Tenerife: las personas y el agua (I)

 

Wladimiro Rodríguez Brito *

 

 

   Los seres humanos tenemos una increíble capacidad de adaptación; modificamos rápidamente la conducta ante un cambio, olvidando por completo la situación anterior. Cuando abrimos un grifo, damos por sentado que saldrá agua dulce, limpia y fresca en la cantidad que queramos; raramente nos damos cuenta de lo afortunados que somos. El agua que disfrutamos ha recorrido un arduo camino hasta nuestras casas desde los frentes de las galerías. Somos ignorantes de la realidad, hemos olvidado la historia de lucha por el agua, problema principal de nuestra cultura tradicional. En apenas dos generaciones, hemos perdido la memoria; hoy la sociedad desconoce y menosprecia la ciencia y técnica del agua en las Islas.

 

   Nuestros padres dedicaban mucho tiempo y recursos a la búsqueda y gestión del agua, recurso muy limitado y clave para los canarios. Ahora nuestra cultura confunde valor y precio, y nadie sabe de dónde sale el agua que bebemos. No dedicamos ni un minuto a pensar cómo mantener los caudales de nuestras galerías y pozos o cómo evitar la contaminación de nuestros acuíferos; nuestro alejamiento del medio ambiente es total.

 

   Hasta finales del siglo XIX, Tenerife apenas contaba con manantiales, de los que manaban unos 700 litros por segundo. Se concentraban sobre todo en el Valle de La Orotava, el barranco del Infierno, el barranco del Río, de Arico a Granadilla, en Güímar y Añabigo (Valle de Güímar), y en el Monte del Agua, en Los Silos y en Garachico. La perforación de galerías empezó tímidamente en las dos primeras décadas del siglo XX. Fue en los años treinta cuando empezaron a ser importantes los caudales en galerías de Fasnia, Guía de Isora, Candelaria, comarca de Acentejo, La Guancha ...

 

Pasada la II Guerra Mundial, la disponibilidad de agua se disparó. El alza de la demanda de productos agrícolas de exportación (plátanos, tomates y papas) permitió la incorporación de nuevas tecnologías, como herramientas mecánicas, raíles y cemento traídos desde las islas británicas.

 

La nueva cultura del regadío en Tenerife multiplicó por diez el agua disponible. Con el avance técnico más importante en 500 años de historia, se obtiene una producción de más de 6.000 litros por segundo en las galerías insulares. Se construyeron numerosos canales, que recorren la isla de este a oeste y de norte a sur. Se multiplican los cultivos de regadío, pasando de 1.000 hectáreas de plátanos en 1945 a más de 6.000 en 1985, así como la superficie de tomates y papas de regadío.


En su momento álgido, llegamos a exportar más de 40.000 toneladas anuales de papas a las islas británicas y más de 70.000 de tomates, con más de 17.000 hectáreas en riego. Fue en la misma época cuando comenzamos a tener agua corriente. Hasta los sesenta, pocas viviendas contaban con abastecimiento; a finales de los setenta, más del 90% de la población tenía agua corriente, un gran avance de nivel de vida. Cada vez que abramos el grifo, intentemos recordar todo esto.

 

 

 * DOCTOR EN GEOGRAFÍA POR LA UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA

 

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