Iván Suomi
Dice el filólogo Humberto Hernández, vicepresidente de la
Academia Canaria de la Lengua, que “en
Canarias todavía se cree que el seseo es una adulteración del español
correcto; que aún persiste la creencia de que el canario es una
suerte de perversión del castellano.
Uno perdió ya la
cuenta de los artículos, escritos, alocuciones y publicaciones de académicos y
expertos defendiendo la corrección, legitimidad y solera del canario, del español
de Canarias. Como quien oye llover.
La
presión ensordecedora de los medios de comunicación españoles, el a menudo
triste papel en la materia que desempeñan los medios canarios, y la manifiesta
falta de asertividad del mundo educativo, cuando no su colaboración activa en
el deterioro de la lengua, ahogan las voces autorizadas y propagan la
inseguridad en la expresión. Resultado: complejo de inferioridad. Digamos que
el papanatismo de unos cuantos también ayuda.
Otro filólogo,
Marcial Morera, va más lejos: es imposible que el canario sea una perversión
del castellano porque en Canarias ni hablamos “ni hemos hablado nunca
castellano”. Entra Morera así de lleno en la polémica español-castellano, y
lo hace desde una perspectiva canaria.
Son muchos los que
sostienen que la polémica está superada. Al decir de Manuel Seco, lo más
correcto es llamar al idioma “español”, y no “castellano”, que
atribuye errónea e injustificadamente el patrimonio lingüístico de todo el
mundo hispanohablante a Castilla (y otras regiones del norte ibérico, añado
yo). Pero se acepta el uso indistinto de ambos términos. ¿Por qué se acepta
si es inexacto? Pues principalmente por el uso profundamente arraigado del término
“castellano” en Cataluña, País Vasco y Galicia, según Manuel Seco para
evitar confusiones, ya que las lenguas vernáculas respectivas también son
lenguas españolas. Otra razón, esta de mi cosecha, es la aversión de muchos
catalanes, vascos y gallegos a llamar “español” al español por recelo
hacia lo que consideran españolismo homogeneizador. A uno personalmente le
parece que lo lógico sería emplear los términos de marras en sentido
contrario, pero así es la cosa por allá.
Total, que
contentas las galeuscas,
polémica resuelta. A nosotros los canarios, sin embargo, como es normal, no nos
resuelve nada la solución ibérica. La polémica no está en absoluto despejada
en lo que nos atañe. Para nosotros no es indistinto decir “castellano” o
“español”, puesto que castellano no hemos hablado nunca, ya lo dice Morera.
Nosotros hablamos canario, una modalidad del español, perfectamente equiparable
y en pie de igualdad además con el castellano, que también es una modalidad
del español. Decir que hablamos castellano es negar la vigencia y el
enriquecimiento que supone nuestra variedad para todo el idioma en su conjunto,
que no tiene el castellano, por cierto. Es negar la ingente aportación del
canario a la formación de las variedades americanas, mucho más cercanas a la
nuestra que el castellano y verdadero sostén de la pujanza del español en el
mundo.
Pero, claro, si lo que se propaga, y aquí contribuyen insospechadamente a la españolización los amigos galeuscas, es que lo que se habla en todos sitios es “castellano” (aunque no sea sino una modalidad como cualquier otra), enseguida surge la pregunta: ¿y nosotros por qué hablamos el castellano “así”, tan “distinto”, tan “de esta manera”? ¿Por qué seseamos, por qué aspiramos, por qué no decimos “vosotros vais”…? Pues muy sencillo: porque nosotros no hablamos castellano.