“Los
que vivimos y sufrimos Anaga”:
“El
dumper de Torres, mi primer transporte escolar”
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Rukaden Ait
Anaga
A menudo me encuentro con gente que se vuelve casi poética
cuando habla de las maravillas únicas de mi terruño, la Península o
Cordillera [“chiquita y humilde” de Anaga, o Naga [Ambos
nombrescastellanizados], y no es que exageren o dejen de hacerlo, no es que ello
me enorgullezca o me desagrade; Claro que “me gusta que guste” mi terruño y
me satisface, es solo que muy pocos saben lo que quiero
decir cuando afirmo que “los que vivimos y sufrimos Anaga, no podemos tener
una imagen tan idílica de la realidad como la que puede mostrar una foto de
cualquier rincón, de cualquier Valle o Barranco, desde cualquier Pico, Roque, o
Playa.
Eso
lógicamente solo puede saberlo quien haya nacido y vivido en el campo, el monte
o la montaña y sea más o menos de mi quinta, o de quienes por alguna razón
“transitaran mucho aquellos andurriales...”
A pesar del medio siglo sobre mis costillas, todavía puedo reconocerme en los
paisajes de mi niñez, tal vez no en todos, pero si en la mayoría, por lo que
tengo el privilegio, no siendo viejo, de haber nacido a lomos de un cambio de época,
era o generación, o de tiempos, entre la “tradición y la modernidad”, que
supuso para la vida de las comunidades rurales de Anaga, “las carreteras, el
transporte público en aquellas guaguas que mejor no hablar, la luz eléctrica,
el agua corriente, aquel único teléfono público para cada caserío y
alrededores [Lógicamente en una venta o bar, generalmente venta- bar- centro de
reunión “cívico”], aquella televisión en blanco y negro que, además de
rayas y una nube de lluvia de puntitos emitía imágenes,
películas, “el parte y el tiempo•” y otras novedades con todas las
posibilidades que todo ello traía aparejadas. ¡¡Coño...!! Entonces fui
consciente a mis seis o siete años, que había estado viviendo “como un
salvajito para unos, como un privilegiado para otros, simplemente viviendo
incomunicado del resto del mundo, que para mí hasta aquel momento, no había
existido”.
Cuando yo comencé a ir a la escuela, con siete años, lo
hacía en la más cercana, en Roque Negro, donde solo había el curso de los
chicos y el curso de los más grandes y gracias...; Allí tenía que ir
caminando, cosa de dos kilómetros por senderos que atravesaban el monte, en una
época donde el otoño era otoño, el invierno era invierno y la primavera, pues
también era lluviosa..., todo ello bajo la influencia del mar de nubes y el
“goterío de los árboles”. Teníamos que llevar la comida como cualquier
trabajador y regresábamos de tarde, generalmente resolviendo algunas querellas
“con los de otros barrios”, pues coincidíamos con la gente de Catalanes
también.
Para nosotros, que no salíamos de novedad en novedad, fue todo un espectáculo
ver llegar la carretera a Roque Negro y mirábamos con interés las máquinas
que no habíamos visto nunca, el trasiego de gente, etc. Especialmente nos llamó
la atención lo que creímos un camión chico con el volante en la parte de atrás
[El de nuestros juguetes estaba donde tiene que estar...] y llevaba el volquete
delante y no tenía cabina; Nos maravilló y no le quitábamos ojo. El caso es
que el “dumper” era conocido por un muchacho del pueblo, y
le encantaba estar todo el día para arriba y para abajo, abierta ya la
carretera y siendo la primera vez que desempeñaba ese trabajo. Y raro era el día
que él no se las ingeniara a escondidas, para esperarnos al
principio de la entonces pista, llenar el volquete de chiquillos y llevarlo
hasta casi el final, donde, siempre a escondidas de encargados y demás, nos
dejaba y se iba a sus obligaciones, algo que repetía por la tarde, sobre todo
cuando hacía mal tiempo, haciendo el recorrido contrario, con el volquete de
aquella máquina infernal traqueteando entre los baches, lleno de chiquillos
amontonados unos sobre otros, pero más privaos que un tonto con un pito. Ese
fue el primer transporte escolar que funcionó regularmente en las Montañas de
Anaga, al menos por un tiempo, “el Dumper de Torres [“era de él no de la
empresa Dragados...”]”
31
Octubre 2015
Desde
la Vieja Fortaleza Menceyato
de Anaga
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