El camión de la basura

 

«» Paco Déniz

 

 

El uso postmoderno del parque móvil municipal no para de darnos sorpresas e ideas de cuántas cosas pueden depositarse en el volteo de una camioneta. Al ver las imágenes de esa gente ninguneada y humillada, tratadas como cosas, mercancías, despojos y otras barbaridades y excesos del capitalismo desregulado y ramplón, comienza la gente a imaginar la de cosas que hay pa’ llenar un camión. Y piensa uno si no pudieron ponerle, aunque sea, una sombrilla de las cientos de miles que se alquilan en Maspalomas, o una mísera hamaca, aunque estuviera asoleada. Nada, allí los botaron al solajero durante seis horas para, después de quemarle su chalana cual excalibur cualquiera, subirlos al camión de la basura y llevárselos a otro antro.

 

Entonces se quiebra la frontera imaginativa, y echa a andar y te vienen a la memoria recuerdos entrañables para un niño que veía a su familia y vecindad transportada en camiones hacia los tomateros, al almacén del empaquetado, devolviéndolos a la caída del sol a sus hogares para quitarse toda aquella ropa de camuflaje, a comerse un potaje con queso y aceitunas de Tirajana. Como recuerdo no está nada mal. Como los días duros del Polisario, con la gente transportada hacia sus jaimas, y en Cuba con la misma pose de pie y agarrados a las verguillas que simulan un techo de lado a lado. Igual que ir en el volteo de un camión, del Land Rover o camioneta descubierta puede ser una experiencia fantástica si eres un chiquillo y tus padres y abuelos te llevan de aventura a trabajar al campo, pero si eres un paria ya nada es entrañable, ni aunque los sillones fueran de terciopelo azul. Todo es humillante.

 

Por eso, y para contener las ansias de venganza del vulgo, podrían utilizarse estos vehículos descubiertos del parque móvil municipal para pasear a otras personas que se han hecho famosas últimamente. Porque claro, teniendo en cuenta que a la gente le sobra imaginación, -¡Será por imaginación!- como sigan dando pistas de los posibles usos que podrían tener algunas maquinarias, no sé a dónde vamos a llegar. Por ocurrírseme, se me viene al pensamiento utilizar una camioneta para llenarla de políticos y empresarios corruptos en un largo paseo por los mundos del paro y la exclusión, con un sociólogo de guía que les indicara todo lo que se podría haber hecho con el dinero que han robado. El trayecto arrancaría de la prisión de Tahíche, haría escala en Soto del Real, pasaría por Tenerife II y, pa’ joderlos, terminaría en el Salto del Negro. Eso sí, no se les infligiría malos tratos, sólo les obligaríamos a cantar aquella canción en un sencillo do-sol menor que tanto le gustaba a mi padre pa’ descanse y que dice así: ¡Quita de en medio que va a pasar, la camioneta de mi papá!

 

Artículos de Francisco A. Déniz Ramírez publicados en El Canario