La obcecación y los golfos

 

 © Cándido Quintana

 

 Las declaraciones a un periódico local del exconsejero regional de empleo, Víctor Díaz, por la trama del ICFEM, me han dado un impulso para escribir este nuevo artículo de opinión, y es que todo es lo mismo en esta tierra que no termina de levantar cabeza. Vaya por delante mi opinión de que con una Justicia que emplea tantos años en la instrucción de una causa, 16 en este caso, jamás llegaremos a buen puerto, al contrario, esto se convertirá en un saco sin fondo que se llevará a la sociedad por delante y que agudizará las graves miserias ya existentes.

 

 Aunque los procesos acaben de forma justa, los males que acarrea su exasperante lentitud los convierte en injustos por irreparables o por fuera de plazo. Y es que dieciséis años es prácticamente un cuarto de la vida de una persona, y esto, se mire por donde se mire, no es admisible ni justo. ¿Por qué la Justicia está infradotada, a quienes les interesa que sea así? No hay que devanarse los sesos para llegar a una conclusión congruente, a los golfos. Pero, ¿quiénes son los golfos? Los mismos de siempre, los que las hacen, los que las propician o los que no actúan aún teniendo la obligación de hacerlo, por el motivo que sea, siempre en su beneficio personal y menoscabando el interés general.

 

 En este sentido, creo que el señor Víctor Díaz y los demás absueltos han sufrido daños irreparables, pero, aún así, el delito perseguido todavía no se ha esclarecido, ni se han recuperado todos los dineros miserablemente desaparecidos, que eran de todos y se suponían sagrados, y esto, don Víctor, es de largo bastante más importante y mucho más grave. Y es que estamos hablando de las arcas públicas. Está claro que existieron delitos detrás del ICFEM, y golfos y ladrones que se lucraron y se han escabullido, pero, ¿dónde están señor Díaz?

 

 Claro, el Pueblo ha elegido a unos representantes que remunera, a los que les ha encomendado una buena administración y un exquisito control de sus recursos. ¿Cómo los han administrado para que esta trama llegara a donde ha llegado, para que nuestros dineros hayan cogido los deleznables caminos que han cogido? ¿Don Víctor, cree usted que esto es admisible? ¿Quién responde de este miserable desvío de recursos públicos, quién los va a reponer? ¿Por qué siempre es el Pueblo el perjudicado?

 

 Por supuesto, existen responsabilidades políticas y algo más de un Gobierno que no controló debidamente los sagrados recursos públicos. Por ello, se espera que alguien de la cara, que alguien aporte lo que haga falta para que la justicia llegue a donde tiene que llegar, que desemboque en que no se pierda ni una sola peseta de las que se destinaron en su día a un encomiable fin, que terminó en un puro y duro fiasco.

 

 Muchos estaríamos encantados de leer una nueva entrevista a don Víctor Díaz, en la que fuera más explícito, en la que diera nombres de políticos que gestionaron y/o asignaron esos recursos y de los empresarios que se acogieron a las subvenciones. Porque se da por hecho que existen identificaciones completas de los mismos, DNI´s, NIF, direcciones, teléfonos, etc., que es lo menos que se le tiene que exigir a un receptor de fondos públicos, y pueden ser localizados, ¿o no?

 

 Una vez más, don Víctor, se echa en falta una valentía política que aquí huelga por su ausencia, y esto se repite una y otra vez con los tan nefastos resultados que conocemos, ¿qué hacer para revertir la situación? La trama del ICFEM es una más de las numerosas que pululan por ahí, y que sólo en Tenerife se traducen en una considerable cantidad de millones de euros, que serían bienvenidos a muchos fines sociales vitales, desatendidos o mal gestionados por falta de recursos públicos.

 

 Sabe usted, como sabemos todos, que algunas de esas tramas importantes se han ralentizado por colores políticos coincidentes o por pactos de gobierno, que han decidido salvar cabezas aun en la seguridad de culpabilidad, y no quiero dar nombres para no repetirme en todos mis artículos. En CC, PP y PSOE se hace imposible tirar de mantas, porque las suciedades tienen brazos tan largos que las sobrepasan e invaden las de otros, con los consiguientes silencios que sabemos. No nos queda otra que apostar por savia política nueva y limpia, para que no se repita aquello de que “Se obcecaron con nosotros y dejaron que los golfos se escaparan con el dinero[1].

 

[1] eldia.es/2014-10-13