Tenerife:
las personas y el agua (I)
Wladimiro
Rodríguez Brito *
Los seres humanos
tenemos una increíble capacidad de adaptación; modificamos rápidamente la
conducta ante un cambio, olvidando por completo la situación anterior. Cuando
abrimos un grifo, damos por sentado que saldrá agua dulce, limpia y fresca en
la cantidad que queramos; raramente nos damos cuenta de lo afortunados que
somos. El agua que disfrutamos ha recorrido un arduo camino hasta nuestras casas
desde los frentes de las galerías. Somos ignorantes de la realidad, hemos
olvidado la historia de lucha por el agua, problema principal de nuestra cultura
tradicional. En apenas dos generaciones, hemos perdido la memoria; hoy la
sociedad desconoce y menosprecia la ciencia y técnica del agua en las Islas.
Nuestros padres
dedicaban mucho tiempo y recursos a la búsqueda y gestión del agua, recurso
muy limitado y clave para los canarios. Ahora nuestra cultura confunde valor y
precio, y nadie sabe de dónde sale el agua que bebemos. No dedicamos ni un
minuto a pensar cómo mantener los caudales de nuestras galerías y pozos o cómo
evitar la contaminación de nuestros acuíferos; nuestro alejamiento del medio
ambiente es total.
Hasta finales del
siglo XIX, Tenerife apenas contaba con manantiales, de los que manaban unos
Pasada la II Guerra Mundial, la disponibilidad de
agua se disparó. El alza de la demanda de productos agrícolas de exportación
(plátanos, tomates y papas) permitió la incorporación de nuevas tecnologías,
como herramientas mecánicas, raíles y cemento traídos desde las islas británicas.
La nueva cultura del regadío en Tenerife multiplicó
por diez el agua disponible. Con el avance técnico más importante en 500 años
de historia, se obtiene una producción de más de
En su momento álgido, llegamos a exportar más de 40.000 toneladas anuales de
papas a las islas británicas y más de 70.000 de tomates, con más de
*
DOCTOR
EN GEOGRAFÍA POR LA UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA
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