Tierras y hombres ociosos: de la mesa a
la escuela
Wladimiro Rodríguez Brito *
[…El marco legal con el que gestionamos
el territorio está hecho pensando en suelo urbano. Limita rígidamente los usos
tradicionales e impide que nuestros agricultores aumenten la actividad económica
en el mundo rural… Sufrimos aquí una dependencia económica pero también cultural que nos
empobrece y nos aleja del entorno en el que vivimos…]
Recientemente
recibíamos con cierto optimismo los últimos datos de la evolución del paro,
aunque más tienen un carácter agridulce. Si bien ha aumentado el número de
los que han conseguido trabajo, está claro que queda mucho por hacer. Los que
siguen sin trabajo siguen siendo demasiados, nos siguen faltando alternativas
para ser una sociedad más equilibrada.
El
aumento de la desigualdad y de la pobreza nos indica que nuestra estructura económica
no funciona; el sector servicios no puede ser la única salida para una sociedad
más rica y a la vez más solidaria Una superficie muy importante de suelo
permanece sin cultivar mientras un alto porcentaje de nuestra población sigue
sin trabajo. Tenemos que enfrentarnos y combatir esta absurda contradicción
entre recursos disponibles y falta de actividad económica.
En
otras épocas la única salida era en la emigración. Ahora parece claro que
para salir de la crisis tenemos que optimizar todos nuestros recursos, siendo
sin duda el principal las personas; aquí mismo tenemos las condiciones económicas,
sociales y ambientales para generar más trabajo y mejorar la distribución de
la renta. Las relaciones entre hombre y territorio han de ser más estrechas; la
sostenibilidad y el auto abastecimiento son asignaturas pendientes en las que
hemos de trabajar los próximos años.
No
es fácil de explicar cómo en esta tierra importamos entre 60.000 y 80.000
toneladas de papas al año, más de 100.000 toneladas de leche, más de 40.000
de carne, 60 millones de litros de vino y una enorme cantidad de frutas,
hortalizas, frutos secos, etcétera. Si bien en legumbres y cereales es muy difícil
el autoabastecimiento, hay recursos suficientes para producir aquí y ahora gran
parte de la demanda interior de nuestras islas.
La
separación del hombre y del medio en nuestra sociedad impide el correcto
aprovechamiento de los recursos, limitando nuestra economía mientras crea
problemas ambientales. El alejamiento de la educación, de los medios, de
nuestra alimentación y la cultura en general del entorno local en el que
vivimos, de nuestro campo y nuestro sector agrario, es altamente contradictorio
y muy pernicioso.
Tanto
la Unión Europea como la PAC le dedican al sector primario menos del 30% de los
ingresos de los agricultores, que tienen que conseguir el resto en un supuesto
libre mercado. Aquí en Canarias lo que consumimos, lo que se pone en los
lineales de las cadenas de distribución, es mayoritariamente importado y en
contadas ocasiones son productos locales. Sufrimos aquí una dependencia económica
pero también cultural que nos empobrece y nos aleja del entorno en el que
vivimos.
No
puede haber desarrollo sostenible si no hay seguridad alimentaria. En otros
lugares, como por ejemplo en los países escandinavos, el 70% de los productos
disponibles en sus supermercados son productos de su entorno. Nuestros ganaderos
y agricultores se encuentran cada día en peores condiciones; en el pasado
Por
otro lado, las ayudas comunitarias no se distribuyen de manera justa: a veces
llegan con demoras de varios años y en otras con una distribución poco homogénea,
bien sea por que se asignan a la superficie cultivada o a los kilos de producción
local y de esta manera cultivos como las papas o la viña se quejan del
insuficiente apoyo. El marco legal con el que gestionamos el territorio está
hecho pensando en suelo urbano. Limita rígidamente los usos tradicionales e
impide que nuestros agricultores aumenten la actividad económica en el mundo
rural. Desde levantar una pared a limpiar huertas de frutales y recuperar suelos
cultivables sobre antiguas tierras abandonadas. Nuestra situación actual nos
obliga a limpiar y cultivar tierras antaño balutas.
La
biodiversidad, el campo y la escuela son parte de un todo en la que la formación
profesional y las demandas urbanas de productos agrícolas no se pueden separar.
El presente y el futuro del campo tienen que ver mucho con la educación, con la
alimentación, con una sociedad más solidaria. En un mundo globalizado donde
las multinacionales se han hecho con gran parte del control de los alimentos,
las semillas y los productos fitosanitarios, nuestro trabajo, nuestra cultura,
nuestro campo tienen mucho que decir ante un dumping alimenticio y
cultural de la sociedad de consumo que nos domina y nos empobrece.
*
DOCTOR
EN GEOGRAFÍA POR LA UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA
Otros
artículos de Wladimiro Rodríguez Brito publicados en El Canario
Foto: A.Morera