordial era el comercio o intercambio de los productos insulares, por los que África a su vez podía ofertar. Pronto las expediciones insulares cambiaron de rumbo y descendieron en latitud dirigiéndose al África subsahariana, tanto a la insular, caso de Cabo Verde, como al Senegal y Costa Ecuatorial Africana, en busca del más preciado tesoro: los esclavos negros, necesarios para el desarrollo de la economía insular sustentada en el cultivo y exportación del azúcar.

Al llegar a las Islas, eran subastados en pública almoneda, al mejor precio y postor, teniendo muy en cuenta sus características físicas, edad, la ausencia de tachas o faltas, por ejemplo, que no fuesen ni borrachos, ladrones o huidores, como reza la documentación. Y, en el caso de las mujeres, que no fuesen prostitutas.

La escasa capacidad de respuesta de los individuos de raza negra, propia de su organización tribal, de sus diferentes lenguas que les impedían entenderse entre sí, y de la lejanía de sus lugares de habitación, les impedía regresar a sus tribus o articular un mecanismo de respuesta, con lo que llegaban a estabilizarse ellos y sus descendientes de forma perenne en territorio insular, con excepción de aquellos que eran exportados de forma fraudulenta por los avispados comerciantes insulares al continente americano.

Una vez que los portugueses, súbditos de la Corona española en el período de la Unión Ibérica (1568-1640), se hicieron con las riendas del comercio esclavista mediante el control de los asientos obtenidos del monarca español, los mercados de abastecimiento de los canarios descendieron hacia el sur, alargándose la geografía de la esclavitud hasta Angola y Mozambique, a la vez que decrecía la importación, pues tras más de un siglo de existencia en el suelo insular, los mulatos abastecían las demandas de los isleños y habitantes de las Islas. La situación humana de estos seres era la derivada de su condición de esclavos, que provenía de la concepción jurídica del Derecho Romano, pero se podían ver atenuadas por el grado de la calidad humana de sus dueños. La Iglesia Católica trataba de frenar los abusos, sobre todo proveyendo medidas para que pudiesen ser bautizados y protegiendo el casamiento entre ellos, cosa no demasiado frecuente, pues todo hijo de esclava adquiría inmediatamente la condición de la madre. Algunos tenían suerte y eran manumitidos por sus dueños, o mediante raciones extra de trabajo podían ahorrar dinero y comprar su libertad, o la de los suyos; pero la gran mayoría se veía abocada de forma secular a su condición de esclavos, situación que llegó en el Archipiélago hasta avanzado el siglo XIX.

Su presencia fue bastante numerosa, pues se ha llegado a contabilizar para la isla de Gran Canaria un total aproximado de 10 000 esclavos negros en el siglo XVI, lo cual dejará huellas no sólo étnicas, ya que las esclavas eran utilizadas por sus dueños como concubinas, lo cual ayudará a incrementar el número de mestizos mulatos, sino también culturalmente pues las prácticas africanazas de folclore, santería y brujería están documentadas suficientemente en nuestra Historia. (Elisa Torres Santana, 2008, en: Fundación Canaria Archipiélago, 2021)