El
Populismo es emocionalmente satisfactorio. Parte de la premisa que las élites
son malas, malísimas y que el pueblo es virtuoso. El populismo juega con las
pasiones, ilusiones e ideales de la gente para prometer lo que es imposible
aprovechándose de la ignorancia y la miseria para dejar fuera la razón y la lógica
en la toma de decisiones. Es decir el populismo no es la política de lo real
sino de lo verosimil, es decir de lo superficialmente creíble. Es una mentira
que nos contamos a nosotros mismos.
Sería
hipócrita cargar las tintas contra el Populismo sin primero reconocer el papel
de la élite ooligárquica española, la casta, en la captura de las
instituciones, en la corrupción y en el desmantelamiento de los pesos y
contrapesos del sistema. El Populismo no surge porque si, sino por la actuación
previa de una élite mafiosa que ha secuestrado las instituciones mediante un
intervencionismo económico, político y social.
Nace
de la percepción real de la gente de que los "peces gordos" han
privatizado el Estado, saqueado la riqueza de la nación y abusado de la gente.
El pueblo ha sido traicionado por sus líderes y la democracia se ha convertido
en una fachada detrás de la cual una élite ha capturado y utilizado el Estado
en su propio beneficio.
Ante
esto la retórica de defender agresivamente los intereses del "hombre
común" contra la élite privilegiada es muy atractiva. Se transmite la
idea de que alguien representa (o dice representar) a la gran masa de la
sociedad contra una élite privilegiada. Es un argumento que se usa tanto por la
derecha como por la izquierda, por eso el discurso de Podemos se parece tanto al
discurso Joseantoniano de Falange Española.
En
primer lugar es más que dudoso presentar a "la gente" como un total,
como una comunidad de intereses. Las sociedades son muy complejas y se producen
en ellas conflictos de intereses. En segundo lugar, el modelo de partido de
vanguardia leninista que dirige y conduce a las masas, es decir, la idea de que
un hombre fuerte o la élite del partido consigue apoderarse del aparato del
Estado para transformarlo en beneficio del pueblo es muy atractiva, pero la
historia nos demuestra que esto nunca ocurre.
Las
independencias africanas son un ejemplo de ello; Ghana, Sierra Leona, Etiopia,
etc.. se caracterizan porque la nueva élite es igual o peor que la anterior. En
América Latina, por ejemplo, hay una larga tradición de los populistas de
meterse en la cama con la élite política corrupta, y los resultados incluyen
invariablemente políticas macroeconómicas irresponsables y diversos tipos de
desastres financieros (véase "La macroeconomía del populismo en América
Latina", editado por Rudiger Dornbusch y Sebastián Edwards).
El
pensar que puede venir un hombre fuerte o una nueva élite para cambiarlo todo
es muy cómodo. También lo es creer que la élite es mala malísima y el pueblo
virtuoso sin reconocer que como todo poder es consentido un gobierno corrupto es
solamente el reflejo de una sociedad moralmente corrupta.
El
reformador ateniense y padre de la democrácia Solón de Atenas gobernó en una
época en la que, al igual que hoy, existían graves conflictos sociales
producto de una extrema concentración de la riqueza y del poder político en
manos de los eupátridas, nobles terratenientes de la región del Ática.
Solón se dedicó a reformar el poder político y económico, abriendo las
instituciones para hacerlas más inclusivas. Pero las reformas de Solón no
fueron solo políticas o económicas, también lo fueron culturales y morales.
En
sus poemas, Solón retrata como Atenas está siendo amenazado por la codicia
desenfrenada y la arrogancia de sus ciudadanos. No culpó únicamente a la
oligarquia eupátrida, sino a todos y cada uno de los ciudadanos atenienses por
su "hibris", que puede traducirse como ‘desmesura’, y hace
referencia no a un impulso irracional y desequilibrado, sino a un intento de
transgresión de los límites impuestos por los dioses a los mortales. En la
Antigua Grecia aludía a un desprecio temerario hacia el espacio personal
ajeno unido a la falta de control sobre los propios impulsos, un sentimiento
violento inspirado por las pasiones exageradas, consideradas enfermedades por su
carácter irracional y desequilibrado, y más concretamente por Ate (la
furia o el orgullo). El hibris sería la codicia y orgullo extremo (es decir una
mezcla de los pecados capitales) de la persona que se siente mejor que los demás
y no duda de humillarlos para su propio placer y gratificación (lujuria y
vanidad) retroalimentando de este modo su orgullo y falso sentido de
superioridad.
