Alfonso González Jerez *
Al destripar los datos que ofrecen las encuestas electorales
algunos observadores señalan que los ciudadanos canarios están inclinándose
hacia la izquierda. Es una hipótesis bastante arriesgada y difícilmente
sostenible y para ser verosímil no basta con agitar los siete u ocho diputados
que los sondeos conceden a Podemos. Escrutando la matriz demoscópica lo que
cabe sostener es que en Canarias, como en el resto de España, se está librando
una batalla por el segmento político-electoral del centroizquierda entre un mengüante PSC-PSOE y un pujante –pero no precisamente arrollador– Podemos. A la izquierda queda muy poco, porque,
salvo en un sentido residual, no hay voto en la izquierda. Precisamente por eso
los dirigentes de Podemos han insistido en moderar su discurso, evitar
definiciones ideológicas estructurantes, introducir sintagmas emocionales como
el recurso a la patria mancillada y, en definitiva, buscar la centralidad a
través de un apoyo transversal, que se extiende desde los jóvenes desempleados
y el precariado creciente hasta sectores de la clase
media y media alta, profesionales acomodados y pequeños y no tan pequeños
empresarios. El escaso voto de la izquierda establishment
–IU y similares– ya se lo ha comido Podemos casi en
su totalidad.
Ocurre, sin embargo, que la suma de Podemos y el PSC-PSOE –es
decir, del centroizquierda con el que se identifica casi toda la ciudadanía
progresista en el Archipiélago– está y muy
probablemente estará muy lejos de cualquier mayoría absoluta concebible. Y las
razones son bastante evidentes, y entre las cuales, por supuesto, se encuentra
un sistema electoral con topes de entrada que distorsiona la representatividad.
Pero no es la única ni quizás la más importante. Podemos es un proyecto
político muy joven con una escasa implantación a nivel municipal en las dos
islas centrales (Gran Canaria y Tenerife) y prácticamente nula en el resto. Y
sin una implantación local sólida, articulada y expansiva resulta
extraordinariamente difícil plantearse siquiera convertirse en la primera fuera
política de la región.
Los siete magníficos diputados que les pronostican los sondeos
representan el fruto de la potencia de la marca y no el resultado de una praxis
política y micropolítica que, simplemente, no han
tenido tiempo de desarrollar en ningún lado. Malévolamente podría incluso
sugerirse, a los flamantes dirigentes de Podemos en las islas, que se abstengan
de propulsar diagnósticos y propuestas concretas, para no enturbiar el vago y
chic mensaje regeneracionista de Pablo Iglesias y sus conmilitones. Escuchando
a Mery Pita, secretaria general de Podemos en Canarias, o a María Coll,
secretaria general de Tenerife, solo se cosechan las habituales denuncias
contra la diabólica casta a la que cabe responsabilizar hasta de los errores de
los jurados de las reinas del carnaval. Están a favor de los buenos y en contra
de los malos. No sé si para distinguirlos cuentan en sus consejos con damas y
caballeros procedentes de Sí se puede y de Canarias a la Izquierda.
* Fuente: laopinion.es/batalla-centroizquierda