San Andrés y los barrancos

 

 «» Wladimiro Rodríguez Brito *

 

 


Cuenca hidrográfica de los barrancos de San Andres

 

[La nueva cultura de gestión ambiental “moderna” trajo la declaración de espacios protegidos, la protección de la flora, conllevando la represión de los usos tradicionales. Se han impuesto fuertes controles burocráticos para el uso de productos fitosanitarios, el cuidado del ganado y las labores agrícolas. La burocracia ha terminado de impedir el intercambio generacional de jóvenes y mayores en los usos y costumbres del lugar, ignorando y marginando gran parte de la actividad agrícola y ganadera que había gestionado históricamente la zona.]

 

Con las recientes lluvias torrenciales se ha puesto de manifiesto la pérdida en nuestra cultura actual de las buenas relaciones con la naturaleza. Nuestros antepasados tenían acumulada una gran sabiduría sobre el medio ambiente. Ahora nos limitamos a aplicar teorías de otras latitudes y otras circunstancias; ignoramos gran parte del saber local, de la experiencia vivida y sufrida por los viejos del lugar.

 

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Los barrancos del Cercado y Las Huertas en San Andrés son ejemplos de esa ruptura entre hombre y naturaleza. 

 

Se trata de un territorio altamente humanizado históricamente ya que en la zona se contaba con agua a lo largo de todo el año en una cuenca orientada al sur, es decir, con suelos y climatología idóneos para el cultivo. A ello se suma la intensa actividad pesquera que ha permitido una alta densidad de población, en las cuencas de los barrancos.

 

Históricamente los habitantes localizaron sus viviendas en puntos elevados, alejados de las zonas bajas. Los motivos fueron las fuertes avenidas de dichos barrancos, además de respetar las mejores tierras en los fondos de barranco para el cultivo. En la memoria del pueblo subyacen las duras crecidas, atestiguadas por el Castillo de San Andrés, con sus cimientos mordidos por la riada.

 

Las obras de ingeniería de los últimos años, con importantes canalizaciones, muros, puentes y carreteras, han aumentado el nivel de confianza y seguridad de la población. Se ha urbanizado y construido carreteras en las proximidades del cauce, creando una apariencia de barrancos mansos y domesticados.

 

Los nuevos tiempos trajeron una crisis del sector primario y su cultura. Se rompió con la gestión sostenible, donde los barrancos producían forraje, combustible manteniéndose limpios. Los sauces y las cañeras no solo eran forrajes si no también fuente de materias primas para la artesanía, junto a los juncos para actividades pesqueras, llegándose a vender las cañas para los cultivos de tomates en otras zonas de la isla. La nueva cultura de gestión ambiental “moderna” trajo la declaración de espacios protegidos, la protección de la flora, conllevando la represión de los usos tradicionales.  Se han impuesto fuertes controles burocráticos para el uso de productos fitosanitarios, el cuidado del ganado y las labores agrícolas. 

 

La burocracia ha terminado de impedir el intercambio generacional de jóvenes y mayores en los usos y costumbres del lugar, ignorando y marginando gran parte de la actividad agrícola y ganadera que había gestionado históricamente la zona.

 

Hemos sido afortunados de que las lluvias del pasado 19 de octubre no se produjeran de noche, en un día laboral, o con la marea alta e incluso que no se prolongaran más horas. Sufrimos una crisis profunda en la gestión de nuestros barrancos: la acumulación de la vegetación arrancada por la corriente formó grandes obstrucciones que inutilizaron las canalizaciones existentes, creando riadas al desatascarse por la presión del agua acumulada. Gran parte de las canalizaciones que debían defender a la población han sido estanques de acumulación, rotos incontroladamente en muchas ocasiones.

 

En San Andrés los vecinos deben poder participar con el Consejo Insular de Aguas, colaborando en la gestión y su seguimiento. Los mayores del lugar y los técnicos de la administración pueden colaborar, vigilando y cuidando permanentemente, garantizando que al final de cada verano los barrancos estén en otras condiciones.

 

Esto no solo es un tema de la altura de los muros o la dimensión de los puentes, estos mismos barrancos los barrió un temporal similar en el año 2010; la vegetación es barrida siempre que hay fuertes lluvias, siendo los cañaverales también un peligro para incendios en los veranos. Tenemos que aprender la lección de lo ocurrido en los barrancos del sur de Anaga y conseguir una mayor participación entre la administración responsable del cuidado de los cauces de los barrancos y “los sabios del lugar” que hasta ahora han sido ignorados.

 

 

* DOCTOR EN GEOGRAFÍA POR LA UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA

 

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