Conjugaciones del verbo poder
Damian Marrero Real *
Dentro de poco se cumplirá
un año del movimiento telúrico que echara abajo el cómodo complejo residencial
en el que languidecía la política estatal. Después de esa gran sacudida pocas
cosas han vuelto a ser iguales. Hay quienes han entonados cánticos
apocalípticos y quienes han hecho como si no ocurriese nada, esperando a que
pase esta “moda extravagante”. En este contexto Sí se Puede (SSP) inició un
largo, apasionante y, hay que admitirlo, controvertido análisis. Simplificando
un tanto, habían básicamente dos posibilidades: mantener nuestras posiciones
incólumes (que en lo programático y en lo metodológico eran muy cercanas a los
planteamientos de Podemos) o poner nuestras capacidades a empujar en la misma
dirección.
Al final, la opción
mayoritariamente apoyada por los miembros de SSP fue esta última, un ejercicio
de auténtica responsabilidad política y social. De todas formas, este
aditamento, esta confluencia de energías, no iba a salir gratis. Desde un
primer momento algunos temían este escenario. Por un motivo u otro las
acusaciones de colonización, oportunismo y arribismo político no se hicieron
esperar. Hay quienes entienden la política desde el esencialismo
y lo identitario. Y hay quienes, simplemente, ven sus aspiraciones personales
amenazadas. Pero la política es ante todo un ejercicio de análisis, comprensión
y transformación de la realidad. Un instrumento al servicio de la ciudadanía y
de denuncia radical de la explotación en sus múltiples formas. Frente a estas
limitaciones es hora de que la izquierda supere el complejo de “batallón
suicida”, por un lado, y el constante repliegue en una supuesta pureza
ideológica que no termina nunca de verse señalada por el dedo de la historia,
por otro.
Se acabó el tiempo en el
que un concejal aquí o un consejero allá era
considerado como toda una conquista frente al inexpugnable entramado de la
casta, una promesa que resultaba siempre postergada. Eso ya no basta. Ahora
estamos hablando de otra cosa: de la opción más seria desde hace décadas de que
las fuerzas transformadoras lleguen al poder. En este tiempo de emergencia
social, de descrédito de las instituciones del 78, de agotamiento del discurso
de los partidos turnistas, lo que toca es ponerse en
dirección al viento. En este giro a barlovento hay cosas que se ganan y otras
que se pierden. Nada es como el original y no es malo que así sea. Algunos
pensamos que la política tiene más del “Contamíname” de Pedro Guerra que de las
letanías a la Virgen María, repetidas ad
nauseam.
SSP y Podemos, como
herramientas de poder popular, estaban condenadas a entenderse. Así se puso de
manifiesto desde el mismo congreso fundacional de Podemos en Vista Alegre.
Resulta, por tanto, revelador el pánico que este hecho ha suscitado en
determinados ambientes. Esto ha sido una fuerte réplica de ese movimiento
sísmico. La alianza entre SSP y Podemos no suele ser un ejercicio habitual en
la política, sobre todo para los que piensan que el nombre de un partido es
como la camiseta de un equipo de fútbol. Las circunstancias de nuestro tiempo
ya no admiten recetas de otras épocas aunque exige de todo el capital y la
experiencia política acumulada. Los retos que tenemos por delante son enormes y
al mismo tiempo apasionante. Además de cumplir con las expectativas de cambio
que la ciudadanía está poniendo en Podemos, por estos lares
es también perentorio convertir esta fuerza en un vector fuertemente canario. Y
en esta tarea SSP tiene mucho que aportar.
* Damian Marrero Real es profesor de Filosofía,
miembro de Sí se Puede, miembro del Círculo Podemos de Los Realejos y miembro
del Consejo Ciudadano Insular de Podemos en Tenerife.