De
donde vengo...
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Rukaden Ait
Anaga
Desde
mi paso por un internado para la gente más humilde de nuestros campos y
pueblos, donde tuve la suerte de conocer a profesores como Francisco “Paco”
Osorio, que nombro por ser el más conocido, pero con él todo un plantel de
buena gente [Más menos...], ya tuve claros mis sentimientos de rebeldía, sin
saber muy bien porqué. De mi paso por la educación superior, los conocimientos
adquiridos, destacar la lección de que, al menos por nuestra parte, la
convivencia y el respeto a las ideas de los demás no quitaba para defender las
nuestras sin llegar a los excesos de un combate cuerpo a cuerpo “sin las manos
limpias”, con un grupo de fachillas, que nos impartió cierto amigo virtual
que tengo y que ya se lo agradeceré en persona, esperando que esta vez me deje
hablar, porque en aquella ocasión “nos largó un responso que ni
chistar pudimos...” Antes de largarnos quince días de expulsión, y otro a la
semana siguiente cuando nos mandó a llamar porque no podíamos estar tanto
tiempo sin asistir a clase. Allí, en contacto con otras gentes con otras
inquietudes, con acceso a información, a las publicaciones que desde todos los
ámbitos de la izquierda y el nacionalismo se hacían, terminé de entender y
encausar esa rebeldía anterior.
Conocí los típicos textos, desde el Capital al Manifiesto, hasta los Tupamaros
incluso, pasando por el libro rojo y otros; Y luego estaba aquella inquietud
cada vez más curiosa que se convertía en la imperiosa necesidad de saber, ¿Los
Guanches? ¿Quiénes fueron, como vivían, porqué siendo unos salvajes cavernícolas
sin cultura, derrotaron ejércitos medievales...., cómo fue todo eso? Y sobre
los cimientos de las inquietudes que había despertado la información que
“Paco” nos había proporcionado, nos bañamos en el, por aquel entonces,
poco caudal del conocimiento sobre cualquier aspecto sobre la Historia y la Vida
de aquellos antepasados, que en nuestra mente idealizábamos casi con veneración,
devorando aquellos textos con la misma devoción que cualquier creyente de
cualquier religión lee sus textos sagrados; Entre ellos, destacaba la Sorriba,
cuyo Director lo era también del “Cabrera Pinto”, donde además “le
bajaba los humillos y trataba de que aprendieran algo” a gente como yo. La
siguiente etapa ya la he detallado en mi anterior muro, pero para los que no la
vieron, se resume en uno de tantos casos que se dieron, y dan todavía entre los
nuestros; Un cabreo, una escisión, generalmente por la izquierda, y sin saber
muy bien como acabé en un organización comunista e independentista. Aquello no
cuajó, no fue legalizado y la gente se disgregó; Unos cuantos quedamos ahí,
en un limbo, y conscientes de que si no existía el Partido de los Obreros y los
campesinos canarios, nuestro deber era crearlo. Lo clásico, imbricarte en la
lucha sindical, las luchas ciudadanas con las Asociaciones de Vecinos, y todos
los frentes donde pudieras aportar algo aunque solo fuera haciendo número o
bulto.
A caballo de esas luchas, todavía no sé muy bien porqué, unos pocos acabamos
confluyendo en un sitio desde donde proclamábamos la unión entre la izquierda
militante y la izquierda nacionalista y la confluencia en un proceso electoral,
que se produjo y fracasó, pero seguimos intentándolo, pues entonces aún
pensábamos en la vana ilusión derrotar al sistema desde dentro. Otra
nueva confluencia electoral y
otro fiasco, esta vez más grave, porque se llevaron hasta los papeles del
registro de la organización donde estábamos y se los entregaron a Coalición
Canaria, diluyéndose en ella como un terrón de azúcar.
Reconozco que solo el orgullo logró mantenernos en pie tras aquella derrota
estrepitosa en que no teníamos ni un mal cuartucho donde reunirnos y el
hundimiento psicológico, moral. Unos pocos queríamos
refundar una cosa, y llegamos a montar una máquina de trabajo político que
funcionó, que obtuvo resultados como nunca y donde tuve cierto papel político
y organizativo. Pero nos dimos cuenta que en realidad habíamos montado una
sucursal más que nos había sido arrebatada de las manos y que además no
respondía a los intereses que la habían hecho llegar a donde nunca se soñó
llegar... Conscientes de ese panorama, saliendo de aquel local y ya en la calle,
reunidos en un banco de un paseo los dos o tres que habíamos quedado en tanto
tiempo pensando igual, decidimos que allí no se nos había perdido nada y
reconocimos que era hora de “volver a casa”; Con la lección aprendida de
que la familia de uno es la familia de uno, y no se deja la familia por un
cabreo mantenido por orgullo. Desde entonces, “estoy en casa y veo que somos
una familia tan desavenida como cuando me fui... ”
06 Octubre 2015
Desde
la Vieja Fortaleza Menceyato
de Anaga
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