BAILES
POPULARES CANARIOS (I)
NOTAS AL DIARIO DE LAS HERMANAS CASALON
Eduardo Pedro García Rodríguez
Las distracciones habituales en la sociedad local durante el siglo XIX
consistían, básicamente, en la reuniones organizadas en los salones de las
casas más pudientes, donde las tertulias servían de pretexto para organizar
algunos conciertos caseros, pero más comúnmente para celebrar bailes donde la
juventud especialmente, aprovechaba para estrechar lazos y un poco evadirse de
las rígidas normas que les imponía la doble moral católica imperante en la época.
Como es de suponer, las novedades musicales provenientes del exterior no
debían de ser abundantes ni frecuentes, por ello no era de extrañar que en los
salones más elegantes de la burguesía se bailasen temas populares más o menos
adaptados a los instrumentos de música “culta”. Por ello no es sorprendente
el que las hermanas Casalón nos indiquen que, las danzas más frecuentemente
ejecutadas por las elegantes damas y apuestos caballeros fuesen el “Santo
Domingo” y El Sorondongo”, en contra posición a las marchas y contra
marchas francesas y españolas, más algún que otro Vals.
De todos es conocido el hecho de que muchos músicos europeos se
inspiraron en temas populares para componer algunas de sus más celebradas
piezas. Uno de estos músicos fue Juan Sebastián Bach, quien según el
investigador tinerfeño Javier García Miranda, la segunda partitura para la
cuarta sonata está inspirada en la danza guanche la chacona o
Sorondongo. Según dicho investigador sometida esta pieza a un proceso digital
mediante el cual se separa el sonido de los violines del resto de los
instrumentos, queda fielmente representada la danza del Sorondongo.
Como ejemplo de la composición de música de cámara basada en el
folklore popular, tenemos la composición más celebrada del compositor canario
de origen irlandés, don Teobaldo Power, con
sus “Cantos Canarios”. La chacona o sorondongo, con el
nombre de “El canario” estuvo de moda en las cortes europeas durante el
siglo XVIII, por lo que en los salones de la aristocracia y burguesía del país
se bailaba profusamente desplazando a otras danzas cortesanas europeas, no por
sensibilidad hacía una melodía de la tierra, sino simplemente por el hecho de
que estaba de moda en Europa. En nuestras islas sigue estando -afortunadamente-
en plena vigencia la chacona bajo el nombre de Tajaraste, siendo una de
las más interpretadas por los grupos folklóricos y aún se continúa bailando
habitualmente en muchos caseríos del interior de las islas.
Creemos interesante dar un rápido repaso a los antecedentes de la danza
denominada chacona, o guaracha, cuyo nombre tiene su etimología en el genérico
de guaras, guaraches o guaira con que conoce la tradición a los bailaderos públicos
de los guanches, que después y por efecto de la cristianización pasaron a
llamarse bailaderos de las brujas, en un intento por parte de la iglesia por
denigrar y erradicar estas danzas cívico-religiosas, esta actitud intolerante
por parte de la iglesia católica obligó a los sacerdotes Kankos a habilitar
guacharas fuera de los poblados en lugares alejado de la influencia de
los españoles, por ello, la toponimia registra hoy en día un gran número de
espacios que ostentan el topónimo de bailadero de las brujas. Estos lugares
generalmente se encuentran situados en lugares recónditos, muchos de ellos en
los claros de los bosques. Hoy en día en el bosque de Agua García, El Sauzal,
en el lugar conocido como Las Crucitas o Bailadero de Las Brujas, existe un
claro cuyo centro está ocupado por
un antiquísimo aceviño, el círculo está formado por pinos
visiblemente más antiguos que los Insignes, los cuales fueron replantados en
los años cuarenta del pasado siglo y, curiosamente, respetaron a los primitivos
que conforman dicho círculo, este hecho en si no tendría nada de particular si
no fuera por dos detalles significativos; el primero es que, al replantar los
pinos respetaron el gran círculo que forma la guaracha o bailadero; ocupando el
centro del círculo está un aceviño
en el cual hay dos cruces colocadas de manera desordenadas y que suelen estar
“boca a bajo”, en el suelo están otras dos fijadas a unos soportes y que,
como las del árbol están descuidadas durante todo el año hasta la llegada del
primero de mayo, en esta fecha alguien limpia el entorno pinta de blanco las
peanas de las cruces y el círculo de piedras que rodean al árbol,
colocan debidamente las cruces y las adorna con flores, así como el
entorno. Hasta aquí todo normal si quienes se toman tantas molestias año tras
años en adornar el entorno pretendiesen rendir culto a las cruces. El ya
mencionado investigador Javier García Miranda y quien estas líneas escribe,
hemos intentado hallar una explicación a tan peculiar manera de mantener y
cuidar el bailadero de Las Crucitas o de La Brujas, iniciamos una visita a dicho
lugar un tres de mayo, si bien encontramos el entorno limpio y adornado de
flores no había quien supiera darnos una explicación razonable sobre tal
hecho, pero Javier más tenaz que yo, volvió al año siguiente y recogió de
unos ancianos la siguiente información: “...Venimos aquí porque éste
lugar trae buena suerte, desde siempre nuestros padres y abuelos lo han hecho.
