Cuenca hidrográfica de los
barrancos de San Andres
[La
nueva cultura de gestión ambiental “moderna” trajo la declaración de
espacios protegidos, la protección de la flora, conllevando la represión de
los usos tradicionales. Se han impuesto fuertes controles burocráticos para el
uso de productos fitosanitarios, el cuidado del ganado y las labores agrícolas.
La burocracia ha terminado de impedir el intercambio generacional de jóvenes y
mayores en los usos y costumbres del lugar, ignorando y marginando gran parte de
la actividad agrícola y ganadera que había gestionado históricamente la
zona.]
Con
las recientes lluvias torrenciales se ha puesto de manifiesto la pérdida en
nuestra cultura actual de las buenas relaciones con la naturaleza. Nuestros
antepasados tenían acumulada una gran sabiduría sobre el medio ambiente. Ahora
nos limitamos a aplicar teorías de otras latitudes y otras circunstancias;
ignoramos gran parte del saber local, de la experiencia vivida y sufrida por los
viejos del lugar.
Los barrancos del
Cercado y Las Huertas en San Andrés son ejemplos de esa ruptura entre hombre y
naturaleza.
Se
trata de un territorio altamente humanizado históricamente ya que en la zona se
contaba con agua a lo largo de todo el año en una cuenca orientada al sur, es
decir, con suelos y climatología idóneos para el cultivo. A ello se suma la
intensa actividad pesquera que ha permitido una alta densidad de población, en
las cuencas de los barrancos.
Históricamente
los habitantes localizaron sus viviendas en puntos elevados, alejados de las
zonas bajas. Los motivos fueron las fuertes avenidas de dichos barrancos, además
de respetar las mejores tierras en los fondos de barranco para el cultivo. En la
memoria del pueblo subyacen las duras crecidas, atestiguadas por el Castillo de
San Andrés, con sus cimientos mordidos por la riada.
Las
obras de ingeniería de los últimos años, con importantes canalizaciones,
muros, puentes y carreteras, han aumentado el nivel de confianza y seguridad de
la población. Se ha urbanizado y construido carreteras en las proximidades del
cauce, creando una apariencia de barrancos mansos y domesticados.
Los nuevos tiempos trajeron una crisis del sector primario y
su cultura. Se rompió con la gestión sostenible, donde los barrancos producían
forraje, combustible manteniéndose limpios. Los sauces y las cañeras no solo
eran forrajes si no también fuente de materias primas para la artesanía, junto
a los juncos para actividades pesqueras, llegándose a vender las cañas para
los cultivos de tomates en otras zonas de la isla.
La burocracia ha
terminado de impedir el intercambio generacional de jóvenes y mayores en los
usos y costumbres del lugar, ignorando y marginando gran parte de la actividad
agrícola y ganadera que había gestionado históricamente la zona.
Hemos
sido afortunados de que las lluvias del pasado 19 de octubre no se produjeran de
noche, en un día laboral, o con la marea alta e incluso que no se prolongaran más
horas. Sufrimos una crisis profunda en la gestión de nuestros barrancos: la
acumulación de la vegetación arrancada por la corriente formó grandes
obstrucciones que inutilizaron las canalizaciones existentes, creando riadas al
desatascarse por la presión del agua acumulada. Gran parte de las
canalizaciones que debían defender a la población han sido estanques de
acumulación, rotos incontroladamente en muchas ocasiones.
En
San Andrés los vecinos deben poder participar con el Consejo Insular de Aguas,
colaborando en la gestión y su seguimiento. Los mayores del lugar y los técnicos
de la administración pueden colaborar, vigilando y cuidando permanentemente,
garantizando que al final de cada verano los barrancos estén en otras
condiciones.
Esto
no solo es un tema de la altura de los muros o la dimensión de los puentes,
estos mismos barrancos los barrió un temporal similar en el año 2010; la
vegetación es barrida siempre que hay fuertes lluvias, siendo los cañaverales
también un peligro para incendios en los veranos. Tenemos que aprender la lección
de lo ocurrido en los barrancos del sur de Anaga y conseguir una mayor
participación entre la administración responsable del cuidado de los cauces de
los barrancos y “los sabios del lugar” que hasta ahora han sido ignorados.
* DOCTOR
EN GEOGRAFÍA POR LA UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA
Otros
artículos de Wladimiro Rodríguez Brito publicados en El Canario