La
Bandera Nacional Canaria
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Francisco
Javier González *
[…, es con la fundación
del MPAIAC en Argel, el 22 de octubre de 1964, cuando nace, no UNA bandera
nacional más, sino LA bandera nacional que, desde entonces, los
independentistas hemos enarbolado orgullosamente y que nuestro pueblo, en
general, ha ido asumiendo como única propia y usando en todas las luchas
populares… Se empieza a popularizar su conocimiento apenas diez días después
de la muerte del dictador español Francisco Franco, cuando el 2 de diciembre de
1975 comienzan en Argel las emisiones de “La Voz de Canarias Libre…]
Los canarios tuvimos banderas propias al enfrentarnos a la
conquista española. En el Museo Militar de Tenerife se conservan los restos de
tres “añepas” de palma tejida que, probablemente, los guanches de Taoro
llevaban cuando derrotaron a las tropas invasoras españolas en la sangrienta
batalla de Acentejo y, posteriormente, en la del lomo de San Roque donde los
españoles decapitaron a Tinguaro. Estas añepas, que no fueron conquistadas en
lucha y que se conservaban en el Museo Municipal de Santa Cruz de Tenerife hasta
que alguna mano, con aviesa intención histórica o, aún peor, por simple
estulticia, cedió a los militares españoles, no eran aún “nacionales” por
la sencilla razón de que la Nación Canaria nace después de su uso glorioso
por el guanche. Desde luego es cierto que la violencia es la partera de la
historia.., y de las naciones, y fue la violencia máxima de la guerra de
conquista española de esta tierra nuestra, a lo largo de todo un siglo, y su
terrible secuela de esclavitud primero y dominio colonial después, la que forjó
el nacimiento de la Nación Canaria al unificar todas nuestras islas bajo el
yugo español.
Recuerdo que, hace bastantes años, en un acto en el Club
Prensa Canaria de Las Palmas, un compañero, Antonio Quintero, expresó su
opinión de que la lucha por la independencia de Canarias comenzó cuando un
guanche tumbó de una pedrada los dientes a un español y le contesté que no,
que eso solo había sido un episodio de la lucha de nuestros antepasados contra
la invasión española pero que lucha independentista comienza cuando ese pueblo
oprimido, invadido y esclavizado, toma conciencia de ello, de la diferencia
entre el colonizador y el colonizado y se rebela. La Rebelión de los Gomeros o
la de Ichasaguas son ya episodios que marcan el nacimiento de la nación y de su
lucha de liberación.
Por lo tanto, solo las banderas -y las luchas- nacidas
después de la colonización y en respuesta a la misma tienen carácter
nacional. Ese carácter de lucha por la independencia la tuvo la bandera que en
1907 se izó por primera vez en el Ateneo de Aguere y luego en los centros
canarios en la Cuba ya libre del dominio español. Es la azul con las siete
estrellas blancas que a partir de 1924 adopta el PNC como enseña de la lucha
libertaria canaria que, aquí, en el interior de la patria, sería masacrada por
el franquismo español. También serían “banderas nacionales” las que usó
por los años 50 el Movimiento por la Independencia de Canarias, el MIC, en
Venezuela, izada en algunos petroleros de la Gran Colombiana junto a la
venezolana, o la que se diseñó para la RIA en los sesenta en una pensión
estudiantil de la calle Bencomo en Aguere, con sus estrellas rojas, como
nacional también fue la que confeccionaron recortando y pegando tiras blancas,
azules y amarillas en su domicilio de la Calle Peregrina Dª Mª del
Carmen Sarmiento y sus hijos Arturo y Jesús Cantero y rotularon con las
letras CL de “Canarias Libre” para las fiestas del Pino del 61. Todas ellas
eran banderas nacionales por simbolizar la lucha de nuestro pueblo por su
independencia, pero es con la fundación del MPAIAC en Argel, el 22 de octubre
de 1964, cuando nace, no UNA bandera nacional más, sino LA bandera nacional
que, desde entonces, los independentistas hemos enarbolado orgullosamente y que
nuestro pueblo, en general, ha ido asumiendo como única propia y usando en
todas las luchas populares.
