La Palma y los jóvenes

 

Wladimiro Rodríguez Brito *

 

 

Es tremendamente preocupante el número de jóvenes parados en la isla de La Palma. Cuesta creer que no haya alternativas en esa isla, cuando se dispone del mayor caudal de agua dulce de su historia. Nunca ha sido tan grande la superficie de tierras balutas, antaño labradas y ahora ocupadas por matorrales. Cada verano aumentan los fuegos en las medianías: las tierras abandonadas son el alimento ideal para que incendios que antes eran forestales ahora bajen del monte y rodeen los caseríos rurales.

 

Algo más del 36% de los jóvenes entre 16 y 30 años están en paro. La Palma no solo cuenta con agua disponible y tierras cultivables, sino que sus productos agrícolas tienen salida en el mercado nacional y en la exportación, Cultivos como los plátanos o los aguacates son viables económicamente; no se entienden las numerosas parcelas abandonadas que cuentan con todas las infraestructuras necesarias, como pistas, vallados e incluso instalaciones de riego.

 

El cultivo del aguacate se puede adaptar a zonas más amplias que la platanera, al ser más tolerante al frío y menos exigente en agua. La demanda es continua en los mercados: los cultivos en las zonas altas, hasta 600 metros de altitud, con cosechas de verano, y en las costas, por debajo de los 200 metros, con cosechas en invierno.

 

En el campo palmero hay tímidos avances de jóvenes productores en la agricultura ecológica. La producción ecológica es un ejemplo de otra manera de hacer las cosas, a pesar de las limitaciones por escasa demanda de productos ecológicos a precios rentables. La Palma representa más del 30% de los cultivos ecológicos de Canarias, con algo más de 300 hectáreas, donde los principales son los plátanos, los aguacates y la vid, junto a la horticultura.

 

Nuestra agricultura debe ser sostenible económica y ambientalmente. Tenemos que manejar la naturaleza como elemento clave, haciéndonos menos dependientes del exterior y obteniendo a la vez alimentos más sanos. La agricultura tiene que incorporar a los suelos nutrientes locales, participando en la limpieza de las zonas forestales, pero también con la materia orgánica de la ganadería de la isla, que no sea un residuo sino un recurso. La ampliación de la cabaña ganadera es fundamental para la agricultura ecológica y tradicional. Nuestro campo puede ser un complemento para el turismo, en una isla más equilibrada y con la población mejor distribuida por el territorio.

 

Ahora tenemos un campo sin campesinos, más por razones culturales que económicas. Necesitamos leyes que combatan el minifundio y que penalicen las fincas abandonadas, favoreciendo la incorporación de jóvenes con una ley de arrendamiento agrario.

 

La situación económica y social, local e internacional, nos obliga a optimizar nuestros recursos materiales y humanos. La crisis palmera es de valores y de compromiso; el actual modelo es inviable en lo social y ambiental. La crisis en La Palma es cultural.

 

* DOCTOR EN GEOGRAFÍA POR LA UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA

 

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