Recuerdo y vindicación de Antonio
González Ramos *
Julián Ayala Armas
No
recuerdo el día, pero sí el mes, fue a mediados de diciembre de 1974. Yo
trabajaba entonces como redactor en el periódico El
Día, donde llevaba, entre otras, la sección de laboral, y vinieron a verme
cinco trabajadores de la fábrica de tabacos Philip Morris, a los que habían
despedido por haber organizado una reclamación de mejores condiciones
salariales y laborales. Recuerdo los nombres de tres de ellos: Luis Molina,
Chicho Montesinos y Antonio González Ramos. Venían de parte de su abogado, mi
amigo y antiguo camarada de la organización universitaria del PCE, Alfredo
Horas Casanova, que había abierto unos meses antes el segundo despacho
laboralista de Tenerife (el primero fue el de Ana María Polo, en 1967).
Después de este primer encuentro y de la correspondiente información en
el periódico sobre las circunstancias que habían ocasionado el despido, entre
ellas la huelga –ilegal, naturalmente– con que los trabajadores intentaron
presionar a la empresa, seguí viéndome con los obreros sancionados, e incluso
informé en el periódico del juicio que tuvo lugar un mes más tarde en la
Magistratura del Trabajo. Sin entrar en el fondo del asunto –es decir, sin
considerar si eran justas o no las reivindicaciones del personal– el
magistrado, Alfredo Pedreira Gómez-Zamalloa, un típico juez franquista,
sentenció el despido de los cinco obreros por "injurias y coacciones"
a la dirección de la empresa.
UN OBRERO 'CONCIENCIADO'.-
Fue
el inicio de una amistad y de una militancia política. Yo entonces era miembro
de la Oposición de Izquierdas del
PCE, la OPI, que a finales del 75 se convertiría en el Partido de Unificación
Comunista de Canarias, el PUCC. Antonio y sus compañeros ingresaron en OPI y
pasaron a formar parte del sector obrero del incipiente partido, integrado
mayoritariamente por estudiantes y profesores universitarios escindidos del PCE.
Antonio González no; él era un obrero concienciado,
como decíamos entonces. Había emigrado a Alemania en los años 60 y allí, en
los círculos de la emigración española, entró en contacto con el Partido
Comunista.
Un día nos contó su despedida de los compañeros de Alemania:
–Vuelvo
a España. ¿Cómo encontraré al Partido?
–Búscalo
en el pueblo –le contestaron.
En Opi, Antonio y sus amigos trabajaron especialmente en la
organización de las entonces clandestinas CC.OO., que en Tenerife eran todavía
más un proyecto que una realidad. La OPI, y después el PUCC, se esforzaron por
mantener el carácter de movimiento socio-político, no estrictamente sindical,
de Comisiones y a ello se entregó Antonio con todo su entusiasmo. También al
movimiento vecinal en el Ortigal y en el Camino Guillén, donde vivía, así
como en El Portezuelo, la Montañeta y otros pueblos rurales del norte de
Tenerife, donde dejó su impronta de activista ciudadano y todavía es recordado
por los que entonces le conocieron y coincidieron en sus afanes.
EL ASESINATO.-
Todos
estos proyectos y tareas, su amor por su esposa y sus hijos, sus ansias de
mejorar la vida de sus semejantes,
fueron truncados la noche aciaga del 30 de octubre de 1975. En una concatenación
de casualidades nefastas Antonio cayó en las garras de una fiera con aspecto
humano, el comisario-jefe de la Brigada de Investigación Social, policía política
del régimen, José Matute Fernández.
Los acontecimientos se desarrollaron de la siguiente manera: Antonio había
pedido a un amigo que le guardara
una serie de panfletos y documentos de OPI, que no quería tener en su casa por
temor a un posible registro, ya que era una persona políticamente significada.
Este amigo que vivía en el barrio de La Montañeta, guardó los panfletos en
una dependencia de su casa, donde tenía también unos cartuchos de dinamita
destinados a la pesca clandestina. La tarde del 29 de octubre un hijo menor de
edad de este hombre fue interceptado por la Guardia Civil conduciendo una
furgoneta ajena. Presionado como es habitual en estos casos, el muchacho eludió
el castigo contando a los guardias que su padre guardaba en su casa propaganda
comunista. Los civiles lo comunicaron a la policía y Matute entró en acción.
