Españoles: El caudillo ha
resucitado.
Viva Rajoy!! Arriba España!!
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Francisco Javier González
Estos
días casi solsticiales me han traído a la memoria aquel 20N de fausto recuerdo
en que una especie de mono orejudo y compungido anunciaba, en medio de llantos y
babeos, mediante aquella pantalla en que el mundo era negro y gris una noticia
que lo hacía parecer luminoso: ¡Españoles, Franco, ha muerto!
Ahora,
casi treinta años después, un aventajado discípulo de aquel criminal dictador
que tuvimos que soportar en esta colonia de virrey militar, el lengüín de
Rafael Hernando, ha sido nombrado portavoz parlamentario del partido que
patrocina la corrupción gubernamental. El tal Rafael es aquel que, refiriéndose
a los hijos de los fusilados por el fascismo hispano enterrados por cunetas y
basureros, les espetaba que para buscarlos y enterrarlo
s con dignidad “hay algunos que
se han acordado de su padre cuando había subvenciones para buscarlos”, y
el mismo que, malamente llega a un año (6/8/13) cuando en medio de la crisis
brutal en que nos han sumido, pontificaba que “la responsabilidad en
los casos de desnutrición es de los padres” y no, por supuesto, de los
destructores de millones de puestos de trabajo y salvadores, con nuestro sudor,
del corrupto sistema político-bancario que expulsó de sus viviendas a esos
padres y succionó sus modestos ahorros.
El tal Rafael puede ahora anunciar en technicolor y pantalla
plana ¡Españoles, el Caudillo ha resucitado! ¡Han vuelto los gloriosos días
en que se puede imponer la Ley y el Orden, los días del porrazo y tente tieso,
los de la Ley de Vagos y Maleantes -ampliada luego para abarcar a los
homosexuales- y del benéfico Tribunal de Orden Público!
Para
que no se me tache de extremista o de agitador y resulte así incurso en causa
penal, diré que, en realidad, hemos mejorado. Recordemos que la causa nº1 del
TOP fue contra un tal Timoteo Buendía -nada que ver con los Buendía del
coronel macondino- que con una fenomenal cargacera, al salir Franco en la tele
del bar, exclamó ¡Me cago en Franco! y el batumerio escatológico le costó
una condena de 10 años. Hoy, con la nueva Ley de Seguridad Ciudadana, un “me
cago en el Rey” o en Rajoy o un “puta España” sería una falta grave y lo
hubiera resuelto con una multita de 30.000 euros, o lo que es lo mismo, unos 5
milloncejos de las antiguas pesetas. Eso, claro está, si no se es reincidente,
porque en ese caso, pasaría a ser muy grave y la cosa se elevaría hasta los
600.000 euros -da hasta temblores ponerlo en pesetas- lo mismo que manifestarse
sin autorización gubernativa ante edificios como el Congreso, el Parlamento
español o el mismísimo Parlamento de andar por casa en Teobaldo Power, incluso
en el caso de que estén tan vacíos colmo el bolsillo de un parado de larga
duración. Los rajoy’s boys se han superado. La franquista Ley de Orden Público
de 1959 o la Ley de Seguridad Ciudadana del ínclito Corcuera, el aficionado a
las patadas en la puerta, son simples balbuceos infantiles. Esta nueva afina
donde más duele a una sociedad amenazada por la miseria y los desahucios, que
es en los bolsillos. Se suprimen muchas de las supuestas faltas del Código
Penal y pasan a tener carácter administrativo para eludir cualquier intervención
judicial y que les salga algún juez rana como les ha pasado últimamente. Hay
una cierta ventaja y es que respirar no es aún punible, pero tiempo al tiempo.
El
gobierno español, para mantener el privilegio de unos pocos basado en la
miseria y la desesperación de muchos, se ha decantado por el arma del miedo y
la represión a pesar de que la experiencia demuestra que, aunque válido en
corto plazo, termina por ser el germen de procesos revolucionarios porque, in
defectiblemente, la represión multiplica el ansia de libertad. El aspirante a
neocaudillo intenta, con esta ley, convertir a España y sus colonias en un
estado básicamente policial, con unas FOP a las que se atribuye el atributo
cuasi divino de su absoluta credibilidad: “Las denuncias, atestados o actas
formulados por los agentes de la autoridad en ejercicio de sus funciones que
hubiesen presenciado los hechos, previa ratificación en el caso de haber sido
negados por los denunciados, constituirán base suficiente para adoptar la
resolución que proceda, salvo prueba en contrario y sin perjuicio de que
aquellos deban aportar al expediente todos los elementos probatorios disponibles”
y, frente a esta presunción de veracidad total ¿puede aportarse prueba en
contra? Desde luego fotos o vídeos de la brutalidad policial que, bueno es
recordar, los casi mil heridos (777 según el gobierno colonial) que ha causado
la actuación “moderada” de las denominadas Fuerzas del Orden- no podrán
aportarse dado que una de las prohibiciones incluidas en la ley, en su artículo
36, es la de grabar cualquier actuación policial, dotando además a la policía
de la facultad de decomisar el material obtenido por proceder del delito de
haberlo grabado. Cualquier actuación policial tipo de las bárbaras que
hicieron en Atocha que, por cierto, sigue en total impunidad, deberá quedar,
por decirlo de alguna forma, en la más absoluta intimidad. El tal Jorge Fernández
Díaz recuerda ya al Fraga de “la calle es mía” demostrando con hechos la
capacidad de superación de la derecha reaccionaria española, sobre todo cuando
se trata de actuaciones sobre desgraciados que intentan huir de la miseria y el
hambre a través de las fronteras coloniales de Ceuta y Melilla, de los que
tratan de impedir que los desahucien de sus hogares o de los que simplemente
protestan contra el saqueo y la destrucción de sus recursos naturales, como,
por ejemplo nuestro caso con la multinacional Repsol.
¡Ojito
aquí, en esta colonia africana! Cada vez que nos planteemos manifestarnos públicamente
o en las redes sociales sobre la sacrosanta unidad del hispano imperio de cartón,
de sus ministros jilufos, de sus medianeros criollos, de sus saqueos
petroleros…, habrá que hacerlo con exquisitez supina para no incurrir en
falta grave tipificada como “ofensas o ultrajes a España, a las
comunidades autónomas y entidades locales o a sus instituciones, símbolos,
himnos o emblemas, efectuadas por cualquier medio.” Vamos, que hasta que
no haya condena en firme, no puedo decir que el alcalde de mi pueblo es un
lambido sinvergüenza o recitar, con alguna pequeña variante, aquel poema de
Tarajano de la patrona España que con el yanqui se acuesta.
Personalmente
me declaro totalmente culpable de desacato, rebeldía, insumisión y lo que se
quiera añadir porque, claramente lo digo, ¡Váyase el Caudillo Rajoy con todos
sus ministros, su ley de la patada en la boca, su intangible unidad patria y sus
esbirros amaestrados a hacer puñetas!
Gomera a 18 de diciembre de 2014
Otros
artículos de Fco. Javier Gzález.
publicados en El Canario y anteriormente en El
Guanche