Los maestros de la tierra
Wladimiro Rodríguez Brito *
[…El
CEO Manuel de Falla está marcando una nueva senda como referencia. Nuestro
burocratizado sistema educativo puede y debe adaptarse a su entorno geográfico
y social. Los profesores han tenido la iniciativa de acercarse a la realidad de
su entorno y no solo cumplir con sus itinerarios y programas…]
El
pasado viernes 5 de junio, celebramos el Día de Canarias en el colegio Manuel
de Falla, en Barroso (La Orotava). Fue un encuentro rico, cargado de vivencias,
en un centro singular, ya solo por su aula etnográfica de gran recorrido.
Allí
los profesores armonizan las clases con sus conocimientos del territorio, del
medio geográfico. Se relacionan niños, padres y abuelos con los docentes,
rescatando la sabiduría tradicional; son maestros que hacen surcos, siembran y
sachan papas.
Ese día, doña Lala de Pinolere preparó un riquísimo potaje de jaramagos, recuerdo de la cocina tradicional en los años de penuria. Algo tan arraigado en la historia de Canarias como aprovechar los escasos recursos disponibles se ha convertido en un plato de gastronomía "gourmet"[1]. Completaron la comida la carne de cabra con papas arrugadas y otras hortalizas del huerto escolar. Gracias a Miguel, monitor voluntario del huerto, los niños practican otra manera de acercar la escuela a la sociedad. El trabajo en la tierra y el compromiso con nuestra cultura e historia nos acercan a una sociedad más sostenible, frente a la tendencia de los últimos años de una alimentación industrial, rápida y despersonalizada de bollería, bocadillos o comida pedida por WhatsApp.
El CEO Manuel de Falla está marcando una nueva senda como
referencia. Nuestro burocratizado sistema educativo puede y debe adaptarse a su
entorno geográfico y social. Los profesores han tenido la iniciativa de
acercarse a la realidad de su entorno y no solo cumplir con sus itinerarios y
programas.
Nuestra sociedad también tiene que estar integrada en la educación: allí
los maestros del campo han colaborado con la comunidad docente, consiguiendo
entre todos ellos un centro pionero en el que la teoría se acerca a la vida
diaria. Es justo agradecer a estos profesores que, comprometidos, se hayan
olvidado de su reloj. Con su esfuerzo han creado una relación que se extiende más
allá de las paredes del centro y en el tiempo con los alumnos que han
abandonado sus aulas. Es una comunidad educativa viva y de gran arraigo.
El
aula etnográfica y el huerto escolar son ejemplos a imitar. Demuestran que el
sistema educativo puede asociar el surco y el sacho con la tiza y el ordenador;
la cultura del ayer con nuestro presente y futuro. Debe ser una referencia de
otra manera de hacer las cosas, de compromiso con lo pequeño y lo local. Son
una lección de cómo formar personas más solidarias y comprometidas con su
entorno. Los huertos escolares incorporan la sabiduría tradicional de los
maestros de la tierra. Requieren un esfuerzo tanto por los docentes como por las
familias de los alumnos, pero pueden fomentar el progreso y el compromiso
social.
Sea
este reconocimiento para muchos profesores del Manuel de Falla, algunos con más
de 20 años de antigüedad, que han sabido incorporar el colegio a su entorno.
Han hecho propia gran parte de la sabiduría local, que si no se habría
perdido. Sean estos surcos líneas de homenaje para Pablo Reyes y un amplio
grupo de maestros.
*
DOCTOR
EN GEOGRAFÍA POR LA UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA
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