DOMINGO
RIVERO, POETA
Félix Martín Arencibia
Amigos-as
lectores quería contarles algo de nuestro ilustre poeta canario Domingo Rivero
González. Lo que tratamos con ello es que poco a poco cada vez seamos más los
que conozcamos nuestra literatura y nuestros escritores. Ésos que han parido su
obra en estos volcanes perdidos en el Atlántico que son nuestras Islas
Canarias. Creo, amigos, que debemos conocer nuestra cultura popular, nuestra
literatura, historia, pintura, escultura… Todo ello nos hará poco a poco a
crecer como pueblo que pueda aportar su singularidad e identidad a la cultura
universal.
Nuestro
poeta, Domingo Rivero, nació el 23 de marzo de 1852 en la bella ciudad de
Arucas. Urbe hermosamente tallada con la piedra de su cantera. Población
rodeada en su momento de paisajes que desde el mirador de su volcán se
contemplaban. Así admirábamos las mariposas verdes de sus plataneras. Además
se enorgullece de su inhiesta y elegante iglesia neogótica esculpida en piedra
y queriendo alcanzar el firmamento. El Atlántico, por el norte, da un baño
refrescante a sus pies de lava.
La
madre de nuestro Domingo Rivero era natural de Arucas y su padre de Sta. María
de Guía, población ésta a la que se trasladan hacia el año 1864. Luego se
instala en Las Palmas y estudia en el colegio de San Agustín. Allí se educaron
también nuestro escritor universal Benito Pérez Galdós, Tomas Morales y otros
canarios insignes.
Amigos,
una vez acabado el bachillerato, nuestro poeta canario aruquense viaja a Europa.
Era una costumbre que realizaban algunos de los hijos de las familias más
acomodadas. Tras una breve estancia en la ciudad del Sena y la Torre Eiffel,
sigue hacia Londres. Allí conoce a los clásicos británicos. Dedica parte de
su tiempo a traducir a Shakespeare, Byron, Thomas Hardy y Rupert Brooke. En
Sevilla inicia los estudios de derecho y los termina en Madrid.
Una
vez que nuestro poeta acabó sus estudios de derecho regresa a nuestras islas en
1881. En cuanto a su vida profesional fue relator
de la Audiencia de Las Palmas. Más tarde desempeñará el cargo de
Secretario de la misma. Dichas ocupaciones le
permitieron de alguna manera la debida estabilidad y tranquilidad para ir
creando su obra. Sus publicaciones se redujeron más bien a la prensa diaria de
la capital grancanaria, en las revistas El Apóstol y Florilegio, Castalia en
Tenerife, Canarias en la Habana, y la Pluma y el Alfar, en Madrid. No se atrevió
a publicar sus poemas o quizás, como dice en uno de sus poemas,
no tenía esa ambición. Cuando
se encontraba realizando dicha labor antológica, en 1927 murió uno de sus
hijos y dejó al padre con pocos ánimos para dicha empresa. Domingo Rivero se
relacionó y dio a conocer su obra entre los poetas más jóvenes que
desarrollaron el Modernismo literario como fueron: Doreste Silva, Tomás
Morales, Alonso Quesada, Fernando González y los hermanos Julián y Saulo Torón,
entre otros.
Al
poeta teldense, Fernando González, ha de agradecer Rivero el que diera a
conocer en la prensa de Madrid su poema “El humilde sendero”:
Nunca aspiré a la gloria, ni me atrajo /de la fama el estruendo, / ni
soñé que mi nombre / pueda en su libro recoger el tiempo. / De esa ambición
mi corazón no sabe...
Se muestra nuestro poeta canario con una forma de ser en esencia un
tanto humilde y poco dado a los laureles, casi lo contrario a la trampa en que
son atrapados otros escritores por sus excesivas pretensiones de fama.
Otra vez, el poeta Fernando González, y siendo director de La Pluma
madrileña, Manuel Azaña, futuro y célebre político de la II República Española,
consiguió que se le publicase a nuestro poeta su poema, sin duda más célebre,
“Yo, a mi cuerpo”.
¿Por qué no te he de amar, cuerpo en que vivo? / ¿Por qué con
humildad no he de quererte, / si en ti fui niño y joven y en ti arribo / viejo,
a las tristes playas de la muerte? …
En
este poema Domingo Rivero puso algo de su alma, su experiencia y las palabras un
tanto precisas para que salieran estos conocidos versos, redondos y profundos.
Domingo
Rivero falleció en el año 1929. Los poetas jóvenes siguieron admirando su
literatura. Posteriormente, al final de los años treinta, “Valbuena Prat lo
considera el maestro de las generaciones canarias modernas”. Luego con la
guerra y parte de la postguerra se le deja
un tanto en el olvido. A partir de los cincuenta algunos escritores y críticos
literarios vuelven a interesarse por su poesía
Si
queremos conocer algo más su obra, amigos, podemos leer la edición crítica
de la poesía completa del poeta de Arucas. Ha sido elaborada por Eugenio
Padorno y publicada en 1994, bajo el título de “Domingo Rivero. Poesía
completa”. Luego realizó otra posterior, del mismo autor, “En el dolor
humano”. Ése ha sido el gran éxito póstumo de nuestro poeta canario, el
poder llegar con su poesía a los lectores actuales, a pesar de las dificultades
surgidas en el pasado. También hemos de agradecer a José Rivero, Pepe Rivero,
como le conocemos, pues ha sido un gran amante de la obra de su pariente.
Gracias a él y a otros entusiastas de la literatura se ha hecho realidad el
Museo Poeta Domingo Rivero donde se expone y difunde su poética. Este centro,
además se ha convertido en un foco cultural, donde muchos escritores y artistas
plásticos del momento exponen y presentan sus obras. Bueno, amigos, les dejo
con estos versos del poeta. Su título, Piedra canaria, quizás tenga alguna
reminiscencia con la cantera de su Arucas:
Oscura piedra; fibra
duradera
de robustas entrañas.
Piedra que tienes la tristeza austera
de las patrias montañas
Con
la firma de: Félix
Martín Arencibia
Blog
de Félix Martín Arencibia