Leyes ambientales y la crisis

 

«» Wladimiro Rodríguez Brito *

 

 Legislación ambiental

 

  En estos días ha surgido una polémica sobre la Comisión de Urbanismo y Medio Ambiente de Canarias (CUMAC), sobre su eficiencia y utilidad. El peso de las leyes que cargamos sobre el campo canario es difícil de mantener, sobre todo si tenemos en cuenta que cinco administraciones tienen competencias en la gestión del territorio.

 

Esta situación se vio agravada desde el momento en el que declaramos la mitad de nuestro territorio protegido. La evolución de la situación social y ambiental en las islas nos obligan a modificar nuestro marco legal; la legislación tiene que estar adaptada a los nuevos tiempos que nos toca vivir en estas islas. Gran parte de las retículas establecidas sobre nuestro territorio deben tener en cuenta los usos tradicionales y no las manchas de tinta que en los últimos años hemos puesto ignorando la realidad histórica del campo.

 

Hemos declarado protegidos amplios espacios de tabaibas, aulagas, etcétera, pero sin embargo hemos
ignorado nuestras higueras, almendros y otros frutales tradicionales. Hemos llegado a declarar las
tuneras plantas invasoras, y en algunos casos hemos derrochado dinero público en eliminarlas, junto
con los castaños, olvidándonos del papel que estos frutales han desempeñado en la alimentación tradicional de este pueblo.

 

La CUMAC es un filtro lento y pesado que hace aún más problemática la gestión de nuestro territorio. Esta comisión interviene incluso para autorizar repoblaciones forestales en las cumbres, haciendo uso de los estudios detallados de impacto, que en algunos casos requieren varios años. La lucha por una sociedad más solidaria, ambiental y socialmente, pasa en gran medida por la optimización del uso de los recursos de nuestro territorio.  Sociedad y medio ambiente han de confluir de forma ordenada; las leyes ambientales no pueden dejar huérfanos a los usos tradicionales de nuestro mundo rural. La conservación ambiental también tiene que ver con la situación social de los habitantes del territorio.

 

Aquí y ahora tenemos que mirar nuestro mundo rural como una salida viable para generar trabajo y
alimento. Han de coexistir los valores ambientales con los usos tradicionales de manera ordenada y
justa. Siguiendo lo que nos dice nuestro querido profesor Leoncio Afonso (nacido en Breña Alta en 1916): "Las crisis son periodos ideales para que unos pocos hagan fortuna, y en consecuencia, unos muchos lo pasen mal". Estamos en la obligación de buscar alternativas viables en esta tierra; es imprescindible una gestión del territorio más sencilla, clara y justa, que ahora aleja la población rural del suelo que pisa.

 

El actual marco legal y el modelo económico imperante han potenciado que hoy tengamos el mayor tabaibal de los últimos quinientos años.

 

A la vez, importamos gran parte de los alimentos que podríamos producir aquí. Vertimos al mar en Canarias más de doscientos hectómetros de aguas residuales que estamos obligados a depurar y que podríamos reutilizar en regar cultivos como frutales, forraje, etcétera. Un olivo o una higuera sobreviven en las zonas más áridas con menos de un metro cúbico al año.  

 

Las leyes ambientales ponen numerosas barreras al cambio de uso del antaño suelo rústico. La CUMAC y otros organismos desarrollados por la legislación, han de bajar al surco, para proteger lo que valga la pena proteger, permitiendo algunos usos tradicionales en donde sea posible.

 

 

* DOCTOR EN GEOGRAFÍA POR LA UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA

 

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