De California a Canarias

 

«» Wladimiro Rodríguez Brito *

 

 

Este verano ha sido noticia de alcance mundial los grandes incendios en California, donde han ardido más de 30.000 kilómetros cuadrados. El último de ellos ha durado más de 40 días, desde el 31 de julio hasta el 14 de septiembre. California y Canarias tienen muchas similitudes: son territorios áridos, de veranos largos y secos, con periodos de sequía que alcanzan varios años, topografía accidentada y fuertes vientos. Las dimensiones del territorio no son comparables, pero allí también es alta la proporción de espacios protegidos. Se han visto afectadas zonas de secuoyas, tesoro nacional en EE UU, con árboles de más de 2.000 años, entrando el fuego en el Parque Nacional de Yosemite. La acción del fuego en zonas pobladas ha obligado a desalojar más de 20.000 habitantes.

 

California cuenta, sin embargo, con mayor renta per cápita y un alto desarrollo tecnológico. Dedica comparativamente más recursos materiales al fuego, tanto en bomberos como en medios terrestres y sobre todo aéreos. Sin embargo, solo la entrada de aire del norte el pasado martes ha hecho más para controlar el fuego que los esfuerzos de 5.000 bomberos y miles de máquinas aéreas y terrestres. Ha sido la madre naturaleza la que ha frenado el impacto de las llamas en el país más tecnológico del planeta.

 

¿Qué ocurre en Canarias en relación con California? Aquí disponemos de menos medios materiales y humanos, y pecamos de exceso de confianza al considerar que la tecnología y los recursos de nuestros equipos de bomberos y brigadas forestales pueden controlar un desastre como el de California. Si miramos al pasado, gran parte de la lucha contra el fuego se hacía en invierno. La prevención es algo que parece que se desdeña en todo el mundo. California, como Canarias, no cuenta para apagar al fuego con los campesinos y pastores, sino con bomberos y camiones. Nuestros padres y abuelos limpiaban antes del verano los pastos y rastrojos junto a las casas, las bodegas ... Nuestro ganado retiraba todos los días varias toneladas de lo que hoy es combustible. La lucha contra el fuego la desempeñaban pastores y agricultores.

 

   Hoy más de 60.000 hectáreas que se sembraban de cereales y leguminosas o se dedicaban a pastos dan lugar a situaciones peligrosas al final del verano. Nuestra escasa ganadería estabulada no retira las miles de toneladas demandadas en los años sesenta. El fuego en un medio árido como este se apaga principalmente con prevención. El pastoreo y otras actividades agrarias en desaparición deben ser complementarios en la gestión ambiental. Hemos declarado protegido el 50% del territorio, con una legislación confusa que impide
los usos tradicionales. Protegemos sobre el papel pero no ponemos recursos económicos para retirar combustible que antes era pasto para el ganado.

 

El problema en California parece indicar que se necesita cambiar de estrategia. Las máquinas son
un auxilio, pero no la única solución. El problema del fuego no es coyuntural, sino de política agraria, forestal y ambiental.

 

* DOCTOR EN GEOGRAFÍA POR LA UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA

 

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