Es a partir de las postrimerías del franquismo y sobre todo
en esos puntos de inflexión históricos que fueron los años 75 y 76, en que la
lucha nacional toma nuevo y vigoroso incremento, cuando nuestra bandera, con
toda su carga política, sale a la calle, al conocimiento de todos los canarios.
Se empieza a popularizar su conocimiento apenas diez días después de la muerte
del dictador español Francisco Franco, cuando el 2 de diciembre de 1975
comienzan en Argel las emisiones de “La Voz de Canarias Libre. De las ondas
pasó a la calle. Recuerdo que las primeras se colocaron en Tenerife en puentes
de la autopista S/C-Laguna y que, para que duraran, se les habían adosado
falsos artefactos explosivos de velas de cera pintadas de canelo. Ya enarboladas
en manos de patriotas tomaron las calles en las manifestaciones. La primera vez,
en 1975, en la organizada por la Confederación Canaria de Trabajadores, CCT,
desde Taco a Santa Cruz fueron solo tres, una de ellas, la del poeta
gomero Tomás Chávez con las estrellas de un verde amarillento. Aún la gente
que la desconocía, la asumió de inmediato como la bandera nacional y pronto se
convirtió en el símbolo de todos los que luchábamos por una patria libre y
soberana.
Probablemente fue su presencia masiva en los luctuosos días
que siguieron al 21 de septiembre del 76 en que Bartolomé García Lorenzo era
acribillado a balazos por la policía colonial española la que convierte en
irreversible la asunción de la heptaestrellada como nuestra bandera nacional,
popularizándose con aquel estribillo de “me gusta la bandera, me gusta la
bandera, bandera tricolor, con siete estrellas verdes…..” o con los
poemas de Tarajano, muchos hechos canción. Ya la vimos izada, con su carácter
de bandera nacional, en el Ayuntamiento de Las Palmas con la UPC en el 79 y en
el Ayuntamiento de La Laguna con Pedro González como alcalde, el Córpus de ese
año, provocando que el Capitán General español, entonces González del Yerro
acuartelara las tropas del Regimiento de Artillería de La Laguna.
El españolismo no podía, desde luego, aceptar
nuestra bandera con toda su simbología política. Las dos provincias en que el
colonialismo dividió al Archipiélago tenían sus banderas aunque por su propia
naturaleza, meramente administrativa, carecían en su inicio de contenido
político. Desde Felipe III, en el siglo XVII, se habían creado las “matrículas
de la mar”, dividiendo en “provincias marítimas” a todo el
litoral de España y sus colonias en todos los continentes. Para Canarias se
crea una única provincia marítima con cabecera en el Puerto de Santa Cruz, de
forma que, cuando en 1845 se crean las banderas distintivas de las matrículas
para las provincias marítimas, a la de Canarias se le asigna una azul con un
aspa blanca. Posteriormente, en 1869, se crea la del Puerto de la Luz y la
Isleta dotándola de la correspondiente bandera de matriculación, azul y
amarilla en división diagonal, banderas que con la división provincial de 1927
pasan a representar a las provincias respectivas y, con la ayuda inestimable del
fútbol, sus colores se asumen popularmente en las islas respectivas. Desde la
resolución autonómica de 1989 pasan a ser las banderas de las islas de
Tenerife y Gran Canaria, aunque en el lenguaje marinero de banderas, la aspada
de Tenerife, la letra M, signifique, premonitoriamente, “mi barco está
parado y no se pone en marcha” y de las dos azul y amarilla, de la letras
K y D, esta última se iza para decir “mi barco tiene problemas de
gobierno” que reflejan curiosamente los efectos de la división provincial
de nuestro territorio nacional. Estas banderas fueron desde su creación
una herramienta importante para esa artimaña del colonialismo que es la
separación de nuestra patria en dos mitades artificiales y en siete
compartimentos estancos.
