Francisco
Javier León Álvarez
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Todo
imperio tiene sus fisuras y quien está al frente sabe que su autoridad se verá
menoscaba tarde o temprano dentro de un ejercicio de progresiva erosión del
poder y de nuevos vientos de cambio. La Eurozona es en realidad uno cuyos
miembros han sucumbido al embrujo de la denominada troika financiera, integrada
por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario
Internacional, la cual entiende los países que la integran como si fuesen
colonias, estableciéndose una relación de intercambio y explotación que
beneficia siempre a aquella. Este poder está garantizado por la toma de
decisiones unilaterales de los distintos Gobiernos afectos a su política con el
fin de defender sus intereses a cambio de someter a sus habitantes a través de
préstamos destinados a reflotar sus maltrechas economías.
Esta
realidad acentúa los desequilibrios ya existentes porque quienes se lucran de
esta práctica son las entidades bancarias, presentadas como garantes de la
economía de cada país, que a su vez ya han sido reflotadas con la aportación
de dinero público, sin olvidar su enriquecimiento previo gracias a la política
especulativa inserta antes de la correspondiente crisis económica.
La
mala gestión de muchos de esos Gobiernos, amparada por el propio electorado que
los encumbró al resistirse a apoyar políticas de cambio y vivir en la falsa
esperanza que les proporcionaba partidos con el mismo programa, se solucionaba
aparentemente con los famosos rescates provenientes de la Unión Europea, que en
nada incidían en sus habitantes, sino que ayudaban a paliar la situación de
los bancos, al mismo tiempo que se implantaban medidas de austeridad que
ahogaban a las economías familiares, ya de por sí castigadas por la situación
de crisis en las que se desarrollaban.
Por
eso el referéndum de Grecia ha sido un terremoto necesario en todo este
entramado, ya que sus habitantes han decidido recuperar de manera democrática
su dignidad como país y plantear alternativas razonables para tratar de
solucionar su delicada situación. No se pueden entender las relaciones entre
las personas basándolas únicamente en el dinero -tal y como lo hace la troika-
porque entonces lo que se crean son esos desequilibrios imposibles de superar, y
tampoco existe la solidaridad financiera internacional porque los rescates como
los que ha padecido Grecia y otros países son solo una cortina de humo tras los
cuales se busca generar una dependencia que garantice la circulación de
capitales públicos para enriquecer a su vez a las entidades privadas nacionales
y transnacionales.
Se
trata de la punta de lanza para dinamitar todo el sistema que nos atenaza, ya
que son aquellas -representadas por los gobernantes de turno y la cobertura que
estos les prestan- las que han tomado hasta ahora las decisiones que creían más
oportunas para satisfacer sus intereses, sin que el pueblo tuviese voz ni voto,
circunstancia que ha cambiado con este tortazo heleno que no solo afecta a la
troika, sino a sus gobiernos satélites, resquebrajándose parcialmente ese
dominio y el mensaje basado en el miedo como fórmula para continuar esclavizándolo
económica y socialmente.
Hay
mucho camino por andar, pero de ningún modo se puede permitir que se exploten y
expolien los países -se habla ya de que Grecia pague su deuda vendiendo su
patrimonio nacional- frente a la garantía de los derechos y libertades.
Aprendimos a escribir en la escuela y a ser libres en la calle, allí donde
también perdimos el miedo a decidir para mantener la dignidad.
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Licenciado en Geografía e Historia
08.07.2015