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Jorge Dorta Ancor
El
escritor canario Victor Ramirez me dijo en una ocasión que en Canarias no hay
revolucionarios sino mimosos. El mimoso se encuentra incomodo y quiere acabar
con su propia incomodidad, o mejor dicho, quiere que otros -el estado, el pueblo
o lo que sea- acaben con su propia incomodidad. Por eso anda buscando que un líder,
un salvador, la ONU, Papa Noel o Podemos venga y le regale la libertad.
El
revolucionario, en cambio, quiere cambiar las cosas para si y para los demás.
Esa es la primera diferencia, el revolucionario actúa, el mimoso por el
contrario protesta para que otros le cambien sus circunstancias. El primero
asume su propia responsabilidad, el segundo la delega y con ello alimenta al
status quo. En realidad el mimoso tiene la misma concepción del poder que el
opresor, monolítico, de arriba hacia abajo. El revolucionario verdadero, en
cambio, entiende que la naturaleza del poder es muy diferente. Todo poder se
basa en el consentimiento del gobernado. Todo poder es consentido y las élites
lo saben. Por eso el verdadero cambio solo puede surgir de abajo hacia arriba.
Dijo
Pepe Mujica, el peculiar presidente de Uruguay, en una entrevista a la Sexta,
que la enfermedad de la izquierda es el infantilismo, es decir, el confundir lo
que es con lo que nos gustaría que fuera. Pero olvida el mimoso, que solo desde
la realidad se puede cambiar la realidad, tal y como dijera un hombre de
izquierdas, Paolo Freire en su libro "Pedagogía del Oprimido".
Pero
el infantilismo y la mimosería niegan esa realidad porque no le gusta y porque
encuentra consuelo en el mito, en las soluciones "mágicas"..., el
pueblo se levantará de forma espontánea confundiendo lo que es con lo que nos
gustaría que fuera. La mitificación de la realidad es emocionalmente
satisfactoria. Nos permite evadirnos. No permite culpar a alguien exterior de
nuestra propia incomodidad. Nos permite seguir siendo "mimosos" y eso
tiene mucho que ver con el funcionamiento de parte de nuestro cerebro. La parte
emocional de nuestro cerebro es binaria, actúa de forma me gusta/no me gusta
tendiendo a centrarse en lo que le gusta e ignorar lo que no le gusta como hacen
los niños pequeños.
Siempre
se ha dicho que la libertad tiene un precio, y eso a nuestra parte emocional no
le gusta. La anhela pero quiere que se la regalen, o mejor dicho identifica su
incomodidad con su falta de libertad y lo que realmente quiere no es la libertad
sino dejar de estar "incomodo".
El
problema es que la verdadera libertad ni se otorga ni se regala, tan solo puede
conquistarse..., y se conquista dentro de nosotros mismos. La consecución de la
libertad reside en escoger el camino incomodo que nos aleja de nuestra zona de
confort y estar dispuesto a pagar el precio. Uno de los grandes pensadores sobre
cambio social, el estadounidense Gene Sharp, lo dice claramente en su libro
"Autoliberación"..., lo primero que tiene que decidir un pueblo es si
quiere tan solo protestar o si realmente quiere cambiar las cosas. Si tan solo
tiene un sueño de liberación o si tiene también la voluntad y la
determinación para convertir ese sueño en realidad.
El
pueblo se levantará de forma espontánea para conseguir la libertad. piensa el
mimoso, porque no quiere asumir el trabajo de preparar las condiciones para que
ese levantamiento, que ni es espontáneo ni asegura la libertad a menos que
exista una estrategia y unas capacidades, se produzca. El reverendo Andrew
Jackson, organizador de los boicots a los comedores de Nashville en 1960, una de
las campañas más importantes dentro del movimiento pro derechos civiles de
Martin Luther King en USA,... dijo; No podemos hacer una manifestación con 25
personas que hacen lo que les da la gana. Deben tener una disciplina en común.
Esa es la palabra clave. Para mí la dificultad con las personas y los esfuerzos
no violentos radica en que no reconocen la necesidad de una fuerte disciplina y
un entrenamiento feroz. Así como la importancia del diseño de estrategias,
planificación, reclutamiento y de todo lo que hay que hacer para organizar un
movimiento. Todo eso no puede surgir espontáneamente debe hacerse sistemáticamente.
Y
eso es lo que no le gusta al mimoso porque requiere esfuerzo y compromiso.... y
porque le da miedo. Pero es que a mimosería del canario va un paso más
lejos, no solo delega su responsabilidad sino que trata de impedir que otros
ejerzan la suya, comportándose como los cangrejos dentro de un cubo que no hace
falta taparlo porque se boicotean unos a otros.
La
falta de madurez es total. La incapacidad para el dialogo, la incapacidad para
la resolución de conflictos, la incapacidad para la superación de las
diferencias hacen que el primer puto en el orden del día del mimoso sea la
escisión. Así nos va, pero es simple y llanamente falta de madurez democrática
y una concepción monolítica, autocrática y dogmática del poder. Si no se
pone la coma donde yo digo me escindo.
En
realidad son sus miedos y barreras emocionales y en el centro de sus miedos está
el confundir poder con dominio, por tanto hace un proyección en los demás que
es precisamente el reflejo de lo que el lleva dentro. Todo esto es fruto de toda
la basura que le han metido en el subconsciente, en su parte emocional, en su
parte infantil, pero también en su parte consciente mediante el ego que lo
mantiene en la necesidad de "tener razón".
Ya
hemos dicho que nuestra parte emocional actúa de forma binaria con una cierta
tendencia a centrase en lo que le gusta y a ignorar lo que no le gusta...,
justamente la definición de infantilismo que denunciaba Pepe Mújica..., y es
ahí donde se encuentra la mimosería. Pero nuestra parte consciente también
está condicionada por toda una serie de ideas falsas, tópicos, prejuicios,
medias verdades, mentiras, falacias y teorías obsoletas. Por ejemplo con
respecto a que Canarias no se puede desarrollar porque son islas, que dependemos
de la caridad del resto del Estado o
que somos ultraperiféricos en el centro del mundo globalizado y mil y una
mentiras.
Pero
reconocer que se ha estado equivocado, emocional o intelectualmente, no es fácil
para la mayoría ya que choca con el propio ego, nuestro falso yo, y claro, en
una sociedad con la autoestima por los suelos -como ya comentara Manuel Alemán
en su obra Psicología del hombre canario- el falso ego es el último refugio de
la autoestima.
Decir
que la culpa es de los demás, del colonialismo, de los españoles, etc... (que
sin duda también han hecho su parte) es muy fácil. Por el contrario, decir que
parte de la responsabilidad es también nuestra es mucho más complicado y,
evidentemente, mucho menos "popular". Es la parte que nuestro ego y
nuestra parte emocional no quiere reconocer, y por ello seguimos replicando las
mismas actitudes subconscientes y contraproducentes que llevan a la autoderrota.
Nos quejamos de que las elites no quieren cambiar las cosas, pero fallamos en
darnos cuenta que nosotros en realidad tampoco, de lo contrario actuaríamos de
otra manera.
Avanzaremos
cuando dejamos de ser mimosos y nos convirtamos en revolucionarios, cuando
seamos capaces del diálogo sincero, cuando recuperemos nuestra autoestima
conociendo nuestra esencia..., y cuando empecemos a preguntarnos que tipo de
sociedad queremos construir y que tipo de sociedad queremos dejar a nuestros
hijos…, o, en palabras de Gene Sharp, cuando tengamos la voluntad y la
determinación para convertir ese sueño en realidad.