«» Eloy
Cuadra
[En lo que se refiere a
Canarias, aquí no valen los
sucursalismos, el problema es de otra índole, mucho más profundo, y pocos son
los que parecen verlo, por desgracia]
En los últimos meses, en los últimos años, estamos siendo
espectadores de la caída en desgracia y el suicidio asistido del Partido
Socialista Obrero Español, algo que es difícilmente discutible y quedará
comprobado tras las elecciones de este año. Todo empezó, quizá, cuando
Zapatero se plegó a los designios de la troika y cambió el artículo 135 de la
Constitución de la mano del PP, en verano del 2011, con agosticidad y
premeditación y sin contar con los ciudadanos, para cumplir con las directrices
que marcaban los macropoderes económicos. Después de eso, la gente empezó a
preguntarse qué diferenciaba a PP y a PSOE, sobre todo en materia económica,
en mucho de lo verdaderamente importante, y fue calando la idea de un PSOE sin
identidad, un partido fantasma, mentiroso, una copia suavizada de los populares.
Luego vinieron mil casos de corrupción, gestoras, tránsfugas, imputados y más
imputados, alcaldes y dirigentes tan caciques como el más rancio de los señoritos
y una última intentona de reinvención que se queda en mero márketing, para
acabar eligiendo como Secretario General al señor Pdro Snchz -esta es su marca
en Twitter, de risa-, más por su cara bonita y por su continuismo que por otra
cosa, frente a sectores verdaderamente renovadores que se postulaban.
Entonces,
los de arriba que todo esto lo ven muy bien, empiezan a ver que su fórmula
perfecta de la alternancia programada derecha-izquierda en el poder para que
todo siga más o menos igual podría tener problemas de continuidad si el PSOE
se convierte en poco menos que residual, y pasar así a un peligroso escenario
con un batiburrillo ingobernable de partidos alternativos, o aún peor, a la
canalización del descontento popular por otras vías menos pacíficas y
controladas. Atendiendo a la teoría clásica de la alternancia política, se
busca pues, se necesita conformar otro par de opuestos, el bueno y el malo, el
norte y el sur, el blanco y el negro, siempre preferibles a una gama variada de
colores indefinibles, y es ahí cuando empieza a sonar machaconamente el señor
Pablo Iglesias en varias televisiones del sistema, a lo que sobra que diga nada
más porque la historia es ya bien sabida.
En este punto, a febrero de 2015 unas encuestas sitúan primero en intención de
voto a Podemos, otras mantienen todavía al PP en ese lugar, pero todas colocan
ya al PSOE como un partido en caída libre, sin contabilizar el remate final que
ha supuesto el asunto de Tomas Gómez en Madrid o las imputaciones de Griñán y
Chaves en Andalucía.
El PSOE se ha hecho el harakiri, ya sólo falta una cosa: que Podemos se vaya
amoldando a lo que prefieren los de arriba sin perder del todo sus aires de
revolucionarios chachis, pareciendo una cosa nueva y distinta sin molestar
demasiado ni cambiar demasiado las cosas. Los recientes postulados y movimientos
de Podemos en España y en sus distintas plazas no hacen más que corroborar
esta tendencia.
En lo que se refiere al programa, sin restar mérito y valía a la parte del
mismo que apunta al saneamiento democrático, al control de lo político, a la
transparencia y a la lucha contra la corrupción, lo cierto es que muchas de las
revolucionarias propuestas que les valieron 5 escaños en las Europeas se van
descafeinando con el paso de los meses, quedando en ideas ya antiguas de la
izquierda trasnochada o en declaraciones de intención que están por ver si se
verán algún día. La cuestión de la pobreza, la que más me importa a mí por
ejemplo, no hay demasiado tajo a los ricos, y la Renta Básica Universal ya no
es tan universal, es una especie de subsidio ampliado para los que no cobran
nada.
En
cuanto a la construcción del organigrama del partido, para empezar se descarta
entrar en la batalla de las Elecciones Municipales, donde habría que pasar a un
cuerpo a cuerpo de pequeña política poco controlable por los de la central
madrileña. Apoyar candidaturas y opciones ya existentes es la consigna,
evitando así construir de abajo hacia arriba, como sería más lógico en un
movimiento que pretende ser una cosa nueva y distinta, optando por elegir
primero a la cúpula -y construir de arriba hacia abajo-, donde se impone la
facción liderada por la megaestrella mediática el señor Pablo Iglesias.
Seguidamente, en las elecciones internas a Secretarías Generales en las
Comunidades Autónomas, bien se cuidan de apoyar con su “Claro que Podemos”
a gente ya contrastada y fiable, para ellos, más bien dóciles y no
precisamente antisistemas, que acaban ganando en la mayoría de plazas autonómicas,
quitándose de en medio a los demasiado “radicales” de Izquierda
Anticapitalista que empezaron con ellos esta movida y otros grupos de similar
corte, y también de paso a las gentes de buena voluntad que se acercaron con
nobles intenciones y ninguna adscripción anterior a ningún partido, que nunca
se sabe por dónde van a salir.
Digno de destacar por lo lamentable, lo que ha ocurrido en la tierra en la que
yo vivo, la que a mí me duele más, las Islas Canarias: machetazos a diestro y
siniestro, dobles militancias e invasiones en masa, para acabar llenando los órganos
de gobierno de gente de la vieja política.
En
otros asuntos espinosos, las tensiones independentistas por ejemplo, muchos guiños
y palabras bien sonantes, y un indefinido y poco realizable “derecho a
decidir” dentro de la Constitución. Para acabar con lo
que leo hoy mismo en la prensa patria, donde se nos cuenta que el señor
Pablo Iglesias acaba de dar un discurso en Nueva York que es interrumpido varias
veces por aplausos y en el que usa nada menos que cinco veces la palabra
“patria” para referirse a España, mitigando así algunas críticas que lo
acusaban de ser algo antiespañol en sus discursos.
Y
hasta aquí llega mi reflexión, nada nuevo que no hayan visto otros ya antes.
Esta por ver si se cumple lo que parece, aunque esta vez bien me gustaría estar
equivocado y que fuera este Podemos en verdad algo realmente bueno para los españoles.
En cualquier caso, siempre mejor una alternancia que un rodillo eterno del PP.
Mucho más escéptico eso sí en lo que se refiere a Canarias. Aquí
no valen los sucursalismos, el problema es de otra índole, mucho más profundo,
y pocos son los que parecen verlo, por desgracia.