Jorge
Dorta
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En
estos tiempos buscamos un líder dechado de virtudes, a poder ser con coleta
como Jesucristo. En un mundo deshonesto y en una sociedad corrupta la apariencia
de virtud y honestidad es un activo valioso, pero en el fondo lo único que
estamos proyectando son nuestros miedos y esperamos que alguien nos salve porque
nos creemos incapaces de salvarnos por nosotros mismos.
Pero la realidad es que nadie es un santo. San Agustín de Hiponna fue uno de
los mayores santos y filósofos de la Iglesia y también uno de los mayores
pecadores, tal y como él mismo admite en su obra Confesiones ... célebre es su
frase "Dios dame la castidad, pero todavía no".
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Malcom
X es otro ejemplo. Malcom fue un criminal reformado que había abusado de las
drogas y que cumplió condena por proxenetismo y robo. Sin embargo eso no quita
que fuese uno de los mayores líderes del movimiento por los derechos civiles en
USA durante los años 60.
Pero
si Malcom X no te parece un ejemplo apropiado, te propongo a alguien que tiene
una aureola de santidad. El acuñó el término "se el cambio que quieres
ver en el mundo", si quieres amor se amor, si quieres justicia se justo, si
quieres paz se paz. Por supuesto hablamos de Gandhi.
¿Sabias que Gandhi se casó con una niña de 13 años? Gandhi fue arrestado
muchas veces por sus ideas revolucionarias y su oposición a la corrupción.
Como resultado muchas veces su mujer lo acompañó a prisión. Su mujer enfermó
y, aunque existía una medicina, Gandhi no dejo que la tomara. No tuvo en cuenta
su opinión y como resultado ella falleció. Dos semanas después, el también
enfermó de lo mismo, pero se tomó la medicina que había prohibido tomar a su
mujer.
¿Esto invalida las enseñanzas de Gandhi? ¿el valor de lo que dijo o lo que
hizo contra el Imperio Británico? En mi opinión no.
Buscamos
un líder dechado en virtudes porque queremos que nos arreglen la situación en
lugar de asumir nosotros la responsabilidad de hacerlo. El que no aparezca es la
excusa para no hacer nada. En el fondo es nuestra incapacidad para fiarnos de
nadie, lo cual no es más que un síntoma de nuestra inseguridad.
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