Que feos son los
banquillos
Paco Déniz
Ahí
se sientan los suplentes y los acusados. También los viejitos cuando ya no
tienen mucho que hacer. Pero estos últimos son banquitos.
Los
hay de todo tipo. Recuerdo unos que se ponían en la esquina del barrio, que no
tenían dueño y que, quizás por eso, eran maltratados, asoleados y
desvencijados.
Como
casi toda la propiedad pública, nadie mira por ellos, ni siquiera la policía.
Ese banquito, por las tardes, servía de zoco a la cuarta edad. Pero cuando se
iban cada uno para sus casas, allí se quedaban solos, a la intemperie, y sin
que nadie se apiadara de ellos.
En
cambio cuando uno era pibe calentaba banquillo de vez en cuando, y era triste.
Estaba uno desesperado por salir a romper las botas al campo, y las orejas se te
afilaban al oír al entrenador decir ¡quítate el chándal y vete calentando la
banda! ¡Por fin!, abandonabas el banquillo de los suplentes y tocarías balón.
Hoy
por lo visto, las cosas han cambiado, ahora los padres, que por lo visto, también,
son los que pagan para que sus hijos jueguen, pagan el equipaje, los
desplazamientos etc., exigen que no estés mucho tiempo calentando el banquillo.
Ya no juegan lo mejores ni los malos son suplentes, eso, ahora, es ofensivo para
los jóvenes. Todos tienen que jugar, aunque sea un ratito.
Pero
si hay un banquillo chungo, ese es el de los acusados. Ahí pocos escapan,
porque los que se sientan, en general, no tienen padrinos, son los aledaños de
la clase obrera. Es verdad que últimamente está más animado que nunca, hay más
ambiente, más glamour, más diversidad, más clases sociales.
Cómo
será la cosa que, debido a la gran afluencia de imputados, en el parlamento
estatal están pensando seriamente cambiar los escaños por banquillos. Y parece
que la cosa se anima, dicen que incluso puede que se siente alguna noble, algún
cura.
Me
pregunto cómo serán esos banquillos, ¿de madera, o fibra de esa barata que no
te puedes escorar mucho por si cede? ¿será un banco especial acorchado?
No lo sé, pero será muy
emocionante escuchar los comentarios de la gente cuando vuestra alteza cruce las
piernas en el banquillo. A ella seguro que la dejan cruzar las piernas, pero a mí
un juez me echó una bronca por hacerlo.
No importa,
entonaremos aquella canción de Los Coquillos que decía: Vaya
emoción en la prisión provincial, la vida no vale nada, nada es primordial...,
y
con la llegada de La Infanta ¿quién puede pedir más?
Artículos
de Francisco A. Déniz Ramírez publicados en El
Canario