Garafía no tiene quien le escriba
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Wladimiro Rodríguez Brito *
[…Garafía
se merece un futuro mejor; hemos de crear condiciones sociales y económicas
para incorporar campesinos que aprovechen el suelo, el agua y las mejores
infraestructuras y calidad de vida de su historia…
Necesitamos
leyes que cuenten con los habitantes locales, no que los marginen en nombre de
la naturaleza...]
Es
duro analizar la piel del municipio palmero más extenso y a la vez menos cultivado.
Mientras Canarias sufre la crisis, es difícil hablar de un territorio ínfrautilizado,
con menos población que en 1842 y con un tercio del número de habitantes de
1950. Antes hablar de Garafía era hablar de los terrenos cultivados bajo el régimen
de quintos, de una Garafía sin carreteras, sin electricidad y sin apenas agua,
pero que, sin embargo, en 1972 hacía surcos sobre 1.300 hectáreas. Los surcos,
como diría a Álvaro Cunqueiro, son la escritura de los campesinos sobre la
tierra.
Ahora
en Garafía quedan escasos espacios cultivados, sobre todo entre el barranco de
Briestas e Izcagua, con un paisaje bordado por viñas y bancales, creando uno de
los más bellos paisajes palmeros. La Garafía del cereal, las legumbres y los
tagasastes ha desaparecido casi en su totalidad, cuando en la posguerra aportaba
alimentos a toda Canarias: papas, queso, cereal o madera y carbón, con líneas
de cabotaje que partían desde sus costas hasta Las Palmas de Gran Canaria y
otros puertos de las Islas.
Garafía
se merece un futuro mejor; hemos de crear condiciones sociales y económicas
para incorporar campesinos que aprovechen el suelo, el agua y las mejores
infraestructuras y calidad de vida de su historia. Necesitamos promover los usos
agrícolas tradicionales, no simplemente penalizar y sancionar las actividades
normales en suelo rústico. Nuestros agricultores necesitan que se defienda unos
precios mínimos para las producciones locales, creando y potenciando a la vez
empresas y empleo.
La
histórica lucha de los campesinos por hacerse con la propiedad de la tierra no
se resolvió con la entrega de las tierras de quintos. Se entregaron 2.000 hectáreas
a los campesinos, cuando ya una gran parte de la población había emigrado y en
muchos casos los terrenos continuaron en el abandono. Las tierras antaño
cultivadas tienen que volver a labrarse, aunque sea para tagasastes y frutales.
Hemos de gestionar el medio ambiente contando con campesinos que cuiden y
mantengan caminos y paredes, que limpien de combustible y prevengan los
incendios.
En
esta etapa de cambio, en Garafía se puede sembrar ilusión y compromiso.
Necesitamos leyes que cuenten con los habitantes locales, no que los marginen en
nombre de la naturaleza. Las administraciones tienen que garantizar a los Garafíanos
que las producciones agrícola y ganadera les permitan mantener sus ingresos y
niveles de vida. El campo tiene quien le escriba: hay personas comprometidas
para levantar paredes, segar y labrar, hacer surcos y cuidar del ganado. Las
leyes de Canarias para "proteger" el campo y la naturaleza han
separado a la población de su entorno, generando un campo sin campesinos.
Necesitamos por nuestro bien y el de Canarias que en Garafía y otros puntos los
campesinos escriban sobre la tierra, la marquen y la señalen.
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artículos de Wladimiro Rodríguez Brito publicados en El Canario
wladimirorodiguezbrito.blogspot.com.es