“Islas Canarias" o
"Marcha Radetzky”
«» Carlos
Castañosa *
Solemos
triunfalizar nuestros signos de identidad como síntoma de orgullo por ser
quienes somos y, sobre todo, de donde somos.
Manifestar
sentimientos de amor, pasión y veneración por nuestra tierra, o lugar de
nacimiento, es legítimo y muy satisfactorio. Pero en otro extremo, admirar sin
reserva y por sistema todo lo de fuera supone un grave defecto. Es indicio de
complejos absurdos y significa carencia de una autoestima básica.
Voces
importantes se han alzado con cierta indignación por la reiterada inclusión de
la "Marcha Radetzky" como cierre triunfal del Concierto de Navidad
que, cada 25 de diciembre, se celebra con todo su esplendor en la dársena de
Los Llanos. (Este año no podía ser excepción y el éxito fue clamoroso por
esa conjunción mágica, añadida, de Los Sabandeños con la Orquesta Sinfónica
de Tenerife).
Como
bien alega D. Francisco Pallero, adalid de esta reivindicación que va
aumentando en adeptos, cierto es que la "Marcha Radetzky" es una
composición de un nivel extraordinario. De ahí su éxito universal, pero: ¡Por
favor! ¡Aquí no me la pongan al final!, como la pieza más importante del
concierto. ¡Intercálenla!, porque es preciosa. ¡Pero en su sitio! ¡Aquí,
solo en su sitio!
¿Y en su lugar?, ¿con qué cerramos?... Lógico sería hacerlo
con un himno nuestro. El himno de Canarias. Pero el arrorró oficial no es una
marcha con ritmo triunfal ni una composición que inspire energía ni espíritu
avezado. Es otra cosa. Una preciosa nana -para dormir- dentro de un espacio
privilegiado en otro género de elevada calidad; gracias, sobre todo, al genial
Teobaldo Power[1].
Pero no cabe como himno. De hecho no ha cuajado con la popularidad
imprescindible para erigirse en símbolo o bandera de un pueblo.
En la reivindicación liderada por el Sr. Pallero, se plantea la
alternativa a esta anomalía con la necesidad de oficializar como himno el
"Islas Canarias" del maestro Tarridas[2];
que se normalice su uso, actualmente oficioso, en acontecimientos
institucionales y celebraciones populares. Se culminaría nuestro concierto de
Navidad con esta composición digna de exaltar las virtudes y valores que nos
son propios.
Si
somos conscientes de la emoción y sensaciones de admiración que inspiran la
letra y música del "Islas Canarias", tenemos motivo suficiente para
valorar la autoestima propia de quienes nos sentimos orgullosos de lo nuestro
para poder compartirlo con el resto del mundo, sin complejos por arriba ni por
abajo.
Gesto
de buen hacer sería rendir este merecido homenaje al autor de nuestra valiosísima
joya internacional: el excelso maestro catalán Josep María Tarridas, que, sin
necesidad de haber nacido aquí, obró el milagro de captar el espíritu
canario, de sus gentes y de sus tierras. Si añadimos el libreto readaptado por
nuestros Sabandeños, tenemos sobrados argumentos para enmendar la dejadez de
las autoridades en cuanto al reconocimiento de gratitud a la memoria del
compositor, cuyos descendientes nos han mostrado recientemente su malestar por
el tratamiento protocolario poco digno hacia el recuerdo de su padre fallecido;
sobre todo, al tener conocimiento de que su busto conmemorativo fue pasto del
vandalismo callejero y que actualmente se halla en un lento y penoso proceso de
restauración... O eso nos han contado.
*Excomandante
de Iberia
[2] Pasodoble Islas Canarias, de Josep Mª Tarridas
Recacción
El Canario: [3]
Canto de Tierra, de Taburiente (Sinfónica, coro y
tenor)