Dicen que aquí quiso morir un “hombre santo” hace muchos años y dejo
encargada a su familia, que hoy viven en La Esperanza, que cuidaran de este
lugar. Antes, se dice que venían a bailar aquí las brujas, pero ahora ya no
hay.
“Pasamos
la víspera la noche aquí rezando, pero la del propio día de la cruz
no, porque entonces vienen los curanderos a hacer sus cosas y la gente no puede
estar.”.
Otro informante Braulio de la Paz, natural de Ravelo, nos cuenta: “Donde hoy están las crucitas, decía mi abuela que antes estaba el bailadero de las brujas.
Yo
recuerdo ver, al anochecer del día de la cruz, a los viejos bailando como
locos; Antes se enramaba la entrada de la cueva La Labrada, que decían que era
una cueva santa”.
En el último año del pasado siglo, pudimos recoger el testimonio de Doña
Concepción Suárez (1906-2001) natural de del Puerto de La Cruz, pero que desde
joven vivió en La Matanza (La Resbala) quien a pesar de sus 94 años de edad
tenía una mente lúcida y excelente memoria, nos dijo que en sus años mozos
(allá por los años 30 del siglo XX) en un barranco de La Matanza existía un
lugar llamado el convento, a este lugar acostumbraban ir en romería cierta
noche del año hombres y mujeres y, todos
aportaban comida y bebida con la cual hacían una guatativoa. (fiesta) Sobre la
media noche los hombres se separaban de las mujeres y éstos se ponían a bailar
“como locos” hasta el amanecer, creemos que con la expresión “como
locos” pretendía decirnos que no bailaban las danzas habituales, y ésta era
desenfrenada, quizás en estos dos ejemplos que hemos reseñados estamos
asistiendo a la pervivencia en nuestros días de las danzas rituales de los
sacerdotes Kankos, dedicadas a la Luna y al Sol, ya que las danzas se mantenían
hasta el amanecer, quizás en un deseo de dar la bienvenida al astro rey
naciente, tal como se hacía hasta tiempos relativamente recientes en Arafo, en
que todos los días los Kankus iban en precesión acompañados de tambores y
flautas a dar la bienvenida al sol es decir iban a buscar al sol, al Pino
(Hoy el lugar está ocupado por una pequeña ermita situada a la entrada del
casco del pueblo). En cuanto el sol despuntaba se retiraban. Así mismo iban
todos los días con idéntico ceremonial desde Chinguaro a la Montaña Grande,
en la costa a buscar el sol.
No compartimos la afirmación del musicólogo canario Lothar Siemens Hernández,
de que los guanches desconocían el huso de determinados instrumentos tales como
el tambor, el bucio o caracol o las castañuelas. (chácaras, algunas
construidas con conchas de lapas que se siguen usando en nuestros días)
Es muy poco probable que una cultura esencialmente pastoril desconociera
las técnicas de elaboración del tambor o de la pandereta, instrumentos que los
guanches elaboraban con pieles de cabra u ovejas y con troncos del árbol drago
para las cajas.
La Tamusni, y la etnografía nos muestra la pervivencia de
determinados instrumentos musicales de indudable asignación guanche.
Concretamente en la isla de Tenerife, podemos apuntar los siguientes: Busios,
o caracolas marinas usadas en diversas localidades desde tiempos
inmemoriales, la tamusni no dice que, los archimenceyes de Moreque, y de
Añico (hoy Roque del Conde), lugares que se hallan distantes varios kilómetros,
se comunicaban por medio de busios.
La
Caña o huesera que sirve para acompañar al tambor dando un ritmo acompasado.
Carrascal, consistente en un palito de brezo, de haya o de otro palo duro
con muecas hechas en un filo, y una tablita provista también de filo, se
rascaba al compás del tajaraste, las castañuelas hechas de cáscaras de lapas
o de pequeñas lajas planas, eran muy usadas en Granadilla, donde también era
frecuente el uso de las flautas de caña y los panderos hechos con piel de cabra
y madera de drago, en Güímar se hacían unas flautas de malguradas,
las que de ordinario no emplean más de cuatro tonos y dos semitono
en dos octavas.