Por
tanto el primer error del populismo es hacer creer que que las élites son
malas y el pueblo virtuoso cuando en realidad una élite corrupta no es más
que el reflejo de una sociedad moralmente enferma y corrupta, tal y como entendió
correctamente Solón. El segundo gran error es creer que un problema de
desigualdad e injusticia creado por la concentración de poder en pocas manos se
puede resolver concentrando aún más el poder.
Los
Griegos entendieron que había tres formas de gobierno; o te gobierna uno que se
llama monarquía y degenera en tiranía, o te gobierna un grupo, que se llama
aristocracia (oligarquía) que degenera en cleptocracia o se gobierna por todos
mediante la democracia que degenera en demagogia.
La
lógica del ascenso de regímenes populistas y regímenes fascistas es la misma;
el país está en crisis y en su desesperación la gente acude a lideres mesiánicos.
El populismo es un mecanismo burdo que trasciende ideologías, pero funciona
porque la gente ignora como funciona el poder y confunden poder con dominio sin
darse cuenta que todo poder es consentido. La degeneración de la democracia en
demagogia y oligarquía partitocrática no puede hacerse fomentando la tirania
sino recuperando las bases e ideales democráticos, es decir, mediante el
republicanismo.
Las instituciones políticas se pueden dividir en dos tipos - Instituciones
"extractivas" en el que un "pequeño" grupo de personas,
sean de derechas o de izquierdas, hacen todo lo posible para explotar - en el
sentido de Marx - al resto de la población y las instituciones
"inclusivas" en el que "muchas" personas (pluralismo) están
involucradas en el proceso de gobernar y se vigilan y contrarrestan unas a
otras, por lo tanto el proceso de explotación se atenúa o se elimina.
En América
Latina y en España,
la gente suele echar la culpa de su pobreza al capitalismo y
a los mercados,
y esto eleva
al poder a políticos populistas que con su
corrupción y sus
políticas económicas hacen todavía más daño y castran el desarrollo. Ejemplos tenemos
todos los que quieras. En realidad, en lugar del mercado
en sí, el
principal problema en América Latina y España es una
economía dominada por
las élites que ha capturado los mercados y las instituciones suprimiendo
cualquier noción de libermercado, o lo que denominaremos regímenes extractivos
sustentados en instituciones económicas, políticas y culturales extractivas. Estas
instituciones extractivas son replicadas tanto por la derecha como por la
izquierda, porque en el fondo, bajo un sistema extractivo, ambas son lo mismo.
Los
votantes temen, y con razón, que los políticos están comprados por la
"oligarquía". Estos, sea cual sea su retórica, una vez en el poder,
implementarán políticas en el interés de esta élite oligárquica. El
verdadero problema es la captura de las instituciones por las élites, transformándolas
en lo que los economistas denominan instituciones débiles, es decir, una
institución en declive que no cumple la función para la que originalmente fue
creada.
Si
la población comprendiera esto,
el populismo y el
control de las élites tradicionales
no sería capaz
de hacer tanto
daño a la
vida de millones
de personas. El populismo
representa la concentración del poder, el republicanismo por el contrario
significa la distribución del poder mediante el pluralismo. El populismo
representa el desmantelamiento de las instituciones, el republicanismo la sanación
y la regeneración institucional. El populismo es el atajo que lleva a la tiranía,
el republicanismo el camino lento que lleva a la libertad.
Existen dos instrumentos principales de poder, el primero es el control de las
instituciones políticas y económicas, es decir de los "medios de producción"
y el aparato legislativo, el segundo es mediante la manipulación y control del
mapa cognitivo de la población a través de la propaganda. La respuesta a la
degradación de las instituciones y el sistema democrático mediante la corrupción,
el intervencionismo político y social, y la concentración de poder no puede
ser más concentración de poder mediante el desmantelamiento institucional sino
la regeneración de este.
La respuesta a la degradación y manipulación del mapa cognitivo de la población
a través de los medios de comunicación y la propaganda solo puede ser
contrarrestado con el espíritu crítico. No es casualidad que quieran eliminar
filosofía de la enseñanza, que la gente se haga preguntas es muy peligroso
para el poder.
A
la demagogia hay que contraponer pasión por la educación, por el conocimiento,
por la verdad, por empoderar al individuo, por el sentimiento de comunidad y la
responsabilidad que de ello va aparejado. Pero es más fácil pensar que las élites
son malas y el pueblo virtuoso que reconocer, como hizo Solón de Atenas, que un
gobierno corrupto no es más que el reflejo de una sociedad moralmente corrupta.
Fuente: Mencey Macro el-cambio-necesario