La
Isla Baja, crisis social y territorial
«» Wladimiro Rodríguez Brito *
[…En
muchos casos nuestros jóvenes intentan volver a las actividades de sus abuelos
y se encuentran con barreras legales totalmente inflexibles, o barreras
comerciales para vender las producciones locales que no encuentran salida. El
REA y la entrada de productos cárnicos y lácteos sin arancel alguno de
terceros países son la mayor discriminación que sufre el campo canario… A
ello se suma la actitud de las grandes superficies, que apenas compran productos
de la tierra…]
Recientemente,
algunos medios de comunicación se han hecho eco de la pérdida de población de
la Isla Baja, algo que también ocurre por desgracia en muchas poblaciones
rurales en toda Canarias. Hablar del valle de El Palmar, de la Tierra del Trigo,
del Llano Martín, de los Partidos de Franquis, de San José de los Llanos, etcétera,
es hablar de buenas tierras de cultivo que permiten su mecanización.
La
Isla Baja no es un área marginal, árida y poco productiva. Al contrario,
hablamos de terrenos fértiles, con el 25% de las plataneras de Tenerife en su
zona costera y unas medianías entre Cerro Gordo y Teno Alto de clima húmedo,
con suelos fértiles y topografía irregular, salpicado con algunos malpaíses.
En
el Valle del Palmar, don Domingo Romero cuenta que en la década de los 50 se
sembraban más de
Otro campo es posible. No se trata de volver al duro mundo
rural del pasado, las condiciones de la vida rural actual son radicalmente
diferentes. Las infraestructuras y las comunicaciones han dado un vuelco en
todos los caseríos, donde no hace tanto no había ni agua potable ni
electricidad.
Gran
parte de las labores agrarias son mecanizables actualmente, y puede contar con
sistemas de regadíos complementarios al cultivo de secano.
Necesitamos
reactivar nuestros pueblos y caseríos, dotar de estabilidad social nuestro
campo.
Para
ello tenemos que lograr una comercialización justa de los productos del campo,
así como un marco legal cercano al suelo, que respete y armonice los usos agrícolas
y ganaderos tradicionales con el medio ambiente. No se entiende que una tabaiba
o un verode dominen totalmente sobre los agricultores.
Se
ha llegado al caso de que en Ruigómez una granja ganadera lleva 8 años sin
poder legalizarse. En muchos casos nuestros jóvenes intentan volver a las
actividades de sus abuelos y se encuentran con barreras legales totalmente
inflexibles, o barreras comerciales para vender las producciones locales que no
encuentran salida.
El
REA y la entrada de productos cárnicos y lácteos sin arancel alguno de
terceros países son la mayor discriminación que sufre el campo canario.
En
Canarias pueden entrar anualmente 70 millones de kilos de carne con arancel
cero, cuando la aplicación del arancel correspondiente significaría más de 80
millones de euros. Nuestro sector ganadero se encuentra bajo mínimos al ser
Canarias un vertedero de excedentes de diversas partes del mundo. A ello se suma
la actitud de las grandes superficies, que apenas compran productos de la
tierra. A las producciones locales les quedan solo los pequeños huecos de un
comercio marginal que, en muchos casos, se reduce a mercadillos y otras salidas
muy limitadas.
Estamos
en la obligación de buscar alternativas para nuestro campo. Aquí y ahora se
pueden generar muchos puestos de trabajo, pero también una gestión ambiental
que elimine gran parte del combustible de los incendios forestales. Los
matorrales de zarzas, helecheras, hinojos, tojo, etcétera, que cubren gran
parte de las miles de hectáreas de las medianías del Noroeste de Tenerife son
un enorme riesgo de incendio.
El
fuego se puede propagar en verano por las zonas pobladas en las tierras antaño
cultivadas hoy carentes de ganadería y agricultura.
La
sostenibilidad social y ambiental son aspectos de una misma solución. La
incorporación de jóvenes al mundo rural puede generar más estabilidad para el
presente y futuro de esta tierra.
El medio ambiente no puede continuar separado de la actividad de los agricultores y ganaderos, marginando toda actividad de nuestros campesinos en el uso y manejo de las tierras que a lo largo de más de 500 años la han gestionado. Como bien dice Pedro Molina, la conservación de la naturaleza solo es posible contando con los paisanos.
*
DOCTOR
EN GEOGRAFÍA POR LA UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA
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