Registraron la vivienda y encontraron los papeles y la dinamita.
Fue suficiente para exacerbar el celo de los sicarios, temerosos ante las
incertidumbres que abría la enfermedad que iba a llevar a la tumba al Caudillo
un mes más tarde, y ansiosos de apuntarse el tanto de desarticular una banda
terrorista. La OPI era un grupo comunista clásico, que basaba su estrategia
en la lucha de masas, sin opción al atentado individual y, por otra parte, en
Canarias no se había producido todavía ningún acto de este tipo (la campaña
del MPAIAC empezaría meses más tarde). Pero estas consideraciones no
detuvieron a los esbirros, empeñados en hacer confesar a Antonio su implicación
en tales actividades.
Así, sobre las once de la noche le detuvieron en su casa, ante el horror
de su familia, y le trasladaron a
los calabozos de la Dirección General de Seguridad, situados en los bajos del
Gobierno Civil de Santa Cruz de Tenerife, del que era titular Modesto Fraile
Poujade. Allí el comisario, cinturón negro tercer dan de judo, José Matute
Fernández, golpeó hasta la muerte al obrero luchador por una vida más libre,
más digna y más feliz para su gente, Antonio González Ramos.
LA JUSTICIA EN ACCIÓN.-
Cobardemente,
los asesinos intentaron ocultar su crimen, aduciendo que Antonio había muerto
cuando, trasladado en coche a una verificación, se arrojó del vehículo en
marcha. Ante lo inverosímil de esta versión, que incluso fue publicada en la
prensa, y por la filtración de las verdaderas circunstancias de la muerte de
Antonio, realizada por policías demócratas ajenos a la Brigada Social, la
maquinaria de la justicia se puso en marcha. Un joven fiscal, Mariano Fernández
Bermejo, que andando el tiempo sería diputado socialista y ministro de Justicia
en uno de los gobiernos de Rodríguez Zapatero, impulsó la investigación, que
dirigió el juez de la Audiencia tinerfeña, Rodolfo Soto Vázquez.
El terrible destrozo de órganos internos que mostró la autopsia del cadáver
de Antonio fue un indicio claro de que las cosas no habían sucedido como
afirmaba la versión policial. Para confirmar esta impresión el mismo fiscal
hizo una reconstrucción de los hechos, pidiendo a la policía que, esposado, lo
introdujera en el coche patrulla tal como habían hecho con Antonio. Como era de
prever, Fernández Bermejo no pudo tirarse del automóvil. Con las manos
esposadas y flanqueado por dos agentes ni siquiera pudo abrir la puerta del
coche.
El 2 de diciembre de 1975 el juez dictó auto de procesamiento contra
Matute y contra el cabo primero de
la guardia civil, José González Álvarez, como autores y cómplice,
respectivamente de un delito de coacción y otro de homicidio en la persona de
Antonio González Ramos, decretando la prisión provisional del primero y la
libertad condicional del segundo.
LA AMNISTÍA.-
Pero ante el cariz que tomaba el asunto, Matute, con la colaboración de
su entorno policial netamente fascista, huyó del país en compañía de José
González. Primero estuvieron en Brasil y después en Venezuela, de donde
regresaron a Tenerife en 1977, sabedores de que serían beneficiarios de la
amnistía, que entraría en vigor en breve tiempo. Matute ingresó en prisión
en Madrid, donde fue señalado el juicio para el 9 de noviembre de ese año,
pero salió libre en octubre, en virtud de la Ley 46/1977de Amnistía,
promulgada el 15 de dicho mes, que en su artículo segundo disponía que
"quedará también extinguida cualquier responsabilidad penal en que
pudieran haber incurrido las autoridades, funcionarios y agentes del orden público
con motivo u ocasión de la investigación y persecución de los delitos
amnistiados por esta ley".
FUNERAL Y MANIFESTACIÓN.-
Antes de esto, en diciembre de 1975, diez o quince días después de la
muerte de Franco, había tenido lugar en Santa Cruz de Tenerife una manifestación
de protesta por el asesinato de Antonio. Convocado mediante esquelas en los periódicos
locales, firmadas por colectivos obreros y ciudadanos –los partidos políticos
seguían siendo ilegales–, se realizó un funeral en la iglesia de San
Francisco de la capital tinerfeña, al que asistieron varios centenares de
personas.
