Pertenecemos geográficamente a un
continente del que no sabemos absolutamente nada. Muchos estudiantes canarios
terminan la educación obligatoria sin saber cuántos kilómetros hay entre las
costas de Lanzarote y Fuerteventura y África, y sin ser capaces de colocar los
nombres de más de cinco países en un mapa en blanco. El azar histórico hizo que
cultural y políticamente fuéramos europeos, pero fue nuestra propia ignorancia
la que nos llevó a alinearnos con los que creímos que eran los ganadores de la
historia. Quizás ahora que tanto se habla de las prospecciones petrolíferas
hayamos aprendido algunos datos más: qué espacio nos separa, cómo son las
mareas, qué recursos tiene Marruecos o qué es eso de la mediana. Algo parecido
nos ocurrió cuando llegaron miles y miles de personas a bordo de barcazas
endebles: de repente nos dimos cuenta de que la miseria y la desgracia siempre
habían estado en el cuarto de al lado. ¿Cambiará el ébola
nuestra mirada hacia África?
El ébola se
descubrió en 1976, pero hasta hace unas semanas no había conseguido traspasar
la amurallada Europa. Seguramente la explicación de que no exista vacuna aún es
que las farmacéuticas no se han preocupado en investigar un antídoto tan poco
rentable. Su aterrizaje en el primer mundo ha hecho que la solución esté mucho
más cerca, pero aún queda mucho por hacer. Estos días se ha hablado de la
posibilidad de que Canarias se convierta en puente
aéreo entre Sierra Leona, Guinea y Liberia y Occidente para el tránsito de
personal humanitario y de recursos. El Gobierno español no sabe si autorizar el
uso porque eso supondría “asumir más riesgos”.
Es curioso que esta incertidumbre se
produzca casi al mismo tiempo que el ministro de Industria, José Manuel Soria,
y otros diplomáticos, hacen campaña para que España obtenga uno de los sillones
rotatorios del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Hace unas semanas, el
político canario pidió a varios países africanos su voto para nuestro país y
aseguró que España creía profundamente en el continente. Quién sabe de qué lado
se decantará la balanza, si España podrá formar parte del poco democrático club
de los 15 (cinco países son miembros permanentes y diez alternos). De lo que no
hay duda es de que un país nunca tendrá vocación y
protagonismo global si cree que puede reducir sus relaciones a la diplomacia
económica. Este era nuestro momento de ser líderes en solidaridad. Todavía
estamos a tiempo.
Fuente: diariodeavisos.com/2014/10/15