La lanza puesta al hombro y haciéndola sonar con un palito duro, era
otro rústico instrumento musical guanche, que aún hoy emplean algunos
pastores, las de sabina producen el mejor sonido. Las Panderetas se solían
hacer con fondo de piel de cabra, poniéndole lapas como sonajeras, a los
panderos hechos con iguales materiales se solía añadir chácaras además de
las sonajillas. La Sinadera o Zumbadera, estaba muy extendido su uso en Guía de
Isora, consistía en una tablilla delgada (de madera o hueso) de unos
En cuanto a que la arqueología no haya aportado hasta el presente restos
de algunos de dichos instrumentos, son bastante comprensible, la propia materia
prima era endeble y fácilmente degradable, además de otras causas por todos
conocidas, razones por la cual no es probable que
hayan podido perdurar con el paso de los siglos, no obstante, tanto la
etnografía como la tradición nos aportan testimonios del uso por parte de los
guanches de dichos instrumentos.
Veamos los que nos dicen al respecto el boticario español establecido en
Tenerife, Cipriano de Arribas y Sánchez refiriéndose a los bailes guanches: “Su
baile favorito era el taxaraste que
se conserva. Bailábase al son de un tambor pequeño, el que era de corteza
de pino ó de drago cubierto por sus dos bases con piel de cabrito
curtida, el que tocaban
con un solo palo y hacían el compás con calabacitas de las de beber agua
llenas de piedrecitas hasta la mitad; flautas de caña, dos piedras planas á
guisa de platillos las cháscaras o castañuelas que sencillamente eran dos cáscaras
de lapas. El baile era en extremo agitado y los bailarines sudaban la gota
gorda. En nuestros días los campesinos que aún bailan el tajaraste, cantan á
su compás coplas sencillas y rudas...”.
Posiblemente, el mencionado investigador al escribir su articulo no tuvo
en cuenta que la denominada ocupación árabe de España, si bien fue dirigida
por éstos, quienes realmente componían las huestes y los posteriores colonos
eran los mal denominados “Bereberes” (Pueblos Mazighios), este extremo está
sobradamente contrastado por una extensa bibliografía científica, y por la
amplia toponimia de origen “berereber” que pervive en
la península ibérica.
Entre los innumerables aportes culturales de estos pueblos
(ganaderos y guerreros), a la cultura ibérica de la baja edad media, formó
parte sin duda alguna la música popular, y con ella los instrumentos musicales
propios entre los que podemos contar los tambores, panderetas, castañuelas,
flautas de caña y de huesos etc., erróneamente consideradas de origen español,
estos instrumentos, son de uso generalizados precisamente en las zonas donde
tuvieron mayor influencia los asentamientos mazigios “bereberes” en la península
Ibérica.
Así mismo, perduran entre el pueblo una serie de danzas de origen
guanches que, algunos autores se empeñan en hacerla oriundas de países allende
de nuestros mares, veamos algunas de ellas conforme nos las describe don Juan
Bethencourt Alfonso, a quien seguimos en este tema.
DANZA
DE LAS CINTAS
Ahora, como en tiempos guanches, para la danza de las cintas se forman
cuadrillas de 14 danzantes: 12 bailarines, 1 tamborilero, el cual toca el
tamboril que lleva colgado del meñique izquierdo con un solo palillo y al mismo
tiempo la flauta, y el conductor del palo, que viste igual que los
danzantes y suele ser elegido el de mayor estatura. El palo es una pértiga de
Los danzantes se dividen en dos tandas de a seis cada una, cada tanda
lleva una guía delantera y otra trasera, a las que siguen en las entradas y
salidas los respectivos grupos al vestir y desnudar al palo. Al
compás del tamboril y la flauta marchan bailando, dando dos pasos atrás y
otros dos adelante, trazando círculos alrededor de la pértiga, en sentido
inverso cada tanda, una sobre la derecha y otra sobre la izquierda, pasando
alternativamente por dentro y por fuera cada vez que se cruzan. Cuando han
vestido el palo o lo que es igual, cuando la pértiga aparece artísticamente
cubierta por el entrelazado de las cintas, danzan en dirección opuesta para desnudar
el palo, haciendo en cada tanda de guía delantera la que antes era trasera.
Una vez que se concluye la danza, es decir de vestir y desnudar al palo sin que
la danza se trabe la danza, los danzantes prorrumpen en regocijados ajijides,
que son secundado por el público, si por el contrario, se produce alguna traba,
el público los abuchea y les propina silvas monumentales a pesar del respeto de
que gozan.
Según las tradiciones, la danza de las cintas tenía ciertas variantes.
A decir de algunos, en ocasiones los bailadores hacían sonar las chácaras
a la par que danzaban; otras, cada danzante vestía el color de su cinta, con lo
que el entrelazado presentaba agradables combinaciones de agradables
perspectivas; hasta finales del siglo XIX, existía una modalidad que consistía
en cada danzante era acompañado por una niña que cogida de una banda, muy
adornadas y bailando con donaire.
Septiembre
de 2011.
Ilustraciones:
(1)
Bailadero de Las Crucitas o de Las Brujas, Agua García.
Foto
del Autor.
(2) Danza de la cinta en la Romería de San Benito Abad. Plaza de La Concepción.