Ramón
Moreno Castilla
[…Lo sepan o no, los
canarios de todo el mundo son herederos de una historia que evoca imágenes de
vergüenza, opresión, de privación e intolerancia. A pesar de todo esto,
nuestros compatriotas de la diáspora se han caracterizado por su gran valentía
y laboriosidad, además de su tremenda capacidad para sobreponerse a la
adversidad; escribiendo páginas gloriosas en la historia de muchas naciones
(sobre todo en Latinoamérica), fundando ciudades como San Antonio de Texas o
Montevideo, y contribuyendo a la independencia de Cuba, Venezuela, Colombia,
Uruguay, Argentina etc. Pese a ello, España solo ha contado sus propios hechos
como si las innumerables gestas del pueblo canario nunca hubiesen existido. ¡Es
el sino de los pueblos colonizados!...]
Siguiendo el hilo conductor y la línea argumental del
primer artículo de esta nueva sección, “La psicopatología social de
Canarias”, donde abordábamos la situación real del Archipiélago canario,
atrapado en una insostenible indefensión político-jurídica, que los medios de
comunicación social en general obvian sistemáticamente; hoy traemos a colación
el demoledor informe del famoso médico psiquiatra irlandés de renombre
universal, Garrett O' Connor, nacido en Dublin, cuyo título “Reconocer y
sanar la 'vergüenza maligna'. Una Declaración sobre la Necesidad Urgente de
Recuperarse Psicológica y Espiritualmente de los Efectos del Colonialismo en
Irlanda” es bastante ilustrativo, por cierto. Colonialismo, cuyos paralelismos
y/o situaciones históricas, salvando todas las distancias, y según han señalado
reputados analistas, politólogos y psiquiatras, son identificables con las que
sufrimos en Canarias, por mucho que se quieran disfrazar con los socorridos
eufemismos, tan recurrentes por otra parte. Pero la realidad se impone una y
otra vez, nada más analizar de forma objetiva y rigurosa lo que realmente
sucede en estos territorios de ultramar.
Sobre
todo, si tenemos en cuenta los parámetros políticos, económicos, sociales y
de dominación que han existido y existen en los diferentes colonialismos
europeos, entre los que España tiene el copyright, y por los que cobra
“derechos de autor”; y cuyo denominador común ha sido siempre la subyugación
y la consiguiente alienación del pueblo, y el saqueo sistemático de las
riquezas de los territorios colonizados por la fuerza de las armas, como fue el
caso inequívoco del Archipiélago canario. El estudio del profesor O’Connor
sostiene que muchas de las actitudes y conductas contemporáneas del pueblo
irlandés tienen su origen en el colonialismo; y para argumentar tal
afirmación, emplea el modelo transgeneracional del abuso de padres a hijos
explicando cómo un pueblo subyugado (o sea, los irlandeses católicos) puede
ser dañado psicológicamente por la opresión política (o sea, el
colonialismo británico).
Los
niños que son objeto de un abuso severo y prolongado por parte de sus padres u
otras figuras de autoridad tienden a interiorizar éste bajo la forma de un síndrome
de conducta que se caracteriza por la dependencia patológica, la auto-estima
baja y los sentimientos suprimidos, lo que Garrett O’Connor llama
“vergüenza maligna”. Ya como adultos, es muy probable que los niños
regidos por la vergüenza practiquen con sus hijos un abuso semejante al que
ellos mismos recibieron, transmitiendo de esta manera el síndrome a la
siguiente generación…y así sucesivamente. Como se pregunta el reputado
psiquiatra, ¿acaso existirá a nivel cultural un proceso semejante, mediante el
cual las instituciones sociales de todo un pueblo interioricen como vergüenza
maligna el abuso político y gubernamental que éste ha sufrido? ¿Y que el
gobierno, la iglesia, la escuela y la familia, por medio de sus políticas y
acciones, transmitan inadvertidamente esta vergüenza a las generaciones
posteriores?
Numerosas
razones hacen suponer que un proceso cultural de este tipo es endémico en
nuestra tierra desde hace casi seis siglos, y que sus implicaciones destructivas
de “vergüenza maligna” -como dice O’Connor- son la principal causa de la
actual aflicción psicológica, social, política y económica de Canarias. Todo
lo cual redunda en la inacción de este pueblo, resignado a su suerte, e incapaz
de tomar las riendas de su futuro. El pueblo canario al no experimentar
sanamente la rabia a causa de un miedo patológico a expresar sus sentimientos,
¿no estará reproduciendo inconscientemente la actitud de sumisión con la que
tradicionalmente se espera que reaccionen los esclavos y otros pueblos
oprimidos? Inclusive, los síndromes psicológicos poscoloniales han sido
estudiados por destacados autores políticos que han escrito sobre el Tercer
Mundo, como Franz Fanon, Edward Said y Albert Memmi, que han identificado la
dependencia poscolonial como un obstáculo mayor en los pueblos descolonizados.
El meollo del problema, heredado del propio proceso colonial, para cualquier
población poscolonial es la convicción generalizada de inferioridad cultural,
generada por el abuso prolongado del poder en la relación entre colonizador y
colonizado.
