Viña, cultura y economía

 

Wladimiro Rodríguez Brito *

 

 

[…Inspectores de trabajo, de hacienda o el Seprona ponen reparos buscando fraude en minifundios de parados y pensionistas, o bien "protegiendo" nuestra flora autóctona… Es matar nuestros pueblos, imponiendo, campos de tabaibas, aulagas y zarzales donde había actividad y trabajo...]

 

Vivimos en tiempos confusos. Domina el mercantilismo indiscriminado, la bajada de costes y la rentabilidad a corto plazo, lo que maltrata el paisaje y la historia, nuestra cultura y señas de identidad y a nuestra propia gente. Cuesta resumir en unas líneas la vid y el vino en Canarias. Es el cultivo más emblemático de nuestra historia, el que más ha marcado nuestro paisaje, el más implantado desde Lanzarote hasta El Hierro.


Nuestra viña sufre para sobrevivir hoy: los 12 millones de litros que producimos al año no logran venderse más que con precios de ruina. Mientras en 2014 importamos 60 millones de litros, unos 30 litros anuales por habitante, consumimos solo seis litros de la producción local. Nos dejamos guiar solo por el precio y nuestro vino no puede competir.

 

Nuestras vides son de las más singulares del mundo, con una accidentada historia. Se han adaptado tanto a los duros malpaíses como a los suelos más ricos, desde el nivel del mar hasta los 1.500 metros de altitud, madurando desde finales de julio hasta mediados de noviembre. El aislamiento de nuestras islas nos permite contar con variedades únicas, que sobrevivieron aquí al azote mundial de la filoxera de los siglos XIX y XX. Nuestros vinos cuentan con la calidad que da la cultura y los mimos de nuestros agricultores, profesionales y técnicos. Son fruto de las diversas condiciones de cultivo y de la aplicación de técnicas especializadas. Los premios obtenidos en múltiples concursos nacionales e internacionales los avalan. Hemos desarrollado una compleja cultura vitivinícola, con tipos de cultivo adaptadas a las necesidades locales, desde cepas hasta parrales, pasando por espalderas, trenzas o hilos. Es siempre un cultivo poco exigente en agua, tolerante a la sequía y al viento.

 

Nuestros vinos tropiezan ahora con una sociedad de mercado que solo mira el precio; devaluamos la producción local artesanal con sus puestos de trabajo y olvidamos directamente el paisaje y la cultura, el compromiso de los que labran y limpian nuestros campos. Inspectores de trabajo, de hacienda o el Seprona ponen reparos buscando fraude en minifundios de parados y pensionistas, o bien "protegiendo" nuestra flora autóctona. Necesitamos un cambio de actitud por parte de todos, en especial de hosteleros, importadores y de nuestras autoridades. Apostar por vinos importados es dejar morir nuestra cultura, nuestro paisaje y la forma de vivir de nuestros agricultores. Es matar nuestros pueblos, imponiendo, campos de tabaíbas, aulagas y zarzales donde había actividad y trabajo.

 

No podemos permitimos quedamos sin lugares como La Geria, Acentejo, los campos de Vilaflor, los Llanos Negros de Fuencaliente, Tamargada, el Valle del Golfo o el Lentiscal. Son multitud los paisajes en vías de desaparición por la filoxera del dinero.


Cambiemos de rumbo dignificando viña, vino y viñateros. Promovamos nuestros vinos en la hostelería, asociando paisaje y agricultura.

 

* DOCTOR EN GEOGRAFÍA POR LA UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA

 

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