Un muchacho con alma guanche

 

Con apenas 14 años, Hugo González Felipe posee ya su propia cabaña de cabras, con las que se maneja como un profesional. Profundo amante de los animales, el reto de su familia es que no pierda el tren escolar.  

 

 

 

Su nombre no da pistas de lo que esconde detrás. Podría ser surfero, futbolista..., pero no lo que realmente es: cabrero. O, por extensión, todo un granjero.

 

Con apenas 14 años, Hugo González Felipe tiene ya legalmente constituida su propia cabaña de cabras. Nada más y nada menos que 18 ejemplares, con los que se maneja como un auténtico profesional. "Diez grandes, cuatro baifas grandes, tres pequeñas y una machorra", puntualiza.

 

Es decir, que mientras que otros chicos de su edad prefieren pasar su tiempo libre haciendo deporte o en el ordenador, Hugo lo hace atendiendo a su ganado.

 

De Pedro el Montañero, "el de La Punta", precisa, aprendió a ordeñar a mano con una facilidad que sorprendería a más de un cabrero profesional. Y con él también se instruyó en la elaboración del queso, que vende entre familiares y amigos para sacar unos ahorritos que le sirven para comprar la ración. "Si no tengo, me ayuda mi madre", reconoce.

 

El resto de la comida con la que mantiene a su ganado le llega por varias vías: un amigo le trae la hierba, otros le traen plátanos (Jose y Macu) y de la panadería trae los panes sobrantes. O sea, que está bien surtido, tanto en cantidad como en apoyos. Que también los tiene a la hora de afrontar el trabajo diario, pues tanto Juan Daniel (un amigo) como su "pinche" Eladi le echan una mano cuando él no puede.

 

Su historia es, de momento, el final de un proceso que comenzó hace cinco años con dos cabritas enanas. Apoyado por su madre, Sonia, y su abuela Eladi tras un desgraciado acontecimiento familiar, Hugo fortaleció su relación con los animales, heredada de su abuelo materno, Tito el Mecánico, hasta convertirse en casi su obsesión.

 

Tanto que, ahora, el reto de la familia es que no pierda el tren escolar. Repetidor de primero de la ESO, Hugo afronta también con ciertas dudas el actual, segundo de la ESO, que cursa en el Instituto de Tejina. "No puede dejar de estudiar", tercia su abuela, preocupada por que la pasión del joven por los animales le lleve a dejar la escuela. Una intranquilidad que también corrobora su madre.

 

Él, no obstante, rechaza esta posibilidad. Es más, sin tener muy claro qué es lo que debe estudiar, no titubea a la hora de afirmar qué es lo le gustaría ser de mayor. Obviamente, tiene que ver con los animales: "El que inspecciona las explotaciones ganaderas", dice. "Veterinario", matiza su abuela.

 

O sea, que nada de fútbol ni otros deportes, en los que sí parece que se desenvuelve muy bien su hermano Diego. "Este es como Messi", dice Eladi. "Hugo es un poco vago", añade otro amigo que fue su entrenador.

 

Pero no son las cabras los únicos bichos a los que Hugo dedica su tiempo libre. En la huerta de la casa en la que vive con su madre, su abuela y su hermano, en el barranco El Espinal, en Tejina, hay bastantes especies más. Conejos, gallinas, palomas y buchones, dos perros... Un pequeño zoológico. "También tenía hurones", recuerda.

 

Por cierto, un lugar alejado de la efervescencia de la ciudad que Hugo quiere seguir mejorando para que sus cabritas estén en óptimas condiciones. "La lluvia no nos ha dejado ponerle unas cuantas planchas más al corral", lamenta el joven, a quien le gustaría poder tener una instalación más completa en la que pudiera elaborar queso para vender.

 

Pero eso son ya otros proyectos. De momento, deberá cuidar lo que tiene y no descuidar los libros.

 

 

Fuente: eldia.es/lalaguna/2015-02-22/pequeno-alma-granjero

O. González