A la salida, intentamos concentrarnos en la Plaza de la Candelaria, pero
un exagerado despliegue policial, al frente del cual se encontraba el delegado
especial de la Dirección General de Seguridad en Canarias, Juan García
Gelabert, nos dispersó por las calles adyacentes. En esta operación se
emplearon a fondo, muy nerviosos, los sociales del entorno de Matute, como Ciro
Llera Parra, Lorenzo López Corredera, Ángel Risueño o Carlos Gordo Sobrino,
algunos de ellos empuñando sus pistolas. López Corredera incluso me agredió,
a pesar de hacer valer mi condición de periodista, lo que motivó la protesta pública
de la Asociación de la Prensa de Tenerife.
UN EJEMPLAR TÍPICO.-
Matute
era un ejemplar típico de la Brigada Político-Social, creada formalmente en
1941 con el asesoramiento de Paul Winzer, adjunto de Heinrich Himler y oficial
de las SS y de la Gestapo, siendo uno de sus principales impulsores el palmero
Blas Pérez González, ministro de la Gobernación de 1942 a 1957 (para que
luego digan que Canarias no ha dado "grandes hombres" a la patria).
Desde un principio "la tortura, en régimen de expresa impunidad", fue
una de sus prácticas habituales, según denunció, incluso bajo el franquismo,
la asociación Justicia Democrática, integrada por jueces, fiscales y abogados
contrarios al régimen.
No es de extrañar, pues, la
ideología fascista de Matute y su vinculación con grupos de extrema derecha,
concretamente en Tenerife y en los años 70, con Fuerza Nueva, en cuyos actos
era frecuente que participaran él y agentes de su entorno, como Ciro Llera y
otros.
Según expone el periodista Joan Cantarero en su libro La
huella de la bota, en el que le vincula a las tramas negras del
postfranquismo, Matute aleccionaba a los alumnos de sus clases de judo, niños y
adolescentes de entre 9 y 15 años: "Era especialmente agresivo en los kumites
(combates de entrenamiento donde interpretábamos el papel de agresor y de
agredido. <<El que ataca es un patriota que evita la agresión de un
comunista peligroso, el que defiende es un patriota que evita el ataque de un
comunista peligroso. Pensad que frente a vosotros no tenéis un amigo>>.
Nos enseñaba a odiar especialmente a los rojos, a las <<razas
inferiores>> –sobre todo a los negros– y a quienes no respetaban
<<a Nuestro Señor Jesucristo>>".
CAMBIO DE PIEL.-
Una
de las tres o cuatro veces que visité
contra mi voluntad la sede de la Social en Tenerife, fui interrogado –sin que
mediara violencia física, todo hay que decirlo–, por un pintoresco personaje,
Alberto Mas Ayuso, chuleta y borrachín impenitente, que me aleccionó con su
particular convicción de que la policía siempre es necesaria y que cuando
muriera Franco y el régimen posiblemente cambiara, él seguiría siendo policía
y yo continuaría siendo un mindundi sometido a las normas de las que la policía
es garante. Para mis adentros pensé que el tipo estaba aviado, pues lo primero
que haríamos en ese caso era disolver los cuerpos represivos del régimen, una
de las consignas del momento.
El que estaba aviado era yo, pues tal como se realizó la transición,
estos fascistas irredentos se transformaron en defensores de la democracia con
un simple cambio de nombre, la Brigada de Investigación Social se reestructuró
como Brigada Central de Información y de represores de comunistas y demás
ralea sus integrantes pasaron, por decreto, a ser defensores de sus derechos
como ciudadanos.
Así, después de ser amnistiado, José Matute, se reincorporó al cuerpo
y estuvo trabajando en labores administrativas en Madrid (en una de ellas como
encargado de la oficina del DNI, fue
objeto de noticia periodística por haber agredido al subjefe del servicio; seguía
tan matón como siempre). Así
mismo, los miembros de su entorno más cercano continuaron sus respectivas
carreras, algunos reciclados en demócratas
de toda la vida, como el citado Lorenzo López Corredera, que casi me parte
la cabeza de un culatazo cuando la manifestación por el asesinato de Antonio y
que en tiempos del titular de Interior del PSOE, José Barrionuevo –el
ministro de los GAL– y siendo director general de la policía el también
socialista Rodríguez Colorado, fue nombrado comisario general de Seguridad
Ciudadana. Las notas de prensa al respecto hablaban de su "pasado democrático"
y "su buen hacer profesional".