Los partidos españoles tampoco podían aceptar el contenido
nacional de nuestra bandera y tenían que crear una enseña que representara su
solución política para nuestra patria, esto es, autonomía versus
independencia. De ahí que todas las propuestas de proyectos estatutarios,
elaboradas y aprobadas de espaldas al pueblo, trataran de imponernos una bandera
que pudiera competir con la nacional. Todos parten de la bandera que usó
Canarias Libre, de tres franjas verticales, blanca, azul marino y amarillo y
solo el PCE en su anteproyecto de Estatuto (Octubre de 1979) plantea poner las
siete estrellas verdes en la franja azul marina. Cuando el Proyecto de Estatuto
de Autonomía para Canarias pasa para su discusión (Diciembre 1980) la
Asamblea Mixta (Diputados, Senadores y representantes de las dos Mancomunidades
Provinciales), la bandera se aprueba con la sola oposición del único
representante de la UPC (Pablo Ródenas del Cabildo de Tenerife) y con una
reserva de enmienda que presenta Alfredo Mederos del PSOE que plantea la
posibilidad de que “en aras a la concordia se puede estudiar introducir
siete estrellas blancas en el paño azul marino, porque no hay que olvidar que
era de paño azul y con esas siete estrellas la bandera histórica de
Canarias”. Al final se aprueba por la Asamblea Mixta, junto con el escudo
de los perros encollarados. A su paso por el Congreso de España solo el PCE
mantiene su enmienda de ponerle estrellas a la franja azul y, finalmente, en
mayo de 1981 resulta aprobado el artículo del Estatuto correspondiente a la
bandera y el escudo con solo tres votos en contra y 11 abstenciones.
El españolismo es plenamente consciente de que la bandera
heptaestrellada es la que el pueblo ha asumido por mucho que el Gobierno Canario
enarbole la oficial del azul falangista y los perros encollarados, mala copia de
la nacional. Además, estaba inicialmente aceptada por varios de los componentes
de Coalición Canaria, de una historia anterior con mayor carga nacionalista que
la de ATI, como Asamblea Mahorera, ICAN, el PNC o el PIL, que la mantuvo años
izada en el Ayuntamiento de Teguise. De ahí surge el hecho de que,
posteriormente, por las juventudes de CC se plantease la aceptación de la
bandera de las siete estrellas y que personajes pseudonacionalistas de esa
Coalición regionalista como Paulino Rivero o el fallecido Adán Martín hayan
jugueteado con la idea de aceptarla como bandera autonómica pero, eso sí,
rechazando explícitamente su carácter de símbolo de liberación e
independencia lo que es lo mismo que amputarle su propia alma.
Hemos de entender que, hoy por hoy, el aspecto cultural de
nuestra lucha es una de los teniques angulares sobre los que hay que
edificar el futuro y que, nuestra bandera, forma ya parte del patrimonio
cultural de esta Nación Canaria colonizada. Por ello, incorporarla por mero
oportunismo político a la simbología -oficial o partidaria- desprovista de su
auténtico carácter de símbolo de la lucha secular de nuestro pueblo por su
propia entidad como Nación libre y soberana es traicionar los esfuerzos
militantes de muchos compañeros desaparecidos que han dejado jirones de su alma
por esta bandera. Por esta razón personalmente he publicitado y apoyado, en la
medida de mis posibilidades, TODAS las convocatorias que para celebrar los 51 años
de ondear orgullosa se han realizado en estas islas, sean para el día 22 o para
la manifestación del 26 en Aguere, en La Puntilla o en la AA.VV San Gerardo del
chicharrero Barrio de La Salud, incluyendo las de su izado en instituciones
oficiales como en Lanzarote o en Telde. En todos los casos son una aceptación
de ese carácter NACIONAL de nuestra bandera, inseparable de su reivindicación
de SOBERANÍA.
Hoy, para mí y para muchos canarios, esa bandera y sus siete
estrellas verdes sigue siendo un símbolo de esperanza y guión de lucha por la
INDEPENDENCIA para nuestra única patria, Canarias y, a los veteranos de esta
brega libertaria, nos causa enorme alegría ver como largos años de lucha de
muchos compañeros van recogiendo el fruto inestimable de ver como nuevas
generaciones se van sumando a esta esperanza de futuro que precisamente esta
presencia joven y diversa la hace irreversible.
Gomera 22 de octubre de 2015