Prosapias extractivas

 

Alfonso González Jerez

 

 Yo creo que esa reciente aseveración del señor Agustín Manrique de Lara y Benítez de Lugo (sí, es un solo señor), según la cual "el empleo en Canarias es estable y de calidad" no es meramente el retrato de una coyuntura económica, sino que proporciona toda una interpretación sobre Canarias y su dinámica histórica.

 

Es una afirmación tan brutal y grotescamente falsa que resulta imposible que se lance al azar: debe tener un valor simbólico arcano, pero interesante. Y lo tiene. Entre los canarios que disponen actualmente de un puesto de trabajo (para llegar aquí debe obviarse un desempleo superior al 31% de la población activa) más de un 39% percibe un salario por debajo de los 1.200 euros (cerca de unos 300 euros inferior a la media española). Solo un 15% de los isleños recibe un sueldo superior a los 2.000 euros mensuales. En el año 2014 aun se registraron menos contrataciones que las realizadas en 2007 -previo a la crisis financiera y económica- y los contratos indefinidos firmados en el año 2013 descendieron en más de un 41% respecto a los acordados en 2007. Son datos que dibujan una situación del infernal mercado laboral canario avalada por los diagnósticos de gabinetes de estudio de entidades bancarias, las cámaras de comercio y los informes del Instituto Nacional de Estadística: disputamos con Andalucía, Extremadura y Murcia el liderazgo entre las comunidades autónomas con mayor índice de parados, el trabajo se ha precarizado más intensamente todavía que en el resto del país, nuestros salarios son los más bajos del Estado español. Unos 180.000 canarios han agotado ya las prestaciones por desempleo y viven con un pie en la pobreza y otro en la exclusión social.

 

Si el señor Agustín Manrique de Lara y Benítez de Lugo (arf) puede proferir semejante insensatez –todo un ejemplo de empatía y señorío solidario– es porque no está ofreciendo un análisis socioeconómico, sino exponiendo una posición empresarial que es, al mismo tiempo, una expresión política. Para el señor Agustín Manrique de Lara y Etcétera no son necesarias reformas políticas, institucionales ni sociales. Lo único imprescindible es que desaparezcan todas las trabas (desde las jurídicas a las fiscales) para que los empresarios sigan creando, a chorritos comedidos, puestos de trabajo tan ejemplarmente estables y cualitativamente maravillosos como los que genera hoy la economía canaria. Lo demás (unas administraciones hipertrofiadas, una fiscalidad que castiga las rentas del trabajo y privilegia las del capital, unos servicios públicos semicolapsados, unas empresas que solo entienden de productividad desmochando los costes salariales, una pauperización creciente, una generación de ventiañeros a los que se ha extirpado el futuro y, en suma, un modelo de desarrollo económico agotado) es absolutamente irrelevante para una aristocracia empresarial cuya prosapia se confunde con su secular condición de élite extractiva.

 

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