En cuanto a Ciro Llera, la mano derecha de Matute, realizó la mayor
parte de su actividad profesional en Barcelona. Rastreando por internet he
tropezado con dos noticias que demuestran que siguió fiel a su ideología
ultra. En una de ellas, aparecida en el Periódico
en 1982, se informa que fue separado temporalmente del servicio por su
vinculación con la filtración de datos confidenciales sobre políticos y
partidos de izquierda a grupos neonazis catalanes. En la otra se alude a su
inactividad cuando, estando al frente del operativo de seguridad en los actos
del Día de la Hispanidad de 1991 en Barcelona, no hizo nada para impedir el
apaleamiento de unos ciudadanos a manos de un numeroso grupo de ultras. En esta
misma noticia se le relacionaba con sectores neonazis y militares
involucionistas.
LA MEMORIA DE ANTONIO.-
La
memoria y el ejemplo de Antonio González Ramos perduró entre sus compañeros y
nunca ha desaparecido, como prueba la asistencia a este acto multitudinario de
muchas personas que fueron partícipes de sus afanes y su lucha, truncada por la
muerte. El PUCC convocó actos de homenaje ante su tumba en el cementerio de La
Laguna todos los años hasta su autodisolución en los 90, empapeló con
carteles conmemorativos muchas calles de Tenerife (en su segundo aniversario, la
extrema derecha, seguramente con la anuencia de la Social,
colocó sobre algunos de ellos unas tiras de papel con la leyenda
"El asesino de las bombas") y propuso, a través de UPC, que el
Ayuntamiento de La Laguna diera su nombre a
una calle de la ciudad. Está en San Benito, entre las calles Cruz de Candelaria
y Buenaventura Bonnet.
LOS MUERTOS DE LA TRANSICIÓN.-
En los años 1975, 1976 y 1977 hubo en Tenerife cuatro muertos a manos de
las llamadas fuerzas del orden. El 26 de octubre del 75, el obrero cabuquero
Antonio Padilla Corona, fue tiroteado por la guardia civil en Adeje, cuando en
unión de dos amigos se disponía a pescar clandestinamente con dinamita. Su
muerte yace en el olvido, pues no tuvo motivaciones políticas y sólo se
enteraron sus más allegados. Tres días más tarde fue asesinado Antonio González
Ramos. Un año después, el 22 de septiembre de 1976 fue ametrallado por la
policía en el barrio de Somosierra, de Santa Cruz, el estudiante de magisterio
Bartolomé García Lorenzo, dando lugar al mayor levantamiento popular que ha
habido en Tenerife en los últimos 40 años. Por último, el 12 de diciembre de
1977 fue asesinado por la guardia civil en las escaleras del antiguo edificio
universitario de La Laguna el estudiante de Biológicas Javier Fernández
Quesada.
Si bien es cierto que en esos años hubo una gran actividad social y política
en Tenerife, sobre todo con las huelgas obreras de 1977, nunca fue tan crítica
la situación como para justificar estos crímenes, que deben achacarse al clima
de terror que impuso el régimen en sus estertores finales y que tuvo su máxima
expresión en el Decreto-Ley 10/1975 de 26 de agosto, una durísima ley
antiterrorista, que dio lugar de inmediato a los últimos fusilamiento legales
de la dictadura en septiembre de ese mismo año y a la ola de asesinatos de todo
signo que continuó en los años inmediatamente posteriores. La "modélica"
transición tiene en su haber cerca de 600 muertos, entre ellos los cuatro de
Tenerife, lo que contrasta con la casi incruenta Revolución de los claveles de
Portugal.
Hoy, que el capitalismo feroz y rampante pretende hacer tabla rasa con
todo aquello por lo que lucharon y murieron personas como Antonio González
Ramos debemos redoblar nuestros esfuerzos por recuperar las plenas libertades y
derechos que entonces no fueron posibles.
* Texto leído en el acto de homenaje a
Antonio González Ramos[1], organizado por el Ayuntamiento de La Laguna en el 40º
aniversario de su muerte el 29 de octubre de 2015