Canarias, cloaca de Europa

 

Jaime Morera

 

[O tratamos de conseguir nuestra libertad con la independencia, o terminaremos siendo una especie extinta como el pájaro Dodo en Isla Mauricio]*.   

 

La brutal, nefasta y tiránica imposición del artículo 52 del Tratado de Roma en nuestro fragmentado y reducido territorio de escasos 7.545 Km2, ya en si hasta la hacinación medioambiental superpoblado. Ha supuesto un tsunami invasional de delincuentes y maleantes de todas las procedencias, que violan nuestra libertad  ciudadana, comprimiendo negativamente nuestra capacidad de acción, movimiento y pacífico y placentero modo de vivir.

 

Red de estafadores del ‘Time Sharing’, traficantes de drogas a todas las escalas, blanqueadores de dinero ilícito, mafias de maleantes del Sur de Italia, bandas de criminales armados albano-kosovares, bandas de desvalijadores argelinos en el mismo Teide, rateros, ladrones, trileros rumanos, prostitución callejera a mano de subsaharianos, guerra entre bandas de maleantes norteafricanos y sudamericanos por el control de la droga en el pacífico Llanos de Aridane volviendo peligroso hasta la celebración del carnaval, y una interminable plétora de abyectos indeseables de la peor clase y especie, que generalmente se apiñan en agresivos grupos, cuya mera presencia intimida a la población canaria.

 

Haciendo con esto paradójicamente necesario la importación de  la Metrópoli  colonialista de aún más contingentes de milicias policiales, para controlar al bestial atropello que el mismo colonialismo vándalo-godo con su canallesca política anticanaria de Puertas Abiertas para Todos, en primer lugar y con tal propósito adrede ha creado.

 

Toda esa inmundicia humana que criminalmente nos victimiza causándonos incontables desgracias, como cualquier página de sucesos a diario abundantemente muestra, se lo debemos a la bestia vandálica del colonialismo que nos Tiraniza, que por totalitario dictado y decreto de Madrid, antidemocráticamente y contra la manifiesta voluntad de la población canaria que clama por una Ley de Residencia que nos proteja; monstruosamente nos convierte en frontera española de ultramar al ladito mismo del vecino continente y como consecuencia Puerta de entrada hacia Europa para la empobrecida y mísera África Subsahariana, que sin cesar nos invade en incontenibles avalanchas, junto a otros grupos de inmigrantes de los cinco continentes. Como todos estupefactos con impotente fatalismo, estamos presenciando y sufriendo.

 

Y lo más abominable y siniestramente trascendental, con religiones que como manchas de aceite se están silenciosamente extendiendo en nuestros pueblos y ciudades. Extrañas y agresivamente hostiles y opuestas a nuestra gentil idiosincrasia guanche-cristiana. Cultos que tratan a las mujeres de forma inferior, servil y sumisiva, siendo extremadamente opuestas en ética y principios a nuestra sociedad profundamente de base matriarcal, por anciana tradición desde nuestros ancestros precoloniales, rompiendo con ello nuestra pacífica armonía. Doctrinas intransigentes que con su fanática intolerancia y extremismo retrógrado-medieval nos llevarán a la división y fractura poblacional, e inexorablemente a la confrontación y violento conflicto en nuestras islas. Como está pasando en todos los lugares del Planeta, donde para infortunio y trágica desgracia de los naturales han logrado establecerse.

 

No nos dejemos llevar a engaño. El colonialismo tiene en su agenda como meta final la completa aniquilación y destrucción del pueblo canario, para así prolongar tal tiranía e ilícita anacronía.

 

La IV Convención de Ginebra, prohíbe terminantemente y pone fuera de la ley la transferencia poblacional hacia los territorios ocupados o conquistados, como es el caso de Canarias por parte del colonialismo que nos prime.

 

O tratamos de conseguir nuestra libertad con la independencia, o terminaremos siendo una especie extinta como el pájaro Dodo en Isla Mauricio*.  

 

 

* Del pájaro Dodo sólo quedan dos cabezas y dos patas repartidas en varios museos europeos de este pájaro extinguido hacia 1681.

 

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