El envite catalán

Rafael Álvarez Gil *

 

El pulso catalán sigue su andadura. La teoría del choque de trenes adquiere cada vez más fuerza. Otra cosa es saber cuándo esos trenes (el soberanismo catalán y el inmovilismo de Mariano Rajoy) se tropiecen en el camino. Si la próxima semana, dentro de un mes o el siguiente año. Pero en función de cómo proceda Rajoy de aquí al 20D, su electorado natural le premiará a él o a Ciudadanos por aquello de su frescura. Así de claro. Cuatro años de recortes y austeridad y, de repente, aparece la cuestión catalana capaz de arrinconar al olvido toda la legislatura y envalentonar las pasiones propias de las banderas.

 

¿Se aplicará llegado el momento el artículo 155 de la Constitución? Ese instante inexplorado por el cual el Gobierno central puede suspender la autonomía parcial o totalmente. En verdad, no se sabe muy bien lo que supone dicho precepto en cuanto que nunca se ha dado el caso. Es como activar, salvando las debidas distancias, la bomba atómica en medio de la Guerra Fría. Un instrumento que atemoriza a tu adversario (Artur Mas) pero al mismo tiempo no quieres emplear porque no sabes qué consecuencias tendrá. Es un laberinto en el que nunca nadie en su sano juicio se ha metido. Aunque puede suceder que ya no quede otra que esgrimirlo.

Por otro lado, cabe imaginar cómo haría Moncloa si su inquilino actual fuese José María Aznar en vez de Rajoy. Seguro que ya hubiese hecho algo mucho antes. Otra cosa es si hubiera servido para arreglarlo o, por el contrario, para empeorarlo. Pero la derecha ideológica (política y mediática) no entiende que Rajoy se mantenga impasible, presto a las musas que habitan en el sueño de los justos. Puede ocurrir al paso que vamos, que la campaña electoral de las generales se convierta en un monotema sobre Cataluña. Y no solo porque le interese a Mas, que también, sino al propio Rajoy. ¿O acaso cómo contrarrestará el empuje de Ciudadanos? ¿O qué hará para que la opinión pública no refresque su memoria con aquellos lindos sms de fortaleza y ánimo del espíritu nacional que se intercambiaba con el extesorero del PP? Así pues, qué mejor que un monotema pasional (la unidad de España) para olvidar las desventuras del pasado más reciente. Y es que el olvido, el colectivo en democracia, también tiene un coste político. Por eso es mejor tomar nota y, en el momento procesal oportuno, la cita con las urnas, ir con el voto para hacer pagar a cada uno sus responsabilidades. Al menos, te deja la conciencia tranquila.

* Fuente: canarias7.es