Lo
sepan o no, los canarios de todo el mundo son herederos de una historia que
evoca imágenes de vergüenza, opresión, de privación e intolerancia. A pesar
de todo esto, nuestros compatriotas de la diáspora se han caracterizado por su
gran valentía y laboriosidad, además de su tremenda capacidad para
sobreponerse a la adversidad; escribiendo páginas gloriosas en la historia de
muchas naciones (sobre todo en Latinoamérica), fundando ciudades como San
Antonio de Texas o Montevideo, y contribuyendo a la independencia de Cuba,
Venezuela, Colombia, Uruguay, Argentina etc. Pese a ello, España solo ha
contado sus propios hechos como si las innumerables gestas del pueblo canario
nunca hubiesen existido. ¡Es el sino de los pueblos colonizados!
La
patológica inhibición del pueblo canario en asuntos cruciales que le afectan,
no desmerece las cualidades de los canarios cuando están fuera de las Islas,
cuya impronta les ha valido reconocimientos sin precedente en los negocios, las
leyes, la medicina, la política, la religión y las artes. Sin embargo, muchos
de ellos, incluso algunos de los más exitosos, confiesan que en privado se
tienen que enfrentar a sentimientos crónicos de vergüenza y a una dolorosa
sensación de inferioridad personal y cultural. Las vivencias contadas por el
doctor O’Connor, son bastante reveladoras. Durante su adolescencia, explica,
llegó a pensar que todo lo que fuera irlandés (incluido él mismo) era de
alguna manera defectuoso o de segunda clase en comparación con Inglaterra. Idéntico
a los canarios, para los que todo lo que viene de fuera es mejor, y sobrevaloran
más a los españoles que a ellos mismos. Ello explica los devastadores efectos
que ha tenido el colonialismo español en la psique canaria.
En
el comportamiento cotidiano del pueblo canario se observan conductas realmente
inconcebibles y degradantes, como las batallas por el poder político que se
desatan dentro de las familias, y en la relación maestros alumnos en la
escuela. Las estrategias para provocar vergüenza; la ridiculización, el
hostigamiento, el desdén y la humillación pública tienen claramente su origen
en la realidad histórica de la opresión política. El disimulo mal
intencionado y el silencio como forma de comunicación, la traición
interpersonal y el regocijo secreto frente a la desgracia ajena, éstos son
recordatorios contemporáneos del salvajismo familiar y la perfidia tribal a los
que tuvieron que recurrir nuestros antepasados para sobrevivir bajo el mandato
colonial español, que se perpetúa hoy en día, se diga lo que se diga.
Haciendo
alusión al impacto psicológico de la dominación política y extranjera en
Canarias, habría que señalar la necesidad de explorar psicológicamente la
propensión canaria a “decir una cosa y hacer otra”. En este sentido,
existen varios estudios al respecto que ahondan en la patología social que
aqueja a este pueblo, que se traduce en el “síndrome del colonizado”. Lo
que el profesor O’Connor denomina “vergüenza maligna”, extrapolada al
pueblo canario, más que una simple emoción es una identidad: un estado más o
menos permanente de auto-estima baja que ocasiona que incluso las personas
exitosas se consideren indignas, que vean sus vidas como algo vacío y sin
realizar. No importa cuánto hagan el bien; estas personas nunca son lo
suficientemente buenas. Los individuos regidos por la vergüenza pueden
considerarse a si mismos, a nivel privado, como seres repugnantes, pueden
sentirse secretamente fallidos y defectuosos como personas, y vivir con el
constante temor de ser expuestos como seres estúpidos, ignorantes o
incompetentes.
La
vergüenza maligna es un mecanismo psicológico de supervivencia que hace
imposible que las personas abusadas expresen sus sentimientos de enojo o rabia,
ya que al hacerlo correrían el riesgo de incurrir mayor daño con la represalia
del perpetrador. Así, las víctimas del abuso permanecen frecuentemente pasivas
frente al castigo, porque sospechan que la rabia y la crítica del perpetrador
son puntuales y justas. La vergüenza maligna es un elemento importante en la
dinámica de protección que hace que los rehenes veneren a sus celadores (síndrome
de Estocolmo), que las prostitutas amen a sus chulos, que los revolucionarios
admiren a sus opresores y que los “los canarios imiten a los españoles en
todo, mientras al mismo tiempo aparentemente los odian”.
La
auto-estima disminuida o carente puede llevar a los niños abusados a crear
personalidades falsas o caricaturas de si mismos, para desviar la atención de
aquello que consideran es la verdad odiosa y vergonzante de su identidad
“real”. Esos niños literalmente no son “ellos mismos”. Al haber perdido
el contacto con su autenticidad y sus emociones, como adultos pueden llegar a
depender desmesuradamente de la aprobación y el juicio de otros para obtener el
reconocimiento de su propia valía. Resumiendo, la auténtica “Canarias
oculta” está sepultada bajo la vergüenza maligna de cada uno de los isleños.
Vistas
así las cosas, ¿no tiene España la “carga de la prueba”?...
Otros
artículos de Ramón Moreno Castilla publicados en El Guanche y en El Canario